(EDUCA1) EDUCADORES SOCIALES

Esta es una carrera que para muchos es un poco confusa y desconocida sobre todo por dos razones:
1.- se está terminando de construir por ser relativamente nueva.
2.- por su diversidad ya que es una mezcla de psicología, pedagogía, sociología y antropología.



La figura del educador social en los centros educativos de secundaria.




EL EDUCADOR SOCIAL
El educador social desarrolla su labor profesional en contextos muy diversos dando respuesta a las demandas de acceso a la cultura, al bienestar y de participación en la vida social de amplios colectivos de población.

Antes de que se crease una titulación específica de educación social, a los profesionales que realizaban este trabajo se les conocía como educadores especializados, animadores socioculturales o educadores en el tiempo libre. Su trabajo tiene dos vertientes muy marcadas: la formativa y la asistencial y de atención a las personas.

Los educadores sociales se ocupan de aquellos campos de la educación que no tienen una regulación concreta, en ámbitos de intervención educativa con personas marginadas, con problemas sociales o de adaptación a su entorno.

Esta labor socioeducativa se aplica a grupos de edad diferentes (infancia, juventud, tercera edad...) y a sectores y problemáticas donde interviene la educación social (salud, justicia, servicios sociales, ocio).

¿Qué formación necesita?

La diplomatura en educación social se creó hace pocos años para actualizar y ampliar la formación que anteriormente tenían los asistentes sociales. Los estudios de educación social corresponden a una titulación de primer ciclo, y tienen una duración de tres años académicos y una carga lectiva mínima de 180 créditos.

El plan de estudios de esta diplomatura es multidisciplinar e incorpora asignaturas como psicología, pedagogía, sociología y antropología. Otras materias que se tratan con especial atención a lo largo de los estudios son las relacionadas con la intervención socioeducativa sobre problemas de inadaptación social, programas de animación sociocultural y la aplicación de las nuevas tecnologías al mundo educativo.

Qué perspectivas laborales tiene

La labor del educador social se puede llevar a cabo en ámbitos y contextos diferentes, por lo que el trabajo que realiza el educador puede variar mucho según el puesto que ocupa.

Algunos de los ámbitos de trabajo del educador social son la atención a la infancia y adolescencia en situación de riesgo social, la educación en centros de justicia para menores o prisiones, la elaboración de programas de educación en el ocio o de animación sociocultural, la formación y la inserción laboral de personas adultas o la animación y dinamización de residencias y equipamientos para personas de la tercera edad.

También pueden responsabilizarse de la gestión de equipamientos sociales y culturales o de la planificación de programas de intervención socioeducativa para la inserción de colectivos con necesidades específicas (mujeres, inmigrantes, personas con disminución, drogadictos, minorías étnicas...).

Las salidas profesionales del educador social se encuentran tanto en el sector público como privado y también en el denominado "sector social", es decir, asociaciones y entidades sin ánimo de lucro. Es habitual, también, que los educadores sociales trabajen de forma autónoma o a través de cooperativas de trabajadores.

Esta profesión, por su relación directa con la realidad social, exige un alto grado de dinamismo y capacidad de adaptación a los cambios ya que los ámbitos de trabajo evolucionan de acuerdo con las necesidades y las demandas sociales emergentes. En este sentido, el aumento de la esperanza de vida hace que se precisen más educadores especializados en personas mayores.


Lo tienen todo, excepto a sus padres

Crecer sin ver apenas a los progenitores multiplica los problemas de la adolescencia - Menores de familias acomodadas ingresan en internados y centros tutelados por la poca dedicación a los hijos

JOAQUINA PRADES 14/02/2011

Lo tienen todo menos lo imprescindible. Casas confortables, padres con profesiones de éxito, toda la tecnología casera disponible en el mercado, ropa de marca, dinero para gastos, caprichos... Pero les falta algo. Los adolescentes urbanos procedentes de familias de clase media y media alta empiezan a llenar las consultas de psicólogos y pediatras sociales aquejados del mal de la soledad. Han crecido casi por su cuenta, a cargo de cuidadoras ajenas a la familia, y sus padres, ocupados a tiempo completo en mantener el estatus social, carecen del tiempo que ellos demandan. Las consecuencias suelen ser perversas: trastornos de conducta, agresividad, enfrentamientos constantes con los padres... Y también una tendencia al aislamiento preocupante. Tanto, que algunos adolescentes han empezado ya a ser catalogados en situación de riesgo y enviados temporalmente a pisos tutelados por la Administración.




    EDUCADORES. Emilo Calatayud. Juez de menores. DECÁLOGO

    Decálogo para hacer de su hijo un delincuente
    El popular juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, conocido por sus sentencias educativas y orientadoras, ha publicado un libro "Reflexiones de un juez de menores" (Dauro) en el que inserta un "Decálogo para formar un delincuente ". Es muy interesante. Dice así:
    1: Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
    2: No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
    3: Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.
    4: No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
    5: Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
    6: Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
    7: Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
    8: Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
    9: Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
    10: Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.





    LA INDEFENSIÓN APRENDIDA -


    Según Seligman, los animales que participan en un experimento de condicionamiento aprenden a sentirse indefensos. La indefensión aprendida es un fenómeno que se ha encontrado que ocurre en muchas especies diferentes y en el ser humano. La indefensión se produce por la inhabilidad para hacer algo. Si se aprende que no se puede hacer nada para cambiar la situación aversiva el resultado es que el individuo se vuelve pasivo. Según Seligman en las personas, la indefensión aprendida puede dar lugar a la depresión.

     Seligman entiende por indefensión, el estado psicológico que se produce muchas veces cuando los acontecimientos son incontrolables. Un acontecimiento es incontrolable cuando la respuesta del individuo no afecta a la consecuencia que sucede posteriormente.




    Según Seligman la incontrolabilidad o no contingencia es lo que produce indefensión aprendida. Cuando un individuo experimente que las consecuencias son independientes o no contingentes con sus respuestas, espera que no se produzca una contingencia entre su conducta y las consecuencias futuras.



    EL EXPERIMENTO DE SELIGMAN:


       Martin E. P. Seligman



    Dos grupos de perros diferentes. Los cogemos de dos en dos y los ponemos en dos arneses. Para fastidiarles, a ambos les damos una descarga eléctrica donde nos parezca. Pero, y aquí está la diferencia, uno de los dos perros puede interrumpir la descarga dándole con el hocico a una palanquita que tiene por allí. El otro no puede hacer absolutamente nada, siempre recibirá la descarga.

    Para que todo fuera igualitario, los malvados experimentadores hicieron que ambos perros recibieran exactamente los mismos calambrazos. ¿Cómo? Cuando se le daba al primero, también lo recibía el segundo. Y cuando el perro presionaba la palanca y dejaba de recibir la descarga, el otro también. Así, la situación era controlable para uno e incontrolable para el otro. E igual de aversiva (físicamente) para ambos.

    No hace falta ser muy listo para pensar que, de alguna manera, el primer perro era más feliz que el segundo. Al fin y al cabo, aunque recibía el molesto calambrazo, podía hacerlo terminar rápidamente. Aunque no lo he leído en ningún sitio, me imagino que las últimas descargas serían forzosamente breves, ya que el buen animalillo en cuanto sintiera la molestia estiraría el hocico lo indecible para llegar a la palanca. Tal vez el segundo también aprendiese que según se iban dando los ensayos lo malo cada vez duraría menos, pero creo que este punto no se le ocurrió estudiarlo a nadie.

    Pero esto es todo el principio. Avanza, y verás qué sucedió después. ¡No te lo pierdas!

    Cuando los perros ya llevaban un buen número de ensayos, y tenían claro que arrimando el hocico se paraba la descarga, o que no se podía hacer nada por evitarla, los malvados experimentadores introdujeron a los pobres animales en la segunda fase.

    Los pusieron en una especie de habitación con dos partes separadas por una barrera. Si no la saltaban, recibían el calambrazo. Si lo hacían, quedaban tranquilos a salvo. ¿Adivinas qué pasó? Pues que el primer chucho (el que arrimaba el hocico a la palanca) saltaba casi en cuanto se le ponía en el sitio. En cambio, el otro, el que lo único que había podido aprender era que las descargas eran cada vez más fugaces, se quedaba allí, recibiendo (¿se habría acostumbrado?) y quejándose lastimeramente. Como se quejaba, hemos de pensar que las descargas efectivamente le molestaban, pero como no hacía nada podemos pensar, como hizo el tal Seligman que era un individuo muy avispado, que el perro había aprendido a estar indefenso. Por esta conclusión es conocido como un psicólogo eminente.

    El concepto de indefensión aprendida pronto se extendió como una explicación muy práctica para el comportamiento de las personas que padecen un trastorno depresivo. Igual que el chucho se quedaba por allí quejándose y recibiendo leña, una persona con depresión deja de interactuar activamente con el ambiente, y se abandona a su suerte. Como las cosas le van cada vez peor, cada vez estará más indefensa y el círculo se perpetuará en el tiempo. Así que una causa más de depresión a añadir al zurrón. Y cierta, por otro lado. Pero como las demás, no es la única.

    Imaginemos que lo que dice la teoría de la indefensión aprendida es cierto y los seres humanos con depresión han pasado en su vida por situaciones similares a las de los pobres perros. Habrían aprendido a no enfrentarse a las situaciones de la vida, porque han tenido experiencias previas que les han mostrado lo inútil que resulta esforzarse por resolver los propios problemas. Haber estado expuesto a situaciones irresolubles dificultaría o impediría que esas personas se enfrentasen y resolviesen problemas posteriores.

    ¿Y los humanos normales? ¿Cómo serían? Pues al no haber estado expuestos a las mismas contingencias que motivaron la aparición de la reacción de indefensión aprendida, en principio felices. Con confianza en sus propias posibilidades, cargados de autoestima, y una visión correcta del mundo. Cuando se les plantease un problema que tuviesen que resolver considerarían las opciones de respuesta, elegirían la mejor y la llevarían a la práctica, en muchas ocasiones con éxito. Cuando fracasasen, no le darían mucha importancia porque no todo en sus vidas era indefensión aprendida.

         Aaron Beck

     Para apoyar más todo esto, la mayoría de las teorías contemporáneas de la depresión consideran que el depresivo es un ser humano cuyo pensamiento está distorsionado. La visión de Aaron Beck de la tríada cognitiva, con una visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro iría a favor de esta visión. Bien por distorsión cognitiva o bien porque han aprendido que no pueden hacer nada por resolver sus problemas, a las personas con este problema les queda poca opción más que seguir padeciendo, quejarse y aguantar.
    UNA PEQUEÑA LECTURA DEL LIBRO DE SELIGMAN, “INDEFENSIÓN”.

    Capítulo VIII.  - MUERTE –


    Cuando, a principios de 1973, el oficial médico del ejército comandante F. Harold Kushner regresaba a casa después de cinco años y medio como prisionero de guerra en Vietnam del Sur, me contó un espantoso y escalofriante suceso. Su relato constituye uno de los pocos casos registrados en que un observador médico entrenado presenció de principio a fin lo que sólo puedo calificar como muerte por indefensión.


    El comandante Kushner fue derribado en su helicóptero en Vietnam del Norte en noviembre de 1967. Fue hecho prisionero y herido gravemente por el Vietcong. Los tres años siguientes los pasó en un infierno llamado First Camp. Por aquel campamento pasaron 27 norteamericanos: 5 fueron liberados por el Vietcong, 10 murieron en el campamento y 12 sobrevivieron para ser luego liberados en Hanoi en 1973. Las condiciones del campamento no pueden describirse con palabras. Constantemente eran once hombres viviendo en un cobertizo de bambú, durmiendo hacinados en una cama de bambú de unos cinco metros de anchura. La dieta básica consistía en tres tazas diarias de arroz rojo, podrido e infestado de gusanos. En el primer año, el prisionero medio perdía del cuarenta al cincuenta por ciento de su peso, le salían ulceraciones y se le atrofiaban los músculos. Dos eran los principales asesinos: la desnutrición y la indefensión. Cuando Kushner fue capturado le pidieron que hiciese declaraciones en contra de la guerra. El respondió que prefería morir y, con palabras que Kushner recordó todos los días de su cautiverio, su captor replicó: Morir es fácil; lo que es difícil es vivir». La voluntad de vivir y las catastróficas consecuencias de la pérdida de esperanza son el tema del relato de Kushner y de este capítulo.


    Cuando el comandante Kushner llegó a First Camp en enero de 1968, Roben llevaba ya dos años de cautiverio. Era un rudo e inteligente cabo de una unidad selecta de marines, austero, estoico e inasequible al dolor y al sufrimiento. Tenía veinticuatro años y había sido entrenado como buceador y paracaidista. Igual que los demás hombres, su peso había bajado a poco más de 40 kilos y era obligado a hacer descalzo largas caminatas diarias cargado de igual peso de raíz de mandioca. Nunca se quejaba. «Aprieta los dientes y ajústate el cinturón», solía decir una y otra vez. A pesar de la desnutrición y de una terrible enfermedad de la piel, se conservó en un buen estado físico y mental. Kushner vio clara la causa de su relativa buena forma. Robert estaba seguro de que pronto sería liberado. El Vietcong había adoptado la práctica de liberar, a modo de ejemplo, a unos cuantos hombres que hubiesen cooperado con ellos y adoptado una actitud correcta. Robert lo había hecho y el jefe del campamento había dicho que él era el siguiente en la lista para ser liberado después de seis meses.


    Tal como se había previsto, se produjo el acontecimiento que en el pasado había precedido a esas liberaciones ejemplares. Llegó un cuadro del Vietcong de muy alta graduación para dar a los prisioneros un curso de política; se suponía que el alumno más aventajado sería el liberado. Robert fue elegido como líder del grupo de reforma ideológica. Hizo las declaraciones requeridas y le prometieron liberarle pasado un mes.

    El mes pasó y Robert comenzó a sentir un cambio en la actitud de los guardianes hacia él. Al final, cayó en la cuenta de que le habían engañado, que ya había servido a los propósitos de sus captores y que no iba a ser liberado. Dejó de trabajar y empezó a dar signos de una grave depresión: rechazaba la comida y yacía en su cama en posición fetal, chupándose el dedo. Sus compañeros de cautiverio trataban de hacerle volver en sí. Le abrazaban, le mecían y, cuando esto no daba resultado, intentaban sacarle de su estupor a puñetazos. Defecaba y orinaba en la cama. Pasadas unas semanas, Kushner vio claro que Robert iba a morir: aunque por lo demás su forma física general seguía siendo mejor que la de los demás, estaba débil y cianótico. En las primeras horas de una mañana de noviembre, Robert yacía moribundo en los brazos de Kushner. Por vez primera en varios días, su mirada se centró y dijo: “Doctor, Caja postal 161, Texarkana, Texas. Mamá, papá, os quiero mucho. Bárbara, te perdono”. Después de unos segundos ya había muerto.

    La muerte de Robert es representativa de varias parecidas que el comandante Kushner pudo contemplar. ¿Qué fue lo que le mató? Kushner no pudo realizar la autopsia, ya que el Vietcong no le facilitó instrumentos quirúrgicos. En opinión de Kushner, la causa inmediata fue “un gran desequilibrio electrolítico”. Pero dado el estado físico relativamente bueno de Roben, los antecedentes psicológicos parecen una causa más precisa de su muerte que el estado físico. La esperanza de la liberación fue lo que le mantuvo. Cuando abandonó esa esperanza, cuando se dio cuenta de que todos sus esfuerzos habían fracasado y seguirían fracasando, murió.

    ¿Puede un estado psicológico ser letal? Yo creo que sí. Cuando el hombre y los animales se dan cuenta de que sus acciones son inútiles y de que no hay esperanza, se vuelven más susceptibles a la muerte. Inversamente, la creencia en el control sobre el ambiente puede prolongar la vida. Las pruebas de ello que ahora voy a exponer son de muy variada procedencia y no han sido integradas anteriormente.

    A diferencia de los anteriores capítulos, la revisión no será teórica, sino descriptiva; mi única esperanza es hacer una afirmación plausible: el estado psicológico de indefensión aumenta el riesgo de muerte. No sé cuáles son las razones físicas de que esto sea así, pero mencionaré algunas especulaciones sobre esas causas físicas. Debido a nuestra ignorancia, habremos de dejar a un lado las causas físicas y nos concentraremos en el hecho de que estas muertes tienen un fundamento psicológico real y de catastróficas consecuencias.

    Los ejemplos de muerte por indefensión no son, ni mucho menos, raros, y a menudo son sólo un poco menos dramáticos que los que vio Kushner. Documentaré primero el fenómeno con ejemplos de varias especies animales, luego con casos humanos, de jóvenes y adultos, también de ancianos y, por último, de niños pequeños. Sobre la marcha, especularé acerca de cómo podrían haberse impedido esas tragedias y de cómo pueden prevenirse en el futuro.