(EDUCA5) HISTORIA SOCIOLABORAL Y ECONÓMICA DE LA DIPUTACIÓN DE EL BEAL

  •   Resumen:
    • Se analizan las modificaciones en la mortalidad en un núcleo minero ligado a la minería del plomo, que en este periodo se realiza por pequeñas sociedades mineras en una de las cuencas que han dado más producción en España, la Sierra de Cartagena-La Unión en Murcia. Estudiamos el proceso de transición demográfica, que se ve mediatizado por las especiales condiciones de la zona: alta mortalidad, especialmente infantil, donde influyen las especiales condiciones de trabajo (con una alto porcentaje de mano de obra infantil) y unas pésimas infraestructuras de vivienda y urbanas. Ello va a determinar una sobremortalidad, por encima de la media nacional y regional, además de una persistente morbilidad por causas infecciosas. Se analizó la progresiva modificación, que se ve interferida por la crisis de las explotaciones mineras de la comarca, pero que va permitiendo una modernización de las tasas vitales. En este aspecto se señala las dificultades que han aparecido para la reconstrucción de unas tasas que permitan una comparación fiable con otros lugares en una comarca con unos elevados flujos migratorios.

      PRÓLOGO
      A simple vista, la obra que el lector tiene entre sus manos es una
      monografía local acerca del pasado de su población. Pero esta primera
      impresión se torna más interesante conforme se va adentrando en sus páginas,
      descubriendo sus particularidades que la hacen un destacado trabajo entre los
      que hoy se disponen en la demografía histórica.
      El primer mérito del estudio sobre la población de la diputación de El
      Beal es su enfoque interdisciplinar. Los tres autores que lo han elaborado
      tienen trayectorias investigadoras coincidentes pero diversas, y en ellas se
      incluyen la sociología, la historia económica y la historia social, junto con un
      buen equipamiento en el procesamiento y tratamiento estadístico de la
      información. Esta situación ha proporcionado la incorporación de perspectivas
      diferentes, que coordinadas se han enfrentado al objeto del análisis con
      resultados que, en mi opinión, son relevantes y coherentes con la metodología
      utilizada.
      El lector tendrá ocasión de comprobar que los temas que se abordan en
      este libro son pertinentes para una razonada comprensión del objetivo central
      del mismo. Este eje central del trabajo gira en torno a la verificación, en un
      contexto histórico concreto –El Beal entre 1880-1970- de la llamada teoría de
      la transición demográfica. La elección del largo plazo llegando hasta el inicio
      de los nuevos comportamientos demográficos constituye otro acierto de los
      autores, dado que esto nos permite contemplar el proceso de cambio en su
      totalidad. Estas modificaciones de los comportamientos de una población se
      encuadran en el mencionado esquema de la transición demográfica, es decir, en
      el periodo de transformación sustancial de las tasas vitales y de modificación
      radical del tamaño y la estructura de la población.
      Otra peculiaridad del libro es el haber escogido como objeto de estudio
      una localidad de marcado carácter minero como es la diputación de El Beal del
      municipio de Cartagena. Este tipo de poblaciones tienen particularidades que le
      hacen evolucionar en términos demográficos de manera diferente a otras
      localidades y ciudades. La dependencia de una actividad económica –la
      minería- desde el mismo momento de su fundación, la estrecha relación de la
      evolución de la estructura de la población con los ciclos y coyunturas de esta
      actividad extractiva, la influencia desde el punto de vista medioambiental de la
      misma y su proyección sobre las condiciones higiénico-sanitarias, etc., son
      características propias de esta tipología de localidades. Los autores explican y
      detallan estos rasgos diferenciadores e interrelacionan en cada momento la
      evolución de cada uno de los indicadores demográficos (nupcialidad, natalidad,
      8 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      fecundidad, mortalidad en sus diferentes formas, etc.) con los ciclos económicos
      de la minería cartagenera, realizando un cuadro explicativo completo,
      razonado y lógico de la evolución de cada uno de ellos.
      El instrumental metodológico que han utilizado para realizar el análisis
      de estos aspectos se ha aplicado sobre fuentes estadísticas directas y de primera
      mano: registros parroquiales, nomenclátores, padrones, registros hospitalarios,
      estadísticas mineras (de producción, sociales, sanitarias, etc.), entre otras. El
      uso combinado de estas fuentes y el de un aparato matemático-estadístico
      razonado y ajustado al tipo de análisis, les ha permitido alcanzar resultados
      muy interesantes que invitan a la reflexión, al tiempo que mejoran el
      conocimiento que se tiene del funcionamiento demográfico de este tipo de
      localidades.
      En el libro abundan aportaciones de sumo interés, algunas de las cuales
      llamarán la atención de los especialistas en demografía histórica, al tiempo que
      deben incitar a otros investigadores a abordar el estudio basado en el
      microanálisis, tanto de las pautas demográficas del pasado como de algunos
      comportamientos actuales de la población. El estudio de la transición
      demográfica en una zona minera se ha realizado con unos métodos
      homologables a los de la más reciente investigación. El análisis del descenso de
      la mortalidad por causas de defunción, la transición sanitaria y de la transición
      de la salud, es un ejemplo de esto último.
      Estamos ante una investigación, en fin, que ha tratado de fijar, espacial
      y temporalmente, los mecanismos a través de los cuales ha discurrido la
      transición demográfica en una zona minera muy concreta del sureste español.
      Sólo de esta manera se podrán desarrollar los esquemas de esta teoría, así
      como sus variantes regionales; se podrá seguir la cronología del declive de la
      mortalidad, análisis que sólo es posible a través del estudio de casos locales
      como el que tenemos en las páginas de este libro; se podrán verificar la pautas
      regionales del declive de la fecundidad a lo largo del siglo XX; podremos ir
      comprobando la importancia relativa de diversas variables –económicas,
      socioculturales, geográficas, etc.- asociadas a la caída de la fecundidad,
      además de otros aspectos analíticos.
      En este sentido, el presente libro fruto de la colaboración científica
      interdisciplinar es un ejemplo de este tipo de aportaciones que hemos señalado.
      Sólo me cabe felicitar a los tres autores por los resultados obtenidos y animar a
      los posibles lectores interesados por estos temas a sumergirse en su lectura,
      pues en ella hallarán buenas ocasiones para reflexionar sobre nuestro pasado
      más reciente en términos de evolución social
      .

      CAPÍTULO I
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES
      10 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      “Bajo a la mina pensando
      si yo volveré a subir;
      mientras bajo voy rezando
      y cuando vuelvo a salir
      me paso el tiempo cantando”
      Trovero Manuel García Tortosa “El Minero” (1910)

    • INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES 11
      1. INTRODUCCION
      El presente libro analiza las transformaciones demográficas que tuvieron
      lugar en la diputación de El Beal. Dicha diputación pertenece al municipio
      murciano de Cartagena y abarca las poblaciones de Estrecho de San Ginés,
      Llano de El Beal y El Beal, además de otros núcleos más pequeños1. A este
      conjunto lo denominaremos en el texto como diputación del El Beal o, para
      abreviar, simplemente El Beal.
      Se encuentra situada en el centro de la sierra minera de Cartagena
      (forma parte del Sistema Penibético que termina en Cabos de Palos), junto a la
      localidad de La Unión. Su ubicación no es accidental sino que se desarrolló
      adosada a las explotaciones subterráneas. La cercanía a los puntos de extracción
      provoca que incluso debajo de las propias viviendas de las poblaciones
      mencionadas existan importantes depósitos de menas plomizas (lo que llagará a
      provocar un conflicto en la década de 1980 cuando se quiera aprovechar y se
      intente trasladar a los vecinos del Llano de El Beal).
      Se trata de una aportación al estudio de los fenómenos demográficos,
      escenificados en una serie de pequeñas localidades netamente mineras. El
      periodo histórico se sitúa en las últimas décadas del siglo XIX y llega hasta
      1970. Es una época de importante cambios en la población, no sólo peninsular
      sino de buena parte del mundo. Se estaba produciendo el paso de una
      demografía antigua a una moderna, caracterizada por unas tasas vitales muy
      diferentes a lo que había regido el comportamiento de las sociedades. Lo
      sucedido en la diputación de El Beal, con sus peculiaridades socioeconómicas,
      contribuye a conocer algo más del complicado proceso de transición. Sobre todo
      nos ofrece las peculiaridades de un asentamiento muy ligado a una actividad que
      tuvo una trascendencia el desarrollo económico peninsular del siglo XIX, la
      minería.
      Por ello, en el análisis realizado hemos primado las observaciones de los
      cambios de tendencia generados en cada una de las variables demográficas a lo
      largo del tiempo, intentando resalta aquello aspectos característicos de las
      transformaciones de esta diputación, su orientación, sus escollos y la diferencia
      con la evolución peninsular, regional y de otras zonas de actividad económica
      semejante. Junto a ello, también importante el estudio transversal de los distintos
      acontecimientos relacionados con la población en cada periodo histórico. El
      objetivo ha sido perfilar los elementos que han determinado su evolución y los
      factores que han influido en su comportamiento demográfico.
      1 En el capitulo tercero se incluye un cuadro (III.1) con los diferentes núcleos que ha abarcado la diputación de El Beal y su población correspondiente de 1888 a 1970.

    • 12 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
    •  




    • Aguilas
      Cartagena
      Lorca
      Murcia
      MAR MEDITERRÁNEO
      PROVINCIA DE ALICANTE
      PROVINCIA DE ALMERÍA
      PROVINCIA DE ALBACETE
      PROVINCIA
      DE GRANADA
      PROVINCIA DE ALBACETE
      Río Segura
      Río Segura
      Segura
      Río Guadalentín
      Río Guadalentín
      San
      Pedro
      N
      Sierra
      Almagrera
      MURCIA
      Sierra de
      Cartagena
      CARTAGENA
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES 13
      En este caso nos hemos centrado en el estudio de las transformaciones
      que se operaron, en el largo plazo, en un régimen demográfico tradicional, que
      se caracterizaba tanto por una alta natalidad, como por una elevada mortalidad.
      A ello se le unía grandes fluctuaciones provocadas por determinadas catástrofes
      de diferente tipo (epidemias, malas cosechas, etc.). El nuevo régimen
      modificará las tasas vitales, cayendo tanto la mortalidad como la natalidad
      aunque con tiempos y movimientos diferentes, y ambas curvas se volverán más
      sinuosas sin las grandes y continuas alteraciones anteriores. Los aspectos más
      complicados de dilucidar han sido los referidos al grado de relación entre las
      modificaciones económicas y el nivel de evolución de los principales
      indicadores demográficos en la escala de la transición. La fuerza causal de los
      factores de este tipo en los cambios que experimentaron las tasas de natalidad y
      mortalidad, la cronología del declive de las mismas o del comienzo de la
      transición.
      La complejidad de los factores que explican la evolución de una
      determinada población, nos ha conducido a estudiar el amplio abanico de
      variables que nos permitían las fuentes y analizar relación que podían tener con
      otras de índole económica y social. El conocimiento que teníamos de la historia
      minera, de sus problemas y de su desarrollo para este periodo nos ha sido de
      gran ayuda a la hora de comprender mejor las condiciones en las que se se
      desenvolvió la vida de los habitantes de esta diputación.
      La perspectiva adoptada ha sido la microdemográfica, como la más
      pertinente a la hora de poder medir, conocer y valorar determinados
      movimientos de las poblaciones en su proceso de reproducción y cambio que
      escapan cuando se realiza un análisis global. Sobre todo ha permitido el poder
      relacionar dichos cambios con la peculiar evolución económica y social de la
      zona. Utilizando métodos variados, criterios comparativos con el resto de la
      región y de otros lugares del país se puede ir apreciando mejor la regionalidad
      del declive de los índices demográficos.
      Para situar al lector en el contexto en el que nació y se desarrolló la
      diputación de El Beal, iniciamos el libro con la descripción del contexto
      económico de la zona, lo que conlleva un análisis del desarrollo de la minería en
      la Sierra de Cartagena-La Unión, resaltando aquellos aspectos que nos pueden
      ser más interesantes de cara a nuestro objeto de estudio. De cara a ello, hacemos
      una descripción los minerales que se extraían, las sucesivas coyunturas mineras,
      la forma de organizar la actividad extractiva (tipología empresarial, tecnología,
      capitales, inversión extranjera…), la metalurgia paralela, que surgirá a la par que
      la extracción, el destino de la producción, las características de trabajo (partidos,
      trabajo de niños, jornadas, salarios…), la problemática medio ambiental, etc. En
      suma, una ojeada rápida de esta actividad, pero resaltando aquellos aspectos que
      para nosotros pueden tener más interés a la hora de comprender la evolución de
      la demografía de esta zona.
      En el segundo capítulo presentamos los rasgos generales de la población
      de esta diputación desde sus orígenes, cuando progresivamente se fueron
      descubriendo las posibilidades económicas de la zona y se incrementó la
      demanda de trabajadores. Ello permitió que surgieran los núcleos de población
      que constituyeron la diputación de El Beal. Su desarrollo se realiza en base al
      aporte, primero de mano de obra y a continuación del resto de habitantes, de
      14 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      otras partes de la Región y, de manera destacada, del Levante almeriense. Se
      trata pues de un foco de atracción, que se configuró como un núcleo de aluvión,
      con todo lo que significa. Presentamos la evolución los habitantes que poblaron
      de 1860 a 1970 las localidades y lugares que constituyen esta diputación. Se
      continúa con un análisis de la estructura demográfica general que caracteriza la
      localidad y un estudio de la evolución de los principales índices demográficos
      (natalidad, mortalidad, nupcialidad y crecimiento vegetativo), para establecer los
      rasgos básicos del proceso de transición demográfica. Así mismo, hacemos una
      comparación con lo que ocurre en núcleos cercanos de población, caso de
      Cartagena y La Unión, en la región e incluso a nivel estatal.
      Lo fundamental de esta parte es esclarecer las tendencias de las tasas
      vitales y su interrelación con el desarrollo de las actividades económicas y las
      diferentes manifestaciones de la coyuntura histórica que nos ocupa. También se
      aborda el papel que desempeñaron los flujos y reflujos de los movimientos
      migratorios tan importantes en la zona, lo que está en consonancia con la
      disponibilidad de la oferta y demanda de trabajo en una economía basada en la
      minería.
      En el capítulo tercero se realiza un análisis pormenorizado de los
      mecanismos de autorregulación de la población. Empezando por la nupcialidad,
      tratando de definir su papel en una sociedad minera e industrial, en la que la
      disponibilidad de trabajo marcaba su evolución. En este apartado se estudia la
      evolución de la edad al matrimonio desde distintos ángulos, la frecuencia de las
      segundas y tercera nupcias, la actitud de las parejas ante las fechas de boda, la
      procedencia geográfica de los cónyuges, el celibato, etc. A continuación se
      aborda la natalidad, pormenorizando aspectos como la ilegitimidad, la
      estacionalidad de los nacimientos y su relación con la mortalidad infantil, para
      continuar con los índices de fecundidad. El último aspecto que se trata en este
      apartado es la formación de los grupos familiares.
      Los capítulos cuarto y quinto tratan de la mortalidad. En primera
      instancia refleja la evolución general de dicha variable, comparando lo que
      sucede en esta diputación con lo ocurrido en la Región de Murcia, España y con
      la información disponible de otras localidades mineras del país. A partir de ahí
      se analizan las fluctuaciones de la mortalidad, estudiando la de tipo catastrófico
      y la estacionalidad de las defunciones. El siguiente punto es ver cómo se
      distribuye por sexo y por edades en cada periodo para, a continuación, estudiar
      las características de cada tramo de edad. Especial hincapié se hace en la
      mortalidad infantil (menores de un año de edad) y sus componentes (neonatal
      precoz, neonatal, postneonatal, etc.), junto con la juvenil (entre uno y cuatro
      años). La visión global de este tema se completa con las tablas de mortalidad, en
      las que se calcula la esperanza de vida de cada periodo en los que se ha dividido
      la evolución de la diputación, y una reflexión sobre las características del
      proceso de envejecimiento.
      Capítulo aparte merece el estudio de la causas de muerte. Para ello se
      han agrupado las expresiones diagnósticas que aparecen en los libros de
      defunción siguiendo dos clasificaciones: la nomenclatura internacional de
      enfermedades y la división de McKeown. Junto a ello se profundiza en la
      tipología de las enfermedades profesionales y en la siniestralidad de la actividad
      minera, además de otros factores que pudieron influir en las condiciones de vida
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES 15
      y salud de la población de esta diputación (características del trabajo, mano de
      obra infantil, atención sanitaria, salarios, etc.). Se ha tratado de esclarecer la
      relación entre el declive de la mortalidad ordinaria y las condiciones de vida.
      Con toda esta información se profundiza en las características que aquí tuvo la
      transición epidemiológica y la modificación de la salud o sanitaria. Para ello se
      estudia de nuevo lo que sucede en cada tramo de edad para ver las variaciones
      específicas en la tipología de las enfermedades.
      El texto termina con unas breves conclusiones en las que intentamos
      resumir los puntos más destacados de la investigación. Sobre todo, lo que a
      nuestro parecer aporta el presente libro al conocimiento de la evolución de la
      demografía peninsular.
      2. LA PROBLEMÁTICA DE LAS FUENTES: POSIBILIDADES Y
      LIMITACIONES.
      La base del trabajo han sido las fuentes manuscritas del archivo de la
      Parroquia de San Nicolás de Bari que se encuentra situada en Estrecho de San
      Ginés y que engloba al resto de poblaciones de la diputación de El Beal. La
      importancia y validez histórica de los registros parroquiales para el estudio de
      poblaciones se ha puesto de manifiesto por numerosos demógrafos (Cardoso-
      Brignoli, 1979; Martínez Carrión, 1983; Pla Alberola, 1986; Brel Chacón,
      1999). Naturalmente el grado de utilidad está en buena parte condicionado por el
      nivel cultural del párroco de turno y del celo que ponía en el cumplimiento del
      mandato de sus superiores. De todas maneras se realizaba un control de su
      actuación a través de las visitas pastorales de los obispos a la comunidad o por
      medio de visitas anuales de los delegados del obispo, que solían coincidir con el
      final o principio de un año, exigiéndose un mínimo de rigor al sacerdote. Estas
      inspecciones se incluyen, normalmente, en los libros, intercaladas entre las
      partidas, constituyendo un buen indicador de la fiabilidad de los registros y del
      contenido de los mismos. Aún así, se detecta en los cambios de párroco distintos
      niveles de rigor en la anotación de datos (como se puede ver a la hora de rellenar
      todos los campos que se incluyen en las distintas partidas). Los registros de
      bautismos, defunciones y matrimonios constituyen el núcleo fundamental sobre
      el que se han fundamentado nuestras observaciones.
      Otra fuente manuscrita utilizada ha sido el padrón municipal de
      habitantes, en nuestro caso el correspondiente al municipio de Cartagena, del
      que hemos desglosado la parte correspondientes a la diputación de El Beal. En
      este caso la serie local no está entera, existiendo un hueco importante a
      principios del siglo XX, concretamente los padrones de 1900 a 1910. El último
      padrón que hemos mecanizado ha sido 1950. La información que nos
      proporcionan es básica para nuestro objetivo. Los apuntes de los habitantes
      están distribuidos por calles y encontramos datos muy relevantes (con alguna
      variación con el paso del tiempo) de los integrantes de cada casa, tales como:
      nombre y apellidos, fecha de nacimiento (día, mes y año); procedencia (lugar de
      nacimiento y número de años de residencia); estado civil; relación con el cabeza
      de familia; profesión; residencia habitual; información fiscal (contribución
      16 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      territorial e industrial); nivel formativo (lectura y escritura) y su clasificación
      como habitante. Esta riqueza de información nos permite trabajar con solvencia
      aspectos como: pirámides de edades, estructura familiar (tipologías), corrientes
      migratorias, relación de masculinidad, población activa de la localidad y su
      distribución sectorial, etc. Dentro de esta categoría de fuentes que hemos
      utilizado citaremos, así mismo, los Nomenclátores de población que elabora el
      Instituto Nacional de Estadística, de los cuales hemos consultado la serie de
      1857 a 1970.
      Para terminar con los archivos y fuentes manuscritas utilizadas, especial
      relevancia para la determinación de la influencia de los accidentes laborales ha
      tenido la información que nos suministra la documentación que se conserva en
      el Archivo Municipal del “Hospital Minero de La Unión”. Inaugurado en 1883,
      este establecimiento fue el lugar preferente donde se combatía la siniestralidad
      de la sierra. Hemos realizado unas catas en diversos años para ver la evolución y
      características de los ingresados.
      En cuanto a las publicaciones impresas, una de las más útiles ha sido la
      Estadística Minera y Metalúrgica, publicada regularmente desde 1861 por los
      distintos organismos estatales que se han encargado de dirigir este ramo. Es una
      fuente básica, de la que parten los estudios de minería contemporánea de nuestro
      país ya que proporciona información básica tanto de las producciones de cada
      provincia, como del nivel de actividad económica del laboreo y de la metalurgia:
      obreros empleados, su distribución por grupos de edad y sexo, potencia de la
      maquinaria utilizada, valor de los minerales y metales, etc. Además, tienen
      estadillos adicionales sobre otras cuestiones referentes a la actividad minerometalúrgicas,
      como es el relativo a la siniestralidad (por provincia y minerales.
      Los datos que nos proporcionan no son sólo numéricos sino que hay para cada
      provincia un informe anual, más o menos prolijo, que relata la situación y
      problemas de la minería. Otra de las publicaciones oficiales ha sido la Colección
      Legislativa de Minas. La hemos utilizado tanto para lo que se ha promulgado
      relativo a esta cuenca como para la legislación general sobre distintas materias:
      policía minera, jornada de trabajo, empleo de niños, enfermedades,
      contaminación, etc.
      Las publicaciones periódicas utilizadas han sido varias, tanto de ámbito
      nacional como local. Entre ellas destacamos la Revista Minera, publicada desde
      1850 por los ingenieros de minas. Constituye una fuente fundamental para
      conocer diferentes aspectos de la actividad extractiva y fundidora, así como
      sobre las condiciones de trabajo, enfermedades y problemática de diferente tipo
      que afecta el sector y a nuestra cuenca. Dentro de las publicaciones locales
      tenemos Gaceta Minero y Comercia de Cartagena, que proporciona una
      interesante información sobre lo relativo a la producción y comercialización de
      los minerales, pero apenas le presta atención a lo relativo a cuestiones sociales.
      Para estos temas hemos atizado otros periódicos locales tanto de la Región de
      Murcia como de otras zonas cercanas (como es el caso de El Minero de
      Almagrera).
      Por último, hemos utilizado la literatura de la época, tanto sobre las
      condiciones de la actividad económica preponderante como sobre las
      dificultades de la zona. Nos ha sido de gran utilidad, a falta de un estudio sobre
      el estado sanitario de esta zona, la Memoria médico-topográfica de la ciudad de
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES 17
      Cuevas, en la provincia de Almería del médico J. Doménech (1880), por la
      cercanía y las parecidas circunstancias socioeconómicas.
      3. LOS PROCEDIMIENTOS DE TRABAJO Y LA ORIENTACIÓN
      METODOLÓGICA
      Con todo arsenal de datos con que contábamos hemos construido las
      reflexiones que se contienen en el presente trabajo. La demografía cuenta para
      ello con un impresionante aparato estadístico-matemático para el tratamiento,
      corrección y análisis de las series históricas de población. Ello es una gran
      ventaja a la hora de tener establecida una importante normalización de la
      organización y proceso de la información, lo que facilita las comparaciones
      entre con lo sucedido en otros lugares o ámbitos y hace más sencilla la tarea de
      establecer una serie de conclusiones. Pero por otra parte, también lleva consigo
      un cierto peligro dada la posibilidad de quedar atrapados en esa maraña de
      cálculos, que resultan relativamente sencillos de realizar con los medios
      informáticos actuales.
      Frente a ello, hemos tratado que el trabajo no fuese una mera
      descripción de los cambios de la población de El Beal, huyendo de la utilización
      de simple aplicación de modelos matemáticos mecanicistas. Con tal motivo, se
      ha realizado una selección cualitativa de los procedimientos, que permita ver el
      comportamiento del sistema y conocer los factores que están detrás de la
      evolución de la población. Ello no ha impedido que se multiplicaran las
      operaciones, agrupaciones, elaboración de índices, etc. lo cual se puede apreciar
      si se ojea las páginas del libro y se observa el gran número de cuadros y gráficos
      que salpican cada capítulo.
      Es en este proceder donde se corren los riesgos, puesto que una mala
      selección puede hacer fracasar el modelo en su ajuste a una realidad espaciotemporal
      concreta. Como dijo en su día Harvey, determinados métodos
      científicos conducen a determinadas conclusiones que podían tener hondas
      implicaciones políticas. Más recientemente, A. Cohen ha señalado el peligro de
      reducir la necesaria reflexión teórica sobre la población a una maraña sin sentido
      de técnicas de análisis. Reducir la Demografía exclusivamente a un conjunto de
      técnicas estadísticas conlleva el peligro de pasar de ser explicativos a hacernos
      más descriptivos aún (Tapinos, 1997).
      En nuestra opinión, el estudio de la población debe superar la mera
      medición de los fenómenos con métodos más o menos sofisticados, para
      adentrarnos en una explicación que, conjugando factores de distinto signo,
      pueda adelantar las causas y consecuencias de una determinada evolución
      demográfica. Se trataría de superar el simple examen del crecimiento en sí y
      pasar al análisis de los mecanismos que están detrás de una evolución concreta
      y, ante todo, a la relación que vincula dichos mecanismos con la realidad social,
      económica y cultural (Pérez Moreda-Reher, 1988).
      Se trata de una historia local, pero este universo de análisis viene muy
      bien para poder profundizar en aspectos que escapan en los estudios de ámbitos
      18 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      más amplios. Hemos contado con unas ayudas de excepción en la serie de
      trabajos que en los últimos años se han realizado de realidades concretas de la
      península y que muchos de ellos constituyen esplendidos estudios de
      investigación local. Destacamos el pionero libro de José Miguel Martínez
      Carrión (1983) que, sin los medios actuales ni los antecedentes que nosotros
      poseemos, realizó un completo estudio del municipio albaceteño de Yeste. A
      partir de entonces tenemos la suerte de que la relación de trabajos de este tipo ha
      engordado notablemente, llegando a ser una lista bastante prolija para que la
      expongamos en esta introducción. Sólo destacar las investigaciones sobre los
      núcleos mineros, entre las que resalta un trabajo también pionero de Aron Cohen
      Amselem (1984)2 sobre la comarca granadina del Zenete, en el que profundiza
      sobre la relación entre la actividad extractiva y la economía agraria de la zona,
      abriendo el campo a los impactos de la minería sobre la estructura social.
      Además, el libro de Pilar Pérez-Fuentes Hernández (1993) nos ha permitido
      hacer la comparación con otro municipio que se desarrolló al calor del laboreo,
      en este caso de la explotación del mineral de hierro bilbaíno.
      Queda por mencionar los trabajos que desde el punto de vista de la
      historia de la medicina nos han facilitado el camino en el complicado mundo de
      la clasificación y comprensión de las enfermedades y causas de muerte. En este
      sentido la serie de trabajos y tesis doctorales que se han realizado bajo la tutela
      del Departamento de Ciencias Sociosanitarias de la Universidad de Murcia han
      sido de mucha utilidad. Mencionaremos el libro de J. Soriano Palao (2000)
      sobre el municipio murciano de Yecla o la tesis de J.J. Martínez Ortiz, publicada
      junto con A. Tarifa Fernández, A. (1999) en un libro del Instituto de Estudios
      Giennenses, en el que profundizan sobre toda la problemática sanitaria de las
      minas de plomo de El Centenillo en Jaén.
    •  
    •  4. AGRADECIMIENTOS
      Las deudas de todo trabajo son muchas y variadas. Al embarcamos en
      esta investigación nos movíamos como aventureros en un campo que
      desconocíamos en gran parte. No obstante contábamos con una buena brújula
      construida por los investigadores que se habían adentrado en la selva de la
      demografía, algunos de los cuales nos ha proporcionado un ayuda directa en los
      escollos que han ido surgiendo en nuestro camino.
      Queremos agradecer la ayuda de nuestros compañeros de los
      departamentos de Sociología y Política Social y de Economía Aplicada de la
      Universidad de Murcia, que han sido pacientes con nuestra investigación y nos
      han facilitado la realización de este libro. A Plácido Guardiola por la
      composición la portada, y los leves retoques que ha realizado a la fotografía para
      solventar una pequeña manipulación que había sufrido. Fue una imagen que nos
      causó desde que la vimos un cierto candor y que refleja el ambiente del trabajo
      2 El trabajo de esta zona granadina se ve continuado por más reciente estudio de la demografía de
      Guadix de Reyes Peis (1998), que nos ha sido de bastante utilidad para el tratamiento de
      la información de diversos aspectos de nuestro trabajo.
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES 19
      de los habitantes de El Beal. En los problemas matemáticos hemos tenido la
      ayuda de los compañeros de Departamento y una especial de María José
      Riquelme Céspedes a la hora de solventar algunas de las miríadas de fórmulas
      que acompañan a la demografía.
      Por último, este trabajo se ha beneficiado de la financiación de los
      proyectos de investigación siguientes: BEC2002-03927, “El impacto de los
      procesos socioeconómicos sobre el bienestar biológico y la salud. Estatura
      física, nutrición, trabajo y mortalidad en España, 1840-1960”, del MCYT;
      PSH95-35, HUM 96-43 y PI-47/00883/FS/01, de la Fundación Séneca y
      Dirección General de Universidades (CARM), coordinados por J. M. Martínez
      Carrión.
      Auque sea retórico y se ponga normalmente como coletilla a los
      agradecimientos, lo cierto es que los fallos que pueda encontrar el lector son
      sólo culpa de los autores.
      20 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      CAPÍTULO II
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA
      22 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      “Sangre vierte el corazón viendo con vergüenza
      y pena mendigar en Cartagena
      los mineros de La Unión.
      ¿Qué te valió pueblo mío, hacer tantos millonarios, y
      darles tal poderío;
      si aquí están tus proletarios con el armario vacío?”
      Trovero Manuel García Tortosa “El Minero” (1915)
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 23
      1. EL DESPEGUE DEL PLOMO PENINSULAR
      En la Región de Murcia existe un amplio abanico de minerales, pero
      sobre todo su recurso principal ha sido el mineral de plomo, que se ha
      presentado normalmente asociado o compartiendo yacimiento con otros metales.
      Los dos lugares que acaparan la extracción provincial son la Sierra de Cartagena
      y Mazarrón, ambos situados junto a la costa, lo que facilitó desde un principio
      su comercialización por vía marítima1. Ello permitió que algunas de sus
      reservas, conocidas desde antiguo, al menos desde el sexto milenio antes de la
      era cristiana, fueran explotadas por diversos pueblos, al igual que sucede con
      otros depósitos históricos de la Península (Las Médulas, Tharsis, Almadén, etc.).
      Cartagineses y romanos excavaron galerías y pozos en busca del apreciado
      plomo argentífero, dejando importantes escoriales y restos de sus labores. Sin
      embargo, tan fulgurante comienzo no impedirá que durante siglos buena parte
      del subsuelo permanezca virgen hasta el siglo XIX, momento en el que va a
      comenzar realmente su aprovechamiento intensivo.
      Esta centuria constituyó el siglo minero por excelencia de nuestra
      península. Este boom extractivo estuvo liderado por el sureste de la península.
      Se puede decir que fueron en las montañas de Almería y Murcia donde
      comienza la moderna minería en España en la primera mitad del siglo XIX,
      rompiendo con las limitaciones al laboreo que existían en el Antiguo Régimen
      (monopolios estatales, libertad de calicatas y de acceso a las concesiones, etc.).
      Primero la sierra almeriense de Gádor a comienzos de la década de 1820,
      después, dentro de la misma provincia, Almagrera a partir de 1838 y, como
      colofón, la sierra de Cartagena casi a la misma vez, en la década de 1840,
      completan la punta de lanza de la modernización del sector. En esas tres décadas
      se promulgaron dos leyes mineras (1825 y 1849), que establecieron las bases
      que permitieron la gran expansión que se produce en la segunda mitad del siglo
      por toda la península. Aún se mantienen ciertas restricciones en dicha
      legislación, sobre todo en lo referente al tamaño de las concesiones, pero
      1 En el resto de la región apenas encontramos yacimientos de plomo. Podemos citar el Lomo de
      Bas, en el término de Aguilas; en las sierras de Pedro Ponce, de Terca, de Coy y en el Cabezo de
      los Caracoles (término de Ricote). En conjunto no produjeron una cantidad significativa de
      mineral.
      24 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA


    • facilitaron que la iniciativa privada pudiera actuar en un campo sobre el que
      anteriormente existían unos grandes impedimentos2.
      ¿Cómo se realizó esta transformación? La industrialización y el
      desarrollo urbano aumentaron la demanda internacional de metales, lo que
      provocó que los depósitos minerales del sureste español fueran foco de interés
      por parte de la iniciativa privada. La posibilidad de beneficio que se abrió
      progresivamente en estas tierras, donde a la riqueza del subsuelo se unía unas
      grandes posibilidades de comercialización, por la mencionada cercanía a la
      costa, puso en marcha un movimiento que la Administración no pudo contener.
      Al final, las modificaciones legislativas fueron la repuesta obligada y la sanción
      del avance que se había producido en la práctica. Por tanto, el nuevo marco que
      se abre a partir de la Ley de 1825 está en relación íntima con la explotación de
      las galenas de estas tierras. Resulta difícil hablar de falta de iniciativa cuando,
      casi de la nada, España se convirtió en la primera mitad del XIX en el primer
      exportador mundial, controlando buena parte de los circuitos internacionales por
      los que discurría el gris metal.
      Cuadro II.1. Porcentaje del valor de la producción de plomo nacional
      dentro del conjunto de los principales minerales
      (plomo, hierro, carbón mineral, zinc y cobre)



    • Quinquenio %
      1861-65 59,2
      1866-70 62,0
      1871-75 43,4
      1876-80 42,4
      1881-85 48,0
      1886-90 45,0
      1891-95 43,2
      1896-00 40,3
      1901-05 27,3
      1906-10 26,0
      1911-15 26,6
      Fuente: Estadísticas Mineras.
      La extracción y fundición del plomo constituye para la minería española
      del siglo XIX un hecho destacado por todos los especialistas: protagonista del
      “boom” minero español y rey de la minería nacional de dicha centuria. Supuso
      alrededor del 50% del valor de la producción minera total del XIX (según las
      Estadísticas Mineras: de 1861 a 1870 en torno al 61%, para bajar en la última
      década del siglo al 40,3%). Junto al laboreo va a surgir una potente industria
      fundidora, que se encargará de beneficiar la mayor parte de las menas extraídas.
      Hay que tener en cuenta la peculiaridad del plomo, que con su bajo punto de
      2 Los plomos estaban a principios del XIX estancados. Ello quería decir que las personas a las que
      se les permitía explotar unos yacimientos tenían que vender los minerales a las fábricas
      nacionales.
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 25
      fusión hace que sea más sencilla su fundición que la de otros metales. El
      aumento del mineral y metal extraído llegará a colocar por unos años, en la
      década de 1870, a España como primer productor mundial.
      Cuadro II.2. Promedios anuales de producción de plomo en el
      mundo, 1801-1920, en miles de toneladas y %
      1801-1820 1821-1840 1871-1890 1901-1920
      Países
      .000 Tm % .000 Tm % .000 Tm % .000 Tm %
      Alemania 4,95 18,9 6,35 6,9 84,2 20,8 134,75 12,8
      Gran Bretaña 13,6 51,8 38,55 41,9 61,7 15,2 25,05 2,4
      España 3,25 12,4 32,9 35,8 103,25 25,5 172,75 16,4
      Austria–Hungria 2,25 8,6 4,8 5,2 10,8 2,7 19,75 1,9
      Estados Unidos 1,15 4,4 7,8 8,5 93,65 23,1 388,85 37,0
      México 0 0,0 0 0,0 8,1 2,0 77,5 7,4
      Australia 0 0,0 0 0,0 5,6 1,4 103,85 9,9
      Otros 1,05 4,0 1,6 1,7 37,8 9,3 128,2 12,2
      26,25 100,0 92 100,0 405,1 100,0 1050,7 100,0
      Fuente: Pérez de Perceval y Sánchez Picon (2001: 11).
      El plomo también fue el artículo de exportación por excelencia durante
      la primera industrialización, cubriendo hasta la década de 1870 más del 80 por
      ciento del valor de las exportaciones minerometalúrgicas españolas. A partir de
      entonces, su peso relativo irá disminuyendo, a la vez que el valor de sus
      exportaciones se mantiene entre los 50 millones y los 75 millones de pesetas
      anuales.
      El destacado papel que jugó este metal unos importantes efectos, lo
      cuales no sólo se hicieron sentir en el ramo (configuración del marco jurídico,
      variaciones en el precio del plomo en los mercados internacionales, resurgir de
      una minería privada en España, desarrollo de unas prácticas empresariales, etc.)
      sino en el conjunto de la economía nacional y regional (modificación de la
      balanza mercantil, de las exportaciones, del empleo, de la actividad que generó a
      su alrededor, etc.). Aunque hay que decir que todavía es una asignatura
      pendiente contar con una medida aproximada de la contribución de dicha
      actividad al crecimiento económico nacional y regional.
      2. LOS INICIOS DE LA MODERNA EXPLOTACIÓN DE LA SIERRA DE
      CARTAGENA
      El entusiasmo por el laboreo de estos minerales incidió en la puesta en
      explotación de los de la Sierra de Cartagena. El problema con el que se
      enfrentaron aquí fue, por una parte, la complejidad de las menas (que como ya
      vimos venían asociadas a otros metales), lo que provocaba cierta dificultad en su
      beneficio; por otra, la baja ley en plomo que tenían los carbonatos y, en general,
      el conjunto de las reservas los hacían menos codiciados que los de mayor tenor
      26 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      metálico de otras cuencas. Aunque a su favor tenia la facilidad de extracción de
      los carbonatos superficiales y la posibilidad que ofrecían también los
      importantes escoriales que habían dejado las antiguas explotaciones. Frente al
      elevado porcentaje de metal de la Sierra de Gádor y al importante contenido en
      plata de las galenas argentíferas del barranco Jaroso de Almagrera, la búsqueda
      de riquezas parecidas tropezó con estos problemas en las montañas murcianas.
      Ello no impidió que el ímpetu extractivo fuera revolucionando tanto la
      extracción como el beneficio.
      En los criaderos más ricos, los de la Sierra de Cartagena, las
      formaciones metalíferas abarcaban un abanico complejo de menas que contenían
      (junto al mencionado plomo) plata, zinc, cobre, estaño, hierro, manganeso
      (además formados en sus más variados compuestos: óxidos, carbonatos,
      silicatos, etc.). La clasificación de estos yacimientos es compleja y se puede
      hacer desde varios puntos de vista, tanto desde el de su formación (hercinianos y
      terciarios) como de las rocas que encajan los depósitos (rocas hipogénicas,
      pizarras del estrato cristalino, calizas triásicas...). La variedad y complejidad
      determina una disposición irregular y diversa de las menas, apareciendo en
      forma de filones, bolsada o capas e incluso en la de antiguos escoriales (que
      conservan un importante contenido de metal). Todo ello permite dividir la sierra
      en diversos grupos y estratos. Destaca sobre todo el conocido “manto de los
      azules”, situado en su parte central, especialmente los yacimientos de la zona de
      “Santi Spiritus”. La cantidad de menas plomizas era enorme y su extracción
      relativamente sencilla pero, normalmente, con un bajo contenido metálico y,
      dada su complejidad, con problemas de fundición.
      El zinc (en forma de blenda o calamina) también constituyó un mineral
      subsidiario de las cuencas plomizas. Hay que destacar el descubrimiento en
      1863 en las inmediaciones de Escombreras de un potente yacimiento que situó
      en las décadas de 1860 y 1870 a este mineral en el segundo lugar del valor de la
      producción regional.
      Siguiendo con el plomo, en un principio el retraso respecto a la vecina
      provincia se debe a la composición de los minerales y la necesidad de dotarse de
      medios técnicos que posibilitaran su beneficio. Frente a estos problemas destaca
      en un principio el invento de un horno atmosférico o de gran tiro en 1846 por
      Juan Martín Delgado, farmacéutico cartagenero3. El nuevo sistema de fundición
      permitió el aprovechamiento de la enorme masa de carbonatos, lo que hizo
      posible la explotación intensiva de las menas más superficiales. Al solucionar la
      dificultad de su beneficio, la primera fase de la minería cartagenera se va
      caracterizar hasta principios de los años cincuenta por la explotación de estos
      minerales. Un último avance en la década de los cuarenta fue el
      aprovechamiento de los menudos de los escoriales, al concentrarse por medio
      del lavado, en 1848. La relación de las primeras mejoras se completa en 1852,
      cuando se perfeccionó la fundición de los carbonaros con otro horno de viento
      forzado, inyectándose aire por medio de una máquina de vapor, que permitió
      desligar este proceso de las condiciones atmosféricas.
      3 Se habían ensayado sin éxito los hornos tradicionales para el beneficio de los plomos, utilizados
      en las otras comarcas, en concreto los llamados hornos castellanos.
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 27
      Plano de las concesiones mineras situadas en la diputación de El Beal en 1907
      Fuente: Plano minero de la Sierra de Cartagena y La Unión, Carlos de Lanzarote y Murcia, 1907
      28 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Una vez superados los primeros problemas tecnológicos, el ataque a las
      reservas de dicha sierra se centró por tanto en los antiguos escoriales y en los
      carbonatos superficiales. Supuso la extracción más económica ya que su
      aprovechamiento carecía de dificultades, pues no era necesaria ninguna labor
      subterránea sino simplemente recoger lo que afloraba a la superficie realizando
      una labor de desmonte. Pero las riquezas más importantes se encontraban en el
      interior. Habían sido las que se explotaron en la antigüedad y estuvieron en la
      base del renacer minero, pero quedaron en segundo lugar debido a sus mayores
      dificultades de extracción y por los problemas de fundición. El rápido
      agotamiento de los depósitos superficiales dará paso al aprovechamiento de las
      galenas interiores, que constituirán la base de la producción minera de estas
      montañas en la segunda mitad del XIX y en el XX.
      3. LA LIMITACIONES LEGALES: EL TAMAÑO DE LAS CONCESIONES
      El laboreo más profundo venía condicionado principalmente por la
      limitación legal al tamaño que podían alcanzar las minas. La superficie
      permitida por las primeras leyes mineras (1825, 1849 y 1859) era muy
      reducida4, obligando a realizar el trabajo en pequeñas concesiones. La
      liberalización de la superficie de la minas (Decreto de Bases de 1868) llegó
      tarde para la Sierra de Cartagena, donde gran parte de su superficie se
      encontraba demarcada. Los distritos históricos (Almería, Granada, Murcia)
      contaron con la ventaja de su anticipación pero tuvieron sobre sí la hipoteca del
      minifundio minero. Como se puede ver en el plano minero del área que hemos
      reproducido, que representa un pequeño trozo de toda la demarcación de la
      sierra minera, es espeluznante el número de minas en que se dividió la
      explotación de los yacimientos. Con otra ley minera, que hubiera permitido una
      mayor dimensión de las concesiones, la historia empresarial de esta zona
      hubiera sido muy diferente.
      Como se puede ver en el gráfico II.1, las provincias que comenzaron
      más tarde su andadura cuentan con una actividad empresarial más concentrada.
      En las provincias históricas el plomo (Almería, Murcia, Granada), el tamaño de
      las sociedades mineras es muy inferior al resto. Por tanto, la capacidad
      empresarial está proporcional al momento en que apareció en escena,
      aumentando conforme avanzamos el siglo XIX.
      La historia de la minería de Cartagena hasta la II Guerra Mundial es
      reflejo de estas limitaciones. La superficie media de las concesiones dificultaba
      una explotación más racional o económica, y los beneficios medios de las
      empresas del sector, como podemos ver en el mencionado gráfico, imponían
      unas duras condiciones a las características de la iniciativa productiva. Las
      sociedades mineras, por lo general, estaban descapitalizadas. Se basaban en un
      4 La extensión de una concesión se limitaba en la Ley de minera de 1825 a 200 por 100 varas
      (aproximadamente 1,4 hectáreas, una vara = 0,836 metros). La Ley de 22-IV-1849 elevó a 300 por
      200 varas la superficie y la de 11-VII-1859 se incrementa un poco al pasar a metros las cifras
      anteriores.
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 29
      registro sobre la posibilidad, muchas de las veces infundada, de existencia de
      minerales. Era imposible que, con la superficie que abarcaban, se pudiera
      realizar labores de investigación que caracterizan una extracción normal. Menos
      de una décima parte de las concesiones demarcadas rendía productos, teniendo a
      veces más semejanza este negocio con el de una lotería, ya que no se sabía a
      ciencia cierta lo que podía proporcionar.
      Gráfico II.1. Valor medio de la producción de las empresas mineras de plomo
      en Almería, Badajoz, Ciudad Real, Córdoba, Granada, Jaén y Murcia,
      en pesetas de 1910, de 1889 a 1910
      0
      100.000
      200.000
      300.000
      400.000
      500.000
      600.000
      700.000
      800.000
      1889
      1890
      1891
      1892
      1893
      1894
      1895
      1896
      1897
      1898
      1899
      1900
      1901
      1902
      1903
      1904
      1905
      1906
      1907
      1908
      1909
      1910
      Almería Badajoz Ciudad Real Córdoba
      Granada Jaén Murcia
      Fuente: Declaraciones de los mineros para el impuesto a bocamina (Boletines Oficiales de las
      diferentes provincias).
      La titularidad de los registros recaía normalmente en una sociedad, con
      un número variable de miembros. Para acometer las labores se repartía
      dividendos pasivos (los socios aportaban el dinero que se iba necesitando en
      cada momento) hasta que se lograba encontrar las menas. Una vez que se
      obtenían productos, los gastos posteriores se financiaban con los ingresos de su
      venta. Incluso, la práctica normal, una vez que se había demostrado la existencia
      30 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      de cierta riqueza metalífera, era la de arrendar la concesión, hecho que se
      conocía con el término de dar la mina “a partido”. Ello limitaba aún más la
      posibilidad de llevar a cabo una producción ordenada. Los porcentajes que se
      quedaban los propietarios eran elevados, lo que obligaba a los “partidarios” a
      economizar medios, realizando los menores gastos en el utillaje técnico y
      haciendo una extracción rapiñosa para poder obtener algún beneficio en el corto
      período que abarcaban los contratos. Incluso se detecta en esta Sierra numerosos
      casos en los que se concedía una minúscula concesión a más de un partidario.
      Hubo, no obstante, honrosas excepciones de explotaciones que contaban con
      una dirección facultativa, ordenada y con cierta tecnología, como es el caso de
      las sociedades “Buena Unión” o la de “El Fraile”. Ello ocurría cuando existían
      recursos metalíferos elevados que permitían una mayor inversión y contar con la
      dirección de personal facultativo.
      En la literatura de la época, que se puede ver en los artículos publicados
      en la Revista Minera, órgano de los ingenieros del ramo, encontramos una
      constante crítica a la viabilidad de este tipo de extracción en las provincias del
      sureste. Es cierto que una producción más concentrada hubiera permitido una
      explotación con un grado mayor de racionalidad económica. Pero el análisis, a
      nuestro parecer, debe ser más amplio y no quedarse únicamente en la superficie
      de un cálculo de costes. La trascendencia de este sector hubiera sido muy
      distinta de llevase a cabo otro tipo de explotación. En otras cuencas, nacionales
      o extranjeras, con un mayor grado de integración las repercusiones sobre el
      conjunto de la economía local han sido muy relativas. No se trata de realizar un
      ejercicio de simulación histórica sobre lo que hubiera podido ser. Por el
      contrario, queremos resaltar el papel que tuvo esa dispersa minería sobre los
      niveles de empleo y renta de las provincias donde se desarrolló.
      Otro aspecto del reverso de la moneda constituyó las dificultades que
      ofreció la Sierra de Cartagena a la penetración de capital foráneo (al igual que el
      resto de las mencionadas cuencas históricas). El relevo de la iniciativa extractiva
      a favor de los capitales extranjeros, patente en el conjunto de la minería nacional
      a partir de los años setenta del XIX, no se muestra en esta zona hasta principios
      del siguiente siglo. Incluso en las primeras décadas del siglo, el porcentaje más
      elevado del valor de la producción de la Sierra de Cartagena continúa en manos
      nacionales. En el cuadro II.3 presentamos una aproximación al control que
      tenían las empresas extranjeras. Hay que tener en cuenta que las cifras de la
      Sierra de Cartagena son parciales, ya que existía una elevada ocultación, que
      denunciaron repetidamente los ingenieros de la inspección. Así pues, el
      porcentaje foráneo debe de ser mucho más reducido.
      Cuadro II.3.Porcentaje del valor de la producción de mineral
      de plomo en manos de empresas extranjeras, 1890-1910
      Años Sierra de
      Cartagena Mazarrón
      1890 0,7 42,8
      1902 42,6 91,1
      1910 47,4 92,7
      Fuente: Declaraciones de los Mineros (Boletín Oficial de la Provincia de Murcia).
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 31
      4. FUNDICIÓN Y COMERCIALIZACIÓN DE LOS METALES
      Los minerales obtenidos se fundían en las fábricas que crecieron en el
      distrito paralelamente al desarrollo de la extracción. A partir de la instalación de
      la “Franco—Española” en Santa Lucía (Cartagena) en 1842 (Monasterio, 1853b:
      114), su número no dejó de crecer. Cartagena se fue convirtiendo
      progresivamente en el centro fundidor por excelencia de la Península. La
      necesidad de mezclar con minerales más ricos para obtener un producto fundible
      y la cercanía al gran centro productor de Sierra Almagrera hizo que desde los
      comienzos hubiera un flujo de menas procedente de otras cuencas. De Linares e
      incluso de Badajoz (donde hubo una inversión de sociedades mineras
      murcianas) se traerán plomos para su beneficio en estas tierras.
      Gráfico II.2. Producción de mineral de plomo y plomo en barras
      en la Región de Murcia, en toneladas, 1861-1930
      0
      50.000
      100.000
      150.000
      200.000
      250.000
      300.000
      1861
      1865
      1869
      1873
      1877
      1881
      1885
      1889
      1894
      1898
      1902
      1906
      1910
      1914
      1918
      1922
      1926
      1930
      Mineral de plomo Plomo en barras
      La característica de metalurgia en sus comienzos fue, al igual que la
      minería, su gran dispersión y el tamaño reducido de los establecimientos. Frente
      a la concentración que se estaba produciendo en otros distritos, el número de
      “oficinas de beneficio” no dejó de crecer hasta la década de 1860, llegando a
      establecerse en torno a 70 fábricas, con una producción media anual que apenas
      sobrepasaba las mil toneladas. El papel de la metalurgia cartagenera se prolongó
      más allá del primer estancamiento de la producción de su sierra a finales del
      XIX y principios del XX, independizándose de la producción de mineral local.
      En torno al puerto de Cartagena se concentrará una parte importante de las
      fundiciones naciones, situándose como centro de beneficio de buena parte de los
      minerales del sur. Desde 1870 se colocó a la cabeza de la producción española
      de plomo en barras (desbancando a Almería que desde comienzos del XIX había
      32 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      ocupado este puesto) hasta la I Guerra Mundial5. La producción de plomo metal
      que se obtenga de estos establecimientos llegará incluso a superar a partir de
      19186 la cantidad de mineral de plomo extraído en la provincia. Los centros de
      fundición estaban situados tanto en la ciudad de Cartagena como en el
      municipio de La Unión. Este último se encuentra a escasa distancia de la
      diputación de El Beal, más cerca que el puerto de Cartagena. También en el
      perímetro de dicha diputación estuvieron en funcionamiento varias “oficinas de
      beneficio”, entre las que destaca la fundición “Sol 2º”. Inaugurada al comienzo
      de la extracción minera, alrededor de 1850, se mantuvo en actividad hasta bien
      entrado el siglo XX.
      Los destinos de lo metales fueron preferentemente los mercados
      exteriores. La mayor parte de la producción se exportaba por vía marítima. Al
      principio fueron los puertos franceses el principal destino de los galápagos
      murcianos. A partir de ellos se distribuía por todo el mundo, especialmente en el
      mercado europeo. Los usos de este metal eran tanto el consumo: tuberías,
      planchas, pinturas (minio, albayalde…); como la industria, especialmente para
      la amalgamación para la separación de determinados metales. Habrá que esperar
      al siglo XX para que se incremente otros usos de este metal, como la producción
      de baterías.
      En la segunda mitad del XIX Gran Bretaña, que se había mantenido al
      margen de la competencia internacional, ya que su gran producción (estaba a la
      cabeza del ranking mundial) era absorbida en su mayoría por su demanda
      interior, comienza a interesarse por los mercados exteriores frente al
      agotamiento de sus reservas. Ello va a producir una remodelación de la
      distribución mundial, teniendo un papel cada vez más relevante los ingleses en
      el control de los circuitos internacionales del plomo. A finales de siglo se va a
      producir un proceso de concentración y cartelización internacional. La bajada de
      precios que se produce durante la crisis finisecular y la entrada en escena de
      grandes empresas con importantes capitales va a ir remodelando el mapa del
      plomo europeo. En este sentido destaca la incidencia de determinados
      inversores, como los Rothschild, que progresivamente van a controlar un
      porcentaje importante de la producción mundial. En el caso de España su
      intervención se produjo a través de la “Société Minière et Métallurgique de
      Peñarroya”, constituida en 1881, que va a ir controlado buena parte de la
      producción minera y metalúrgica nacional.
      Los hilos de la minería internacional van por otros derroteros. En este
      sentido no se puede comparar directamente a la inversión nacional con la
      extranjera. No se trata de una cuestión que se pueda reducir sólo a una eficiencia
      económica mayor sino que es más complejo. Los capitales nacionales competían
      en desventaja con los grandes inversores internacionales, que fueron
      controlando los mercados de distribución de los metales. Incluso con esta
      5 Hay unos pocos años en este periodo, concretamente de 1873 a 1876, en que Jaén se colocó por
      delate de Murcia en la producción de plomo.
      6 Ya en 1913 la cantidad de plomo metal superó a la de mineral (65.788 toneladas frente a las
      55.708 de los minerales), pero al año siguiente de nuevo las galenas que se extraen son más
      numerosas hasta 1918.
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 33
      desventaja, se mantuvo, como sucede en el caso de Murcia, una iniciativa local
      que le cuesta sucumbir al peso de la influencia foránea.
      Resumiendo, a la hora de analizar la inversión nacional, no se trata sólo
      de estudiar si había escasez de capitales o falta de iniciativa, como se preguntan
      algunos cuyo análisis se circunscribe a lo numérico. Detrás de la actuación
      nacional también hay que tener en cuenta los límites sobre los que se movía, en
      una actividad cuyos focos de producción principales y los canales de
      comercialización estaban cada vez más controlados.
      5. ETAPAS DE LA EXPLOTACIÓN DE LA SIERRA MINERA
      Ya hemos mencionado el demarraje de la producción de la sierra de
      Cartagena-La Unión en la década de 1840, que se produce a partir del
      aprovechamiento de los escoriales antiguos y de los carbonatos superficiales.
      Esta primera etapa se solapa con la siguiente, que va a dominar el primer ataque
      serio a las riquezas profundas de la sierra.
      Gráfico II.3. Producción de mineral de Hierro, plomo y zinc en la
      Región de Murcia, 1861-1956
      0
      50.000
      100.000
      150.000
      200.000
      250.000
      300.000
      1861
      1865
      1869
      1873
      1877
      1881
      1885
      1889
      1894
      1898
      1902
      1906
      1910
      1914
      1918
      1922
      1926
      1930
      1934
      1938
      1942
      1946
      1950
      1954
      Tm de plomo y zinc
      0
      200.000
      400.000
      600.000
      800.000
      1.000.000
      1.200.000
      Tm de hierro
      plomo zinc hierro
      Fuente: Estadísticas Mineras
      Una vez pasados los problemas internacionales de finales de la década
      de 1840, se abrió una coyuntura favorable para la demanda de los metales. El
      alza de los precios permitirá reanimar las explotaciones. A esta coyuntura
      favorable se unió una modificación legislativa que facilitó el aprovechamiento
      de los productos de estas montañas. El plomo va asociado normalmente a cierta
      34 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      cantidad de plata7. Los minerales se fundían en península, pero estaba prohibido
      exportar los galápagos (manera de designar a las barras de plomo) sin desplatar
      (separar la plata que contenían) a partir de un mínimo (0,5 onzas de plata por
      quintal). El proceso de separación de ambos metales requería varios procesos de
      concentración y fundición, con un consumo importante de carbón. Este
      combustible se tenía que importar y estaba gravado por aranceles, lo que hacía
      antieconómicas estas operaciones en nuestro país. Los fundidores fueron
      reclamando la eliminación de dicha prohibición y algunas fábricas tuvieron que
      cerrar al no poder hacer frente a estos elevados costes. La Real Orden de 9-III-
      1851 y el Real Decreto de 27-VIII-1852 permitirán la libre exportación de
      plomos, cualquiera que fuera su contenido argentífero.
      Gráfico II.4. Valor de los minerales extraídos en la Región de Murcia
      (hierro, plomo y zinc), 1880-1936, en pesetas corrientes
      0
      5000000
      10000000
      15000000
      20000000
      25000000
      30000000
      1880
      1883
      1886
      1889
      1892
      1896
      1899
      1902
      1905
      1908
      1911
      1914
      1917
      1920
      1923
      1926
      1929
      1932
      1935 hierro plomo zinc
      Fuente: Estadísticas Mineras
      Hasta la década de 1880 se asienta la producción de nuestra sierra. Ello
      no es óbice para que se sucedan diferentes coyunturas, sobre todo ligadas a
      fluctuaciones de los precios en los mercados internacionales. También
      determinados descubrimientos, como los depósitos de blenda a comienzos de la
      década de 1860. La producción regional recibió a partir de los años ochenta el
      aporte importante de los depósitos de Mazarrón, que sobre todo se pondrán en
      explotación gracias a la sociedad francesas “Cª de Aguilas”8.
      7 El tenor en plata de los carbonatos se elevó conforme avanzó su extracción hasta 1,5
      onzas/quintal, disminuyendo, por el contrario, el contenido en plomo de 16-28% de los primeros
      años a un 8% en torno a 1850 (Monasterio, 1850-51: 619).
      8 La “Compagnie d´Aguilas” se constituyó en 1881 y fue la responsable del resurgir de la
      producción de Mazarrón. En 1890 producía el 52% del valor de mineral de esta cuenca, para
      absorber en 1902 y 1910 el 88,1 y el 89,5% respectivamente. En Mazarrón adquirió por cinco
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 35
      Cuadro II.4. Diez principales empresas del plomo de la Sierra de Cartagena en
      1890, 1902 y 1910 (valor en pesetas corrientes y % del total de la Sierra)
      Empresas Valor % total
      Sociedad Especial Minera Numancia 20.267 2,0
      Sociedad Intransigentes 20.940 2,1
      Roca, José Carlos 24.843 2,5
      Aguirre, Camilo 26.526 2,6
      Sociedad La Triple 26.782 2,7
      Sociedad La Esperanza 27.481 2,7
      Sociedad Venturosa de Lobosillo 38.685 3,9
      Sociedad El Porvenir 56.950 5,7
      Sociedad San Fulgencio 130.277 13,0
      1890
      Sandoval, Brígida 283.478 28,3
      Empresas Valor % total
      Sociedad Venturosa de Lobosillo 41.347 1,8
      Carrión, A. 44.502 1,9
      Lara, A. de 53.007 2,3
      Zapata, M. 66.817 2,9
      Sociedad El Carmen 67.474 2,9
      Asensio, F. 79.097 3,5
      Moreno, F. 117.489 5,1
      Wandosell, Pio 177.094 7,7
      Aguirre, C. 197.181 8,6
      1902
      Escombreras Bleyberg 771.013 33,7
      Empresas Valor % r total
      Sociedad La Esperanza 22.104 2,0
      Góngora, F. 23.397 2,1
      Sociedad Consuelo Incógnito 30.630 2,8
      Sociedad Intransigentes 30.900 2,8
      Wandosell, Pio 40.584 3,7
      Aguirre, C. 58.875 5,4
      Lara, A. de 64.210 5,9
      Moreno, F. 110.871 10,1
      Zapata, M. 116.089 10,6
      1910
      Escombreras Bleyberg 479.982 43,7
      millones de pesetas las minas “Impensada”, “Recuperada”, “No te escaparás”, “Grupo”, “Ledua”,
      “Túbal” y “Ceferina”, pero tuvo que explotar en arrendamiento las más productivas: “San Juan”,
      “Santa Ana” y “Esperanza”.
      36 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Las dificultades serias de la sierra de Cartagena comenzaron con la
      crisis finisecular. Al descenso de la cotización internacional del plomo se unió
      unos problemas crecientes en el aprovechamiento de sus yacimientos. En
      concreto el agotamiento de parte de sus depósitos y el problema del desagüe. En
      el gráfico II.4 presentamos los valores de la producción de mineral de plomo
      que aparecen en las estadísticas oficiales. Hay que poner algunos interrogantes
      en las cantidades que aparecen ya que para nuestra comarca existían importantes
      dificultades para conocer la evolución real de la producción y del valor de los
      artículos obtenidos. De todas maneras, se aprecia la importante caída de los
      ingresos del mineral de plomo. Mazarrón resistió mejor el envite de la nueva
      coyuntura internacional, mientras que en Cartagena-La Unión se asiste a una
      paralización de la extracción. Era el comienzo de la primera gran crisis de la
      minería de estas montañas. El relevo en el liderazgo de la minería provincial se
      estaba produciendo, como podemos ver en el cuadro II.5, aunque hay que tener
      en cuenta la enorme ocultación que había en nuestra sierra, como denunciaban
      continuamente los ingenieros del ramo en los informes anuales que aparecen en
      las Estadísticas Mineras.
      Cuadro II.5.Distribución porcentual del valor de
      la producción de mineral de plomo en Murcia, 1889-1910
      Años
      Sierra de
      Cartagena-La
      Unión
      Mazarrón Otros
      1889 46,8 53,2 0,0
      1890 48,8 50,8 0,3
      1891 34,1 65,9 0,0
      1892 27,6 72,4 0,0
      1902 36,1 63,9 0,0
      1903 32,3 67,7 0,0
      1904 27,5 72,5 0,0
      1905 26,5 73,5 0,0
      1906 26,1 73,9 0,0
      1907 22,9 77,1 0,0
      1908 26,1 73,9 0,0
      1909 26,7 73,3 0,0
      1910 30,4 69,6 0,0
      Fuente: Declaraciones de los mineros (Boletín Oficial de la Provincia de Murcia).
      En las minas situadas en la diputación de El Beal hubo cierta
      reactivación de la extracción gracias al desarrollo de una legislación en materia
      de desagüe, que facilitará la extracción en los yacimientos situados al lado de los
      núcleos de población. Uno de los problemas que se tienen que enfrentar la
      extracción conforme va profundizando es la inundación de las labores conforme
      se acerca al nivel freático. La extracción del agua es un proceso costoso, con
      unos mayores inconvenientes conforme nos alejamos en el tiempo. Una de las
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 37
      dificultades es lograr poner de acuerdo a las diferentes explotaciones afectadas.
      El conflicto que existía en Almagrera (Almería) por este problema se zanjó con
      la promulgación de la Ley de 1-VIII-1889, que obligaba a que las concesiones
      que se veían beneficiadas contribuyeran a los gastos de la elevación de las
      aguas. La Real Orden de 26-V-1902 aplicó a las minas del Llano del Beal9 la
      anterior legislación, lo que permitió cierto respiro dentro de las dificultades por
      las que atravesaba toda la sierra. Es posible que el retraso que se produce en la
      disminución de la población de la diputación de El Beal con respecto a La
      Unión pueda estar en la cierta reanimación de la extracción que pudo producir la
      formación del Sindicato para la desagüe de este distrito. Pero no bastará para
      mantener la actividad a largo plazo. La minería estaba tocada de muerte en estas
      montañas.
      Conforme avanza el siglo XX los problemas en la extracción fueron
      cada vez más graves. Al agotamiento de las reserva se unía el colapso de la
      economía internacional, que tendrá su plasmación en el cierre de los mercados
      internacionales tras la crisis de 1929. Esta coyuntura en lo relativo a la empresa
      vino caracterizada por el progresivo control de la “S.M.M.Peñarroya”, que fue
      adquiriendo las explotaciones y las instalaciones metalúrgicas de Escombreras
      Bleyberg (1912) y de G. y A. Figueroa (1913), junto con los más importantes
      yacimientos plomizos de la Península. En 1930 constituirá la filial “Sociedad
      Minero Metalúrgica Zapata Portmán”. Peñarroya se erigirá en la gran
      monopolizadora del plomo nacional. Pero habrá que esperar aún dos décadas
      para que la actuación de esta empresa modifique el panorama extractivo.
      Frente a las enormes dificultades a las que se tenían que enfrentar, hubo
      diversos intentos para solucionar los problemas de la extracción del mineral a
      través del Consorcio del Plomo y de la creación del “Sindicato Minero de
      Cartagena-Mazarrón”. Pero los precios cayeron en los mercados internacionales
      provocando la paralización casi total de las labores mineras y metalúrgicas en
      los años treinta. Los sucesos políticos nacionales posteriores alargaron los
      problemas del sector hasta después de la Guerra Civil. El fin de la contienda y
      las nuevas perspectivas de la economía nacional e internacional determinaron
      una nueva fase de la extracción y fundición regional.
      9 Las minas sujetas a obligaciones eran: Coleóptero, El Carnaval, Alonso de Ojeda, Marquesita
      Moderna, Esperanza, Haití, Cortés, Africana, Virgen del Rosario, Cirila, Catón, Segunda Paza,
      Mendigorría, Edetana, Zurbano, Luisita, Policiano, Enrique, Luis, Mi nena, Candelaria, La
      Lástima, Severino, Josefina, Vicente, Pequeño Ignacio, Casiopea, Pepito, Minerva, Jackon, San
      Nicolás, Amparito, Elvira, Asunción, La Carmen, Santa Rita, La treinta y cuatro, La treinta y tres,
      La treinta y dos, San Javier, Señá Diega, La caída, Barrabás, Encarnación y Josefa María, La
      Poderosa, El Potosí, El capricho, Bismark, Mercedes, Las Matildes, Telémaco, Sultana del Beal,
      Josefa, Virgen de los Ángeles, Victoria, Aparecida, El Purgatorio, Celia, Segunda Primavera, San
      Andrés, Virgen de los Remedios, Nuestra Señora de los Dolores, Virgen de los Llanos, Santa
      Catalina de Sena, San Quintín, San Juan Bautista, Paquito, Encarnación, Joaquina, Margarita, San
      Diego, Nuestra Señora de la Encarnación, San Isidro, Esperanza, Los Ángeles, La Valerosa, San
      Rafael, El Cielo, San Sebastián, San Pascual Bailón, Lo veremos, La Encontrada, Santa Filomena,
      La Previsión, San Gerónimo, Tetuán, Gumersinda, Ocasión, San Hilarión, Príncipe Alfonso, San
      Agustín, La Ventura, Pobrecita, María Dolores, Patrocinio, Santa Eduvigis, Segunda Esmeralda,
      Lucrecia, Primera, Yeny, Oriolana, Molinera, Alfonsa, Fuensanta, Espranza y Nuestra Señora del
      Buen Consejo (Reglamento parra el desagüe.., 103, pp. 5-6).
      38 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Gráfico II.5. Producción de concentrados en Murcia, 1957-1980
      0
      50.000
      100.000
      150.000
      200.000
      250.000
      1957
      1959
      1961
      1963
      1965
      1967
      1969
      1971
      1973
      1975
      1977
      1979
      Tonelada
      Fuente: Vilar et al. (1990: 204).
      La nueva etapa viene caracterizada por la necesidad de un equipamiento
      técnico que haga rentable el mantenimiento en explotación de las reservas
      murcianas. El distrito de Mazarrón, que todavía venía produciendo la mitad de
      los minerales regionales, tenía que mantener un costosísimo desagüe, lo que
      finalmente acabaría por paralizar su actividad. De nuevo la Sierra de Cartagena
      fue el centro de la producción murciana. Para el tratamiento de sus complejos
      minerales hubo de realizarse una considerable inversión en lavaderos de
      flotación diferencial, instalándose el primero de ellos en el Grupo “Concilio-
      Regente” en 1940. A partir de 1949 hay una clara reactivación de la producción
      regional, pero sobre todo desde 1957 con la apertura de la cantera “Emilia” se
      asiste a un segundo “boom” minero. La gran productora fue “Peñarroya-
      España”, que obtuvo entre 1957 y 1980 el 70% del total de los concentrados de
      galena, el 55% de los de blenda y el 44% de los de pirita. La participación en la
      minería regional fue en incremento con los años, obteniendo entre 1973 y 1980
      el 83% de la galena, el 86% de blenda y el 72% de pirita.
      La estructura minifundista que aún dominaba la demarcación de los
      yacimientos de la sierra hubo de se eliminada paulatinamente por Peñarroya
      para posibilitar las nuevas formas de extracción. El elevado volumen de mineral
      obtenido llevará al problema de deshacerse de los estériles. En 1959 esta
      compañía obtuvo la autorización de la Administración para verterlos al mar. Los
      estudios previos pronosticaban que los residuos se alejarían de la costa, pero el
      resultado fue diferente. Se produjo un enorme impacto ecológico, anegándose
      rápidamente la bahía de Portmán.
      A finales de la década de 1980 los problemas de la minería cartagenera
      son cada vez mayores: agotamiento de las viejas canteras y estancamiento de los
      precios de los metales. La continuidad de las labores dependía de la explotación
      de una nueva corta, proyectada con el nombre de Blancos III, a la que se
      enfrentó los vecinos del Llano del Beal y la Administración regional. El
      DESARROLLO ECONÓMICO DE LA SIERRA MINERA 39
      conflicto se saldó con la venta en 1988 de los activos mineros de Peñarroya a la
      sociedad Portmán Golf y la crisis final de las labores mineras en esta sierra.
      El conflicto final se produjo por la defensa del núcleo de viviendas, que
      se habían desarrollado al calor de los mejores momentos de la minería de la
      zona frente al propio avance de la extracción. Puede ser simplista reducir la
      posición de sus habitantes contra la extensión de las labores a una
      animadversión producida por el desarraigo de los vecinos hacia la minería, que
      constituía (según cuenta Linares Jiménez, 2001: 151) un doloroso recuerdo
      mantenido vivo en la figura de los pensionistas y jubilados silicosos. Más si
      cabe, como desarrollaremos en las páginas siguientes, cuando el propio
      desarrollo productivo se hará a expensas de las generaciones que poblaron estos
      núcleos. De qué egoísmo o inquina se puede tildar a una población que ligó
      buena parte de su existencia a todo ese entorno socioeconómico. De todas
      maneras, hay que conocer algo de esa historia a la hora de hacer juicios de valor
      y tomar partido. Las páginas que siguen son en cierta medida homenaje a las
      personas que hicieron posible con su contribución, muchas veces muy elevada,
      al laboreo y al desarrollo económico de una parte de esta sierra.
      40 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
    •  CAPÍTULO III
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE LA DIPUTACIÓN DE EL BEAL
      1860-1970
      42 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      "En Herrerías trabajaba
      ganaba poco dinero
      y me fui a La Unión...”
      Trovero Pedro Segura "El Morato" (natural de Antas -Almería-)
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 43
      El período comprendido entre las últimas décadas del siglo XIX y la
      primera mitad del siglo XX es una etapa de de intensas modificaciones en la
      población española. Se produjo la transformación de sus estructuras
      demográficas, que pasaron de tener características de tipo “antiguo” a otras de
      carácter moderno. Los rasgos generales de estos cambios fueron descritos por J.
      Nadal (1965: 137, 226 y ss.) y J. Arango (1980: 25 y ss.): reducción de la
      mortalidad de origen catastrófico y de la mortalidad ordinaria; descenso de la
      mortalidad infantil a partir de las primeras décadas del siglo XX; bajada de la
      fecundidad, con aceleración a partir de la década de 1940; y comienzo del
      envejecimiento de la población. En sus inicios este proceso de transformación,
      denominado “transición demográfica” (del que hablaremos más adelante),
      originó un crecimiento de la población, implicando a su vez una reordenación
      espacial de la misma. En nuestro país se realizó con retraso con respecto a otros
      de la Europa occidental. Estos cambios generales no se efectuaron
      uniformemente en todos los territorios, en su evolución encontramos
      peculiaridades y rasgos regionales que matizan el proceso general. En el caso de
      la población de la Sierra de Cartagena, muy ligada a las posibilidades que
      imponen el aprovechamiento de sus recursos naturales minerales, estos procesos
      tuvieron sus propias peculiaridades, pues, en muchos casos, los núcleos de
      población surgieron con el inicio de las explotaciones mineras y con un peso
      muy importante del factor migratorio. Aunque, en general, se cumple en esta
      zona el marco evolutivo de la población española y en particular los rasgos de
      las zonas mineras.
      1. EL NACIMIENTO DE UN NÚCLEO DE POBLACIÓN
      La diputación de El Beal forma parte del municipio de Cartagena y se
      encuentra dentro de los terrenos más orientales de la Sierra de Cartagena. En la
      actualidad está formada por los núcleos de población de Llano del Beal,
      Estrecho de San Ginés y El Beal. El carácter y función de esta entidad de
      población ha estado determinado por la actividad minera, que provocó su
      expansión demográfica. Los habitantes se fueron situando lo largo del tiempo en
      distintos caseríos (ver cuadro III.1), siendo los lugares donde se concentró
      principalmente la población en los tres citados anteriormente.
      44 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Cuadro III.1. Distribución de la población de El Beal 1888-1970
      TOTAL
      Diseminados
      San Ginés de la Jara
      Sabinar, El
      Puente del Beal
      Pollo, Lo
      Nietos, Los
      Nietos, Playa de los
      Mina Victoria
      Mina Blanca
      Minas, Las
      Llano del Beal
      Haití
      Estrecho de S.Ginés
      Estrecho, El
      Descargador, El
      Coto Barado
      Casas de Emiliano
      Casas Cañadas
      Calesas, Las
      Cabezo de D. Juan
      Blancos, Los
      Beal, El
      Barranco de Ponce
      Barranco Mendoza
      POBLACIÓN
      4.259
      --
      290
      30
      45
      --
      --
      --
      --
      --
      39
      1.239
      --
      1.690
      37
      --
      --
      --
      24
      --
      --
      --
      463
      41
      361
      hecho
      4.178
      --
      282
      31
      39
      --
      --
      --
      --
      --
      35
      1.234
      --
      1.686
      31
      --
      --
      --
      18
      --
      --
      --
      426
      38
      358
      derecho
      1888
      4.848
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      64
      --
      --
      2.088
      --
      121
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      2.575
      --
      --
      hecho
      4.848
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      65
      --
      --
      2.087
      --
      121
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      2.575
      --
      --
      derecho
      1900
      7.095
      --
      148
      53
      475
      --
      --
      --
      1.768
      -
      3.079
      --
      146
      --
      --
      --
      --
      --
      375
      1.051
      --
      --
      hecho
      7.139
      --
      148
      53
      475
      --
      --
      --
      1.777
      -
      3.107
      --
      148
      --
      --
      --
      --
      --
      378
      1.053
      --
      --
      derecho
      1910
      5.408
      150
      -
      31
      --
      -
      66
      48
      --
      --
      --
      1.664
      -
      2.369
      --
      --
      --
      27
      18
      --
      --
      239
      796
      --
      --
      hecho
      6..215
      154
      -
      33
      --
      -
      73
      49
      --
      --
      --
      2.024
      -
      2.691
      --
      --
      --
      56
      18
      --
      --
      251
      866
      --
      --
      derecho
      1920
      4.057
      380
      44
      26
      --
      27
      -
      53
      --
      66
      --
      1.681
      19
      1.601
      --
      9
      --
      --
      --
      --
      --
      93
      406
      --
      --
      hecho
      4..517
      398
      46
      26
      --
      27
      -
      54
      --
      66
      --
      1.687
      19
      1.657
      --
      10
      --
      --
      --
      --
      --
      96
      409
      --
      --
      derecho
      1930
      2.462
      --
      76
      31
      --
      20
      101
      43
      --
      83
      --
      888
      --
      814
      --
      -
      18
      --
      --
      23
      19
      57
      231
      36
      22
      hecho
      2..305
      --
      76
      30
      --
      20
      99
      43
      --
      81
      --
      802
      --
      774
      --
      -
      18
      --
      --
      22
      19
      52
      217
      32
      20
      derecho
      1940
      2..276
      --
      83
      83
      --
      --
      --
      20
      --
      104
      --
      959
      --
      672
      --
      --
      --
      --
      --
      -
      19
      69
      277
      --
      43
      hecho
      2..241
      --
      80
      80
      --
      --
      --
      20
      --
      103
      --
      950
      --
      654
      --
      --
      --
      --
      --
      -
      19
      68
      274
      --
      43
      derecho
      1950
      3.749
      --
      65
      36
      --
      --
      --
      20
      --
      132
      --
      2.139
      --
      943
      --
      --
      --
      --
      --
      -
      39
      75
      243
      --
      57
      hecho
      3.590
      --
      65
      36
      --
      --
      --
      20
      --
      130
      --
      2.116
      --
      941
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      39
      73
      240
      --
      57
      derecho
      1960
      3.068
      --
      42
      --
      --
      --
      --
      68
      3
      51
      --
      2.072
      --
      693
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      20
      92
      271
      --
      --
      hecho
      3..285
      --
      42
      --
      --
      --
      --
      68
      3
      51
      --
      2.053
      --
      688
      --
      --
      --
      --
      --
      --
      19
      90
      271
      --
      --
      derecho
      1970
      Fuente: Elaborado a partir INE, Nomenclátores de Población.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 45
      La evolución demográfica de esta población, como ya hemos
      mencionado, ha sido el resultado de la acomodación a la actividad minera de la
      Sierra de Cartagena, al igual que ocurriera con el caso de La Unión1. Los flujos
      motivados por el hallazgo de un filón o una coyuntura alcista de los precios del
      mineral y los reflujos motivados por las crisis del sector se han producido con
      una alta correspondencia con altibajos en los efectivos de estos núcleos, como
      tendremos lugar de mostrar en páginas posteriores.
      Entre 1845 y 1850 estos caseríos estaban incluidos en el núcleo de
      Estrecho de San Gines2 y no figura ninguna referencia a ellos en el Diccionario
      de Madoz. A mediados de siglo la diputación de El Beal alcanza los 787
      habitantes diseminados por varios caseríos y entornos de minas. El mayor salto
      se produjo entre 1877 y 1887 con tasas de crecimiento de la población muy
      elevadas (ver cuadro III.2), a partir de esa última fecha se produce un período de
      estancamiento que llegó hasta 1900, que estuvo ligado a los problemas por los
      que atravesó la minería local.
      Cuadro III.2. Tasas de crecimiento de la población de El Beal 1860-1970
      Tasas de crecimiento de la población de hecho
      Año Población
      de hecho
      Tasa de
      crecimiento
      aritmético ar
      (‰)
      Tasa de
      crecimiento
      geométrico
      gr (‰)
      Tasa de
      crecimiento
      compuesto r
      (‰)
      1860 787
      1877 1.528 28,53 39,80 39,03
      1887 4.259 64,12 107,95 102,51
      1897 4.461 4,53 4,64 4,63
      1900 4.848 26,61 28,12 27,73
      1910 7.095 31,67 38,82 38,08
      1920 6.140 -15,55 -14,35 -14,46
      1930 4.517 -35,93 -30,23 -30,70
      1940 2.462 -83,47 -58,88 -60,69
      1950 2.276 -8,17 -7,82 -7,86
      1960 3.749 39,29 51,17 49,91
      1970 3.068 -22,20 -19,85 -20,05
      Fuente: Elaborado a partir de los datos de los Nomenclátor de Población de esos años
      Entre los años finales del siglo XIX y la primera década del siglo XX se
      produce una reactivación del crecimiento del número de habitantes. En 1910 se
      alcanza la cifra mayor de población en la diputación de todo el período
      estudiado (7.095habitantes de hecho), lo que implica unas tasas de crecimiento
      de nuevo elevadas. Esta reactivación, como en los casos anteriores, se nutrió en
      buena parte de una corriente migratoria que procedía de Almería, en donde se
      había producido el agotamiento de los yacimientos de la Sierra de Gádor y de la
      Sierra de Almagrera. Pero la minería cartagenera también estaba tocada de
      1 Sobre la evolución demográfica de esta población y su relación con la actividad minera ver Gil
      Olcina (1970).
      2 P. Madoz (1850: 80), cuando describe el término de Cartagena así lo indica. Además, sólo
      nombra San Ginés, que lo sitúa en las sierras que van de Cartagena a Cabo de Palos. También
      menciona que se trabajan algunos pozos mineros en esta zona de los miles que hay denunciados.
      46 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      muerte. Al agotamiento de sus criaderos tradicionales se le unirá las dificultades
      de la I Guerra Mundial3. Una vez concluido el conflicto bélico la situación no
      mejoró y el mantenimiento de la crisis de los precios acentuó las deficiencias
      crónicas de las explotaciones de la Sierra, lo que provocó un despoblamiento de
      la diputación que se continuó hasta la década de 1940. En los años 1950 y 1960
      se va a producir una reactivación de la minería de la demarcación debido a una
      favorable coyuntura en los mercados internacionales y a la modernización de las
      minas que permitirá el beneficio de menas más complejas. Esta situación se
      acompaña con un crecimiento de la población entre esas dos fechas. En la
      década de 1970 se vuelve a producir una nueva disminución de la población ante
      las escasas expectativas de trabajo y al influjo de los procesos migratorios hacia
      países como Francia y Alemania, e incluso hacia el cinturón industrial de
      Barcelona.
      Podemos comparar la evolución de la población de la diputación con la
      experimentada por la localidad próxima de La Unión y la del municipio de
      Cartagena y la de la Región de Murcia (cuadro III.3).
      Cuadro III.3. Índices de población y tasa de crecimiento
      anual medio comparada (tcam), 1860-1970
      EL BEAL LA
      UNIÓN CARTAGENA REGIÓN DE
      MURCIA
      1860 100,0 100,0 100,0 100,0
      1877 194,2 276,5 139,8 118,0
      1887 541,2 262,0 155,1 128,4
      1897 566,8 269,9 158,8 139,7
      1900 592,5 378,4 183,9 151,0
      1910 841,2 378,1 188,8 160,7
      1920 780,2 310,4 178,4 166,8
      1930 561,2 147,1 188,7 168,6
      1940 280,3 126,0 208,9 188,0
      1950 284,6 126,6 208,3 197,7
      1960 472,3 146,1 227,6 209,1
      1970 408,8 164,3 270,5 217,4
      TCAM 1,27 0,44 0,90 0,70
      Fuente: Elaborado a partir de INE Censos de Población y Nomenclátor de Población
      El mayor crecimiento de la población se produjo en la diputación de El
      Beal con una TCAM del 1,27 para el conjunto del período, aunque esta tasa está
      condicionada por el punto de partida de un crecimiento explosivo de este núcleo
      debido al desarrollo de la explotaciones mineras entre 1877 y 1920 que provocó
      un flujo migratorio importante. Un hecho similar ocurrió con La Unión, pero en
      este caso la crisis económica y el cierre de las explotaciones mineras significó
      un fuerte éxodo de población que redujo de manera considerable su población a
      partir de la década de 1930. La reactivación económica ligada a la minería y al
      desarrollo de la industria petroquímica favoreció un nuevo repunte en el
      3 Como señaló A. Cegarra Salcedo (1920: 37), la invasión de Bélgica, que destruyó o paralizó las
      más importantes fábricas de cinc a las que se dirigía la producción de blenda de la Sierra, provocó
      “…días de pánico y de hambre… con millares de trabajadores de la zona sin trabajo”.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 47
      crecimiento de la población en las décadas de 1960 y 1970 en la zona de la
      sierra minera. Aunque en términos de TCAM, en el caso de La Unión las
      pérdidas importantes de población de las décadas anteriores hacen que se vea
      muy reducida cuando consideramos el período en su totalidad (0,44). En el caso
      del municipio de Cartagena, con una economía más diversificada, la evolución
      está menos sometida a los avatares de las explotaciones mineras, dándose un
      crecimiento sostenido con algunos períodos de estancamiento, como sucedió en
      las década de los 20 y de los 50.
      El gráfico III.1 nos muestra la alta correspondencia de los ciclos de la
      población de La Unión y de El Beal, pues ambas localidades han estado
      estrechamente ligadas a las coyunturas mineras. El comportamiento de la
      población del municipio de Cartagena es similar al de la diputación y de La
      Unión hasta 1920, cambiando en las décadas de 1930 y 1940 que muestran una
      evolución positiva para el municipio de Cartagena, debido a una mayor variedad
      en sus estructuras económicas que le desliga de los avatares mineros. El
      establecimiento de nuevas industrias químicas, petroquímicas y auxiliares
      reactivó la economía del municipio lo que se muestra con un nuevo crecimiento
      de la población en la década de 1970.
      Gráfico III.1. Evolución comparada de la población de la
      diputación de El Beal y de La Unión 1860-1970.
      040000
      1860 1877 1887 1897 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970
      LLANO DE BEAL LA UNIÓN
      El comportamiento de la población de El Beal se ajusta más al patrón
      mostrado por La Unión que con el municipio de Cartagena (ver gráfico III.1), ya
      que los ciclos son los mismos y están condicionados por la evolución de la
      minería. Si tomamos en consideración el movimiento natural de la población (ver
      cuadro III.4) se comprueba que el crecimiento real de la población de la
      diputación se dio hasta 1929, con un máximo en el decenio 1900-1909, producto
      del mantenimiento de la actividad minera en la Sierra de Cartagena y el
      consiguiente nivel del empleo y de otros tipos de explotación (“partidarios”). A
      48 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      partir de esa última década, 1920-1929, se inicia un flujo migratorio importante
      en sentido contrario al que hasta entonces se había producido, cayendo el
      volumen de habitantes. La crisis de sector que había sustentado el desarrollo de
      El Beal será la causa de su retroceso. Esta situación se prolongará hasta 1949,
      año en el que se inicia una cierta recuperación de los flujos migratorios y que se
      mantendrá en la década 1950-1959. El segundo boom de la minería de esta sierra,
      que ya hemos descrito, reavivó las expectativas de estos núcleos, absorbiendo
      nuevamente 1.636 emigrantes. Pero la nueva minería no demandaba tanto
      número de trabajadores como antaño y, a pesar del enorme volumen de mineral
      extraído, no se volverá a alcanzar el nivel de habitantes anterior.
      En términos relativos, el crecimiento de la población de la diputación de
      El Beal fue mayor que la de La Unión. La concentración de explotaciones
      mineras en su término y el desarrollo de varias fundiciones influyeron en un
      ritmo más vivo en la incorporación de población.
      Gráfico III.2. Evolución comparada de los índices de población de la
      diputación de El Beal y de La Unión, 1860-1970 (1860=100)
      1860
      1877
      1887
      1897
      1900
      1910
      1920
      1930
      1940
      1950
      1960
      1970
      La Unión
      0
      100
      200
      300
      400
      500
      600
      700
      800
      900
      La Unión
      El Beal
      Si comparamos para el primer tercio de siglo lo ocurrido en España y en
      la región de Murcia con lo sucedido en El Beal (cuadro III.4) llama la atención el
      comportamiento de la diputación cartagenera, que en la primera década del siglo
      XX aún conserva la pujanza del aumento de población debido a los procesos
      migratorios, con una tasa del 30,7% muy superior al del resto de ámbitos
      considerados. A partir de la segunda década se produjo un cambio brusco de
      tendencia con un crecimiento intercensal negativo debido a los movimientos
      migratorios ligados a la crisis de la minería y la consiguiente pérdida de empleos
      en toda la sierra minera. Proceso que continuó y se incrementó en el siguiente
      decenio.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 49
      Cuadro III.4. Tasas decenales de crecimiento intercensal (%) 1901-1930
      Decenio ESPAÑA MURCIA MURCIA
      (capital) EL BEAL
      1888-1900 - 17,6 13,9 8,3
      1901-1910 7,4 6,4 12,1 30,7
      1911-1920 7 3,8 12,9 -6,8
      1921-1930 10,7 1,06 12,4 -29,9
      Fuente: Para los datos de Murcia y España: Bell Adell, Gómez Fayren y Romero
      Hernández (1991) y para El Beal ibídem cuadro 3.
      En definitiva, durante el primer tercio de siglo XX la población de la
      diputación de El Beal se singularizó con respecto a las características
      demográficas de la región. Su comportamiento fue más acorde con lo sucedido
      en otras zonas mineras del país, en las cuales el peso de la coyuntura económica
      (en especial la relativa a este sector) y de los procesos migratorios4 marcó la
      evolución del poblamiento, con unos cambios bruscos en sus tendencias. Se trata
      de economías muy dependientes de la exportación de las menas y metales,
      donde las fluctuaciones comerciales internacionales no pueden ser compensadas
      con el recurso a otras fuentes de ingresos.
      2. LAS TASAS VITALES
      El período comprendido entre 1888-1890 presenta una serie de picos de
      sobremortalidad que provocaron crecimientos vegetativos negativos (ver gráfico
      3). Las tasas brutas de natalidad superiores al 40% entre 1890 y 1920 y el
      mantenimiento de niveles altos hasta 1930, junto con el descenso de la
      mortalidad ordinaria, conducirán a un crecimiento natural importante hasta esa
      última fecha. Tan sólo la intensidad letal de la epidemia de gripe de 1918
      interrumpió esa tendencia. La situación nos muestra una verdadera
      transformación de las estructuras demográficas de la población en sentido
      moderno desde la década de los años 305. Así los elevados índices de natalidad y
      fecundidad comenzaron a descender en esas fechas a ritmos acelerados. Esta
      tendencia a la baja fue aún más intensa en la mortalidad general. La década de
      los 20 confirmo su descenso real, hecho que puede estar ligado a las mejoras
      higiénicas, a los inicios de la introducción de los avances médicos y de una
      mejora de las infraestructuras sanitarias (desarrollo del Hospital Minero de La
      Unión). También influyó la mejora de las disponibilidades alimentarias como se
      desprende del descenso de la mortalidad infantil de menos de un año. En este
      sentido, la mortalidad, a partir de un nivel de vida mínimo, pasa a depender de
      4 Ver al respecto los trabajos de P. Pérez-Fuentes (1993) sobre San Salvador del Valle (Vizcaya);
      A. Cohen (1987) sobre el Marquesado del Zenete (Granada); Gil Olcina (1970) sobre La Unión
      (Murcia).
      5 Este proceso es más intenso y rápido que el que tuvo lugar en las poblaciones del interior de
      economía esencialmente agraria, ver el trabajo de Martínez Carrión (1983: 90-94) sobre la
      población de Yeste (Albacete)
      50 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      factores sociales y sanitarios más que del desarrollo económico (Nadal, 1973:
      227).
      Cuadro III.5. Movimiento natural y crecimiento real de la
      población de El Beal, 1891-1970
      TASAS
      AÑOS
      BAUTISMOS
      DEFUNCIONES
      CRECIMIENTO
      NATURAL
      CRECIMIENTO
      REAL
      MIGRACIONES
      NATALIDAD
      MORTALIDAD
      1891-00 3.326 2.529 797 1.904,8 1.107,8 73,3 52,8
      1901-10 4.062 2.503 1.559 5.075,0 3.516,0 71,6 43,7
      1911-20 3.140 2.216 924 1.368,0 444,0 44,5 34,9
      1921-30 1.939 977 962 201,0 -656,7 37,2 18,6
      1931-40 649 174 475 -1.531,0 -1.871,0 15,3 5,3
      1941-50 300 112 188 410,0 222,0 13,5 5,0
      1951-60 584 274 310 2.097,0 1.787,0 19,4 9,1
      1961-70 446 278 168 -164,0 -332,0 12,9 8,1
      Fuente: Libros de Bautismos y Defunciones de la Parroquia de San Nicolás de Bari de
      la diputación de El Beal; Nomenclátor de población y A.M.C. Padrones de Población.
      El rápido crecimiento de la población hasta la década de los 20 se verá
      interrumpido con la crisis de la minería cartagenera, que tan duramente afectó a
      toda la economía de los núcleos de la sierra. La consecuencia fue la salida de
      importantes efectivos de la diputación en busca de trabajo. En este momento los
      polos de atracción serán tanto el área industrial de Barcelona como el sur de
      Francia. Ello no impide que a partir de la década de los 40 el proceso de
      transición vaya concluyendo y ambas tasas tengan un comportamiento moderno
      de descenso continuado.
      Gráfico III.3. Tasas anuales del movimiento natural de la población
      en la diputación de El Beal, 1888-1970
      -20,00
      -10,00
      0,00
      10,00
      20,00
      30,00
      40,00
      50,00
      60,00
      70,00
      80,00
      90,00
      100,00
      1888 1891 1894 1897 1900 1903 1906 1909 1912 1915 1918 1921 1924 1927 1930 1933 1936 1939 1942 1945 1948 1951 1954 1957 1960 1963 1966 1969
      Tasa de Mortalidad Tasa de Natalidad Tasa de crecimiento natural
      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Bautismos y Defunciones de la Parroquia de
      San Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 51
      El descenso de la natalidad se relaciona tradicionalmente con la
      modernización económica y se trata de explicar a través de la vida de las
      familias (cambios en los ingresos familiares, cambios en los costes de la
      educación y la crianza de los hijos, utilización de los niños en el mercado de
      trabajo, la alfabetización, la secularización de la sociedad, la incorporación de la
      mujer a los mercados de trabajo, los procesos de urbanización, etc.). Pero como
      ha señalado J. Arango (1980), esta relación está plagada de irregularidades al
      darse descensos de la natalidad en países como Francia o Irlanda que durante la
      primera mitad del siglo XIX que no contaban con procesos de industrialización
      ni de urbanización y, por el contrario, las tasas de natalidad no se modificaron
      en Gran Bretaña o en Holanda hasta que no estuvieron asentados los respectivos
      procesos de industrialización. En el caso de España, la débil disminución de la
      natalidad que tuvo lugar durante el siglo XIX y, en especial, durante la segunda
      mitad, comenzó en Cataluña y se fue extendiendo por vías de difusión
      geográfico-culturales hacia Baleares, Valencia, Aragón, Murcia y Andalucía,
      surgiendo después otros focos en los que también decreció la natalidad (Madrid,
      Bilbao, Sevilla, etc.). Cuando consideramos el país en su conjunto la caída de las
      tasas de natalidad no se produjeron hasta las décadas 20 y 30 del siglo XX.
      J. Arango (1980) ha denominado a este proceso “regionalización del
      declive” y opera desde un núcleo urbano-industrial en el cual el comportamiento
      reproductivo se moderniza debido al desarrollo económico y las mejoras en la
      condiciones de vida. Este modelo se va difundiendo a otras zonas próximas y a
      otros grupos sociales mediante mecanismos de osmosis geográfico-cultural, a
      través de las vías de comunicación, la afinidad lingüística y las relaciones
      culturales tradicionales. Por lo tanto, sería la región natural, y no las provincias
      administrativas, el ámbito más adecuado para el estudio de las variaciones en el
      comportamiento de la natalidad. El trabajo de R. Nicolau (1991) sobre la
      fecundidad a través de sus principales componentes (nupcialidad, fecundidad
      legítima, etc.) para el conjunto del país ha ratificado la validez de las
      afirmaciones anteriores. Así, entre 1887 y 1940 la fecundidad general disminuyó
      constantemente, siendo el ritmo de descenso más fuerte hacia los años finales de
      la década de los 30. Dentro de este panorama general esta autora introduce
      matices en los comportamientos territoriales, delimitando diferentes zonas:
      a) Una formada por Galicia, la costa cantábrica, Madrid y Canarias, en la que
      la disminución de la fecundidad tuvo lugar antes de 1940, debido a una
      disminución de la nupcialidad.
      b) Otra compuesta por Cataluña, Baleares, Valencia y Aragón, en la que la
      disminución general de la fecundidad también tuvo lugar antes de 1940 y la
      causa fue una disminución de la natalidad.
      c) La tercera zona corresponde al centro y el sur peninsular en la cual el
      descenso de la fecundidad general se retrasó en algunos casos hasta 1970 y
      esta se debió tanto a la restricción de la nupcialidad como a la disminución de
      la fecundidad legítima.
      Todo ello muestra que la variable de la fecundidad general en la
      transición demográfica mostró un descenso muy heterogéneo, tanto territorial
      como temporal, en nuestro país. Cuando comparamos los datos de la diputación
      de El Beal con los del conjunto de España durante las primeras décadas del siglo
      52 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      XX (cuadro III.6) comprobamos que partiendo de diferencias muy notables en
      las últimas décadas del siglo XIX, por encima de 45 puntos de diferencia en la
      tasa de natalidad y de 21 puntos en la de mortalidad, no logró acercarse a los
      parámetros nacionales y regionales hasta la segunda década del siglo XX.
      Cuadro III.6. Tasas medias de natalidad y mortalidad (‰)
      1878-1900 1901-1910 1921-1930
      TN TM TN TM TN TM
      España 35,69 30,71 34,2 25,0 29,2 19,1
      Murcia 37,27 33,27 32,6 24,5 30,7 18,1
      El Beal(1) 84,07 54,79 71,6 43,7 37,2 18,6
      Fuente: Para España Pérez Moreda (1985), pp. 76-77; para Murcia de Bel Adell y
      Gómez Fairén (1985), p. 27; para El Beal ver cuadro 5
      (1) Las tasas de El Beal son las referidas a 1888-1900.
      En el caso de la región de Murcia, Livi Bacci (1968) calculaba una tasa
      de 264 nacidos vivos legítimos por cada 1.000 mujeres casadas en 1860 y de
      212 para 1910, lo que implica un descenso del 19%. Este ritmo de disminución
      sitúa a la región en segundo lugar después del grupo formado por Cataluña,
      Baleares y Valencia, que mantienen ritmos de descenso en torno al 20%,
      mientras que en el conjunto del país el descenso fue del 13% entre esas dos
      fechas. Por lo tanto, el comportamiento entraría en lo que se ha denominado
      “zona de difusión del modelo reproductivo de Cataluña”. En el caso de la
      diputación cartagenera no se cumple este modelo y tiene un funcionamiento
      particular condicionado por los procesos migratorios y la formación de nuevos
      hogares durante la etapa de máximo crecimiento de su población.
      Cuadro III.7. Movimiento natural de la población 1901-1930
      TASA DE
      NATALIDAD TASA MORTALIDAD CRECIMIENTO
      VEGETATIVO
      E MU B E MU B E MU B
      1901-10 34,5 32,6 71,6 24,4 24,6 43,7 10,1 7,9 27,7
      1911-20 29,8 27,0 44,5 23,5 22,6 34,9 6,3 4,4 9,6
      1921-30 29,2 31,5 37,2 19,0 18,5 18,6 10,2 13,0 18,6
      Fuente: Elaborado a partir de: datos de España y Murcia tomados de Bell Adell, Gómez
      Fayrén y Romero (1991) y los de El Beal ibídem cuadro 5.
      E = España; MU = Región de Murcia; y B = El Beal.
      Si consideramos que la región de Murcia está situada en el grupo de
      provincias que presentan unos niveles intermedios de natalidad en relación con
      el resto del país, en línea con lo que sucede en Aragón o Valencia y en
      concordancia con los niveles de fecundidad legítima que hemos mencionado con
      anterioridad, en el caso de la diputación cartagenera los niveles se alejan de
      estos comportamientos, siendo más parecidos a lo que sucedía en otras zonas
      mineras (San Salvador del Valle -Vizcaya-, Marquesado de Zenete -Granada- o
      Linares y La Carolina -Jaén-) donde los factores citados con anterioridad
      pesaron sobre el comportamiento demográfico de la localidad.
      En cuanto a la mortalidad, la diputación de El Beal estuvo por encima
      del 30‰ hasta 1920, aunque con tendencia al descenso desde las últimas
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 53
      décadas del siglo XIX. Durante la década de los 20 se igualó con la de la región
      y estuvo por debajo de la media del país. En Europa occidental, durante el
      período de la transición demográfica se inició el descenso de la mortalidad de
      manera temprana. Una primera fase tuvo lugar desde finales del siglo XVIII y
      principios del XIX, en función de la disminución de la mortalidad catastrófica y
      una ligera disminución de la ordinaria. En algunas zonas de países como Gran
      Bretaña, Países Bajos, Alemania, etc., a partir de la segunda mitad del siglo XIX
      se produjo una paralización de este proceso debido a los efectos del desarrollo
      de la industrialización sobre las condiciones de vida del proletariado urbano. En
      las últimas décadas de ese siglo y primeras del XX se reanuda la progresiva
      disminución de la mortalidad debido a la mejora en la dieta alimenticia y de la
      higiene pública y privada que acompañó al desarrollo económico y a la mejora
      de la distribución de la renta en esos países6. Los avances en la producción
      agraria y las mejoras en los sistemas de abastecimiento y las medidas de sanidad
      pública (distribución de aguas potables y sistemas de alcantarillado para
      eliminar aguas sucias) evitaron la difusión de las epidemias. No obstante los
      factores culturales y climáticos introdujeron de nuevo las variaciones regionales
      con distintos ritmos y modelos de transición.
      La mortalidad en la región de Murcia y en la diputación de El Beal
      funcionó dentro de los parámetros del modelo de la Europa mediterránea,
      iniciándose el descenso una vez finalizado el siglo XIX. Las tasas de mortalidad
      global se mantuvieron altas durante finales del siglo XIX debido a los altos
      niveles de la mortalidad infantil y a las peculiares condiciones
      medioambientales existentes en esta zona minera con fundiciones de metalurgia
      del plomo que influyeron sobre la mortalidad ordinaria.
      En el caso de nuestra diputación no se puede hablar de transición
      demográfica hasta la primera década del siglo XX que es cuando la mortalidad
      inicia su descenso continuado y se va produciendo un cambio en su
      estacionalidad hacia patrones modernos. También se produce un descenso
      moderado de la natalidad hasta los años de la guerra civil. Siguiendo el
      esquema de transición establecido por Di Comité y Chesnais7 la diputación
      seguiría el patrón de Murcia, aunque con matices locales8 por las peculiaridades
      apuntadas anteriormente. En la década de los 30 ya se habrían producido las tres
      6 T. McKeown (1976) expuso la hipótesis alimentaria como causante del descenso de la
      mortalidad en el caso del modelo europeo occidental y rechazó el que los avances científicosmédicos
      o la reducción de la virulencia de los gérmenes fueran los responsables de mencionado
      descenso, esta teoría fue criticada por M. Livi Bacci (1987).
      7 L. Di Comité (1991) y J.C. Chesnais (1986) establecieron cuatro fases en el proceso de
      transición demográfica: a) fase pre-transicional con tasas de natalidad y mortalidad muy elevadas
      en las que las fluctuaciones de las crisis de mortalidad condicionan el crecimiento poblacional; b)
      fase de crecimiento acelerado, caracterizada por una disminución de la tasa de mortalidad más
      acelerada y anticipada a la disminución de la natalidad; c) fase de contracción del crecimiento
      durante la cual disminuye la tasa de natalidad y en correspondencia el crecimiento poblacional y
      d) fase post-transicional donde la natalidad y la mortalidad se mueven en niveles muy bajos,
      mantienen un crecimiento poblacional que tiende a cero.
      8 R.V. Wells (1995) mostró en su estudio sobre una pequeña localidad del estado de New York en
      el que se analizan las causas de la disminución de la mortalidad en el período 1880-1930, que son
      los factores locales los que mejor explican el descenso de las tasas vitales.
      54 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      primeras fases que señalan los mencionados autores y a partir de la década de
      los 60 se inicia la fase post-transicional.
      Resumiendo, la población de la diputación de El Beal a largo del
      período considerado muestra dos etapas bien diferenciadas. La primera
      comprende desde el último tercio del siglo XIX hasta la primera década del XX.
      Abarca el tiempo en el que surge este núcleo de población y las décadas en las
      que constituyó un lugar de atracción de mano de obra, provocando una
      importante corriente migratoria (ver gráfico III.4). Esta fase muestra unas
      elevadas tasas de mortalidad y natalidad, pero las primeras ya manifiestan una
      tendencia descendente más precoz que en otras localidades agrarias del interior.
      La segunda etapa se inicia en la década de 1920 y en ella se finalizó el proceso
      de transición demográfica con el descenso de las tasas de natalidad y mortalidad
      a unos niveles de población de comportamiento moderno, con tendencia al
      envejecimiento de la población a partir de 1970. Durante este período se produjo
      un segundo proceso migratorio que se inició a mediados de la década de los 40 y
      se prolongó hasta los 50, producto de la reactivación de las explotaciones
      mineras, lo que posibilitó un proceso de recuperación del número de habitantes
      durante esos años.
      3. PIRÁMIDES DE POBLACIÓN
      El resultado de las características anteriores se plasma en las formas que
      adoptan las diferentes estructuras de la población, representadas en las pirámides
      de población que hemos podido construir para algunos años censales (gráficos
      III.4 y III.5). En ellas se nos muestra una peculiar evolución en consonancia con
      la especificidad de los núcleos mineros caracterizados por las aportaciones de
      los flujos migratorios, tanto en un sentido como en otro, y por las
      modificaciones en las tasas vitales.
      Hemos realizado seis cortes temporales, que nos permitan situar estos
      cambios y tratar de explicar las variaciones que se fueron dando entre 1889 y
      1950. Se han utilizando para ello los padrones municipales de habitantes de
      Cartagena, en los que hay que lamentar un importante hueco en la primera
      década del siglo XX, por lo que se produce ese salto de 1894 a 1920.
      Lo primero que se aprecia al observar la serie realizada es el proceso de
      envejecimiento de la población, representado por el paulatino ensanchamiento
      de la cúspide y el acortamiento de los tramos inferiores. Este proceso gradual se
      ve mejor cuando comparamos las pirámides de 1889 y la de 1950. Otro rasgo es
      la distinta configuración de la pirámide, mucho más maciza, al incrementarse los
      grupos medios, a partir de 1940. Por último, en esta primera ojeada, tenemos la
      diferencia que hay entre los dos sexos, tanto en la cantidad de los efectivos
      como en su distribución. En las primeras el volumen de los varones es superior,
      en consonancia con el proceso de inmigración, que describiremos al final del
      capítulo, que había comenzado hacía bastantes décadas (1850-60), lo que
      permitió cierto asentamiento de la población, y continuaba a finales del XIX y
      principios del XX.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 55
      Gráfico III.4. Pirámides de población de la diputación de El Beal,
      1889, 1894 y 1920
      Beal 1889
      400 300 200 100 0 100 200 300 400
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      Beal 1894
      300 200 100 0 100 200 300
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      Beal 1920
      500 400 300 200 100 0 100 200 300 400 500
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      56 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Gráfico III.5. Pirámides de población de la diputación de El Beal,
      1930, 1940 y 1950
      Beal 1930
      300 200 100 0 100 200 300
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      Beal 1940
      200 150 100 50 0 50 100 150
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      Beal 1950
      150 100 50 0 50 100 150
      0 a 4
      5 a 9
      10 a 14
      15 a 19
      20 a 24
      25 a 29
      30 a 34
      35 a 39
      40 a 44
      45 a 49
      50 a 54
      55 a 59
      60 a 64
      65 a 69
      70 a 74
      75 a 79
      80 y más
      Hombre Mujer
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 57
      Los dos primeros cortes se refieren a los años 1889 y 1894, que forman
      parte de la etapa de máximo crecimiento de la población y de la emigración
      como hemos visto. Ambas pirámides se caracterizan por la disimetría favorable
      al sexo masculino, fenómeno que se explica por la fuerte emigración de esos
      años procedente fundamentalmente de los otros municipios del Campo de
      Cartagena, municipio de Murcia y de otras provincias (en su gran mayoría de
      las localidades del levante de Almería). En este caso, junto a los nuevos grupos
      familiares que llegan a la diputación de El Beal, se unen contingentes de
      individuos aislados. Esta situación se manifiesta en el abultamiento de los
      grupos de 15 a 29 años de edad del lado masculino. El predominio de los
      varones se mantiene incluso en el escalón de 40-44 años de edad, confirmando
      la avalancha anterior de emigrantes. Este tipo de estructura es una buena
      muestra de una demografía compleja, fabricada por la exclusiva dependencia de
      la actividad minera. La población de estos años casi se triplica en función
      exclusiva de la afluencia exterior. La sex ratio en cambio baja sensiblemente. En
      este fenómeno influyen dos hechos de carácter diferente: por un lado, el
      crecimiento que la inmigración familiar debió adquirir en los años inmediatos
      (entre 1870 y 1880) y, de otro, la corriente emigratoria de los últimos años del
      periodo, responsable de la muesca en el sector masculino de 20 a 30 años. La
      pirámide de 1894, situada en una coyuntura de crisis minera, muestra un mayor
      equilibrio de los efectivos de ambos sexos, quizás debido a un éxodo de
      mediano alcance que afectó principalmente a los hombres; las entalladuras en
      los grupos de edades 20 a 24 años y 35 a 39 muestran la acción selectiva del
      reflujo.
      La pirámide de 1920 presenta un ensanchamiento de la base producto
      de nuevos procesos migratorios a partir de la reactivación de la minería en los
      años anteriores, además de un reequilibrio en la distribución de sexos en los
      tramos de edades comprendidos entre los 5-29 años. Diez años después, en
      1930, bajo los efectos de la crisis minera y el consiguiente éxodo de población al
      que se ha aludido en páginas anteriores, se producen variaciones apreciables en
      la estructura sexo-edad. En primer lugar, se suaviza la disimetría a favor de los
      hombres y en algunos tramos anteriores a los 50 años (30-35) las mujeres son
      ligeramente mayoritarias. Por lo demás, la forma triangular de la pirámide se
      mantiene con una población mayoritariamente joven.
      Las transformaciones empiezan a ser evidentes en 1940, el número de
      mujeres es ligeramente mayor que el de los hombres a partir de los tramos de
      edad 25-29 años. Ello produce que la pirámide empieze a adoptar una forma
      más bulbosa, con cierto estrangulamiento basal a consecuencia de la emigración,
      que afecta a los grupos de edad más fértiles. Las huellas de este movimiento son
      patentes en las mujeres de 25 a 34 años y en los hombres de 20 a 34 años, donde
      el reflujo indicado se superpone al éxodo de los años 1915-1925. El último
      corte, el de 1950, refleja la caída de población en los tramos más jóvenes y el
      ensanchamiento de los estratos superiores tanto en hombres como en mujeres.
      Se denota, pues, el inicio del proceso de envejecimiento de la población. El
      reparto de sexo por edades es más equilibrado en 1950 que en los años
      anteriores.
      58 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      4. LA TRANSICIÓN DEMOGRÁFICA
      A continuación vamos a ver las diferentes teorías que se han
      desarrollado sobre de la transformación que se produce en la población en la
      época contemporánea. Este es el marco en el que se inserta la evolución de la
      diputación de El Beal en el presente trabajo, por lo que es necesario presentar
      algo de todo el trasfondo teórico que intenta comprender los procesos que se
      producen en la evolución demográfica de los siglos XIX y XX.
      4.a. LA TRANSICIÓN EPIDEMIOLÓGICA
      La epidemiología considera como indicadores de la salud pública y de la
      compleja estructura donde ésta se genera factores como la muerte, la
      supervivencia, la fecundidad, el tamaño, la estructura y la dinámica de las
      poblaciones. Este uso de elementos de estudio la conecta con la demografía,
      aunque ambas disciplinas cuenten con objetivos, métodos y finalidades muy
      diferenciados. Desde la década de los 70 del siglo XX se ha desarrollado entre
      los expertos y publicaciones científicas de la salud pública dos teorías sobre la
      noción de “transición”: la Transición Epidemiológica (TE) y la Transición de la
      Salud (TS).
      La teoría de la TE tiene sus orígenes en estudios demográficos
      realizados en la década de 1940, que pretendían explicar los descensos de
      mortalidad registrados en Europa desde finales del s. XVIII. Las investigaciones
      de esa época acuñaron el término Transición Demográfica (TD)9 para tratar de
      explicar los cambios conjuntos de tres indicadores: la tasa bruta de mortalidad,
      la tasa de fecundidad y la esperanza de vida. Las modificaciones de esas
      variables se interpretaron como el paso de un perfil demográfico propio de los
      países preindustriales, a un perfil moderno ligado al crecimiento económico10.
      Varias hipótesis trataron de explicar este fenómeno, aunque hubieron dos grupos
      que atrajeron el interés de los demógrafos: las que atribuían la disminución de la
      mortalidad a los avances de la salud pública (a través de la tecnología científicomédica)
      que tuvieron bastante predicamento hasta la década de los 70 y las que
      concedían mayor influencia al mejoramiento de los recursos socioeconómicos
      (especialmente la alimentación).
      En 1978, el epidemiólogo Thomas McKeown cuestionó la importancia
      de dos factores básicos de las explicaciones tradicionales: la terapéutica médica,
      que consideró ineficaz para el momento en que se iniciaron los cambios, y la
      exposición a los riesgos ambientales, cuyo control sólo se inició desde
      principios del siglo XX con la aplicación de medidas de higiene y saneamiento.
      Para este autor los cambios de la mortalidad que se experimentaron en Europa
      durante los siglos XVIII y XIX respondieron fundamentalmente a la capacidad
      9 Ver el estudio de síntesis sobre la evolución del concepto en L.C. Chen; S.B. Macfarlane y D.A.
      Jones (1998), pp. 137-144
      10 Una revisión actualizada del concepto de TD en E. Robles; J. Bernabeu y F.G. Benavides
      (1996), pp. 117-144.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 59
      de las poblaciones para resistir las infecciones en función de una mejora de sus
      niveles nutricionales. Ninguna de estas teorías explicaba con solvencia la
      dinámica poblacional y durante las últimas décadas del siglo XX se han
      desarrollado interpretaciones multifactoriales más complejas11, aunque en el
      tema de la salud quedaban muchos aspectos por explicar, como era el caso de la
      morbilidad.
      4.b. LA TEORÍA DE LA TRANSICIÓN EPIDEMIOLÓGICA (TE)
      La primera formulación correspondió a H. Frederiksen12 que en 1969
      propuso que los patrones de mortalidad, morbilidad, fertilidad y la organización
      de los servicios de salud guardaban una estrecha relación con los procesos
      económicos, configurando una transición epidemiológica (TE) en cuatro etapas:
      Tradicional, Transicional Temprana, Transicional Tardía y Moderna. En 1971,
      Abdel R. Omram publicó un trabajo13 en el que analizaba la situación europea,
      estableciendo un marco de evolución de la misma que le llevó desde una etapa
      de niveles de mortalidad elevados, por influencia de las enfermedades
      infecciosas, a otra etapa donde la mortalidad se reduce notablemente, siendo la
      principal causa de mortalidad las enfermedades degenerativas. En los
      planteamientos de este autor, las variaciones en los patrones de salud y
      enfermedad forman parte de los cambios que suceden en las poblaciones y,
      consecuentemente, los conocimientos de la epidemiología sobre dichos patrones
      y sus determinantes, pueden permitir predecir cambios demográficos e incluso
      pueden constituir una teoría de la población. A lo largo del tiempo Omran
      introdujo modificaciones en sus planteamientos iniciales, pero siempre trató de
      formular una teoría explicativa y predictiva de la población que fuera más allá
      de la descripción de los fenómenos14.
      Cuando la TE trata de analizar los cambios en la mortalidad, asume que
      existen patrones de salud y enfermedad susceptibles de tipificación los cuales
      dan lugar a un sistema complejo de interacciones entre factores demográficos,
      económicos y sociológicos, además éstos se suceden unos a otros en etapas bien
      definidas (ver esquema 1). Olshansky y Ault15 propusieron una cuarta etapa a las
      inicialmente propuestas por Omran, que denominaron de las “enfermedades
      degenerativas tardías”, caracterizada por un aumento de la esperanza de vida
      que beneficia a las edades más avanzadas y un retraso en las edades en las que
      las principales enfermedades degenerativas cusan la muerte. Se denota un mayor
      incremento de las enfermedades degenerativas en las edades avanzadas.
      11 Sobre este aspecto ver los trabajos de: R.H Cassen (1993); L.A. Karoly y G. Burtless (1995);
      A.C. Kelley y R.M. Schmidt (1995).
      12 H. Frederiksen (1969).
      13 El trabajo se titulaba “Transición epidemiológica, una teoría epidemiológica del cambio
      poblacional”.
      14 Ver los últimos trabajo de A.R. Omran (1997) (1998)
      15 J. Olshansky y B. Ault (1986)
      60 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Olshansky y sus colaboradores describieron una quinta etapa caracterizada por
      la emergencia de las enfermedades infecciosas16
      Esquema III.1. Etapas de la Transición Epidemiológica según Omran
      1. La pestilencia y las hambrunas
      2. Descenso y desaparición de las pandemias
      3. Enfermedades degenerativas y
      producidas por el hombre
      4. Declinación de la mortalidad cardiovascular,
      el envejecimiento, la modificación de los estilos
      de vida y las enfermedades emergentes
      5. Calidad de vida (siglo XXI)
      Posteriormente A. Omran (1998: 112 y ss.) añadió dos etapas más a la
      TE: por una parte “de la declinación de la mortalidad cardiovascular, el
      envejecimiento, la modificación de los estilos de vida y las enfermedades
      emergentes” y, por otra, “de la calidad de vida esperada para mediados del siglo
      XXI”. Para las zonas “no occidentales”, este autor planteó tres estadios (ver
      esquema III.2) y sus etapas son más tardías, se prolongan más en el tiempo y no
      se cierran totalmente.
      Esquema III.2. Etapas de la TE en las regiones “no occidentales” según Omram.
      16 S.J. Olshansky; B.A. Carnes; R.G. Rogers; y L. Smith (1998).
      Peste y las
      hambrunas.
      Desaparición
      de las
      pandemias
      Triple carga
      de la salud.
      Persistencia de viejos
      problemas de salud
      Nuevos problemas de
      salud (cardiovasculares,
      cáncer, trastornos
      metabólicos, etc.)
      Sistemas de salud mal
      preparados
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 61
      La TE considera que las variaciones en el ritmo y la intensidad de la
      transición inicialmente se deben a la reducción de la mortalidad y
      posteriormente a las variaciones de la fecundidad, todo ello en función de
      factores como son: los determinantes socioeconómicos, políticos y culturales
      (mejoras nutricionales desde finales del siglo XVII, hábitos higiénicos, uso del
      jabón, uso de prendas lavables, la ventilación de las viviendas, etc.); los
      condicionantes ecológicos (agentes responsables de la enfermedades, las
      posibilidades de contagio que ofrece el medio ambiente, etc.) y los
      determinantes científico-médicos (mejoras en el saneamiento público,
      vacunación, desarrollo de medidas terapéuticas, etc.). Basándose en la influencia
      de estos condicionantes Omran (1998: 115 y ss.) estableció tres modelos
      explicativos de la TE que más tarde amplió a seis (ver esquema 3).
      El primero era el “modelo occidental o clásico” que se corresponde con
      la evolución de las sociedades europeas occidentales. Su funcionamiento
      obedecía a la acción de los factores socioeconómicos, ecobiológicos y a la
      revolución sanitaria y los progresos de la medicina de los siglos XIX y XX. El
      segundo, denominado “modelo acelerado o semioccidental”, se corresponde a
      los patrones seguidos por la Europa del Este y Japón, cuya estructura obedeció a
      los avances médicos sanitarios y a las mejoras sociales generalizadas. El tercero
      fue el “modelo de transición noroccidental” que tuvo lugar en los países del
      tercer mundo en que el descenso de la mortalidad se inició entre 1930 y 1950.
      En este caso la fecundidad sigue creciendo, al igual que el tamaño de la
      población, y a las enfermedades crónicas se suman las degenerativas. El cuarto
      es el “modelo de transición rápida”, que ha tenido lugar en países que se han
      industrializado rápidamente (Taiwán, Hong Kong, Singapur, Cuba, Chile,
      China, etc.). Presenta grandes similitudes con el modelo occidental. El quinto es
      el “modelo de transición intermedia”, que se ha registrado en los países de
      ingreso medio o medio bajo, localizados en Latinoamérica (Colombia, México,
      Brasil, Panamá, etc.) y África (Egipto, Marruecos, Túnez, etc.). Dichas zonas se
      enfrentan a los viejos problemas de la malnutrición, las enfermedades de
      transmisión, el rápido incremento de las crónicas y la expansión de las
      emergentes. El sexto y último, es el “modelo lento” que corresponde a los países
      más pobres de África, América Latina y Asia.
      Esquema III.3. Modelos explicativos de la TE según Omran.
      1. Modelo occidental o
      clásico
      5. Modelo de transición
      intermedia
      3. Modelo de transición
      Noroccidental 6. Modelo lento
      4. Modelo de transición
      rápida
      2. Modelo acelerado
      semioccidental
      Añadidos en 1998
      62 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Los cuatro últimos estadios forman una categoría que este autor
      denominó “Modelo Contemporáneo Tardío” que aún se estaría dando en los
      países en desarrollo, con las características de un descenso irregular de la
      mortalidad y, en ausencia de mejoras socioeconómicas, los avances científicos
      médicos y la salud pública son los factores decisivos en el cambio epidemiológico.
      4.c. LA TRANSICIÓN DE LA SALUD O TRANSICIÓN SANITARIA (TS)
      En 1973 Lerner17 habló de Transición de la Salud (TS) para referirse a
      tres procesos secuenciales que él denominó: de baja vitalidad, de control
      creciente de la mortalidad y ampliación de la noción de salud. Su concepción del
      cambio era muy lineal, pero destacó la importancia de los determinantes sociales
      y comportamentales en la salud de las poblaciones. En la década de los 80 del
      siglo XX, el término TS servía para amparar una serie de aproximaciones
      formuladas como un marco conceptual general y dinámico, explicativo y no sólo
      descriptivo, de las condiciones de salud de las poblaciones18, que pretendía
      además favorecer la realización de estudios comparativos19 y superar las
      deficiencias de la TE. La acepción tuvo una rápida aceptación en los circuitos
      académicos y se utilizó para presentar enfoques que presentaban diferencias en
      aspectos importantes20. Entre las propuestas que se realizaron destacó la de
      Frenk y sus colaboradores que entendían que la TS definía el estado de salud
      como una dimensión gradual del ser humano que oscila entre la salud positiva
      (desarrollo bio-psico-social y el bienestar) y el irreversible estado de la muerte.
      Entre ambos extremos existen múltiples estados, que incluyen la enfermedad no
      complicada y las discapacidades temporales o permanentes. La salud de las
      poblaciones comprende dos dimensiones que constituirían el objeto de análisis
      de la teoría: las condiciones de salud y la respuesta que se les da.
      Frenk y su equipo definieron la TE como “el proceso de cambio a largo
      plazo de las condiciones de salud de una sociedad, constituido por variaciones
      en los patrones de enfermedad, discapacidad y muerte” Según estos autores, la
      TS concibe la transición no como un periodo cronológico unidireccional, sino
      como un proceso dinámico de transformaciones, donde los patrones de salud y
      enfermedad aparecen, desaparecen o emergen como respuesta a los cambios
      demográficos, socioeconómicos, políticos, tecnológicos, culturales y biológicos
      que tiene lugar. Otro concepto más afinado que en la teoría elaborada por
      Omran, era el de transición que “no es cualquier cambio; es el cambio que sigue
      a un patrón identificable y que ocurre en un periodo relativamente largo”21 y que
      contiene los siguientes elementos: los patrones básicos de cambio en la
      morbilidad, la mortalidad y la discapacidad; la secuencia de las etapas; el
      17 M. Lerner (1973)
      18 Sobre la evolución y definición del termino TS ver el trabajo de L.C. Chen; S.B. Mcfarlane y
      D.A. Jones (1998), pp. 137-144.
      19 J. Frenk; J.L. Bobadilla; C. Stern y R. Lozano (1991), pp. 21-38.
      20 E. Robles; J. Bernabeu y F.G. Benavides (1996), pp. 117-144.
      21 J. Frenk; J.L. Bobadilla; C. Stern y R. Lozano, op. cit., pp. 134-137.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 63
      momento de inicio; la dirección de los cambios y la distribución de los perfiles
      entre los diferentes grupos.
      La línea de cambio expuesta por Frenk (1991b: 485-496) se caracterizaba
      por:
      �� Disminución de la mortalidad ocasionada por enfermedades infecciosa y
      cuya inflexión marca el inicio de la transición.
      �� El desplazamiento de la carga de la enfermedad desde los grupos jóvenes a
      los de edades más avanzadas.
      �� La sustitución de un perfil epidemiológico donde predomina la mortalidad
      por otro donde predomina la morbilidad crónica (morbilidad
      creciente/mortalidad decreciente). Las enfermedades agudas son sustituidas
      por las crónicas y degenerativas, lesiones, enfermedades mentales, etc., lo que
      implica una profunda transformación del significado social de la enfermedad y
      sus efectos.
      La Transición de la Atención Sanitaria (TAS) se define como la
      transformación que experimentaron los patrones de la respuesta social
      organizada a las condiciones de salud. Estos cambios están condicionados en
      cada región por su grado de desarrollo social, económico y tecnológico, y
      debieran dar respuesta a la TE.
      La TS no se limita a describir los perfiles de la salud. En su intento de
      formular una teoría general trató de explicar los cambios epidemiológicos a
      partir de tres mecanismos: la declinación de la fertilidad, que genera un
      crecimiento de la proporción de adultos en la población; la presencia de cambios
      en los diferentes factores de riesgo (biológicos, ambientales, ocupacionales,
      sociales y comportamentales), que actúan sobre la incidencia de las
      enfermedades, reduciendo las patologías transmisibles e incrementando las no
      trasmisibles, traumatismos y la letalidad de muchas enfermedades transmisibles,
      gracias a los avances en el diagnóstico y en la terapéutica. La interacción entre
      estos tres mecanismos en contextos históricos diferentes, explica por qué la TE
      no puede aceptarse como un proceso uniforme en cada país o región y por qué
      no sucede en una misma dirección como proponía Omran inicialmente.
      4.D. RELACIONES ENTRE LA TE Y LA TS
      La TS se deriva de los planteamientos de Omran a los cuales trata de
      complementar y clarificar y comparte con ellos aspectos fundamentales de
      forma y de contenido. La TS también trató de constituirse como una teoría, o
      por lo menos como el fundamento de un nuevo paradigma, que permitiera
      comprender y transformar la creciente complejidad del mundo moderno22 y de la
      cual se derivaran proposiciones que pudiesen ser generalizables. La TS es más
      flexible al definir los patrones de cambio, los cuales no ocurren siempre en la
      misma dirección y sus estadios no tienen límites cronológicos claramente
      definidos. También, muestra un gran interés por explicar la situación en los
      países en desarrollo y considera que la TE no es necesariamente el resultado del
      22 . Frenk; J.L. Bobadilla; C. Stern y R. Lozano (1991).
      64 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      progreso. Esta teoría pretende trascender el análisis que Omran centraba en la
      mortalidad y la morbilidad, añadiendo la noción de cambios sociales, culturales
      y comportamentales, asumiendo que los cambios en la salud obedecen a una
      estructura multicausal jerarquizada, en la que operan tres niveles diferentes:
      determinantes básicos (genoma, población, ambiente y organización social),
      determinantes estructurales (nivel de riqueza, estratificación social, estructura
      ocupacional y mecanismos de redistribución) y determinantes próximos
      (condiciones de trabajo, condiciones de vida y sistema de atención sanitaria). El
      eslabón final de esta cadena es el individuo, donde se expresa el estado de salud
      y los procesos de enfermedad y cuya comprensión requiere enfoques integrales e
      interdisciplinarios. La TS define el perfil epidemiológico de una población como
      un agregado de manifestaciones individuales y considera que su cambio a largo
      plazo constituye la TE.
      Las teorías de la transición, tanto en la versión de Omran como en la
      versión de Frenk, han sido reconocidas y adoptadas en diferentes ámbitos, con
      especial interés por las agencias internacionales de cooperación, y ha tenido una
      gran difusión en publicaciones técnicas y científicas. Una multitud de trabajos
      asumen que estos modelos permiten comprender mejor la situación sanitaria de
      la población23 y, además, contribuyen a una mejor planificación de los servicios
      de salud24.
      4.E. LAS CRITICAS A LAS TEORÍAS (TE Y TS)
      A los largo de los últimos años se han realizado numerosas críticas a
      ambas teorías, tanto en los aspectos que podríamos denominar formales como al
      trasfondo ideológico que las sustenta. Entre las primeras podemos resaltar:
      a) Una delimitación ambigua de las etapas (J.P. Mckenbach, 1994). La TE fija
      una etapas que se suponen que tienen un carácter cronológico, pero los
      momentos de inicio y final están formulados de manera muy imprecisa y están
      definidos ambiguamente a partir del modelo occidental que se considera el
      patrón a seguir. Para delimitar las etapas se utilizaron las tasas de mortalidad,
      pero éstas se fundamentaron en supuestos y estimaciones. Para superar esta
      crítica sería necesario disponer de fuentes de datos de buena calidad y de
      criterios taxonómicos que permitan la comparación, situación ésta que
      difícilmente se daba antes de 1900.
      b) La ambigüedad taxonómica al tratar de explicar la mortalidad. La
      clasificación de las causas de enfermedad sigue siendo objeto de controversias
      23 Ver, entre otros, los trabajos de: D.R. Philips (1988); E. Wolpert; G. Robles Díaz, P. Reyes
      López (1993); E. Vigneron (1993); R. Steffen, M. Desaules, J. Ángel, F. Vuillet, P. Schubarth,
      C.H. Jeanmarie y A. Huber (1992); M.C. Gulliford (1996); J.H. Wolleswinkel-van-den-Bosch,
      F.W. Van-Poppel, J.P. Mackenbach (1996); D.R. Phillips (1994); S. Vassin (1994); M. Smal
      Iman-Raynor, D. Phillips (1999); D.D. Bogoyavlensky (1997); P. Jozan (1989); E. Vigneron
      (1989); W.O. Pon (1989); D.E. Crews (1988); M. Schooneveldt, T. Songer, P. Zimmet y K. Thoa
      (1988); C. García Moro, M. Hernández, P. Moral y A. González martín (2000).
      24 En este caso ver los estudios de: J.N. Gribble y S.H. Preston (1993); D.R. Phillips (1994b); J.P.
      Mckenbach (1994).
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 65
      entre los expertos y las taxonomías no son un elemento aséptico para las teorías.
      En el caso de la TE constituyen un elemento nuclear de su capacidad
      explicativa.
      c) Limitaciones para tratar de explicar la morbilidad. La TE está centrada en la
      mortalidad y está muy limitada para tratar de explicar los cambios acaecidos por
      la morbilidad25, que como se ha mostrado es un fenómeno fundamental para la
      epidemiología y cuya centralidad no se reduce a figurar como causa especifica
      de la defunción. La clasificación de las enfermedades es una tarea compleja
      (Barret Connor, 1988).
      d) Tampoco la TE explica con claridad la evolución de la mortalidad. La TE se
      basa en explicaciones parciales de la mortalidad ocurrida en el último siglo, y no
      traza bien las grandes diferencias que se dan en un mismo país cuando se
      comparan grupos definidos con criterios étnicos, económicos o socioculturales26.
      e) Se han detectado evidencias empíricas que contradicen las predicciones
      propuestas por el modelo. Los perfiles epidemiológicos detectados en diferentes
      regiones no siempre se ajustan a los patrones de Omran. Varias de las evidencias
      del modelo se sustentan en una débil evidencia empírica y difícilmente se
      pueden probar en la línea del positivismo. Las hipótesis explicativas de la TE no
      son suficientes para comprender los cambios sanitarios de la época y menos aún
      para extrapolarlas a todas las poblaciones. El pensar que puede haber una
      regularidad lineal de la transición da lugar a muchos inrerrogantes en un mundo
      donde, además de los cambios ecológicos, acontecen procesos históricos menos
      ajustados todavía a la linealidad.
      f) La TE como teoría general de la población es muy limitada. Algunos autores
      aluden a que la TE no puede ser aceptada como una teoría general de los
      cambios poblacionales, porque contiene distintas limitaciones tanto en sus
      componentes descriptivos como en su dimensión explicativa, debido a: su
      presunción de universalidad teórica, al carácter incompleto y parcial de su
      análisis (la TE describe mejor los cambios en la edad de morir que propiamente
      las variaciones de los patrones de morbilidad). El componente explicativo de
      esta teoría no trata adecuadamente las influencias que ejercen variantes como la
      fecundidad, las migraciones y las condiciones socioeconómicas sobre los
      perfiles de la morbilidad y la mortalidad27. Este tipo de críticas no descalifican a
      la TE, pues cuando se ajustan los conceptos y se trabaja con datos locales, el
      modelo puede resultar muy útil para predecir problemas de salud a corto y
      medio plazo y para diseñar en consonancia las correspondientes estrategias de
      actuación.
      En cuanto a las críticas a su trasfondo ideológico han sido numerosos
      los autores que han apuntado en varias direcciones, fundamentalmente a las
      consecuencias políticas que provocó su aplicación, así destacaremos:
      a) El tratamiento superficial de los condicionantes sociales. La TE admite la
      importancia de estos factores para explicar las variaciones epidemiológicas, pero
      en sus aplicaciones éstos son tratados en términos factoriales e irrelevantes,
      evitando las referencias al peso de la dinámica social sobre este fenómeno,
      25 Así lo señalan J.C. Riley y G. Alter (1990).
      26 En ese sentido se manifiestan D.S. Gaylin y J. Kates (1997).
      27 Así lo pone de manifiesto un trabajo de J.C. Riley y G. Alter (1990).
      66 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      obviando la existencia de la desigualdad, la explotación, la concentración de la
      riqueza, la pobreza, etc. Este aspecto es patente en el tratamiento explicativo que
      Omran dio de los cambios epidemiológicos en los países del tercer mundo, en
      los que el mayor peso del cambio corrió a cargo de la aplicación de tecnologías
      sanitarias, sin darle importancia a los cambios en la estructura socioeconómica.
      De esta forma, el modelo de transición era ajeno a las profundas desigualdades
      existentes en estos países, lo que implica enmascarar la desesperante situación
      social de los grupos con desventajas sanitarias.
      b) La orientación conservadora del modelo. La noción de transición dio lugar a
      aplicaciones mecánicas que legitimaban el status quo existente, suponiendo que
      los cambios implican en todo momento progreso y modernización. Se trata de
      un enfoque mecanicista y ahistórico (Avilés, 2001) en su tratamiento de los
      procesos sociales, heredero de los discursos desarrollistas de la década de los
      sesenta. La TE concibe el cambio como una transición, asumiendo la situación
      actual como interfase de una evolución necesaria, resultado de la expresión de
      una fatalidad, previendo la misma solución para todas las poblaciones. La
      evolución se convierte en progreso, dado que la nueva situación se considera
      mejor que la anterior, por lo tanto los cambios observados se consideran
      legítimos. Otro aspecto es el carácter irreversible del proceso, que se considera
      una manifestación de una historia natural y necesaria, que no visualiza otra
      opción que el desarrollo, que se entiende como un avance cronológico largo y
      lento, y en ningún momento considera la inequidad como un elemento
      determinante de la situación analizada.
      Tratar de explicar el estado de salud de una población como la expresión
      de una transición epidemiológica, descrita con anterioridad y previsible, se ha
      convertido en un recurso para los teóricos que defienden las reformas sanitarias
      bajo criterios de mercado, pues les permite diseñar actuaciones sin tocar para
      nada la estructura de la desigualdad.
    •  4.F. ¿LA TE Y LA TS MODELOS ANTAGÓNICOS?
      Buena parte de las criticas recibidas por la TE fuero formuladas por los
      teóricos de la TS, quienes con su formulación trataron de solventar los
      problemas que presentaba la teoría de Omran. Sus propuestas fueron bien
      recibidas en ambientes académicos y científicos28. Los defensores de la TS
      destacan la capacidad del modelo para reconocer que “un buen estado de salud
      depende de los recursos, valores y comportamientos de los individuos, familias
      y las comunidades”, con un alto sentido integral al contemplar el valor de
      condicionantes como la nutrición, la higiene, la educación, la equidad y la
      dimensión política (E. Robles; J. Bernabeu y F.G. Benavides, 1996: 117-144).
      Es, por lo tanto, una visión dinámica de la salud desde una perspectiva holística
      28 Recibieron el apoyo de afamados institutos como el Health Transition Center de la Universidad
      de Canberra, el Centro de estudios sobre la Población y el desarrollo de la Universidad de
      Harvard. Buena parte de sus conceptos se incorporaron al lenguaje de los documentos del Banco
      Mundial y de la OMS.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 67
      y multidisciplinaria. También la TS ha recibido críticas desde distintos frentes,
      destacando su carácter dilatorio.
      En los capítulos siguientes vamos a intentar describir cómo se produjo el
      proceso de transformación de las diferentes variables demográficas en la
      diputación de El Beal y las peculiaridades de su transición demográfica.
      5. LOS FLUJOS MIGRATORIOS
      El crecimiento de la población de la diputación de El Beal se nutrió de
      una fuerte corriente migratoria que duró hasta 1920. La radical dependencia de
      la población de las coyunturas mineras fue la cusa de que los movimientos
      migratorios experimentasen flujos y reflujos en toda la sierra minera (cuadro 8).
      La movilidad de la población, como sucedió en otros distritos mineros29, fue tan
      intensa como voluble en sus resultados, se ajustó a la dinámica de atracciónrepulsión
      de mano de obra del negocio minero. Las minas atrajeron población de
      la propia región y de provincias próximas, los trabajadores activos aumentaron
      en las distintas fases de la evolución de la minería de la zona y la población
      creció, pero la industria extractiva es incapaz de retener establemente a toda la
      población que atrae y después de etapas de crecimiento las localidades mineras
      tienden a expulsar la sobrepoblación relativa de los años anteriores.
      La primera gran oleada de procedencia almeriense se produjo entre 1850
      y 1877, con destino, en primer lugar, a La Unión y con posterioridad, con la
      puesta en explotación del llamado “manto de azules” del Barranco de Mendoza,
      se inició el poblamiento de El Beal, El Llano y el Estrecho (diputación de El
      Beal). El agotamiento de los yacimientos de la Sierra de Gádor y la paralización
      de los de la Sierra de Almagrera por los problemas de desagüe contribuyeron al
      éxodo de trabajadores desde esta zona (Berja, Adra, Vera, Dalías, Cuevas de
      Vera, etc.) hacia la sierra cartagenera. En el periodo comprendido entre 1878 y
      1888 se produjo un hecho diferencial en el ritmo de crecimiento de la población
      de estas dos localidades, por un lado, en La Unión se experimentó un
      estancamiento demográfico, mientras que la diputación cartagenera continuó
      incrementado su población con aportaciones de inmigrantes. Una posible
      explicación puede ser la reubicación de excesos de población en el vecino
      municipio por una mayor oferta de viviendas y a la instalación de cinco
      fundiciones en su demarcación. Los decenios comprendidos entre 1891 y 1920
      son los de mayor incremento de la inmigración en la diputación de El Beal (en
      total un saldo positivo de 4.070 habitantes), destacando el decenio 1901-1910
      (saldo positivo de 3.515 habitantes) coincidiendo con la situación calamitosa de
      las minas almerienses de Gádor y Almagrera30.
      29 Ver el trabajo de A. Cohen (1987: 266 y ss).
      30 Ver Dirección General de Agricultura, Industria y Comercio, op. cit., pp. 70-71: “En la Sierra
      Almagrera la industria minera sigue en el mismo estado de postración en que se encontraba en el
      anterior año económico y mientras el desagüe no sea un hecho la minería de esta comarca irá de
      mal en peor…La famosa Sierra de Gádor sigue arrastrando una vida lánguida y miserable, sobre
      todo en el termino de Berja”.
      68 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Cuadro III.8. Saldos migratorios en la Sierra Minera.
      La diputación de El Beal y La Unión, 1891-1970
      SALDOS MIGRATORIOS
      El Beal La Unión Región de
      Murcia España
      1891-00 110 7.676
      1901-10 3.516 -1.776 -27.000 -581.000
      1911-20 444 -6.014 -23.000 -49.000
      1921-30 -657 -14.772 -91.000 -89.000
      1931-40 -1.871 -2.186 -9.000 43.000
      1941-50 222 -733 -48.000 85.000
      1951-60 1.787 -658 -71.000 -711.000
      1961-70 -332 -24.000 26.000
      Fuente: Elaborado a partir del INE, Censos de Población y Nomenclátores.
      A partir de 1920 hasta 1940 la decadencia de la minería de zona provocó
      un proceso de emigración que siguió los caminos de Barcelona y el Sur de
      Francia. Algunos de estos mineros encontraron trabajo en la cuenca potásica de
      catalana31 (Suria, Cardona y Sallent), aunque la mayor parte de esta emigración
      se ubicó en el cinturón industrial de Barcelona32. El impacto de la crisis minera
      sobre la población de la sierra fue muy fuerte. La diputación pasó de 6.620
      habitantes a 2.206, perdiendo dos tercios de sus habitantes. El número de
      personas que perdió La Unión fue aún mayor, teniendo, un saldo migratorio
      negativo de 16.958 habitantes en esos decenios. De una población de más de
      treinta mil habitantes en 1900 pasó a tener 10.079 habitantes en 1940. En
      términos relativos el municipio vecino perdía también dos terceras parte de
      contingente demográfico.
      En las décadas comprendidas entre 1940 y 1960 las condiciones
      económicas mejoraron con la reactivación de la minería debido a una favorable
      coyuntura de precios en los mercados internacionales, la modernización de las
      explotaciones y a una estructura más adecuada de las empresas exportadoras. La
      tecnología que se utilizó facilitó el beneficio de menas complejas y se instalaron
      una veintena de empresas con lavaderos, de las cuales unas cinco tenían una
      capacidad de procesamiento superior a las mil toneladas de mineral (Sociedad
      Minero-Metalúrgica Zapata-Portmán, Carrión, Minera Celdrán, la Sociedad
      Minero-Metalúrgica de Peñarroya y la Española del Cinc). Este panorama de
      reactivación económica hizo que los saldos migratorios de esas décadas fueran
      otra vez positivos, especialmente para 1951-1960 con 1.787 habitantes, que
      implicó una recuperación de la población de la diputación de El Beal (3.749
      habitantes en 1960). En 1962 se inició un nuevo declive de la explotación
      mineral en función del desplome internacional de los precios del plomo y del
      cinc33, además de un agotamiento de parte de los filones más productivos y una
      escasez de inversiones en el sector. Esta situación provocó una nueva salida de
      efectivos humanos de la zona.
      31 Ver el trabajo de A. Gil Olcina, (1970: 116-117).
      32 Sobre la aportación de emigrantes a Barcelona en ese periodo J. Vilá Valentí (1959: 94).
      33 Memoria de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Cartagena (1961-62: 119).
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 69
      Gráfico III.6. Movimientos migratorios en la diputación de El Beal, 1890-1969
      -2000
      -1000
      0
      1000
      2000
      3000
      4000
      5000
      1890-1899 1900-1909 1910-1919 1920-1929 1930-1939 1940-1949 1950-1959 1960-1969
      CRECIMIENTO NATURAL CRECIMIENTO REAL MIGRACIONES
      Fuente: Ibídem gráfico III.2.
      La pérdida de efectivos se reproduce en la década de los sesenta en toda
      la Sierra de Cartagena, motivada por la crisis de las explotaciones, la
      disminución de los trabajos de las fundiciones y los bajos salarios. Se activa
      nuevamente las tradicionales vías de destino de la emigración de la zona,
      Barcelona y su cinturón industrial, y ahora, como novedad, un flujo que se
      dirige hacia los países de la CEE (Francia y Alemania)34.
      Gráfico III.7. Movimientos migratorios en la diputación de El Beal
      y en La Unión, 1891-1970
      -15000
      -13000
      -11000
      -9000
      -7000
      -5000
      -3000
      -1000
      1000
      3000
      1891-00 1901-10 1911-20 1921-30 1931-40 1941-50 1951-60 1961-70
      El Beal La Unión
      Fuente: Ibídem gráfico III.2
      34 Ver el trabajo de A. Gil Olcina (1970: 203-225).
      70 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      5.1. LA PROCEDENCIA DE LOS FLUJOS DE EMIGRANTES.
      Como hemos señalado en páginas anteriores la constitución de los
      núcleos de población que constituyen la diputación de El Beal se realizó a través
      de la inmigración que provocó el desarrollo de la minería de la zona a partir de
      1850. Esta aportación provenía fundamentalmente de la propia región y de la
      zona minera de Almería. Hemos realizado un muestreo con los Padrones de
      población de 1894 y de 1910, que corresponde a una etapa de crecimiento de la
      población y de fuerte inmigración (cuadro III.9), para analizar la procedencia de
      estos flujos.
      Cuadro III.9. Procedencia de la inmigración de otras localidades
      de la región hacia El Beal y su participación en conjunto de la
      inmigración en 1894 y 1920
      1894 1920
      % de la
      Inmigración
      regional
      % de la
      Inmigración
      total
      % de la
      Inmigración
      regional
      % de la
      Inmigración
      total
      Municipio de Cartagena 50,3 25,4 49,7 25,9
      Municipios del Campo de
      Cartagena 26,5 14,7 29,4 18,6
      Depresión prelitoral
      (Mazarrón y Águilas) 7,4 4,1 5,8 3,5
      Municipio de Murcia 9,9 7,1 9,1 7,3
      Otros municipios de la
      región 5,7 3,8 6,0 5,1
      Fuente: Padrones de población del Municipio de Cartagena de 1894 y 1920
      En 1894 el 64,2% de la población empadronada en El Beal habían
      nacido fuera de la diputación, mientras que en 1910 esa cifra bajaba hasta el
      55,3%. En cuanto a la procedencia de esos contingentes inmigrantes, en 1894 el
      52,6% procedían de fuera de la región, correspondiendo de esta cifra a los
      almerienses el 45,6% y el resto a otras provincias españolas. En 1910 los
      inmigrantes de fuera de la región eran 39,6% del total, correspondiendo a los
      que procedían de Almería el 34,7%. Estas cifras nos muestran la importancia de
      los flujos de inmigrantes procedentes de las zonas mineras de Almería35 (Sierra
      de Dador y Sierra Almagrera). En cuanto al flujo procedente de la propia región,
      el máximo corresponde a vecinos del propio municipio de Cartagena (en torno
      al 50% en las dos fechas reseñadas), siguiéndole en peso numérico los de otros
      municipios del Campo de Cartagena (La Unión, Torre Pacheco, Fuente Álamo,
      San Javier y San Pedro del Pinatar, 26,5%-29,4% respectivamente) y en tercer
      lugar los provenientes de Murcia y sus pedanías (9,9%-9,1).
      También podemos obtener una aproximación a la procedencia de la
      inmigración en la diputación a través del análisis de los datos de los libros
      parroquiales de defunciones (gráfico III.8). Esta variable nos muestra como la
      35 Las localidades que con mayor frecuencia aparecen son: Berja, Cuevas de Vera, Dalías, Vera,
      Alhama, Huércal Overa y los Vélez.
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 71
      presencia de emigrantes almerienses fue muy importante durante el periodo
      comprendido entre 1881 a 1920, seguida por otros procedentes de la vecina
      provincia de Alicante.
      Gráfico III.8. Procedencia de los fallecidos en la diputación
      de El Beal, 1881-1970.
      0%
      10%
      20%
      30%
      40%
      50%
      60%
      70%
      80%
      90%
      100%
      1881-90 1891-00 1901-10 1911-20 1921-30 1931-40 1941-50 1951-60 1961-70
      Alicante Almería Murcia
      Fuente: Libros de Defunciones de la Parroquia de San Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal, 1881-1970
      Los datos de los padrones de 1894 y 1910 ratifican la presencia de estos
      contingentes procedentes de Almería y Alicante. En 1894 los habitantes de la
      diputación que habían nacido en Almería constituían el 39,8% y en 1910 eran el
      40,2%, lo cual muestra la importancia de estos contingentes en la formación de
      la población de El Beal. En cuanto a la localización de la inmigración
      almeriense hemos podido reconstruirla con los datos de los libros de
      defunciones y casamientos de la parroquia (cuadro 10), agrupándolos en las dos
      comarcas mineras de donde procedían (Levante y Poniente).
      La mayor parte de la inmigración almeriense procedió de las tierras del
      Levante, que comprenden las comarcas fronterizas con Murcia, encontrándose
      en este territorio la zona minera de la Sierra Almagrera (Vera, Cuevas de
      Almanzora, Huércal-Overa, Garrucha, Turre, etc.), los efectivos procedentes de
      esta zona supusieron el 67% de los difuntos y el 80 de los cónyuges de total
      aportado por Almería en el periodo 1886-1970. Más reducida fue la aportación
      de el Poniente, en este territorio se situaba las zonas mineras de Sierra de Gádor
      y Sierra de los Filabres (Berja, Dalías, Alhama, Bacares, Gádor, etc.), que
      representó el 33,9% de los difuntos y el 20% de los cónyuges. La inmigración
      de las tierras de Ponientes fue anterior, 1850-1877, y se instaló en La Unión,
      mientras que la mayor parte de los efectivos almerienses en El Beal
      corresponden al periodo de crisis de la Sierra Almagrera que fue posterior al
      proceso de cierre de las minas de Gádor, lo que explica esta mayor aportación de
      los naturales de las tierras de Levante.
      72 LA VIDA EN LA SIERRA MINERA DE CARTAGENA
      Cuadro III.10. Procedencia de la inmigración almeriense de
      la diputación de El Beal, 1886-1970 (según los libros
      de defunciones y matrimonios), en % del total.
      Difuntos Cónyuges
      Levante Poniente Levante Poniente
      1886-1890 61,1 38,9 68,1 31,9
      1891-1895 54,4 45,6 56,9 43,1
      1896-1900 71,7 28,3 63,6 36,4
      1901-1905 63,8 36,2 76,4 23,6
      1906-1910 68,0 32,0 70,5 29,5
      1911-1915 58,2 41,8 80,4 19,6
      1916-1920 72,4 27,6 79,8 20,2
      1921-1925 74,1 25,9 84,0 16,0
      1926-1930 84,0 16,0 90,9 9,1
      1931-1935 50,0 50,0 90,9 9,1
      1936-1940 100,0 0,0
      1941-1945 20,0 80,0
      1946-1950 66,7 33,3 100,0 0,0
      1951-1955 50,0 50,0 80,0 20,0
      1956-1960 100,0 0,0 100,0 0,0
      1961-1965 100,0 0,0 100,0 0,0
      1966-1970 77,8 22,2 58,3 41,7
      1886-1970 67,0 33,9 80,0 20,0
      Libros de Entierros de la Parroquia San Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.
      El peso tan importante de la inmigración almeriense se corresponde con
      los comportamientos demográficos de los habitantes de esta provincia que hasta
      1920 presentaba las tasas brutas de emigración más altas del país (cuadro 11).
      Cuadro III.11. Relación de las primeras 10 provincias por
      tasa bruta de emigración (emigrantes por mil habitantes)
      1888-
      1890 1911-
      1913 1919-
      1920
      1. Almería 23,78 1. Almería 37,39 1. Orense 27,70
      2. Canarias 21,70 2. Orense 33,00 2. La Coruña 22,90
      3. Pontevedra 15,80 3. Alicante 30,30 3. Lugo 21,20
      4. Alicante 13,60 4. Pontevedra 30,00 4. Pontevedra 19,80
      5. La Coruña 12,00 5. Lugo 29,00 5. Canarias 19,50
      6. Oviedo 11,90 6. La Coruña 26,40 6. Almería 14,90
      7. Cádiz 10,40 7. León 20,40 7. Oviedo 12,80
      8. Málaga 10,00 8. Oviedo 19,00 8. Santander 11,20
      9. Baleares 6,50 9. Zamora 19,50 9. Zamora 10,80
      10. Santander 6,10 10. Salamanca 17,00 11. Salamanca 9,90
      ESPAÑA 5,20 ESPAÑA 11,17 ESPAÑA 9,40
      Fuente: A. Sánchez Picón y J.A. Aznar Sánchez (2002: 159).
      La población se asentó en las infraestructuras de viviendas que existían,
      hasta que con el paso del tiempo se fueran ampliando en número de espacios
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1860-1970 73
      disponibles. Ello va a producir una variación del ratio personas viviendas según
      las coyunturas de la población, como podemos ver en el cuadro siguiente.
      Cuadro III.12. Número de viviendas y ratio habitantes/vivienda
      en la diputación de El Beal, 1860-1970
      Años Nº
      viviendas
      ratio
      habitantes/
      vivienda
      1860 175 4,5
      1877 234 6,5
      1887 1171 3,6
      1897 1294 3,7
      1900 1238 3,8
      1910 1945 3,4
      1920 1992 3,1
      1930 2001 2,2
      1940 1289 1,7
      1950 808 2,8
      1960 82 4,6
      1970 873 3,7
      Fuente: Elaborado a partir del INE, Censos de Población y Nomenclátores.









    • CAPÍTULO IV


      NUPCIALIDAD, NATALIDAD Y FECUNDIDAD

      NUPCIALIDAD, NATALIDAD Y FECUNDIDAD    76









































      “Mal dolor les dé a los vales y al borde que los crió,
      que por no pagar con reales aún estoy soltero yo”

      Trovero Manuel García Tortosa "El Minero" (1902)













      1. LA NUPCIALIDAD


      El análisis de la nupcialidad no había tenido un lugar destacado en los estudios demográficos, dado que  se  entendía que no  era  un  fenómeno que influyera directamente sobre la dinámica y la estructura de la población, por eso se había analizado bajo un prisma más de carácter sociológico. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un cambio de actitud entre los demógrafos debido  a  tres  consideraciones: en  primer  lugar,  porque  son  indudables  las estrechas relaciones entre natalidad y fecundidad (ver esquema IV.1), puesto que  en  las  comunidades en  las  que  el  proceso reproductivo tiene  lugar en matrimonio, la mayor o menor frecuencia corre en paralelo con los nacimientos. En  segundo  lugar,  el  renovado  interés  en  su  relevancia  para  entender  los procesos de formación y disolución de la familia y por último, el matrimonio es un fenómeno selectivo y no casual y esto ha despertado un interés desde la biogenética.
      El    matrimonio    puede    considerarse    resultado    de    factores    de disponibilidad  y  de  capacidad:  la  disponibilidad  de  pareja  y  la  capacidad económica y social para contraer matrimonio. La disponibilidad atañe sobre todo al  mercado matrimonial, sujeto a  su  vez a  las  restricciones implícitas impuestas por la  migración según sexo y por las realidades del espacio, la presión social y el gusto personal. El funcionamiento del mercado matrimonial es muy complejo, y la mayoría de las variables elegidas como aproximaciones apenas pueden hacer justicia a la complicada interacción de estas limitaciones. Las variaciones de la nupcialidad a medio y largo plazo parecen constituir un factor clave para determinar los niveles predominantes de fecundidad. Cabe resaltar el hecho de que los cambios de tendencia de la fecundidad solían seguir a los cambios en la nupcialidad después de un lapso muy breve de 3-5 años. No cabe duda que las grandes oscilaciones a largo plazo de la nupcialidad tuvieron una importancia clave en buena parte de las zonas centrales del país. A partir de
      1900 la tendencia de los parámetros nupciales son aproximadamente paralelos haciéndose el matrimonio cada vez más tardío y más restringido. Esto en cierta manera es diferente a lo ocurrido en otros países europeos donde la nupcialidad femenina fue intensificándose gradualmente a raíz del comienzo de la TD. La intensificación nupcial no fue visible en España hasta 1950.



      Esquema IV.1. Influencias económicas y sociales sobre la nupcialidad: un esquema explicativo


      Contexto social y económico

      Determi- nantes inmediatos

      N A T A
      Disponibilidades de
      pareja
      I
      Capacidad social y    D económica para casarse    A D





      El “modelo europeo de matrimonio” elaborado por Hajnal-Laslett suponía que la práctica de matrimonios tardíos unida a unos niveles elevados de celibato definitivo, observados en algunos lugares del occidente europeo de forma clara desde el siglo XVIII a la primera mitad del XIX, habían dado lugar a un descenso importante de la fecundidad, debido a la disminución real del período en que la mujer se encuentra en disposición de procrear y también del número de parejas potenciales. Según los defensores de este modelo, el retraso de la edad del matrimonio pudo haber permitido que mujeres y hombres emplearan sus años más productivos en trabajar, sin tener a su cargo la responsabilidad   de   una   familia;   de   esta   forma   se   incrementarían   las posibilidades de ahorro y, por consiguiente, las condiciones necesarias para que se produjera el crecimiento económico moderno. En el caso de la localidad murciana se comprueba como el peso de la soltería definitiva fue mínimo lo cual hace que este modelo no se cumpla. También se ha comprobado este aspecto para zonas próximas como la Sierra de Segura de Albacete1  o la comarca de Guadix (Granada)2. El matrimonio conformaba algo así como la unidad socio- económica a través de la cual la familia se insertaba en la sociedad y sólo



      1 J.M. Martínez Carrión, (1983: 130).
      2 Reyes Peis (1998: 171 y ss).


      dependía de la posesión de una casa y de algunos medios de subsistencia, por muy escaso que estos fueran.

      Gráfico IV.1. Número de matrimonios en la diputación de El Beal, 1882-1970

      100

      90

      80

      70

      60

      50

      40

      30

      20

      10

      0
      1882   1886   1890  1894   1898  1902   1906  1910  1914   1918   1922  1926   1930  1934   1938  1942  1946   1950  1954   1958  1962  1966   1970

      Fuente: Libros de Bodas de la Parroquia de San Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.

      Es fácil suponer que los impedimentos económicos para contraer matrimonio en la sierra cartagenera se limitaban a la disponibilidad de trabajo en las  minas,  como  obrero  o  como  “partidario”,  y  al  asentamiento  de  los inmigrantes en las localidades, para lo cual contaban a menudo con la ayuda de los inmigrantes anteriores que eran de su localidad e incluso de su familia3. Por este motivo abundaron durante mucho tiempo las uniones precoces e incluso las relaciones concubinas. Esto se traduce en una edad de entrada al matrimonio relativamente temprana, más para las mujeres que para los hombres. Pero como vamos a comprobar a continuación en unos índices de fecundidad/natalidad muy elevados hasta bien entrado el siglo XX. Puesto que apenas se controlaba el número de hijos, éstos dependían más del alargamiento del periodo fértil de las madres que de otra cosa.
      Las críticas al modelo Hajnal-Laslett inciden, fundamentalmente, en que la falta de uniformidad en el comportamiento de la población, especialmente en la edad de casarse, no permitía aceptar la existencia del denominado “modelo europeo de matrimonio”, caracterizado por casamientos tardíos y un alto nivel de  celibato  definitivo. El  propio  Laslett  consciente de  que  las  excepciones empezaban a ser más numerosas que la norma de su teoría, sobre todo en la Europa Meridional, propuso una variante a su modelo de matrimonio europeo: el    “modelo    mediterráneo”4,    cuya    principal    variación    estribaba    en    el

      3 Se han comprobado a través de los Padrones correspondientes a la localidad que la llegada de los inmigrantes  provenientes  de  Almería  (obreros  mineros)  se  hacía  a  través  de  cadenas  de información de convecinos, familiares y amistades de las localidades de origen.
      4 Ver Peter Laslett (1977: 12-49 y 1983: 526-527).


      reconocimiento de una edad temprana al matrimonio en las mujeres y tardía en los hombres. Este modelo fue cuestionado en Italia5  por diversos trabajos que insistían que el modelo y las tipologías de Hajnal-Laslett eran inadecuadas para describir el sistema familiar y matrimonial de aquel país, al menos entre los siglos XVII y  XIX, dadas las  diferencias en  los  comportamientos de  estas variables en cada región. En España son varios los investigadores que recelan del mencionado modelo6. Se ha señalado que el patrón de matrimonio tardío no se adopta en nuestro país hasta la segunda mitad del siglo XVIII, al tiempo que se ha señalado un aumento gradual en las edades de acceso al matrimonio en España de dirección Sur-Sureste a Norte-Noroeste, entre 1787 y 1887.En cuanto a la evolución de las edades medias al matrimonio se ha mostrado para España un aumento lento, pero progresivo, de las mismas7 desde finales del siglo XVIII hasta 1940. A partir de esta última fecha comienza un nuevo descenso que llegará hasta la década de 1970, hecho que se corrobora también en el caso que nos ocupa de El Beal, como tendremos ocasión de mostrar a continuación.
      En referencia al método de Hajnal, Robert Rowland8  explicitó el mal uso  del  mismo,  dado  que  la  fórmula ha  sido  ampliamente reproducida sin
      referencia alguna al contexto original del trabajo de ese autor ni a las numerosas restricciones que contiene, entre las que descuella la referida a la edad media al matrimonio que, con ese método, tiene siempre un sesgo alcista. Para paliar
      estos  inconvenientes,  en  nuestro  caso  hemos  optado  por  calcular  la  edad
      promedio al matrimonio utilizando las medias aritméticas de las edades que
      aparecen  en  los  registros  de  bodas  de  la   parroquia,  diferenciando  los
      contrayentes que se unen por primera vez, de los que lo hacen en segundas o
      posteriores nupcias.
      Como cualquier mercado, en el matrimonial concurren una oferta y una
      demanda,  en  este  caso  efectivos  casaderos  en  busca  de  efectivos  del  sexo
      opuesto  en  la  misma  situación.  En  un  régimen  monogámico  los  efectivos
      demandantes y ofertantes deben guardar cierto equilibrio demográfico, sin el
      cual una parte importante de la oferta o de la demanda estarán condenadas a no
      verse satisfechas, lo que significa que no podrán casarse. El desequilibrio entre
      los efectivos concurrentes de cada sexo determina los márgenes en que pueden
      moverse los indicadores de nupcialidad. Esta concurrencia se caracteriza por ser
      sumamente  inelástica  ante  los  desequilibrios que  ella  misma  genera  y  por haberse  gestado  muchos  años  antes9    de  que  empiece  a  condicionar  las


      5  Ver los trabajos de David Kertzer y Carolina Bretell (1987: 87-120) y Marzio Barbagli (1987:
      80-127).
      6  En este sentido los trabajos de Valero Lobo (1984: 39-41); Pérez Moreda (1986: 8 y 36); Mikelarena Peña (1992: 45); Reher (1994: 54) y Cohen (1987: 135); Gómez Cabrero y Fernández
      de la Iglesia (1991: 83).
      7 Pérez Moreda (1985: 45-114) y Cochinero (1982: 81-99).
      8 Rowland (1987: 42-43).
      9 Es necesario indicar que tanto el volumen inicial de nacimientos, como la supervivencia de estos hasta llegar a la edad de casarse, son determinados sin relación alguna con los efectos que inevitablemente tendrán sobre el mercado matrimonial futuro. Tales efectos son un fenómeno “dado”, sobre el que sólo podría actuarse mediante migraciones “preventivas” de las que no
      existen muchos ejemplos históricos o mediante la predestinación anticipada a la soltería de efectivos demográficos considerables, que tampoco puede adaptarse a desequilibrios futuros del mercado, difícilmente previsibles.


      estrategias nupciales y familiares de los individuos implicados, motivo por el que resulta tan útil a la hora de hacer previsiones.
      En  las  edades nupciales se  producen diferencias sensibles entre  los efectivos casaderos de cada sexo, a pesar de la relativa igualdad numérica en el momento del nacimiento en cualquier generación. Es importante señalar que los
      mecanismos de ajuste ante tales desequilibrios son limitados. Puede recurrirse a
      la integración en un mercado más amplio, en el que resulte más fácil encontrar
      oferta del sexo deficitario que en el propio, pero los mecanismos de ajuste
      “interno”, son dos:
      -    La exclusión diferencial de parte del sexo excedentario mediante el
      celibato definitivo.
      -    La diferencia de edad al matrimonio entre los cónyuges.
      El primero no es en realidad un mecanismo de ajuste, sino la expresión
      directa y a posteriori del problema. El otro recurso, consistente en buscar pareja
      en edades diferentes a la propia es menos discriminatorio, y tiene la ventaja de
      conceder un mayor margen de maniobra, basado en dos efectos diferentes del
      transcurso del tiempo. El primero es la posibilidad de jugar con la supervivencia
      de la propia generación: al adelantar la edad de casamiento, es decir, al anticipar
      la oferta, esta es mayor y, a la inversa, se la puede reducir, por efecto de la
      mortalidad, simplemente demorándola. El segundo, es que nuevos efectivos del
      sexo opuesto van engrosando el mercado matrimonial, mientras los del propio
      sexo y generación van reduciéndose. Este mecanismo de ajuste ve incrementada
      su efectividad si, además, la población crece con regularidad, con lo que el
      postergamiento de la propia oferta garantiza su reducción relativa por partida
      doble. El problema fundamental del ajuste por diferencias de edad es que, al
      convertirse en una estrategia colectiva en los miembros de una generación dada,
      traslada el  problema a  las  generaciones siguientes, que  se  ven  obligadas a
      adoptar la misma solución. Se constituye así una inercia histórica que sólo se rompe si se dan fluctuaciones importantes en el número de nacimientos10.
      Una vez consolidada esta pauta de  nupcialidad más temprana entre las mujeres, y si las diferencias de edad entre los cónyuges llegan a instituirse culturalmente   (sobre   ellas   se   construyen   estrategias   matrimoniales),   la atenuación  gradual  de  los  originales  desequilibrios  de  efectivos  puede  no producir una disminución de las diferencias de edad. Esta carencia de respuesta conduce a una situación paradójica, porque, desaparecida la escasez de mujeres, éstas  siguen  casándose    más  jóvenes  y,  por  lo  tanto,  con  generaciones masculinas insuficientes para cubrir totalmente la demanda de cónyuges; el otro mecanismo  de  ajuste,  es  decir,  el  aumento  de  la  soltería  definitiva  de  las mujeres, se convierte en el único posible. Un mercado en el que una parte


      10  Cabré y Pla (1993: 116) señala al respecto: “La casi universal mayor edad de los maridos respecto de sus mujeres parece ser la herencia de un pasado igualmente universal, caracterizado por la sobremortalidad femenina adulta por causa del parto y por la mayor tendencia de los viudos a contraer segundas nupcias. El desequilibrio por excesiva oferta de hombres, se habría así compensado adelantando la edad al matrimonio de las mujeres”.
      Aún hoy existen, aunque con carácter excepcional, países de población considerable, como la India en que pervive la escasez de mujeres y donde tales causas siguen siendo un motivo
      importante para ello ver Sen (1991). No es casual que esos países se distingan por una edad media
      al matrimonio femenino sumamente temprana.


      importante de la demanda se ve insatisfecha se convierte en “ineficiente” como tal, y esto se ha convertido en una constante en España hasta épocas recientes. Una vez que desapareció la sobremortalidad femenina y convertido el sexo masculino  en  excedentario (a  edades  iguales)  se  ha  mantenido  una  inercia considerable de los comportamientos descritos.

      Cuadro IV.1. Tasa bruta de nupcialidad
           de España, Murcia y El Beal, 1881-1970    
           ESPAÑA     MURCIA     EL BEAL    
      1881-1890    6,5    -    7,0
      1891-1900    7,3    8,1    13,1
      1901-1910    7,4    5,9    10,0
      1911-1920    7,1    6,5    11,6
      1921-1930    7,3    7,2    10,2
      1931-1935    6,4    6,7    3,1
      1936-1940    6,0    7,5    2,1
      1941-1945    7,1    7,2    3,5
      1946-1950    7,6    8,5    5,5
      1951-1955    7,8    9,0    9,9
      1956-1960    8,3    8,8    8,3
      1961-1965    7,5    8,3    8,3
         1966-1970     7,1     7,5     7,9    
      Fuente: Para España: S. del Campo (1972: 34); para Murcia: elaborado a partir de Estadísticas Históricas de la población de la región de Murcia; y El Beal: Libros Parroquiales de Bodas.

      La tasa bruta de nupcialidad es un indicador poco “sensible” en relación con las tasas brutas de otros fenómenos. Ello se debe a dos motivos principales: en primer lugar, no está afectado por la  estructura por edad, al  suceder la mayoría de las bodas en una franja de edad marcada por la capacidad biológica de engendrar, entre 20-40 años, cuyo peso relativo varía muy lentamente. En segundo lugar, la tendencia a casarse es muy elevada y constante en todas las generaciones11. Analizando las cifras de la Tasa Bruta de Nupcialidad (TBNup) de El Beal en comparación con las de la Región y las de España (ver cuadro IV.1) se  denota la  irregularidad del  comportamiento de  esta  variable en  la localidad cartagenera. Entre 1881 y 1930 los valores de la diputación minera fueron considerablemente más altos que los de la Región y los de España, para pasar a ser inferiores muy notablemente entre1931 y 1950 en consonancia con la crisis de la minería y sus consecuencias sobre la población de la localidad. Finalmente, entre 1951 y  1970 los  valores se  igualaron al  comportamiento seguido en la Región, que fueron ligeramente superiores a los del conjunto del Estado.
      Si analizamos la nupcialidad hay que tener muy en cuenta las aportaciones fundamentales de  Hajnal (1965: 101-143), a  pesar de  que sus métodos de cálculo sean muy discutidos actualmente, sobre el modelo europeo de matrimonio en base a dos parámetros básicos, la extensión del matrimonio y la edad a la que se contrae. Esta variable por su influencia sobre la fecundidad tiene  un  papel  básico  en  la  formación  de  los  sistemas  demográficos.  El

      11 Ver Livi Bacci (1993: 195).


      matrimonio esta ligado a la reproducción de las estructuras sociales y es una variable  muy  influenciable  por  los  cambios  socioeconómicos, como  señala Rowland (1988). Cuando se estudian los condicionantes socioculturales y socioeconómicos de la nupcialidad nos acercamos a la dinámica intrínseca y a la organización social de una población. Esta variable depende no sólo del deseo de contraerlo, sino también de la disponibilidad de pareja, de las posibilidades materiales y de las posibilidades de promoción social y económica que existan fuera del vínculo, que en caso de las mujeres y de los trabajadores eran bastante escasas. También, como ha indicado Pérez-Fuentes (1993: 111), en las sociedades industriales la nupcialidad tiene una trascendencia importante para el conjunto social y no sólo por sus aspectos reproductivos, dado que se convierte en una estrategia de supervivencia para hombres y  mujeres, derivada de la separación entre el hogar y la producción y de la rígida división sexual del trabajo. En el caso que nos ocupa, la diputación de El Beal, estamos en una zona minera y en este ámbito el matrimonio se convirtió en un mecanismo de formación de nuevos hogares y en un elemento de fijación y asentamiento de población inmigrante.





      18,0

      Gráfico IV.2. Tasas Brutas de Nupcialidad de la diputación de
      El Beal y de la Región de Murcia 1881-1970 (‰)


      16,0

      14,0

      12,0

      10,0

      8,0

      6,0

      4,0

      2,0


      0,0


      1881 1885 1889 1893 1897 1901 1905 1909 1913 1917 1921 1925 1929 1933 1937 1941 1945 1949 1953 1957 1961 1965 1969


      TBNup de El Llano    TBNup Región de Murcia

      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Bautismos de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal; para Murcia Estadísticas Históricas de Población de la Región de Murcia.

      Las oscilaciones de las tasas de El Beal y de la Región siguieron pautas parecidas  entre  1886  y  1928,  aunque  con  mayores  tasas  en  el  caso  de  la diputación cartagenera debido a contar con un mercado matrimonial más activo en función de la llegada de jóvenes trabajadores inmigrantes. A partir de esa última fecha se produce el hundimiento de las tasas de El Beal en función de la


      crisis minera y la emigración de efectivos, fundamentalmente hacia Barcelona y su periferia12, que llegará hasta finales de la década de los 40 en lo que se inicia una ligera recuperación que llegará hasta los años finales de la década de los 60 auque con numerosas oscilaciones de ambos signos.

      Gráfico IV.3. Tasas Brutas de Nupcialidad en las localidades mineras de San Salvador del Valle (Vizcaya), El Beal comparadas con las de la Región de Murcia, 1880-1915

      16

      14

      12

      10

      8

      6

      4

      2

      0
      1880    1885    1890    1895    1900    1910    1915

      TBNupc. San Salvador del Valle     TBNupc. El Beal     TBNupc. Región Murcia

      Fuente: Para S. Salvador del Valle: Pérez-Fuentes (1993: 114); para la diputación de El Beal y la Región de Murcia: ibídem gráfico IV.2.

      Cuando comparamos con lo ocurrido en otras localidades mineras, como en el caso de San Salvador del Valle, Vizcaya (Pérez-Fuentes:1993), vemos que el comportamiento de la nupcialidad es muy similar al de la diputación de El Beal, con la única diferencia de los ritmos en función de las coyunturas mineras (hierro en el caso de la localidad vizcaína y plomo en el de la murciana) y en ambos casos las diferencias con la evolución de la tasa de la Región de Murcia es palpable.
      Entre los condicionantes de la nupcialidad está la razón de masculinidad, que en el núcleo minero es bastante superior a la media de la Región. Un elemento básico para acercarse a la realidad del mercado matrimonial, es decir, a la oportunidad de hombres y mujeres de disponer de pareja, es la precitada razón en torno a la edad del primer matrimonio. Como tal la nupcialidad era inversamente proporcional en los hombres que en las mujeres, precisamente en función del fuerte desequilibrio estructural existente entre los contingentes de ambos sexos (ver cuadro IV.2 y gráfico IV.3).
      En 1889 los efectos de la emigración sobre las estructura por sexo y edad de la población son manifiestos, con el consiguiente impacto sobre el mercado matrimonial. Si observamos las diferencias entre los dos ámbitos considerados éstas son evidentes. En el núcleo minero la proporción de hombres por cada 100 mujeres es mayor en casi todos los tramos de edad. Años más tarde, en 1920, la situación vuelve a repetirse pero esta vez la razón de masculinidad en El Beal es muy superior a la existente en la Región, lo cual da una idea del desequilibrio en el mercado matrimonial, que se traduce en las dificultades para encontrar pareja.


      12 Ver el trabajo de A. Gil Olcina, (1970: 104-109).


      En 1930 la situación con respecto al comportamiento de la Región sigue siendo el mismo pero, en este año, la razón de masculinidad en la diputación minera ha descendido y esto introduce cierto equilibrio en el mercado matrimonial. Este modelo sigue igual en 1940, aunque ahora con una nueva recuperación de la razón de masculinidad, pero dentro de unos límites relativamente equilibrados. La recuperación de la actividad minera que se inicia a finales de la década de los
      40 hace que la razón de masculinidad en 1950 vuelva a ser relativamente alta.

      Cuadro IV.2. Razón de masculinidad por grupos de edad en El Beal y en la Región de Murcia, 1889-1950,
           hombres por cada 100 mujeres por quinquenios    
      1889    1894    1900    1920    1930    1940    1950













      Fuente: diputación de El Beal: censos y padrones; Murcia: Ballesta Gómez (1995: 23-27).

      La rígida división sexual del trabajo en las minas y la masculinización del mercado eran factores que convertía al matrimonio en una institución necesaria para la supervivencia de mujeres y hombres. Para ellas, dedicadas a las “tareas de reproducción social”, el matrimonio era una oportunidad para acceder indirectamente a un salario, auque se veían obligadas a complementarlo con otros ingresos que provenían de trabajos precarios. Para los mineros, el matrimonio constituía la única posibilidad de lograr una atención adecuada a sus necesidades cotidianas y de fundar un hogar propio, dado que de otra forma estaban  obligados  a  buscar  los  servicios  de  las  patronas  en  régimen  de huéspedes. El matrimonio se configuraba como una estrategia de supervivencia para hombres y mujeres de las clases trabajadoras.
      En   el   período  1881-1930  la   mortalidad  constituyó  otro   factor  que incrementó la nupcialidad, tanto en primeras como en segundas nupcias. En una sociedad minera es un factor fundamental para entender los numerosos matrimonios de viudos, dado que la pérdida del cónyuge  implicaba una nueva
      búsqueda  de  pareja  por  las  razones  antes  señaladas.  En  los  inicios  de  la
      explotación minera de la  Sierra de Cartagena las  condiciones de vida eran
      extremas,  afectando,  en  principio,  a  niños  y  mujeres,  cuya  mortalidad  era
      superior a la de los hombres, lo que conllevaba que el número de varones viudos
      que contraían nuevas nupcias fuese mayor que el de las mujeres. Esta tendencia
      se invierte en torno a 1890, puesto que las condiciones de trabajo de los mineros
      y la siniestralidad laboral, produjeron un incremento de la mortalidad masculina.



      Gráfico IV.4. Razón general de masculinidad
      (hombres por cada 100 mujeres) en El Beal 1881-1955

      350,0


      300,0


      250,0


      200,0


      150,0


      100,0


      50,0



      0,0


      1881    1884    1887    1890    1893    1896    1899    1902    1905    1908    1911    1914    1917    1920    1923    1926    1929    1932    1935    1938    1941    1944    1947    1950    1953


      Fuente: Elaborado a partir de ibídem gráfico anterior

      La evolución de la tasa bruta de nupcialidad en El Beal (ver gráfico IV.3)
      nos muestra que la llegada masiva de inmigrantes que tuvo lugar entre 1875 y
      1885, no produjo, en principio, un aumento importante de la nupcialidad, debido
      a la llegada de parejas jóvenes ya formadas en sus lugares de origen y al fuerte
      desequilibrio entre los sexos que produce la inmigración (ver gráfico IV.4) y que
      en consecuencia condiciona el mercado matrimonial. Esta situación se mantuvo
      con altibajos hasta la década de los 20 del siglo XX. A partir de aquí se produjo
      el descenso continuado de la nupcialidad hasta la década de los 50 con tasas por
      debajo del 6‰.
      En  el  caso  de  esta  zona  minera  la  salarización  de  la  población  y  la
      inmigración no  produjeron, en  principio, una  tendencia alcista  en  las  tasas
      brutas. Habrá que esperar al asentamiento de esta nueva población para que se
      produzca un crecimiento de las mismas, hecho que tuvo lugar a partir de la
      última década del siglo XIX. Desde esta última fecha el porcentaje de mujeres
      casadas entre 16 y 50 años en la diputación fue superior al de la región de
      Murcia y al del conjunto de España durante el período 1881-1930. Las mujeres
      que llegaban a la población en los procesos migratorios ligados al desarrollo
      minero lo hacían casadas en su mayoría, dado que había pocas expectativas de
      trabajo para ellas en la zona, por lo tanto necesitaban un “ganador de pan” a su
      lado para sobrevivir.
      Las transformaciones contemporáneas en las estructuras familiares y en las
      relaciones de pareja, la eficacia del control sobre el tamaño de la descendencia y
      sobre el momento en que se tienen los hijos, o la consecuente disociación entre
      reproducción y sexualidad, son fenómenos históricos que convierten a partir de
      un momento determinado en insuficiente el simple estudio del acontecimiento
      del casamiento y obligan a investigar también los procesos que conducen a él. El


      estudio  de  los  desequilibrios  de  efectivos  de  cada  sexo  en  el  mercado matrimonial es un tema intrademográfico13  ya clásico que, sin embargo, gana interés últimamente14.

      Cuadro IV.3. Porcentaje de mujeres casadas 16-50 años en El Beal,
           Cartagena, S. Salvador del Valle (Vizcaya) y España, 1887-1910    

      El Beal    Cartagena    San Salvador del


      España

           Valle    
      1887    75,8    61,3    73,2    57,5
      1900    72,5    67,4    69,8    58,2
         1910     74,9     62,7     64,2     57,3    
      Fuente: S. Salvador del Valle: Pérez-Fuentes (1993: 117); España: Livi Bacci (1998);
      diputación de El Beal y municipio de Cartagena: padrones de población.

      Llama la atención comprobar que el núcleo minero cartagenero funciona como un microcosmos y como la variable demográfica de la nupcialidad tan dependiente    de    la    evolución    socioeconómica    tuvo    comportamientos diferenciados respecto al conjunto del municipio. No es extraño que el nivel más bajo de la nupcialidad masculina se produjese precisamente los años de mayor trabajo en las minas y de mayor presencia de trabajadores en las mismas (1881 a
      1888 y 1905 a 1910), pues es cuando la razón de masculinidad es más alta y, consecuentemente, el mercado matrimonial era más adverso para los hombres; es posible que también afectase el nivel tan bajo de los salarios durante esos periodos, lo que incrementaba las dificultades para contraer matrimonio. En la
      diputación que estudiamos pocas mujeres estaban solteras, puesto que en las
      zonas mineras en esos años el matrimonio era estrategia definitiva de acceso
      indirecto a un salario.
      Cuando analizamos la distribución de casados por grupos de edades entre
      1920 y 1950 (ver cuadro IV.4) comprobamos que hay una mayor proporción de
      mujeres casadas en los tramos de edad comprendidos entre los 15 y los29años,
      para igualarse en el resto de las edades hasta los 49 años. También destaca el
      hecho  que  la  posibilidad  de  trabajo  en  la  minería  no  adelantó  la  edad  al
      matrimonio entre los hombres, así los porcentajes de casados en las edades más
      tempranas entre 15 y 24 años es muy bajo comparado con las mujeres de su
      edad.  La  alta  tasa  de  masculinidad  y  la  presencia  de  temporeros  solteros
      explicarían,  en  parte,  este  hecho.  Situación  que  perduró  hasta  1950.  Las
      sucesivas  crisis  del  sector  minero  en  esta  demarcación  no  hicieron  sino
      profundizar en dicha cuestión.
      En el caso de las mujeres se advierte la mayor presencia de casadas en los
      tramos de dad comprendidos entre los 15 y los 29 años, aunque a partir de 1920
      se produce un descenso continuado de los porcentajes en esas edades. Los
      cambios en las pautas de comportamiento de las mujeres con el adelanto de la
      edad al matrimonio se habían producido en las décadas finales del siglo XIX,
      coincidiendo con los cambios en las estructuras productivas de la zona.


      13 Ver el trabajo de Pérez Díaz (2001: 222 y ss.).
      14  Sobre la previsión del comportamiento nupcial y reproductivo en los próximos años ver el trabajo de Cabré i Pla (1994).



      Cuadro IV.4. Porcentaje de hombres y mujeres casados en la diputación de El Beal por grupos de edad, 1920-1950











      Fuente: Padrones de Población.

      En cuanto al estado civil de las mujeres en el tramo de edad 15 a 49 años (ver cuadro IV.5) se produjo un crecimiento de casi cuatro puntos de la soltería entre 1920 y 1930, para mantenerse estable hasta 1940 y volver a ascender hasta
      7 puntos, respecto a esta última fecha, en 1950.

      Cuadro IV.5. Estado civil de las mujeres de 15 a 49
           años de la diputación de El Beal, 1920-1950    















      Fuente: Padrones de Población.

      En el caso de los hombres (ver cuadro IV.5) la proporción de solteros entre
      1920 y 1950 siempre fue mayor que la de casados, situación inversa a la de las
      mujeres. En caso de los viudos el porcentaje masculino siempre fue inferior al
      de éstas. Esta situación refleja un mercado matrimonial asimétrico, en el que los
      hombres  tienen  dificultades  para  encontrar  esposa.  Muestra,  además,  la
      influencia que las crisis de la minería tuvieron sobre dicho mercado.
      En los matrimonios del periodo 1881-1950, con una distribución de roles
      claramente asimétrica y complementaria, sancionada simultáneamente por la
      moral, por el poder político y por el mercado laboral, la apuesta realizada por la
      mujer casadera era muy grande y las garantías que debía ofrecer el candidato a


      marido debían estar en consonancia. Convertida la maternidad en máxima obligación, y el matrimonio en su principal ámbito familiar efectivo, y teniendo en cuenta la escasa extensión de los métodos anticonceptivos modernos, las relaciones sexuales quedaban confinadas definitivamente al hogar, al menos en el caso de las mujeres.

      Cuadro IV.6. Estado civil de los hombres de 15 a 49 años
           en la diputación de El Beal (1920-1950)    















      Fuente: Ibídem cuadro anterior.

      Uno  de  los  indicadores de  nupcialidad más  utilizado en  los últimos  años,  a  partir  de  trabajo  del  European  Fertility  Proyect  de  la Universidad de  Pricenton, es  el  indicador Im15,  que  nos  permite  establecer comparaciones con otros lugares.

      Cuadro IV.7. Comparación de los valores Im para la diputación de El Beal y San Salvador del Valle (Vizcaya), 1887-19


      Años    El Beal

      San Salvador del Valle (barrios mineros)

      San Salvador del Valle (municipio)

      1887    0,789    0,750    0,728
      1900    0,812    0,730    0,700
      1913    0,823    0,650    0,616
      1920    0,745
          1930     0,785    
      Fuente: San Salvador del Valle: Pérez-Fuentes (1993: 118); diputación de El
      Beal: Padrones de Población.

      El valor Im de la diputación de El Beal aumentó considerablemente entre 1887 y 1913, para descender a partir de 1920, aunque estos valores fueron superiores a los registrados en los barrios mineros de San Salvador del Valle y en  el  conjunto  del  municipio  vizcaíno.  Por  lo  tanto,  se  verifica  que  la

      15  Im es una media ponderada de la proporción de mujeres casadas en relación al potencial de fecundidad propio de cada grupo de edad, teniendo como referente la máxima fecundidad históricamente constatada, la de las hutteritas.


      nupcialidad máxima se produjo en la diputación entre 1887 y 1913, y  a partir de esta fecha se inicia un descenso significativo, pero siempre con valores más altos que otras zonas mineras del país e incluso industriales. El desarrollo de la minería y de la metalurgia en la Sierra Minera de Cartagena estimuló la nupcialidad, pero por debajo de determinados niveles y condiciones de vida y trabajo, ésta se podía reducir en su intensidad.
      La escasez de hombres en el mercado matrimonial se ha atribuido normalmente a su mayor mortalidad, aunque también se ha visto acentuada en ciertos contextos históricos por su mayor propensión a emigrar, como ocurre con las zonas mineras de Almería, que con su entrada en crisis contribuyeron al incremento  de  población  de  la  Sierra  de  Cartagena.  La  sobremortalidad masculina compensaba los efectivos iniciales superiores de hombres, pero durante buena parte de los años que nos ocupan, la elevada mortalidad femenina por parto, implicaba que en el mercado matrimonial concurran una proporción importante de hombres viudos. Perteneciendo al sexo deficitario, los hombres podían permitirse esperar, plantearse con más tranquilidad el momento de contraer sus primeras nupcias, en la seguridad de que encontrarían pareja. Desde esta perspectiva puede afirmarse que el masculino ha sido el sexo “dominante” y más escaso en el mercado matrimonial, lo que le ha permitido adaptar la edad e intensidad del matrimonio a otras circunstancias personales de tipo familiar, económico o laboral. Al otro lado, las variaciones de tales indicadores entre las mujeres muestran una gran dependencia respecto a las de los indicadores masculinos.

      Gráfico IV.5. Edad media de entrada al matrimonio en El Beal 1881-1970
      37,0
      36,0
      35,0
      34,0
      33,0
      32,0
      31,0
      30,0
      29,0
      28,0
      27,0
      26,0
      25,0
      24,0
      23,0
      22,0
      21,0
      20,0
      19,0
      18,0
      17,0
      1881 1884 1887 1890 1893 1896 1899 1902 1905 1908 1911 1914 1917 1920 1923 1926 1929 1932 1935 1938 1941 1944 1947 1950 1953 1956 1959 1962 1965 1968

      HOMBRES    MUJERES

      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal

      La supeditación de las pautas de nupcialidad del sexo femenino a las del masculino tiene su reflejo en la simultaneidad con que evoluciona la edad media


      al matrimonio en ambos sexos (ver el gráfico IV.5).Es un hecho comprobado, por encuestas realizadas entre la década de los 60 y 7016, que la duración del noviazgo ha dependido en gran medida del tiempo que el novio tardase en conseguir el  estatus  económico y  laboral  necesarios. Por  ello  la  coyuntura económica y laboral influyen de manera muy significativa en la fijación de la edad de matrimonio.
      En el caso de El Beal se comprueba que la edad al matrimonio en ambos sexos evolucionó al alza desde 1890 hasta 1944, alcanzándose los máximos en los años comprendidos entre 1935-39 con valores por encima de los 30 años. Volvió a suceder durante los años de la autarquía, en plena crisis de la minería de la zona, en especial los años 1944-48, durante los cuales se superó otra vez la edad referida anteriormente. A partir de estas últimas fechas la edad volvió a iniciar una tendencia al descenso, recuperándose niveles anteriores, los hombres por encima de los 25 años y las mujeres entre 24 y 20 años por término medio. Esto es  un reflejo de la  reactivación de la  minería durante esos años y  el consiguiente aumento de las contrataciones laborales.

      Cuadro IV.8. Edad de acceso al primer matrimonio y diferencia de edad entre los esposos en las localidades mineras de El Beal,
      San Salvador del Valle (Vizcaya) y Alquife (Granada), 1882-1916
          Hombres    Mujeres    Diferencia edad


      lle









      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de
      Bari de la diputación de El Beal; San Salvador del Valle: Pérez-Fuentes (1993:
      128); y Alquife: Cohen (1987: 355).

      La edad al matrimonio de los varones no es muy relevante desde el punto de vista de la fecundidad, pero desvela otros factores importantes a la hora de analizar la nupcialidad. La competencia en el mercado matrimonial y la asalarización de la población masculina serían dos elementos que llevarían, en un principio, a los hombres a buscar una mayor precocidad en el matrimonio, que se convirtió en una estrategia de supervivencia social y económica de los trabajadores de las minas. Pérez Fuentes (1993: 125-129) ha mostrado que en las zonas mineras e industriales vascas existieron mayores dificultades para contraer matrimonio por parte los varones, produciéndose mercados matrimoniales adversos en función de fenómenos como los bajos salarios, la falta de vivienda,


      16 Ver Pérez Díaz (2001), un relato de los resultados de estas encuestas a nivel nacional.


      la inseguridad laboral, etc. Este hecho se comprueba también para la Sierra Minera de Cartagena (ver cuadro IV.8), en la que incluso la edad al matrimonio era aún más alta, tanto en hombres como en mujeres, que en la zona minera vizcaína, debido a las condiciones de vida más duras en la minería del plomo del sureste17. Más parecido al caso murciano es el comportamiento de este indicador en la localidad minera de Alquife (Granada) estudiado por Aron Cohen (1987).
      Durante estos años se denota la facilidad con que la nupcialidad del momento refleja las condiciones socioeconómicas, sobre todo en el retraso de la edad de matrimonio, fenómeno que se va intensificando desde las primeras décadas del siglo XX y alcanzó niveles máximos en la décadas de los 30 y los
      40, coincidiendo con las crisis más fuertes del sector minero.
      Para P. Laslett (1968: 137), la curva de la edad al matrimonio puede
      darnos una idea de la “consciencia” que de las coyunturas económicas tenían los
      contemporáneos. La observación puede ser válida siempre que se la descargue
      de  connotaciones maltusianas y  de  que  no  se  olvide el  peso  de  la  inercia
      consuetudinaria que puede pesar sobre las manifestaciones de la nupcialidad.
      Cuando  comparamos  los  datos  referidos  a  las  tres  localidades  mineras  se
      comprueban  como   los   promedios  de   edad   más   altos   en   los   hombres
      corresponden a El Beal, seguida de los de Alquife, aunque en este caso la
      dispersión  de  las  edades  es  mayor.  En  último  lugar  los  promedios  de  los
      hombres de San Salvador del Valle, cuyos datos muestran una mayor estabilidad
      que los anteriores. En cuanto a los promedios de edad de las mujeres el más
      elevado corresponde igualmente a Alquife y los menores a El Beal.
      Si la comparación se realiza con los datos correspondientes a España
      (cuadro IV.9) se comprueba que en los hombres la edad es mayor entre 1906-
      1930 y será a partir de 1931-1935 cuando la edad será superior en El Beal,
      coincidiendo con la crisis y el proceso migratorio que le acompañó en toda la
      Sierra Minera de Cartagena.

      Cuadro IV.9. Edad de acceso al primer matrimonio y diferencia de
           edad entre los esposos en España y en la diputación de El Beal, 1906-1945    
      Mujeres    Hombres    Diferencias de edad
           (eh-em)    
           España     El Beal     España     El Beal     España     El Beal    
      1906-1910    26,2    22,9    29,5    27,4    3,3    4,5
      1911-1915    27,1    22,8    30,1    27,7    3,0    5,0
      1916-1920    27,5    24,3    30,0    28,4    2,5    4,0
      1921-1925    27,4    24,1    29,7    28,3    2,3    4,2
      1926-1930    26,9    23,8    29,0    27,9    2,1    4,1
      1931-1935    26,0    25,0    28,2    29,1    2,2    3,5
      1936-1940    25,1    26,8    27,5    30,1    2,4    3,1
        1941-1945     24,9     27,3     27,2     29,8     2,3     3,5    
      Fuente: España: Cabré i Pla (1989); El Beal: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S.
      Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.



      17  Ver el trabajo de Martínez Soto, Pérez de Perceval y Sánchez Picón (2002), en el cual se muestran estas diferencias en un estudio comparativo sobre los salarios reales en ambas minerías (plomo surestino y hierro vizcaíno).


      En el comportamiento de los valores de la edad de acceso al matrimonio de las mujeres para el conjunto del país, se observa como los años comprendidos entre 1911 a 1930 registran las cifras más altas y a partir de esta última fecha se inicia una caída de los mismos. En el caso de El Beal el proceso es distinto, situándose los valores más elevados en los años comprendidos entre 1931 a
      1945.    Estos    resultados    nos    muestran    como    el    denominado    “modelo mediterráneo” de matrimonio se caracterizó a principios de siglo XX (1906-
      1920) en la zona minera de Cartagena por edades al primer casamiento de 27,8 años para los hombres y de 23,3 años en las mujeres, edades muy próximas a las
      registradas en Andalucía (Valero Lobo: 1984). Otro aspecto que reflejan las
      estadísticas es  la  mayor diferencia de  edad entre hombres y  mujeres de la
      localidad cartagenera que entre los correspondientes al conjunto del país.

      Cuadro IV.10. Edad media de matrimonio según estado civil previo en la diputación de El Beal, 1882-1970




      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal

      La proporción de contrayentes menores de 25 años que accedían al matrimonio en El Beal en comparación con los de Yeste (Albacete) y con los del conjunto del país (ver cuadro IV.11) nos muestran la vinculación existente entre las edades de acceso y los periodos de contracción económica. Las etapas de penuria y escasez económica elevaban la proporción de personas que accedían tardíamente al matrimonio en los años consiguientes a la crisis.

      Cuadro IV.11. Proporción de contrayentes de menos de 25 años en la diputación de El Beal, Alquife (Granada),
      Yeste (Albacete) y España (%), 1901-1935
















      Fuente: diputación de El Beal, Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari; Yeste (Albacete): Martínez Carrión (1983: 150); España: S. del Campo (1975: 39); Alquife: Cohen (1987: 357).



      En el caso de El Beal se denotan los efectos de la crisis minera de la segunda década del siglo XX, mostrándose una caída del porcentaje de hombres que acceden al matrimonio antes de los 25 años de edad, tendencia que ya no se detendrá hasta 1930, experimentándose una  ligera recuperación entre 1931-
      1935.  Esta  misma  situación  se  detecta  en  Yeste  (Albacete)  debido  a  la
      inelasticidad de la producción agrícola, aunque en este caso la recuperación se
      inicia  a  partir  de  1921-1925, debido  a  una  mejora  de  las  expectativas del
      mercado laboral con la construcción del un pantano en la zona. Las cifras de
      ambas localidades están por debajo de los porcentajes de España, aunque la
      tendencia es la misma hasta 1926-1930, y en el último quinquenio se produce
      una caída debido del porcentaje que diferencia este proceso general del de
      ambas localidades. El caso de Alquife (Granda), localidad también minera, se
      aproxima más al comportamiento general del país. Sus porcentajes son más
      elevados que los de El Beal, debido a que en esas fechas la inmigración era
      mayor, provocando un rejuvenecimiento del mercado matrimonial que afecta a
      los dos sexos en este municipio granadino. Los síntomas de cambio de su
      tendencia los experimentarán en el quinquenio 1916-1920.
      En el caso de las mujeres el porcentaje es mayor que el de los hombres
      en los tres casos. La baja edad al matrimonio determinará una fuerte fecundidad,
      al existir una importante proporción de mujeres que se casa antes de los 25 años.
      Esta tendencia será uno de los factores determinantes del auge de la fecundidad
      natural y una fuerte natalidad hasta bien entrado el siglo XX. El porcentaje de
      mujeres de El Beal que accedieron al matrimonio en la edad reseñada siempre
      fue inferior al registrado en España y mucho más en Yeste. La tendencia al
      crecimiento del porcentaje es coincidente en los tres casos durante el primer
      tercio del  siglo XX. La evolución de las  cifras de  España presenta alguna
      discordancia  con  las  tres  localidades,  dado  que  el  retroceso  del  último
      quinquenio no existió en ellas. En Alquife el porcentaje de mujeres que acceden
      al matrimonio en ese tramo de edad es superior al de los otros casos (El Beal,
      Yeste y España) hasta 1916-1920. A partir de esa fecha tiende a igualarse con el
      resto.
      Para el  varón el  matrimonio como relación contractual que permite hacer frente a las necesidades de subsistencia, le llevaba a casarse normalmente con mujeres de edades comprendidas por debajo de la suya, debido a la mayor tasa de efectivos masculinos que obligaba a recurrir a mujeres de generaciones distintas a la suya, generando de esta manera un déficit acumulado generacional. Todo  ello  daba  lugar  a  que  la  edad  al  matrimonio  de  la  mujer  fuese notablemente inferior a la del hombre. Además, ellas eran más insensibles a los periodos de euforia o de depresión económica que los hombres.
      La proporción de contrayentes con edad al matrimonio por encima de los 25 años, generalmente, fue superior en los hombres. A partir de finales de la década de los 40, la proporción de mujeres y hombres que contrajeron matrimonio por encima de los 25 años experimentó un crecimiento significativo. Lo que muestra un cambio relativo en la nupcialidad de la zona. Esta situación volvió al comportamiento anterior a partir de los últimos años de la década de los 50, en función de una reactivación de la minería.


      Gráfico IV.6. Proporción de contrayentes con edad al matrimonio superior a 25 años en la diputación de El Beal, 1883-1969

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0


      0,0


      1883   1892   1896   1899   1902   1905   1908   1911   1915   1918   1921   1924   1927   1930   1939   1944   1947   1952   1955   1958   1961   1966


      % hombres con edad al matrimonio +25 años     % mujeres con edad al matrimonio +25 años

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal

      La evolución de las edades de El Beal difiere moderadamente de la observada para España por Cachinero o Pérez Moreda. En el caso de El Beal las edades al casamiento de los hombres son siempre superiores. El desarrollo de la minería y de las fundiciones de mineral provocó una diferencia importante en la edad de los cónyuges (ver gráficos IV.7 y IV.8). Este desequilibrio frente a otras situaciones menos acentuadas en las zonas agrarias, nos muestra hasta qué punto el matrimonio se convirtió en las minas en una estrategia necesaria para la supervivencia de hombres y mujeres.

      Gráfico IV.7. Diferencia de edad al matrimonio (Eh-Em) en El Beal, 1881-1970
      10

      9

      8

      7

      6

      5

      4

      3

      2

      1

      0
      1881  1887  1893  1899  1905  1911  1917  1923  1929  1935  1941  1947  1953  1959  1965  1971

      Diferencia edad al matrimonio (EH-EM)

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal



      La divergencia en la edad al matrimonio guarda una estrecha relación con las condiciones del mercado matrimonial y con la asimetría de roles ligada al género. La ancestral hipermortalidad femenina, unida al mayor tamaño de los efectivos masculinos al nacer y en las edades juveniles y adultas, habría conllevado tanto el adelanto de la oferta femenina en el mercado matrimonial, como el retraso de la demanda masculina. Una vez instituida la mayor juventud conyugal femenina, se han desarrollado en torno a ella estrategias adaptativas que han consolidado culturalmente tanto las diferencias de edad entre cónyuges como la primacía masculina en el mercado matrimonial, imprimiéndoles una inercia histórica considerable.

      Gráfico IV.8. Diferencia de edad al matrimonio cuando las mujeres son mayores que los hombres (Em-Eh)

      12,0


      10,0


      8,0


      6,0


      4,0


      2,0


      0,0
      1882 1887 1892 1897 1902 1907 1912 1917 1922 1927 1932 1937 1942 1947 1952 1957 1962 1967

      Diferencia de edad al matrimonio  cuando las mujeres son mayores que los hombres (Em-Eh)

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal

      El porcentaje de matrimonios en los que el hombre era mayor que la mujer significó la norma, como hemos tenido ocasión de mostrar. La diferencia de edad siempre estuvo por encima de la media española (Cabré i Pla, 1989). Durante los años 1881 a 1930 la distancia temporal superó los cuatro años por término medio; entre 1931 a 1945 esa diferencia no bajó de los tres años y para el período 1946 a 1970 volvió a subir y se situó próxima a los cuatro años
      Otra faceta más del análisis son las consecuencias de la consolidación de la tendencia histórica de las diferencias de edad entre mujeres y hombres, en concreto la hipergamia del matrimonio femenino, es decir, el casamiento de las mujeres con hombres de un status social, cultural y económico superior. Al casarse más jóvenes, las mujeres han tenido menos tiempo de desarrollar formación, experiencia, relaciones y recursos. Estos no eran los atributos que les añadían valor en el mercado matrimonial. Por el contrario mejoraron su posicionamiento en dicho mercado factores como la juventud. Probablemente la


      fertilidad era la más evidente, pero igualmente se podía decir de otros valores más culturales. Los hombres eran apreciados como candidatos al casamiento por las  características que  tardan  más  años  en  poder  desarrollar, destacando la capacidad de sostener económicamente a la familia. El cambio en los roles de género en la pareja empezaron a transformarse a partir de las últimas décadas de nuestro estudio, fue  cuando los  salarios  masculinos dejaron de  ser  salarios “familiares” y la actividad femenina empezó aproximarse a la masculina cada vez más.
      Los años de explotación minera intensiva trastocaron profundamente las costumbres de la población y el porcentaje de matrimonios en los que el varón era mayor que la esposa aumentó, como hemos tenido ocasión de mostrar, al tiempo que disminuían las parejas de la misma edad. Esto es un indicador para entender cómo se iban transformando los objetivos y el modelo de matrimonio en la zona minera de Cartagena, en el sentido de una adecuación a la sociedad industrial y a los nuevos roles de género que acompañaron a la modernización social. Se dieron, pues, matrimonios más desequilibrados en lo que respecta a la edad, tanto en una dirección como en la otra. Esta circunstancia nos indica hasta que punto estos enlaces se transformaron en una estrategia necesaria para la supervivencia, hasta el punto de que la edad o la viudedad del futuro cónyuge no constituían graves inconvenientes a la hora de realizar las uniones. La existencia en este núcleo minero de matrimonios en los que se detectan decisiones de supervivencia, muchos de ellos realizados en segundas nupcias por alguno de los cónyuges y con notables diferencias de edad en una u en otra dirección, muestra la trascendencia que podían alcanzar los factores económicos en este mercado matrimonial.
      La mortalidad adulta tendió a incrementar el stock de viudos de ambos sexos, con el incremento de las segundas nupcias18. En estudios sobre otras zonas de Europa parece existir una mayor tendencia hacia las segundas nupcias en  los  hombres viudos que  en  las  mujeres. Sin  embargo, dada  la  desigual mortalidad entre los sexos en la diputación de El Beal y la masculinización del mercado de trabajo, los matrimonios en segundas nupcias fueron más numerosos entre las mujeres. En la medida en que éstas estaban alejadas del mercado de trabajo minero, el estado civil guardaba una estrecha relación con la pobreza, de esta  manera  la   viudedad  constituyó  el   factor  de  empobrecimiento  más importante para las mujeres, salvo que recurriesen al matrimonio en segundas nupcias.
      Otra faceta del análisis de la edad al matrimonio la constituye la diferenciación de las edades en función del estado civil con el que se concurre (gráfico IV.9). En este caso hombres y mujeres solteros siguen y marcan la evolución general anteriormente descrita, con una elevación de los valores para los años comprendidos entre1935 a 1945, para después de esta última fecha recuperar las edades anteriores. En el caso de los viudos de ambos sexos las



      18 Sobre este aspecto consultar el trabajo de Galloway (1988: 5-50) sobre los modelos básicos de variaciones anuales de fecundidad, nupcialidad y mortalidad. También tenemos el trabajo de Reher (1988: 51-79), en el que se relacionan las fluctuaciones económicas y los comportamientos demográficos en España.


      variaciones don mayores y en algunos años las edades de las mujeres fueron más elevadas que las de los hombres.

      Gráfico IV.9. Edades al matrimonio en la diputación de El Beal según el estado civil previo 1882-1970

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0


      0,0


      1882 1886 1890 1894 1898 1902 1906 1910 1914 1918 1922 1926 1930 1934 1938 1942 1946 1950 1954 1958 1962 1966 1970


      Edad al matrimonio de los hombres solteros    Edad al matrimonio de los hombres viudos

      Edad al matrimonio de las mujeres solteras    Edad al matrimonio de las mujeres viudas

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal

      Gráfico IV.10. Diferencias edad al matrimonio por tramos de edad
      (porcentajes respecto al total de matrimonios) en El Beal, 1881-1970.

      100,0

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0

      0,0

      Hombre  mayor en 1 o 2 años     hombre  mayor en + 2 años
      Misma edad     mujer mayor


      Otro aspecto interesante en el análisis de las diferencias de edad al matrimonio lo constituyen las tipologías de matrimonios por tramos de edad entre cónyuges (ver gráfico IV.10). En el caso de la localidad primaron los matrimonios en los que el hombre era mayor que la mujer en más de 2 años, con una diferencia importante respecto a otras situaciones. En segundo lugar figuran los matrimonios en los que el hombre tenía una edad superior entre 1 y 2 años. Las situaciones en las que la edad de la mujer era mayor que la del hombre eran también significativas, superando en algunos períodos el 10% de los matrimonios. El caso donde los dos cónyuges tenían la misma edad tuvo cierta relevancia entre 1892 a 1907, próximo al 10% de los matrimonios. Entre 1922 y
      1927 con el mismo porcentaje. Por último, entre 1952 a 1967 periodo en el que incluso se llegó a superar el precitado porcentaje, con algunos años cercanos al
      20% de las nupcias.

      Gráfico IV.11. Tipologías de matrimonios de El Beal según
      el estado civil de los contrayentes, 1882-1970 (porcentaje del total)

      100,0
    • 10,0


      1,0


      1882 1886 1890 1894 1898 1902 1906 1910 1914 1918 1922 1926 1930 1934 1938 1942 1946 1950 1954 1958 1962 1966 1970


      Soltero-Soltera    viudo-soltera    viudo-viuda    soltero-viuda
      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de
      Bari de la diputación de El Beal

      Si atendemos a las tipologías de los matrimonios (gráfico IV.11) se observa el abrumador predominio de los celebrados entre solteros. El resto de modalidades (viudo-soltera; viudo-viuda; soltero-viuda) rara vez sobrepasaron el
      10% del total.
      A partir de 1934 van desapareciendo las nupcias relacionadas con los
      viudos, lo que coincide con los rasgos generales que Pérez Moreda (1978)
      reseñó para las zonas del interior del país: leve reducción de los índices de
      viudos entre los que acceden al matrimonio durante la segunda mitad del siglo
      XX, produciéndose el retroceso de las segundas nupcias que, de alguna manera,
      traduce los efectos de un simultáneo descenso de la mortalidad de los adultos.
      Cuando comparamos los resultados de El Beal con los de la localidad agraria de
      Yeste (Albacete) (Martínez Carrión, 1983: 160-164), se  comprueba que los
    •  porcentajes de las nupcias en las que participan viudos de ambos sexos son mayores en este pueblo, sobre todo por lo que respecta a los del tipo viudo- soltera, lo que se explica por una mayor incidencia de la mortalidad parturienta en la localidad por ausencia de una mínima infraestructura sanitaria.
      La destrucción de los núcleos conyugales en El Beal debido a la alta mortalidad ordinaria en las décadas finales del siglo XIX y las dos primeras del XX, conllevaba una incidencia importante de los matrimonios entre viudos y solteras. A partir de la tercera década del siglo XX, los matrimonios en segundas nupcias empezaron a descender debido a la bajada de la mortalidad de los adultos y la desaparición de la mortalidad catastrófica. La consecuencia será que los  matrimonios  formados  por  viudos  comiencen  a  declinar.  Los  valores seculares    que    tradicionalmente    habían    determinado    la    nupcialidad (sobrevaloración de la función económica y reproductiva) comenzaron a disminuir sobre las decisiones de hombres y mujeres, al tiempo que cobraba mayor importancia la función afectiva.


      2. EL CELIBATO


      Los porcentajes de celibato definitivo, es decir, la proporción de solteros entre 46 y 50 años, es un elemento importante para la configuración del sistema de nupcialidad y de gran incidencia en la fecundidad, puesto que indica el porcentaje de mujeres que aún permanecen solteras y han traspasado el umbral del periodo fecundo. En el caso de la diputación de El Beal (cuadro IV.12) el celibato definitivo de las mujeres entre 1920 y 1950 ascendió de manera continuada hasta 1940 y descendió entre esta última fecha y 1950. El porcentaje de solteras definitivas fue bastante bajo durante todo el periodo.

      Cuadro IV.12. Celibato definitivo (porcentaje de solteros en el tramo de edad 46 a 50 años) en El Beal y en España, 1900-1950










      Fuente: diputación de El Beal: Padrones de Población de esos años; España: Cachinero
      Sánchez (1982).

      Existieron cambios de comportamiento en la nupcialidad de las mujeres, dentro de la lógica de un contexto afectado por profundas transformaciones sociales y económicas como el que se vivía en la sierra minera de Cartagena, y dada la sensibilidad de la nupcialidad a los cambios de la coyuntura. El trabajo inestable de los mineros, muy sometido a las variaciones del mercado de mineral


      y a otros imponderables de distinto tipo, introducía oscilaciones importantes en el mercado matrimonial y en las expectativas personales. El incremento del celibato definitivo masculino entre 1920 y 1930 radicalizará los desequilibrios entre los efectivos de la población femenina y masculina.


      3. LA ESTACIONALIDAD DE LOS MATRIMONIOS.


      El análisis del moviendo estacional de las nupcias nos permite fijar las épocas del año en que se realizan los matrimonios y determinar los factores determinantes que los condicionan, constituyendo un indicador del modelo de conducta demográfica de esta población. La distribución mensual de los matrimonios está estrechamente relacionada con factores de tipo económico, derivado   del   calendario   laboral   o   de   las   posibilidades   salariales.   Las conclusiones que se derivan de los resultados obtenidos (ver cuadros IV.13 y IV.14) señalan una máxima nupcial en el mes de diciembre, a excepción de las décadas de 1881-1890 y 1931-1940, que distorsionan la marcha de la serie de noventa años. El segundo mes en importancia por número de nupcias fue el de noviembre y en tercer lugar el mes de junio. Comparando estos datos con los de Yeste (Albacete) (Martínez Carrión: 1983: 165 y ss.) encontramos diferencias significativas. En este caso, los meses predominantes (noviembre, febrero y enero) están estrechamente ligados al calendario agrario de la zona y a los momentos que existía posibilidad de ingresos mayores, que facilitaban el inicio de las relaciones familiares, como sucedía con noviembre recién terminada la vendimia o la recogida de la aceituna en enero. En El Beal los resultados son más dispersos puesto que no existía esa correlación con un calendario de tareas tan fijo como el agrario.

      Cuadro IV.13. Movimiento estacional de los matrimonios en
           la diputación de El Beal, 1881-1970 (% del total anual)    

      mes    1881-

      1891-

      1901-

      1911-

      1921-

      1931-

      1941-

      1951-

      1961-

           1890    1900    1910    1920    1930    1940    1950    1960    1970    















      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.



      Gráfico IV.12. Movimiento estacional de los matrimonios en El Beal,
      1881-1970 (en porcentajes de los matrimonios celebrados en cada mes)

      20,0

      18,0

      16,0

      14,0

      12,0

      10,0

      8,0

      6,0

      4,0

      2,0


      0,0



      Enero     Marzo     Mayo     Julio     Septiembre     Noviembre


      1881-1890    1901-1910    1921-1930    1941-1950    1961-1970

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal.

      Cuadro IV.14. Movimiento estacional (máximos y mínimos) de los matrimonios en la diputación de El Beal, 1881-1970














      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal.

      En  general,  el  ciclo  estacional de  la  nupcialidad presenta  estrechas vinculaciones con la actividad laboral, y en el caso de El Beal el máximo de diciembre está ligado a ciertos períodos de descanso en la actividad ordinaria de las minas y a tareas de mantenimiento que implicaban sólo a determinados especialistas. Por lo demás, la dispersión domina el comportamiento temporal de la nupcialidad ligada a una tarea que no tiene ritmos discontinuos ni calendarios determinados.


      4. MOVILIDAD GEOGRÁFICA DE LOS CÓNYUGES


      Los libros parroquiales de matrimonio posibilitan el conocimiento de la procedencia de los cónyuges y las relaciones endogámicas –matrimonios cuyos cónyuges son de la misma localidad-. Como ya hemos visto, la constitución del núcleo de población de la diputación de El Beal es de fecha reciente y responde al inicio de la explotación minera de la zona a mediados del siglo XIX.

      Cuadro IV.15. Lugar de nacimiento de los esposos de los matrimonios de la diputación de El Beal, 1881-1970

      Albacete        2    5    1                1    3
      Alicante    5    23    29    15    6        1    7    7
      Almería    51    157    122    98    32    3    6    4    10
      Ávila                                1   
      Badajoz                2                    4
      Baleares            1                    1    1
      Barcelona                                    4
      Burgos                        1           
      Cáceres                                    1
      Cádiz                                1   
      Ciudad Real                    1                1
      Córdoba            1                    1    3
      Cuenca        1    1    2                2   
      Extranjero        2        1                2   
      Granada        7    6    2            1    6    10
      Huelva                            1    2   
      Huesca                                    1
      Jaén        3    2                    2    4
      León                                    1
      Lugo                                1   
      Madrid        1                            3
      Málaga                                1    2
      Murcia    129    374    395    607    488    95    91    237    215
      Pontevedra                                1   
      Sahara                1                   
      Sevilla                1                1    11
      Sin datos        4    1                    1    1
      Toledo                1                   
      Valencia        3        1    1               
      Vizcaya        1                            1
      Zamora        1                           
      Zaragoza                                1   

      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal.


      Su población provino de la avalancha de trabajadores de procedencias diversas, fundamentalmente de zonas mineras de Almería. Esta situación repercutió sobre el origen de los contrayentes. Además de los cónyuges de la propia región, que son mayoría, hubo importantes contingentes originarios de Almería y,  en  menor  medida, de  Alicante (ver  cuadro IV.15 y  IV.16). La movilidad de la población provocó la existencia de una importante exogamia (matrimonios celebrados entre contrayentes de distintas poblaciones) en la nupcialidad de El Beal.

      Cuadro IV.16. Lugar de nacimiento de las esposas de los matrimonios
           de la diputación de El Beal, 1881-1970    

      Provincia    1881-

      1891-

      1901-

      1911-

      1921-

      1931-

      1941-

      1951-

      1961-

           90     00     10     20     30     40     50     60     70    
































      Fuente: Libros de Matrimonios de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal.

      El estudio de la movilidad de la población, realizado a través de la procedencia geográfica de los contrayentes, parte de la constatación de cuatro movimientos    distintos:    los    específicamente    interlocales    (contrayentes procedentes de los distintos núcleos que conforman la diputación de El Beal, de


      diputaciones próximas y del resto del municipio de Cartagena), los integrados por contrayentes de los municipios de la comarca (La Unión, Torre Pacheco, San Javier, etc.), aquellos que tienen lugar con cónyuges que proceden del resto de municipios de la región y por último los que tienen lugar con contrayentes de municipios de otras regiones españolas.
      El conjunto de matrimonios en que ambos contrayentes eran de origen regional evolucionó al alza desde 1911 a 1920, llegando a superar el 90% de las celebraciones entre 1921 a 1950, para volver a descender este tipo de matrimonios a los niveles de 1881 a 1890 durante los años comprendidos entre
      1951  a  1970  (en  torno  al  75%).  En  cuanto  a  los  matrimonios  con  algún
      contrayente procedente del resto del país, son especialmente significativos los
      que cuentan con presencia de algún originario de Almería (ver cuadro IV.17).
      Así entre 1881 a 1900, momentos de máxima inmigración procedente de esa
      provincia, supuso el 25% de todas las nupcias. A partir de esa fecha, con la
      estabilización de la población, la disminución de los flujos migratorios y la crisis
      de la minería local, se fue reduciendo de manera continuada el porcentaje hasta
      niveles poco significativos, pero que mantenían la tradición anterior.

      Cuadro IV.17. Porcentajes de matrimonios de El Beal que algún cónyuge es originario de la provincia de Almería, 1881-1970





      5. LA NATALIDAD


      El análisis de la natalidad y de la fecundidad se ha realizado utilizando los libros de bautismos de la parroquia de  San Nicolás de Bari. La población de El Beal se caracteriza por el mantenimiento de unas tasas muy elevadas de natalidad hasta la segunda década del siglo XX.

      Cuadro IV.18. Tasa de natalidad en El Beal, La Unión, Murcia
           y España, 1881-1970 (‰)    













      Fuente: Libros de Bautismos de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de
      El Beal; Murcia y España: Bel Adel (1985).



      Si  el  límite  de  la  fecundidad  se  sitúa  próximo  al  45‰  para  las sociedades preindustriales (Tapinos, 1990: 122 y Presta, 1981: 93), no cabe ninguna duda que la hipernatalidad de El Beal es un hecho entre 1881-1920. Los índices de natalidad de este periodo sobre pasan a menudo el 40 ‰ (ver cuadro IV.8)
      El periodo comprendido entre las dos últimas décadas del siglo XIX y las dos primeras del XX es una etapa de hipernatalidad para el la diputación cartagenera condicionada en buena parte por el peso de la mortalidad del último de esos años. El descenso de la edad media de los contrayentes de primeras
      nupcias entre 1880 y 1920 y el alza de la fecundidad consiguiente actuaron
      como mecanismos reguladores de la  tendencia general de la  población, sin
      descartar el peso de los aportes migratorios de población joven debido a la
      coyuntura minera de esos años. Esto provocó el incremento de los efectivos de
      población salvando las limitaciones de una elevada mortalidad infantil. De esta
      manera los índices de la tasa de natalidad llegaron a superar el 60‰ durante los
      años comprendidos entre 1891 y 1910, con máximos durante los años 1899 y
      1902 que llegaron a superar el 70‰. A partir de la segunda década del siglo XX
      se inicia el descenso de la natalidad, que incrementará su ritmo en la década de
      los treinta debido a los efectos de la crisis minera de esos años y a los efectos de
      la guerra civil. La natalidad de la localidad iniciaba su entrada en el círculo de
      las tasas europea tardíamente pero con mayor aceleración que la región de
      Murcia (ver cuadro IV.18) y con retraso respecto al conjunto del país, que lo
      había hecho hacia 1914 (Nadal, 1973: 233 y ss). En la década de los treinta la tasa de El Beal ya era inferior a la de Murcia y a la de España, lo que muestra lo
      acelerado del proceso.


      Gráfico IV.13. Tasas de Natalidad del Beal, La Unión y de la Región de Murcia
      1881-1970
      100

      90

      80

      70

      60

      50

      40

      30

      20

      10

      0
      1881    1884    1887    1890    1893    1896    1899    1902    1905    1908    1911    1914    1917    1920    1923    1926    1929    1932    1935    1938    1941    1944    1947    1950    1953    1956    1959    1962    1965    1968

      TN de El Beal     TN de la Unión     TN Región de Murcia
      Fuente: Ibídem cuadro IV.18.



      Entre las causas del declive rápido a partir de los años treinta del siglo XX,  puede  señalarse  la   disminución  de  la   mortalidad  general,  con  el consiguiente aumento de la esperanza de vida, y sobre todo el descenso de la mortalidad infantil que se operó durante estos mismos años. Todo ello ligado a un mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo en las minas. Así, junto a  los factores culturales influirán los materiales, lo  que puede ayudarnos a explicar    el    inicio    del    comportamiento    reproductivo    de    claros    rasgos modernizantes que suponen el control de la fecundidad, y no tanto el retraso de la edad de matrimonio de la mujer.
      El crecimiento de los nacimientos fue continuo entre 1881 y 1908. Se trata de un periodo expansivo de la población de la diputación con la entrada de emigrantes procedentes, en su mayoría, de las zonas mineras de Almería que en ese momento estaban en una crisis importante. Se trataba de parejas jóvenes o trabajadores jóvenes solteros, lo que hizo aumentar la natalidad de esos años. Esta evolución, con ligeras crisis, se mantuvo hasta 1918 y  a partir de esa fecha se inicia el declive de la natalidad con ligeras recuperaciones (1924-1927). El descenso fue muy acusado entre los años 1937 y 1942 debido a los efectos de la guerra. Una cierta recuperación se denota a partir de 1950 en función de la recuperación del  trabajo en  las  minas  y  la  llegada  de  nuevos efectivos de emigrantes a la localidad.

      Gráfico IV.14. Evolución de los nacimientos y matrimonios en la diputación de El Beal, 1881-1970

      1000





      100





      10





      1
      1881 1884 1887 1890 1893 1896  1899 1902 1905  1908 1911 1914  1917 1920 1923  1926 1929 1932  1935 1938 1941  1944 1947 1950  1953 1956 1959  1962 1965 1968



      Fuente: Ibídem cuadro IV.18.


      Nacimientos     Matrimonios


      Una de las repercusiones del crecimiento demográfico de la zona minera de Cartagena y, en concreto, de la diputación de El Beal fue el sensible aumento del porcentaje de hijos ilegítimos entre los nacimientos habidos en la localidad


      (ver gráfico IV.15).La filiación ilegítima estuvo determinada por distintos factores: la evolución de la nupcialidad, la situación económica y la situación social19. Los periodos de crisis económica solían retrasar la edad al matrimonio, provocando un descenso de las tasas de nupcialidad y, cuando esto sucedía, aumentaba el número de hijos ilegítimos. También influyeron sobre este fenómeno  las  distintas  situaciones  sociopolíticas  que  tuvieron  lugar  desde finales del siglo XIX y el  XX, con etapas de relajación moral y  religiosa, aceptación   del   concubinato   por   parte   de   la   comunidad   local,   mejor consideración hacia los hijos naturales, etc. Es frecuente la afirmación de que los inicios del proceso de industrialización en Europa se acompañaron, a lo largo del siglo XIX, de un aumento de la fecundidad ilegítima20, para J.L. Flandrin (1979:252) el desarrollo de la ilegitimidad sigue al crecimiento numérico de la clase obrera.





      40,0

      Gráfico IV.15. Porcentaje de hijos ilegítimos sobre el total de nacidos en cada año en la diputación de El Beal, 1881-1971


      35,0

      30,0

      25,0

      20,0

      15,0

      10,0

      5,0


      0,0



      1881  1886  1891  1896  1901  1906  1911  1916  1921  1926  1931  1936  1941  1946  1951  1956  1961  1966  1971


      Porcentaje de hijos naturales

      Fuente: Libros Parroquiales de Bautismos de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.

      En su conjunto, los nacimientos ilegítimos en El Beal adquieren una importancia porcentual que aumenta conforme nos adentramos en el siglo XX, creciendo ininterrumpidamente hasta 1940. Este fenómeno estaría en función directa del ensanchamiento de unos grupos de edad en los que confluye la mayor parte del aporte inmigrante a la localidad. A. Cohen (1987: 367) ha registrado este fenómeno para la localidad minera de Alquife (Granada), donde llama la atención que la procedencia de una parte significativa de las “madres solteras”

      19 Ver al respecto Martínez Carrión (1983: 201-215).
      20   Shorter  ( :  102),  señala  que  este  fenómeno  es  “l´un  des  faits  marquants  de  l´histoire démographique des temps modernes”.


      sea de la Sierra Minera de Cartagena (La Unión) o de Linares (Jaén), producto de las migraciones debidas a la crisis de la minería del plomo hacia Granada. Más allá de los datos puramente demográficos, las transformaciones económicas y sociales debidas al impulso de la minería, parece haber modificado los comportamientos de la población de la diputación cartagenera.
      El  porcentaje  de  ilegítimos  se  situó  siempre  por  encima  de  los promedios españoles calculados por Livi Bacci (1988: 176-187). Entre 1881 y
      1890 suponía el 8,49% de total de los nacidos en la localidad, para subir entre
      1891 y 1905 hasta el 12,7%; y un nuevo incremento para 1906 a 1920 hasta el
      17,2%, doblándose las cifras iniciales. Aunque los máximos del periodo se
      alcanzan entre 1921 a 1940 con un porcentaje del 20,9%. A partir de 1942 se
      inicia un descenso continuado del porcentaje hasta desaparecer en 1958.
      Si  comparamos los  porcentajes de  El  Beal  con  los  de  la  localidad
      albaceteña de Yeste (ver cuadro IV.19), donde la actividad predominante es la
      agricultura de montaña mediterránea, se comprueba como la evolución en estos
      dos ámbitos es muy diferente. A partir de 1891 los porcentajes de la diputación
      cartagenera son superiores a los de Yeste. Tan sólo se registra la salvedad del
      quinquenio 1911-1915 en que ambos porcentajes se igualan. El declive de la
      ilegitimidad es anterior en el pueblo albaceteño, ya que éste se inicia desde
      1916-1920, mientras que el caso de El Beal hay que esperar hasta 1943 para que
      se origine de manera definitiva. En ambos casos hay que presuponer que las
      relaciones prenupciales no fueron objeto de escándalo social, al menos entre
      determinados sectores sociales (obreros mineros y jornaleros agrícolas), también
      la  existencia  de  costumbres  que  señalan  un  relajamiento  religiosos,  como
      “juntarse” y postergar el matrimonio religioso, lo que no impedía el bautizo de
      los niños. Se ha comprobado que cuando los padres celebraban el matrimonio
      religioso con posterioridad se producía la legitimación de los hijos, anotándose
      esta circunstancia en los márgenes de sus partidas de bautismo.

      Cuadro IV.19. Porcentaje de hijos ilegítimos sobre el total
      de nacidos en la diputación de El Beal y Yeste (Albacete), 1881-1940
















      Fuente: Libros Parroquiales de Bautismos de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal; Yeste: Martínez Carrión (1983: 206).



      La relación del incremento de la ilegitimidad desde finales del siglo XIX guarda una estrecha relación con las coyunturas económicas. Es detectable, en el caso de Yeste, un aumento del porcentaje en los últimos años del siglo XIX debido a los efectos de la crisis finisecular en la agricultura comarcal (Martínez Carrión, 1983: 210) y  entre 1909 y 1916 por la  acentuada crisis social de trabajo. En El Beal los máximos porcentajes se alcanzan entre 1916 y 1925 coincidiendo con la crisis de la minería comarcal. En este caso el concubinato estará en buena medida relacionado con los periodos de crisis del mercado de trabajo comarcal y con los ritmos de producción de las minas. La progresiva extensión del fenómeno indica un relajamiento de las costumbres religiosas respecto a la unión sacramental. Adquiría consideración de manifestación de derecho    (Martínez    Carrión,    1983:    214),    debido    a    la    situación    de amancebamiento de las parejas durante un tiempo más o menos dilatado.


      6. LA FECUNDIDAD


      La fecundidad es una pieza clave de la reproducción demográfica de la sociedad y en su conformación convergen muchos y complejos factores económicos, sociales, culturales y demográficos, los cuales se articulan e interaccionan  de   diversas   maneras.   El   descenso   de   la   fecundidad  está considerado como un elemento clave de las transiciones demográficas y se ha convertido en un foco de interés para los demógrafos.
      Hace  algunos  años  Livi-Bacci detectó  la  existencia probable de  un descenso incipiente y educido de la fecundidad matrimonial en la mayor parte de la península entre 1787 y 1860. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando los censos y los registros civiles permiten estimar algunos indicadores ortodoxos de fecundidad matrimonial (Ig), la información disponible indica que, con excepción de Cataluña y Baleares, la tendencia a una menor fecundidad se detenía e  incluso se  invertía en algunas zonas del  país durante las últimas décadas del siglo. Este período de estabilidad resultó ser el umbral de la TD en buena parte de España, y hacia 1910 los niveles de fecundidad matrimonial ya estaban en pleno descenso en la mayor parte del país. En 1887, aunque las áreas del norte peninsular seguían (con la salvedad de Galicia) estando caracterizadas por elevados niveles de fecundidad matrimonial, Cataluña había pasado a ser la región de menor fecundidad, seguida a considerable distancia por Baleares y Andalucía. Todavía en 1930, la parte norte de la peninsular seguía teniendo niveles relativamente altos de fecundidad matrimonial, con los niveles bajos concentrados en las zonas este y, en menor medida, en el sur del país y las grandes ciudades.
      El estudio atento de la cronología de la TD en España permite alcanzar conclusiones que ponen de manifiesto la conexión de la caída de la fecundidad y los procesos concomitantes de industrialización y urbanización. Las diferencias interregionales corren paralelas a las diferencias en grado de estas dos variables.
      Si atendemos a la cronología de la caída de la natalidad en España, la suposición
      se confirma: la caída de la natalidad se produjo por primera vez en el área


      urbano-industrial de Barcelona y desde allí se extendió al resto de Cataluña y las Baleares, difundiéndose después a Valencia y Aragón; los siguientes focos de fecundidad se sitúan en las zonas urbanas e industriales de Madrid y Bilbao; más tarde  en  el  área  de  Sevilla  y  así  sucesivamente.  Los  requisitos  para  la compresión de este aparente puzzle son dos:
      - Reconocer que las unidades territoriales relevantes para el estudio de la TD
      son las regiones y no las provincias.
      - Distinguir claramente la iniciación de la caída de la natalidad de su difusión.
      La hipótesis más aceptada en el actual momento (Reher-Iriso, Arango...)
      señala que la caída de la natalidad se inició en los núcleos urbanos-industriales
      de  las  regiones  y  de  ahí  se  difunde  a  lo  largo  de  vías  culturales  y  de
      comunicación a otros sectores de la región, independientemente que la región
      sea toda ella de predominio rural. Al observar el mapa de la fecundidad circa de
      1930 se perciben zonas donde la fecundidad ha decaído significativamente o ha
      iniciado su  descenso, las  cuales forman bolsas o  regiones alrededor de  los
      núcleos  más  urbanizados  o  industrializados  del  país,  como  son  Barcelona,
      Bilbao,  San  Sebastián,  Madrid,  Sevilla,  etc.,  y  que  en  estos  núcleos  la
      fecundidad es más baja normalmente que en las zonas adyacentes.
      Los  índices  de  fecundidad  matrimonial  (Ig)  calculados  para  los
      principales centros urbanos y sus provincias en 1900 (Livi-Bacci) confirman:
      - La importancia de la variable urbanización.
      - Que el grado de industrialización no resulta decisivo como suele pensarse.
      - Parece haber una correlación bastante acusada entre fecundidad de la capital
      y fecundidad provincial, lo que corrobora la importancia de la difusión desde
      un núcleo central inicial.
      - Este factor difusión puede llegar a pesar más que otros factores, como la
      urbanización.
      - La gran diferencia que separa Barcelona y su provincia, en cuanto a niveles
      de fecundidad, de las principales zonas urbano-industriales del resto del país.
      Un estudio sobre la fecundidad y sus determinantes en España a cargo
      de  Iriso  y  Reher  (1987),  diferenciando los  espacios  rurales  y  los  urbanos,
      señalaba como en el mundo rural entre 1887 y 1920 la fecundidad matrimonial
      está inmersa aún en el sistema demográfico tradicional, como se deduce de la
      persistencia del “triángulo homeostático” entre nupcialidad, mortalidad juvenil
      y fecundidad matrimonial. La función de las relaciones entre estas tres variables
      es el mantenimiento del crecimiento demográfico de las poblaciones en niveles
      soportables desde el punto de vista económico. Si bien es cierta esta afirmación,
      en  1920  se  apunta  una  primera  ruptura:  por  un  lado  se  debilita  la  fuerza
      explicativa de la mortalidad sobre la nupcialidad y, por otro, disminuye también
      la influencia de la nupcialidad sobre la fecundidad matrimonial. La relación más
      fuerte  del  triángulo  es  la  que  liga  mortalidad  juvenil  con  la  fecundidad
      matrimonial. Bastó que disminuyera esa mortalidad para que, inevitablemente se
      produjera  la  transición.  En  el  ámbito  rural  factores  como:  migración,  la
      secularización y los cambios culturales, fueron decisivos para iniciar el cambio.
      Antes de 1920 la preeminencia del mundo urbano está aún muy lejos de
      materializarse. Los comportamientos de las ciudades estuvieron ligados al de sus
      regiones culturales, que es donde se nutrieron de efectivos en su crecimiento a
      través de las migraciones. Sólo cuando los migrantes a las ciudades empezaron a


      acudir desde zonas más lejanas empezaría a esfumarse la relación entre ciudad y su  hinterland rural, ya  que  los  habitantes de  la  ciudad aportarían actitudes culturales cada vez más heterogéneas. La autonomía de comportamiento de las ciudades respecto a sus zonas rurales limítrofes se dará a partir de 1920. Se denota cada vez más el peso de factores económicos sobre la fecundidad, ya que estos   afectarán   también   a   los   comportamientos   y   estructuras   sociales, haciéndolas  más  flexibles.  Algunas  preguntas  claves  se  podrían  plantear:
      ¿cuáles  son  las  condiciones  para  que  se  realizará  la  transición  de  la fecundidad? ¿Por qué se dan en algunas regiones y en otras no? La respuesta es todavía especulativa y aproximada según los especialistas antes mencionados, siendo algunos de los factores desencadenantes:
      - El desarrollo económico, con su secuela de cambios sociales y progresiva urbanización de la población.
      - Una relativa saturación del mercado laboral producida, bien por inmigración o por falta de emigración.
      -  Una  actitud  cultural  más  permisiva donde  las  parejas  tiene  una  mayor libertad para elegir, a menudo en función de consideraciones económicas, el
      número de hijos deseados.
      - Un sistema demográfico caracterizado por un descenso de la mortalidad y
      donde la nupcialidad se viera imposibilitada para neutralizar el aumento de
      niños supervivientes.
      El cambio de la fecundidad parecería ser una combinación de prácticas
      de ajuste ante nuevas situaciones sociales, económicas y demográficas, una de
      cuyas consecuencias serían las innovaciones en cuanto a las actitudes de las
      personas ante el proceso de procreación. El grado de participación de estos
      aspectos determinaría la cronología e intensidad de la fecundidad de las distintas
      regiones españolas (ver cuadro IV.20)

      Cuadro IV.20. Índices regionales de fecundidad legítima (ig) 1887-1910    
      Región    1887    1900    1910    ∆ %
           1860-1910    
      Andalucía    0,622    0,632    0,620    -15,8
      Aragón    0,647    0,647    0,593    -14,6
      Asturias    0,794    0,832    0,804    -1,3
      Baleares    0,581    0,570    0,508    -21,1
      Canarias    0,899    1,012    0,911    9,6
      Castilla la Nueva    0,651    0,629    0,627    -5,1
      Castilla la Vieja    0,712    0,739    0,701    0,9
      Cataluña    0,534    0,486    0,453    -31,4
      Extremadura    0,688    0,690    0,754    -5,0
      Galicia    0,695    0,719    0,646    -1,8
      León    0,689    0,705    0,665    -5,5
      Murcia    0,622    0,643    0,596    -19,7
      Valencia    0,640    0,609    0,525    -26,4
           País Vasco y Navarra     0,679     0,695     0,688     -4,1    
      El Beal (Murcia)    0,789*    0,812    0,793    -
           ESPAÑA     0,650     0,653     0,623     -13,1    
      Fuente: Dopico y Rowland (1990: 605-607); Livi-Bacci (1988: 174-175) y Livi-Bacci
      (1978: 229). Para El Beal elaboración propia.
      * Los datos de ese año corresponden realmente a 1889.



      -    Sur  y  sureste.  Por  la  saturación  del  mercado  laboral,  por  la  relativa inflexibilidad de su nupcialidad, por la presencia de jornaleros en su población y la existencia de multitud de pueblos de considerable tamaño (agrociudades), era candidato ideal para una transición si no fuera por el hecho de que la falta de desarrollo industrial y la persistencia de niveles altos de mortalidad tendía a neutralizar los efectos anteriores.
      -    Cornisa cantábrica. Estuvo en condiciones de reducir significativamente su fecundidad gracias a unos niveles ya altos de la misma, una mortalidad relativamente baja y un desarrollo económico considerable, especialmente en el País Vasco. No obstante, la persistencia de actitudes tradicionales, evidenciadas por la alta catolicidad de dichas poblaciones, una nupcialidad en continua restricción, una emigración que servía para mitigar cualquier exceso de población y una alfabetización enraizada en la historia y no en el desarrollo social terminan retrasando la transición.
      -    La meseta superior. Esta zona no reúne ninguna de las condiciones para una reducción  de  la  fecundidad. Es  una  zona  de  pequeños  propietarios; de mortalidad media o alta; una nupcialidad restringida; una alta alfabetización, producto, a su vez, de factores puramente históricos; una emigración moderadamente alta; una fuerte implantación de ideas tradicionales y actitudes conservadoras; un nivel bajo de urbanización y un bajo desarrollo económico. No es de extrañar que las provincias de esta región figuren entre las que tienen una fecundidad mayor y una iniciación de la TD más tardía. De las 14 provincias que inician la transición de la fecundidad después de
      1930, diez (doce si incluimos Guadalajara y Navarra) integran la submeseta superior (Coale y Treadway, 1986).
      -    En Cataluña se cumplen todos los requisitos para una caída temprana y fuerte  de  la  fecundidad.  Allí  existe  una  abundancia  de  mano  de  obra
      asalariada en las grandes ciudades, los pequeños núcleos urbanos e incluso en el campo. Esto conlleva uno niveles positivos de migración, a pesar de la fuerza de atracción de Barcelona sobre loas áreas rurales. El resultado de
      estos procesos es un mercado laboral saturado dentro de una economía con
      bastante desarrollo, un movimiento obrero fuerte y un alto desarraigo social
      e incluso geográfico de los trabajadores. La urbanización es alta, más si se
      tienen en cuenta los pequeños núcleos industriales enclavados en las zonas
      rurales.  Además,  Cataluña  es  un  ejemplo  clásico  de  una  alfabetización
      relacionada con el crecimiento económico. El crecimiento de una pujante
      burguesía media y alta, consecuencia, por supuesto, de lo antes expuesto,
      contribuye poderosamente al desarrollo de una mentalidad nueva orientada
      hacia lo individual. Finalmente, Cataluña está inmersa en un proceso de
      reducción  significativa  de  su  mortalidad  que  hubiera  desbordado  la
      capacidad   de   reacción   de   la   nupcialidad   de   no   haber   concurrido
      simultáneamente una reducción en su fecundidad.
      La ciudad de Barcelona jugó un papel decisivo como motor tanto del
      desarrollo económico como de la difusión de ideas de nuevo corte (Arango,
      1980). La transformación de la fecundidad tuvo lugar primero en Barcelona en
      torno a 1860, seguido luego por el resto de su provincia y región, esta vez sin
      distinción clara entre zonas urbanas y las rurales. Una vez conseguido este


      inicio, las nuevas actitudes ante la fecundidad se extendieron a las regiones colindantes. De las 14 provincias que inician la transición de la fecundidad antes de 1910, 11 se sitúan dentro del cuadrante este y noreste del país. El proceso de difusión de las actitudes favorables a la limitación de la natalidad desde el foco de Cataluña es un proceso verificado y con profundo sentido geográfico. Una vez iniciada la difusión se crea un sistema de retroalimentación positiva, ya que cada cambio en la fecundidad acelera la evolución precisamente de muchos de los factores que la condicionan, por ejemplo mortalidad infantil y juvenil y maternal, sobre el nivel de vida y la capacidad de ahorro de la población, sobre la actitud misma ante el control de la natalidad y sobre otros muchos factores que intervienen en la determinación de la fecundidad.
      El declive histórico de la fecundidad, aunque gradual, podría haber sido muy temprano en España, a pesar de su atraso económico y su escasa urbanización durante el siglo XIX21. Para que la fecundidad de las mujeres españolas nacidas a principios del siglo XX fuese de las mayores de Europa se hizo necesario que el incipiente proceso se estancase entre las mujeres nacidas en la segunda mitad del siglo XIX. Buena muestra de ese estancamiento es que las mujeres españolas nacidas en 1840 no eran en absoluto las más fecundas entre sus coetáneas (ver cuadro IV.21). La disminución de la DF (disminución de la fecundidad) entre las generaciones de 1840 y 1900 es muy pequeña en nuestro país, y es esa la explicación de los elevados niveles de las mujeres nacidas  en  1900  en  términos comparativos. Implica  que  el  descenso  de  la fecundidad se inició más tarde que en otros países europeos22.

      Cuadro IV.21. Descendencia final de las generaciones femeninas de 1840 y
          1900 y variación durante ese intervalo, en diversos países    

      Hacia

      Hacia

      Disminución (%)

           1840     1900     entre generaciones    
      Dinamarca    4,40    2,32    47,3
      Finlandia    4,80    2,58    46,3
      Noruega    4,50    2,12    52,9
      Suecia    4,38    1,90    56,4
      Inglaterra-Gales    4,88    1,96    59,8
      Bélgica    4,50    2,02    55,1
      Francia    3,38    2,12    37,3
      Países Bajos    5,06    2,86    43,5
      Alemania    5,30    2,08    60,8
      Suiza    4,02    1,98    50,8
      España    5,00    3,42    31,6
      Italia    5,10    3,20    37,3
      Canadá    6,08    3,20    53,1
      EEUU (blancas)    4,61    2,50    45,8
      EEUU (negras)    6,55    2,92    55,4
        Australia     5,70     2,44     57,2    
      Fuente: Festy (1979: 61).

      21 Ver los trabajos de Arango (1980: 188-189) y Livi Bacci (1968a y 1968b).
      22 En este sentido ver el análisis de Patryck Festy (1979: 59-60). Según este autor los países más precoces en este declive de la fecundidad fueron Inglaterra-Gales y Bélgica y el más tardío correspondió a Italia y España, donde éste se inició con las mujeres nacidas entre 1875-1880.



      El desfase de la transición de la fecundidad en España respecto a los países más precoces es de unos treinta años. Como consecuencia de éste, las primeras  generaciones  de  mujeres  del  siglo  XX  (1906-1940)  forman  parte todavía del  movimiento de  consolidación de  la  transición de  la  fecundidad (Pérez  Díaz,  2001:  289  y  ss),  mientras  que  en  la  mayoría  de  Europa noroccidental las generaciones nacidas desde principios de siglo presentan ya descendencias finales postransicionales y en ligera recuperación.
      En el caso de la diputación de El Beal, la fecundidad general (ver cuadro IV.22) entre el grupo de mujeres comprendidas entre 15 y 49 años fue bastante elevada  entre  1889  y  1930  para  iniciar  su  descenso  a  partir  de  1940, acelerándose el  proceso en  1950.  Si  atendemos a  las  cifras  de  la  Tasa  de Fecundidad Matrimonial (TFM-Ig) los valores son muy altos en comparación con los registrados en nuestro país23 en esas mismas fechas e incluso superiores a los de localidades mineras de Vizcaya (San Salvador)24  entre 1889 y 1900, situándose ligeramente por debajo en 1920 y a partir de esa fecha se retoman otra vez las cifras más elevadas. Otra característica es la transición que se inicia entre 1940-1950 con caídas muy importantes respecto a las cifras de los años anteriores. De esta manera se asemeja a la tendencia nacional y a la registrada en otros países de la Europa meridional y la del Este, experimentando en un corto periodo de tiempo la última fase de la transición demográfica y la fase de la postransición25.

      Cuadro IV.22. Evolución de la fecundidad general, de la tasa de fecundidad matrimonial y número medio de hijos por mujer en El Beal, 188-1950

          f15-49(‰)    TFM (Ig)    Hijos
      1889    157    0,789    4,7
      1894    246    0,805    5,7
      1900    254    0,812    5,8
      1910    278    0,823    6,2
      1920    111    0,656    3,2
      1930    143    0,763    4,3
      1940    110    0,383    3,1
           1950     81     0,424     2,5
      Fuente: Elaborado a partir de los Libros de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal y Padrones de Población.

      Algunos estudios han achacado a diversos factores el descenso de la fecundidad que acompaña a la modernización del ciclo demográfico. Así se ha constatado la  asociación negativa entre los niveles de renta y fecundidad26,


      23 Ver los valores de Ig calculados por Livi Bacci (1988).
      24 En este caso los valores de Ig han sido calculados por Pérez-Fuentes Hernández (1993: 139).
      25 Sobre este aspecto ver Ferrer Regalés y Calvo Miranda (1994: 53).
      26 Los trabajos de Arango (1987: 165) y los de Reher (1897 y 1988a) para la provincia de Cuenca así lo demuestran.


      mostrando como las pautas reproductivas están claramente diferenciadas según los grupos sociales. También se ha mostrado como en los ciclos demográficos antiguos morían muchas mujeres en el periodo fértil (15-49 años), sobre todo por  causas  obstréticas,  y  cuando  desaparecen  los  factores  de  riesgo  de mortalidad (reflejadas en el aumento de la esperanza de vida) aumenta la posibilidad de engendrar más hijos, lo cual rebaja la importancia de elevar la edad del casamiento como método de reducir la fecundidad. En nuestro caso parece desprenderse que la edad al matrimonio de las mujeres no es un factor determinante en el descenso de la tasa de natalidad. En el gráfico IV.16 hemos representado la evolución de ambas variables con la intención de comprobar algún paralelismo entre ellas, algo que no se produce de manera concluyente.
      Utilizando medidas estadísticas como el coeficiente de correlación (r) entre la  tasa de  natalidad (x) y  la  edad al  matrimonio de  las  mujeres (y), resultado de dividir la covarianza entre el producto de las desviaciones estándar de ambas variables, llegamos a la misma conclusión:
      En efecto, si r = Sxy/SxSy,
      donde Sxy= ∑ xi yi / N-∑ xi / N ∑ yi / N Sx = √ [∑ Xi2 / N – (∑ xi / N)2],

      y si Sy = √ [∑y 2

      / N – (∑yi/N)2],,

      de acuerdo con nuestros datos resultaría r = -0,13
      Esto nos muestra que, aunque la  correlación de ambas variables es
      inversa, ésta es además muy débil, por lo tanto, la edad de acceso de las mujeres
      al matrimonio no es la causa explicativa de la evolución de la fecundidad en su
      totalidad, aunque nos cabe la duda de si las fases de fuerte y las de débil
      correlación pueden confluir en un resultado poco claro. Es posible que las
      variaciones en la edad al matrimonio de las mujeres influyeran en la fecundidad
      durante un tramo del periodo estudiado, pero a partir de un momento dado cedió su lugar a otros condicionantes27. Los cambios en la fecundidad pueden estar motivados por distintos factores (Livi Bacci y Reher, 1991: 98-100): alteración en la frecuencia de ruptura de los matrimonios antes del fin del periodo fértil (por muerte, migración o divorcio); las variaciones en la edad de casamiento; las
      modificaciones en el calendario de los nacimientos y el cambio real en la actitud de las parejas respecto a  la procreación. En el caso de El Beal la elevada natalidad existente hasta la década de los 40 del siglo XX no está relacionada con la pobreza, sino que parece más correcto afirmar que la abundancia de hijos conducía a la pobreza. El ascenso de la natalidad entre los más necesitados, no se debió a su incapacidad de controlar positivamente los nacimientos, sino por hacerse más precoz la nupcialidad femenina, por verse obligadas las mujeres a casarse antes para lograr un marido que les “ganase el pan”28, aunque como


      27  Del Panta (1991: 14), señala que en muchos casos el inicio de la irreversible caída de la natalidad y  de la  mortalidad se  produjo junto a  radicales  cambios del  sistema  económico y ambiental de las áreas en cuestión. Viazzo y Albera (1987: 25), propone una lectura más atenta de las relaciones entre emigración y fecundidad. También Livi Bacci y Reher (1991: 98-100), indican que la nupcialidad no puede por sí sola explicar completamente las tendencias de la tasa de natalidad y que debieran tomarse en cuestión otras variables, especialmente la fecundidad en el matrimonio.
      28  En este sentido se pronuncian también Carasa Soto (1994: 276) y Pérez-Fuentes Hernández
      (1993: 153 y ss).


      hemos señalado anteriormente la relación matrimonio-fecundidad no constituye la única causa explicativa debido a las sensibles divergencias que experimentan en su evolución ambas variables.

      Gráfico IV.16. Natalidad y edad de matrimonio de las mujeres en la diputación de El Beal, 1881-1970


      90,0


      33,0



      80,0

      31,0


      70,0


      29,0


      60,0

      50,0

      40,0

      30,0


      27,0

      25,0

      23,0


      20,0


      21,0


      10,0


      19,0



      0,0


      1881  1885  1889  1893  1897  1901  1905  1909  1913  1917  1921  1925  1929  1933  1937  1941  1945  1949  1953  1957  1961  1965  1969

      17,0


      Tasa de Natalidad    Edad al matrimonio
      Fuente: Libros de la Parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.

      La evolución de la fecundidad completa en la diputación de El Beal muestra una evolución típica del inicio de la transición demográfica, ya que el descenso es continuado desde 1900 hasta 1950 a un ritmo decenal superior al
      10%. Esta situación constituye un claro síntoma de la existencia de nuevas pautas de fecundidad ligadas al desarrollo de la minería y de las fundiciones. Cuando comparamos la fecundidad de la localidad cartagenera con la de otras también  mineras,  como  San  Salvador  del  Valle  (Pérez-Fuentes  Hernández,
      1993: 141), comprobamos como en ambos casos se opera el mismo proceso y en las mismas fechas.






















      CAPÍTULO V


      LA MORTALIDAD




































      “Del metal muerto el imperio sin luz, sin cetro y sin fuero, de la muerte el misterio
      un pueblo hecho un cementerio. Esas aves anidaban
      Unión sobre tus ruinas;
      los que de fuera llegaban
      en tus minas encontraban
      solamente golondrinas”


      Trovero José María Marín (1912)












      1.  CARACTERÍSTICAS  GENERALES  DE  LAS  TRANSFORMACIONES DEMOGRÁFICAS


      La mortalidad como variable demográfica constituye un campo de análisis que, en un primer momento, puede parecer sencillo, tanto en lo referente a   las   causas   por   las   que   se   producen   las   defunciones   como   a   las transformaciones  que  han  existido  con  el  paso  del  tiempo.  Las  personas finalizan su existencia por unas motivos concretos (enfermedades o accidentes) y está claro que a mayor nivel de vida mayor esperanza de que ésta sea más larga. La tasa de mortalidad parece, a primera vista, una variable ligada fundamentalmente    al    desarrollo    económico,    el    cual    proporciona    unas condiciones mejores de alimentación, vida y sanidad, lo que posibilita un alargamiento del ciclo vital.
      Pero, detrás de esta simplicidad se esconde un intrincado conjunto de factores, que han propiciado que éste sea uno de los temas de la demografía que ha  suscitado  mayores  discusiones  y  donde  todavía  quedan  muchos  puntos oscuros   sobre   cuestiones   fundamentales.   El   crecimiento   cuantitativo   y cualitativo  de  los  estudios  de  demografía  histórica,  lejos  de  desvelar  por completo las circunstancias que rodean la vida de las persona, ha mostrado la complejidad que suponen los determinantes de muy diverso tipo que acotan nuestra existencia en la tierra, como hemos tenido ocasión de ver en la descripción de las teorías principales que hay en torno a la explicación de la modificación de las pautas demográficas en la sociedad moderna. En nuestro caso,  vamos  a  comenzar  estudiando las  características  de  la  mortalidad en nuestro objeto de estudio.


      2. LA MORTALIDAD EN LA DIPUTACIÓN DE “EL BEAL”


      Un hecho rotundo en el desarrollo reciente de población es la transformación que se produce en los patrones demográficos de los últimos siglos, que ha posibilitado un cambio fundamental en las variables y en los determinantes de la mortalidad en el mundo. Se produce una transición entre una demografía preindustrial, caracterizada por altas tasas de mortalidad y de natalidad (con elevadas fluctuaciones debidas fundamentalmente a la incidencia de las epidemias) a una nueva situación en la que tanto la natalidad como la mortalidad  (natural  y  catastrófica)  han  descendido  considerablemente  y  la



      dinámica se muestra ahora tranquila y sinuosa, sin las brutales alteraciones de antaño.
      Para el estudio de la evolución que se produce en la diputación de El
      Beal hemos utilizado los mencionados libros parroquiales, comparados con la
      distribución de la población de los padrones. Los datos brutos de las defunciones
      que aparecen en los libros mencionados se pueden ver en el cuadro V.1.

      Gráfico V.1. Número de entierros recogidos en los libros parroquiales de San Nicolás de Bari de la diputación de El Beal

      500

      450

      400

      350

      300

      250

      200

      150

      100

      50

      0



      Fuente: Libros de defunciones de la parroquia de S. Nicolás de Bari de la diputación de El Beal.

      Para ver el grado de incidencia grosso modo de las defunciones tenemos los índices brutos de mortalidad (tasa de mortalidad), que, a pesar de ser una medida    tosca    de    este    fenómeno    demográfico,    constituye    la    primera aproximación para evaluar su impacto. En el cuadro V.2 presentamos estos datos junto con una media móvil quincenal para ver mejor la evolución de la tendencia.
      Como se muestra con claridad, las tasas se mantienen altas, elevándose incluso en el cambio de centuria. A partir de ahí comienza un descenso continuado hasta la Guerra Civil. Las fluctuaciones a finales del siglo XIX y primer tercio del XX son acusadas, siendo la última importante que aparece en la gráfica la correspondiente a la conocida epidemia de gripe de 1918. Después de esta pandemia la curva se vuelve más sinuosa, sin los sobresaltos que hasta entonces había caracterizado la evolución de la mortalidad. Se aprecia como hasta bien entrado el  siglo XX no se limitó la  influencia de la  mortalidad catastrófica por  factores  epidemiológicos, siendo  1918  la  fecha  final  de  la


      incidencia  de  estas  fluctuaciones.  Debió  haber  un  último  rebrote  de  la mortalidad a causa de la contienda nacional, pero el problema es que carecemos de datos en la fuente que hemos manejado para esas fechas. Tal y como sucede en la Región o en Cartagena, la Guerra Civil incrementó el porcentaje de la mortalidad, pero por razones diferentes a las que habían provocado las fluctuaciones anteriores.
      Una vez acabado el conflicto asistimos a un periodo diferente en la evolución de los efectivos de El Beal. A la hora de evaluarla hay que tener en cuenta que esta zona sufrió importantes modificaciones en la composición de su población. Hubo una enorme reducción de sus efectivos y una transformación en su distribución por edades, lo que alteró sus componentes, algo que no se tiene en cuenta en las tasas brutas de mortalidad. Por ello, el estancamiento en esta fase de dichas tasas no se debe a la ausencia de cambios sino a las características de la estructura demográfica, como podemos verificar más adelante.

      Gráfico V.2. Tasas de Mortalidad de El Beal, 1888-1970.
      Datos brutos y medias móviles quinquenales.

      120


      100


      80


      60


      40


      20


      0



      Tas a de mortalidad    Media móvil

      Fuente: Libros parroquiales de San Nicolás de Bari de la diputación de El Beal

      El año de 1897 destaca sobre los demás de la serie, alcanzando la tasa bruta la  cifra de 100,4‰. Otros años que sufren un aumento relevante del número de defunciones son: 1906 (64,4‰) y 1918 (52,4‰). La mortalidad catastrófica de aquellas fechas estuvo motivada principalmente por la incidencia de epidemias producidas por enfermedades infecciosas. En la región de Murcia en el siglo XIX estos brotes correspondieron la fiebre amarilla, tifus y el cólera. En  el  caso  de  El  Beal,  en  1897  destaca  la  incidencia  de  la  viruela  (147 fallecidos). En las primeras décadas del XX, tenemos primero un aumento de la



      mortalidad en 1906, asociada al incremento de las enfermedades de las vías respiratorias (pulmonía, bronquitis, bronconeumonía). En segundo lugar está la mencionada fecha de 1918, año en el  que la  famosa epidemia de gripe se extendió por toda la península. El Beal no se salvó de su incidencia, como se muestra  en  la  importante  elevación  del  número  de  entierros.  La  última fluctuación fuerte de la mortalidad estaría motivada por factores muy diferentes: la Guerra Civil, con todas sus consecuencias. Fue el último episodio de aumento coyuntural importante del número de fallecidos, pero que no se debió como en el periodo anterior de nuestra serie a problemas epidemiológicos. Se pueden situar los años que hay alrededor de 1918 como la fecha en que concluye el modelo  de  fluctuaciones antiguo.  A  partir  de  aquí,  salvo  por  otro  tipo  de avatares  (como  el  caso  de  la  Guerra  Civil),  la  evolución  de  las  tasas  de mortalidad seguirá un recorrido muy poco accidentado.
      Si comparamos lo que sucede en El Beal con el municipio de La Unión (que linda con nuestra diputación y que también centró su desarrollo en estas fechas en la actividad minera), se observa la misma tendencia de disminución de las tasas de mortalidad, pero con unas fluctuaciones y unas tasas menores que la de su vecina. Aunque comparten la dedicación a la explotación de los productos del subsuelo, las condiciones de vida de El Beal se nos muestran, a la luz de estos datos, algo más duras, al menos hasta la década de 1920.

      Gráfico V.3. Tasas de Mortalidad de El Beal, La Unión y la
      Región de Murcia, 1890-1963 (medias móviles quinquenales).

      70

      60

      50

      40

      30

      20

      10

      0



      La Unión     El Beal     Región de Murcia

      Fuente:  El  Beal:  censos  de  población  y  libros  de  defunciones;  Región  de  Murcia: Ballesta Gómez (1995); La Unión: ibídem y Gil Olcina (1970).

      Las condiciones del trabajo en las cuencas mineras destacaron por una extrema dureza. Junto a las características del trabajo subterráneo y al empleo


      masivo en algunas zonas de niños como mano de obra, el estado de los alojamientos, infraestructuras urbanas, hacinamiento, deficiencias alimenticias, etc., debieron estar en la  base del elevado nivel que alcanzan las tasas de mortalidad a finales del XIX y principios del XX.
      Las cifras de El Beal nos pueden parecer muy elevadas, pero si las
      comparamos con las que se registran en otras cuencas mineras no hay una gran
      diferencia. En el cuadro V.1 hemos recogido las tasas de mortalidad de algunas
      localidades ligadas a la actividad extractiva. Como se puede observar, salvo para
      1910, no tiene nuestra diputación unas cantidades que diverjan mucho de los que
      sucede en otras cuencas.

      Cuadro V.1. Evolución de la mortalidad en algunas poblaciones
           mineras, 1877-1910 (‰).    



      Años


      Abanto y Ciérvana (Vizcaya)


      San Salvador del Valle (Vizcaya)


      El
      Beal


      Río Tinto (Huel- va)


      Lina- res (Jaén)


      Alquife
      (Granada)


      1877    45,1    41,5    55,5    35,3
      1887    63,3    50,7    45,7    31,8    40,9    37,2 (a)
      1900    28,8    54,7    58,8    35,9    42,8 (b)
      1910    19,2    46,4    25,4    29,9 (c)
      (a) media 1878-1887; (b) media 1898-1900; (c) media 1905-1910.
      Fuente: Para Vizcaya: Pérez-Fuentes (1993: 28); Río Tinto: Ferrero Blanco (1994: 182);
      Linares: Moreno Rivilla (1987: 143); Alquife: Cohen Amselem (1987: 285).

      Sin ánimo de realizar un análisis de la mortalidad de las zonas ligadas a la extracción de los recursos minerales en la península, sino simplemente de comprobar el grado de similitud de la zona que nos ocupa con lo sucedido en otros lugares de igual especialización productiva, al comparar apreciamos con claridad que este tipo de actividad comportó unas elevadas tasas. En el momento que en nuestro país se estaba iniciando la  transición demográfica, en estos lugares permanecen por más tiempo los niveles demográficos preindustriales e incluso asistimos, en fechas diferentes, a un recrudecimiento del porcentaje de muertes. El aumento de la actividad minera en el siglo XIX y principios del XX tuvo  muchas  veces  el  reverso  negativo  de  una  elevada  letalidad  para  la población. El  avance económico y  productivo no  se  tradujo, en  un  primer momento, en unas mejores condiciones de salud y de vida sino, por el contrario, se realizó a costa de un empeoramiento de los valores vitales de las poblaciones donde se desarrolló.
      En el largo plazo se producirá un progresivo descenso de la mortalidad, pero será una transición retrasada, lo que provoca que se mantenga por más tiempo unas tasas de tipo antiguo. El impacto de la actividad minera se puede observar  estudiando  otros  indicadores. Uno  de  ellos,  que  últimamente  está teniendo bastante acogida, es la evolución de la talla. En el caso de Murcia contamos con los trabajos de Martínez Carrión en los que nos muestra importantes fluctuaciones de altura de los mozos que se medían para ir a filas en las cuencas murcianas con actividad extractiva. En el caso de Mazarrón, la



      segunda zona productora de plomo murciano, la talla media bajó en 1875 tres centímetros con respecto a la de 1845-50, teniendo que esperar a principios del XX para recuperar los niveles de mediados del siglo anterior (Martínez Carrión,
      2002: 285).
      En conclusión, asistimos a un proceso de modificación demográfica que
      va a determinar una reducción de la mortalidad natural y la casi desaparición de
      la catastrófica pero que, dadas las condiciones socioeconómicas que caracterizan
      la comarca que estudiamos, dicha transformación se retrasará notablemente en el
      tiempo, teniendo que esperar a alrededor de la I Guerra Mundial para que se
      muestre un cambio decidido del volumen de las defunciones


      3. LA MORTALIDAD CATASTRÓFICA


      Las crisis de mortalidad, como hemos mencionado, constituye una característica  de  la  demografía  antigua,  que  determinaba  una  evolución salpicada por constantes dientes de sierra de importante amplitud. La variación de las tasas vitales de un año a otro llegó a ser muy acusada. Las motivaciones podían    ser    económicas    (crisis    de    subsistencias)    o    epidemiológicas (enfermedades infecciosas epidémicas). Las primeras se producían por unas malas cosechas (por clima, plagas, etc.), que provocaban una disminución de los alimentos y de los ingresos disponibles. En Europa fueron reduciéndose progresivamente con las mejoras de las comunicaciones, que permitieron solventar las carencias con productos de zonas cada vez más lejanas (a parte de la  transformación agraria). En  nuestro caso, las  fluctuaciones agrarias poca incidencia podían tener ya que la mayoría de la población primordialmente dependía  de  fuentes  de  ingresos  distintos  de  los  del  campo  y,  además,  la cercanía a la costa permitía aprovisionarse fácilmente del exterior. Los ciclos de la  actividad  económica  seguirán  influyendo, pero  se  mostrarán  más  en  las características que adopte la mortalidad ordinaria. En cuanto a las epidemias, como veremos más adelante, será sobre todo el factor que siga teniendo cierta influencia en la volatilidad de la curva de la mortalidad.
      El análisis de las crisis es una tarea compleja, lo que ha tenido como consecuencia una extensa literatura que ha intentado establecer unos modelos que permitieran situar los momentos de elevada mortalidad y medirlos de una manera adecuada. Tenemos, por poner unos ejemplos, el cálculo de Del Panta y Livi-Bacci, el método Flinn, de Dupâquier, el de Hollingsworth1. Cada uno tiene sus inconvenientes, que provienen principalmente de la variación que se produce en las motivaciones de las crisis con el paso del tiempo. No se puede aplicar un mismo criterio a factores que están determinados por elementos o situaciones diversas y cambiantes. Por ello, como lo que nos interesa es describir la transformación que se produce en los patrones demográficos de El Beal y, en este caso, estudiar la progresiva atenuación de las crisis coyunturales que influyen directamente sobre el volumen de la defunciones, hemos optado por


      1 Sobre la aplicación de los distintos métodos para medir las alteraciones de la mortalidad de una zona cercana, la población de Guadix (Granada), ver Reyes Peis (2000: 306-333).


      presentar sólo las cifras que podemos extraer siguiendo el método Del Panta y
      Livi-Bacci.
      Asimismo,  queremos  resaltar  las  causas  de  esas  últimas  grandes
      fluctuaciones. Un motivo importante de las crisis tradicionales era la escasez de
      alimentos (por una mala cosecha, plagas u otras causas accidentales), pero que
      en la comarca que nos ocupa no se producía, ya que no estaba ligada a la
      agricultura y tenía fuentes de aprovisionamiento regular de los alimentos. Lo
      que sí mantuvo su incidencia, aunque sin la virulencia de épocas pasadas, fueron
      los brotes epidémicos, que son los responsables de la evolución en dientes de
      sierra de la curva de las defunciones. La única salvedad es 1896, año en el que
      se asiste todavía a una elevada sobremortalidad, que supone la desaparición del
      10% de los efectivos de esta diputación.

      Gráfico V.4. Tasas brutas de mortalidad de la Región de Murcia, Cartagena y El Beal, 1888-1930 (‰).

      100,0

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0



      Región de Murcia     El Beal     Cartagena

      Fuente: El Beal: censos de población y libros de defunciones; Región de Murcia y
      Cartagena: Ballesta Gómez (1995).

      Los diagnósticos de las defunciones recogidas en los libros parroquiales nos acercan a las características de estas crisis. En el cuadro V.2 hemos seleccionado tres de estos picos de defunciones, del periodo que analizamos con una variación porcentual más elevada. Concretamente son los años de 1897,
      1906 y 1918-19. Utilizando el método de Del Panta y Livi-Bacci obtenemos para esos años las cifras siguientes respectivamente: 84,3, 55,5 y para los dos últimos 70,6 y 56,3. Según estos autores un año de crisis se considera al que supere en más de un 50% el valor medio tomado como medida (si supera el



      300% se le califica como “gran  crisis”). En nuestro caso son los únicos años que alcanzan estos valores.

      Cuadro V.2. Crisis de mortalidad, porcentajes de variación sobre la media de once años, calculado según el método Del Panta y Livi-Bacci, 1893-1965
      Años    %    Años    %        Años    %
      1893    -10,0
      1894    -3,8
      1895    -16,3
      1896    -0,5
      1897    84,3
      1898    -2,4
      1899    -22,1
      1900    10,0
      1901    -3,0
      1902    -31,8
      1903    8,4
      1904    -16,9
      1905    -23,9
      1906    55,5
      1907    8,7
      1908    10,4
      1909    -13,7
      1910    30,6
      1911    -12,3
      1912    -3,7    1913    -12,7
      1914    -23,1
      1915    -5,2
      1916    -9,4
      1917    29,2
      1918    70,6
      1919    56,3
      1920    -21,9
      1921    -18,3
      1922    -36,8
      1923    -14,5
      1924    -25,1
      1925    12,7
      1926    20,1
      1927    9,7
      1928    15,8
      1929    -11,2
      1930    13,6
      1931    12,4        1944    -29,0
      1945    -7,9
      1946    16,7
      1947    -18,1
      1948    6,7
      1949    -39,1
      1950    -8,5
      1951    44,1
      1952    30,3
      1953    18,1
      1954    -4,2
      1955    5,0
      1956    -13,9
      1957    -10,2
      1958    23,5
      1959    9,1
      1960    22,2
      1961    -11,1
      1962    -5,0
      1963    -7,8
      1964    -10,3
      1965    -4,5
             

      La primera de esas crisis es la que tiene una mayor intensidad. No hay una patología única que provoque este incremento de las defunciones, pero destaca la incidencia de la viruela, con casi un tercio de las defunciones. Esta enfermedad, de la que no hay un tratamiento especial, se podía prevenir con vacunaciones. Fue una de las primeras vacunas importantes que se descubrió, concretamente en 1796. En el siglo XIX se fue generalizando la prevención, lo que erradicó progresivamente su letalidad en las sociedades desarrolladas. En Murcia hay constancia de vacunaciones desde el primer tercio del XIX2. De todas maneras, en crónicas médicas de la época (Doménech, 1880: 73) nos



      2  Soriano (2000: 144) menciona que en Yecla se conocen vacunaciones contra la viruela desde
      1828, existiendo en la segunda mitad de siglo intensas campañas de prevención en la provincia de
      Murcia. En España en 1866 el 58% de los niños estaba sin vacunar (Nadal, 1973). Una vacunación
      masiva no hubo en España hasta fechas tardías (Sanz Gimeno y Ramiro Fariñas, 2002: 396).


      hablan del contagio de la enfermedad en individuos que estaban vacunados
      (aunque no se les había revacunado)3.

      Cuadro V.3. Diagnósticos de las causas de muerte en los años de sobremor- talidad de El Beal (1897, 1906, 1917 y 1918), agrupados según la clasificación
       internacional de enfermedades (en número de defunciones y % del total anual)
      1897    1906    1917    1918
      Enfermedad












































      3  En concreto nos habla de epidemia de viruela que hubo en otro núcleo minero del sureste, Cuevas de Almanzora, en 1874, que afectó a personas que estaban vacunadas en su mayoría.




      La trascendencia de esta enfermedad en El Beal nos ilustra sobre las condiciones higiénico-sanitarias de la zona y las medidas de higiene pública que existían. En otro apartado se analizará el impacto de esta enfermedad durante el referido periodo. En segundo lugar, dentro de la elevada mortalidad de 1897 tenemos  las  enfermedades respiratorias.  Lo  mismo  sucede  en  1906,  donde destaca este tipo de padecimientos (bronquitis y neumonía) con un 35,5 de las defunciones. Las otras fuentes de letalidad fueron las diarreas y enteritis con un
      24%, lo que está ligado en parte a las características de la alimentación y del agua potable disponible en esta zona.
      Los  dos  episodios  anteriores  no  se  corresponden  con  un  aumento notable de la mortalidad en la región. Por tanto, son fruto de las peculiares
      características higiénicas, ambientales y epidemiológicas de esta diputación. El caso de 1918 es distinto, aquí si se produce una epidemia generalizada que afectará a toda la península, la gripe. En el caso de El Beal ese año no se aprecia
      un porcentaje elevado de dicha enfermedad, ya que aparece ocultado por el
      elevado número de casos que en la fuente utilizada no se especifica el motivo de
      la defunción.
      La epidemia de gripe se desarrolló en 1918 (en dos fases4) y continuó, en una tercera oleada, en el primer semestre del año siguiente. Ello puede ser la
      causa del mantenimiento de una elevada mortalidad en ese segundo año. En
      1919 el número de entierros fue de 284, pero, para conocer los diagnósticos nos
      ocurre lo mismo que en 1918, ya que existe un elevado número de decesos en
      los que no se especifica la causa.
      Una peculiaridad de El Beal es la elevada mortalidad que precede al año
      de la gripe, alcanzándose los 252 decesos en 1917. Hemos puesto las patologías
      de 1917 en el cuadro V.3 (las de 1919 no las hemos incluido ya que se repite la
      situación de 1918, con un alto porcentaje que carece de especificación). La
      epidemia  de  gripe  fue  precedida  por  una  elevada  mortalidad  ligada  a
      enfermedades de tipo respiratorio (bronquitis y neumonía). De todas maneras,
      como  en  el  caso  de  la  viruela,  ya  analizaremos  con  más  detenimiento  la
      incidencia de las enfermedades en los capítulos siguientes.


      4. ESTACIONALIDAD DE LAS DEFUNCIONES


      En cuanto a la fluctuación anual de la mortalidad apreciamos una diferencia con respecto a lo que sucede normalmente en las áreas rurales del sur5, lo que sucedía en la península a mediados del XIX6  o en la Región de


      4 La primera oleada fue a mediados del año y la segunda a finales del verano y otoño.
      5 Por ejemplo, para el caso de Yeste, Martínez Carrión (1983: 289 y ss.) resalta la sobremortalidad que se produce en los meses de verano, que explica por la terrible incidencia de las enfermedades infecciosas que “en épocas de mayor aridez, de altas temperaturas, arremeten con fuerza en las edades infantiles y juveniles”. Cohen Amsem (1987: 377 y ss.), para el Marquesado del Zenete en
      Granada, zona a caballo entre la economía agrícola y la minera, también alcanza los mayores porcentajes en los meses de julio a septiembre.
      6 Sánchez Albornoz (1975) y Pérez Moreda (1980).


      Murcia (Martínez Carrión, 2002: 96-97). A pesar del atraso y de la elevada mortalidad,  El  Beal  se  separa  de  las  características  del  ciclo  demográfico antiguo, que concentraba las defunciones en el período estival. Esta diferencia en la estacionalidad de las defunciones guarda relación con el tipo predominante en  cada  zona,  que  en  nuestro  caso  se  situaba  en  las  tareas  ligadas  a  la explotación minera.
      Durante los meses de verano no se produce un incremento de la mortalidad sino que alcanza los mayores porcentajes en otoño y, sobre todo, en invierno. Se acerca antes a lo que será el ciclo anual de las defunciones en la Península o en la Región de Murcia, que va cambiando desde principios del siglo XX. En el caso de Murcia, a partir de comienzos de la centuria van despuntando  los  meses  invernales  junto  con  los  de  verano,  que  todavía mantienen su  trascendencia, frente al  siglo  anterior en  el  que  los  picos  se situaban en los meses estivales y otoñales.


      Cuadro V.4. Estacionalidad de las defunciones en El Beal,
           distribución por decenios y meses en % del total anual    

      1881-

      1891-

      1901-

      1911-

      1921-

      1941-

      1951-

      1961-

           1890     1900     1910     1920     1930     1950     1960     1970    
      enero    8,7    10,2    8,4    10,9    10,3    9,8    9,5    11,2
      febrero    8,3    8,7    9,9    8,8    9,1    6,3    11,3    8,6
      marzo    9,5    8,9    10,3    10,7    10,2    8,9    10,9    11,5
      abril    8,6    9,4    9,5    8,5    8,8    5,4    8,0    9,4
      mayo    8,3    9,9    9,7    8,2    9,0    16,1    9,5    9,7
      junio    9,5    9,5    8,7    8,4    8,4    8,9    7,7    7,9
      julio    7,8    7,6    8,7    6,6    7,8    7,1    6,9    6,1
      agosto    6,9    6,4    6,7    5,7    5,6    6,3    4,7    6,1
      septiembre    8,0    6,2    5,5    5,6    6,0    7,1    5,1    8,3
      octubre    8,6    7,6    7,3    6,6    8,3    6,3    9,1    8,6
      noviembre    7,5    7,6    7,9    10,5    8,6    13,4    7,7    5,8
      diciembre    8,1    8,2    7,2    9,3    7,8    4,5    9,5    6,8


      Cuadro V.5. Distribución de la mortalidad por estaciones en El Beal en tres periodos: 1881-1900; 1911-1930 y
           1941-1970, en % del total anual    



      Gráfico V.5. Movimiento estacional de las defunciones en El Beal, por decenios y en porcentajes sobre la media.


      1881-1890


      1891-1900



      20,0

      30,0


      15,0

      10,0

      5,0


      20,0

      10,0


      0,0

      -5,0

      -10,0


      E     F    M     A    M     J     J     A     S     O     N     D


      0,0

      -10,0


      E     F     M    A    M     J     J     A     S    O     N     D


      -15,0

      -20,0


      -20,0


      -30,0


      1901-1910

      30,0

      20,0

      10,0


      0,0

      -10,0



      E     F     M     A    M     J     J     A     S     O     N     D


      -20,0

      -30,0

      -40,0


      Un dato que destaca es la continuidad de las defunciones a lo largo del año,  sin  fuertes  fluctuaciones.  Hasta  la  Guerra  Civil,  la  mayor  alteración mensual es del 33,8% sobre la media anual, frente a una volatilidad más elevada en zonas del sureste, que alcanzan cifras por encima del 60% para algunos meses (Martínez Carrión, 1983: 291 y  ss.; Reyes Peis, 1998: pp. 335-336; Soriano Palao, 2000: 163-164; Cohen Amselem, 1987: 326). Ello supone una distribución con mayor regularidad de los óbitos a lo largo del año, lo que está ligado a las condiciones particulares de la economía y a la morbilidad que caracteriza esta zona. Cuando analicemos las enfermedades profundizaremos sobre estos elementos.
      La distribución que hay tras la Guerra Civil responde a causas algo diferentes. La paralización de la actividad minera modificó las bases económicas y demográficas de la comarca. Las dificultades de la posguerra provocaron un aumento de la corriente migratoria que ya se manifestaba en los años treinta. Cayó el número de los efectivos hasta las cifras más bajas de poblamiento de esta diputación, por lo que el volumen de las defunciones alcanzó unas cifras muy  reducidas, provocando que  la  aleatoriedad se  muestre de  manera  más relevante7. Por último, el envejecimiento junto con aumento de la esperanza de vida proporciona otro marco de referencia para los ciclos mensuales de esta variable. En el caso de la población de más edad su mortalidad es mayor en la estación invernal.
      Una parte significativa de las defunciones correspondía a la población más joven, concretamente la que contaba con menos de 5 años, aumentando el tramo de más edad con el paso de los años. Cada grupo tiene sus patologías propias por lo que nos parece interesante ver la distribución de los óbitos en función de los tramos de edad.
      No se muestran grandes diferencias en el comportamiento de los grupos respecto a  la  situación general. Se podría señalar un sector importante, los menores de  un  año,  donde  los  meses  centrales, especialmente el  de  junio, todavía pesan sobre el aumento de la mortalidad en los años del cambio de siglo.
      Hay que tener en cuenta que es un grupo muy específico, al que dedicaremos
      una especial atención. En el se mezclan tanto las enfermedades específicas como
      los problemas del parto o la estacionalidad de los nacimientos. También, pero de
      una forma más difusa, la frecuencia de 1 a 4 años de edad tiende a tener una
      mortalidad por encima de la media en dichos meses.
      En cuanto a la evolución tras la Guerra Civil, los datos significativos,
      por el número de casos, son los extremos con mayor y menor edad. En el resto,
      la limitada cantidad de decesos hace que pesen más los elementos aleatorios en
      su comportamiento. Se puede ver que en el tramo de mayor edad, que concentra
      el grueso de la mortalidad de El Beal en estos años, existe una gran uniformidad,
      con un leve aumento en los meses invernales (enero a marzo), como ya hemos
      comentado más arriba. Por el contrario, en el estío la cantidad de decesos baja,
      situándose en todos los meses la población anciana por debajo de la media.


      7 De una media de 250 defunciones anuales de 1891 a 1910, se va reduciendo a 222 en la década de 1911-1920 y a 98 en la de 1921-30. En los años cuarenta se alcanza en número menor de entierros, con una media de 11 al año, subiendo en las dos décadas siguientes a alrededor de 27 anuales.



      Gráfico V.6. Estacionalidad de la mortalidad por grupos de edades, en porcentajes sobre la media
      1881-1900

      60,0

      40,0

      20,0


      0,0


      E    F    M    A    M    J    J    A    S    O    N    D

      -20,0

      -40,0

      -60,0

      Menos de 1        1-4             5-14    14-49    + 49

      1901-1915

      100,0

      80,0

      60,0

      40,0

      20,0


      0,0

      -20,0


      E    F    M    A    M    J    J    A    S    O    N    D


      -40,0

      -60,0

      Menos de 1        1-4             5-14    14-49    + 49

      1916-1930

      120,0
      100,0
      80,0
      60,0
      40,0
      20,0

      0,0
      -20,0


      E    F    M    A    M    J    J    A    S    O    N    D

      -40,0
      -60,0
      -80,0
      -100,0

      Menos de 1        1-4             5-14    14-49    + 49

      1941-1970

      150,0

      100,0

      50,0


      0,0


      E    F    M    A    M    J    J    A    S    O    N    D

      -50,0

      -100,0

      -150,0

      Menos de 1        1-4             5-14    14-49    + 49



      En resumen, las condiciones económicas y sociosanitarias determinaron que la fluctuación anual de la mortalidad se adelantara a la distribución moderna española, que se va desarrollando a  partir de comienzos del siglo XX. No obstante, esto no es un signo de adelanto demográfico. Como hemos visto se mantiene una alta mortalidad en esta diputación hasta fechas bastante avanzadas. Lo que sí muestra son los efectos de una economía que no dependía de los ritmos de las cosechas y de todos sus avatares, sino que se basaba en la actividad extractiva,  con  diferentes  determinantes. Además,  las  causas  principales  de muerte y los factores de edad de la población en la que incide en mayor medida, serán los elementos que acaben por concretar la estacionalidad de la mortalidad en estos núcleos de población.


      5. DISTRIBUCIÓN DE LAS DEFUNCIONES


      La demografía antigua se caracterizaba por que una parte considerable de los que morían lo hacían a una edad temprana, frente a la distribución de la mortalidad    actual,    que    asume    la    forma    de    una    pirámide    invertida, concentrándose mayoritariamente el fin de la existencia en los tramos de más edad.
      En  el  Gráfico V.4 hemos representado esta distribución. Destaca la elevada mortalidad infantil, a la que le dedicaremos un análisis específico. La concentración del número de fallecimientos en las edades avanzadas, indicador de modernización, no comienza a desarrollarse hasta después de la Guerra Civil, cuando existen grandes cambios en las características socioeconómicas de la diputación. En cuanto al comportamiento por sexo, se muestra una importante diferencia en las pautas de comportamiento entre hombres y mujeres. En el caso de  ellas,  desde  muy  temprano  se  aprecia  una  tendencia  al  retraso  de  la mortalidad a las edades más avanzadas. Ya desde principios de siglo, el tramo de mayor mortalidad (después naturalmente de la mortalidad juvenil) es el de personas mayores de 79 años, mientras que en caso de los hombres este tramo no alcanzó tanto relieve en el periodo que hemos analizado.
      En el caso del sexo masculino se aprecia con claridad que, después de la frecuencia infantil y juvenil (menos de 5 años), los tramos de edad que tienen mayor mortalidad van progresivamente desplazándose hacia edades más avanzadas con el paso de las décadas. En 1881-90 y 1891-00 se sitúa en el tramo de 20-24 años, en 1901-10 y 1911-20 en 50-54, para llegar en 1921-30 a situarse en el de 65-69.
      Las  particulares condiciones del  trabajo  de  esta  comarca,  con  unas importantes consecuencias sobre la salud por las características de la ocupación subterránea, a lo que se unía la elevada juventud con la que se iniciaba la vida laboral, tenían que mermar la salud y aumentar la morbilidad de los obreros que se ocupaban preferentemente en dicha actividad.




      Gráfico V.7. Distribución de la mortalidad en la diputación de El Beal por edades y por quinquenios (1881-1970)


      Beal 1881-90

      Beal 1891-00


      80 y
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1
      150     100     50     0     50     100


      80 y
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1
      500         400         300         200         100     0     100         200         300         400         500


      Hombre     Mujer


      Hombre     Mujer


      Beal 1901-10


      Beal 1911-20


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1

      400     300     200     100     0     100     200     300     400

      300     200     100     0     100     200     300


      Hombre     Mujer


      Hombre     Mujer


      Beal 1921-30


      Beal 1941-50


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1
      150     100     50     0     50     100     150

      Hombre     Mujer


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1










      15     10     5     0     5     10     15

      Hombre     Mujer


      Beal 1951-60


      Beal 1961-70


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1










      50     40     30     20     10     0     10     20     30     40     50


      80 y más
      75 a 79
      70 a 74
      65 a 69
      60 a 64
      55 a 59
      50 a 54
      45 a 49
      40 a 44
      35 a 39
      30 a 34
      25 a 29
      20 a 24
      15 a 19
      10 a 14
      5 a 9
      1 a 4
      < 1










      40     30     20     10     0     10     20     30     40


      Hombre     Mujer


      Hombre     Mujer

      Fuente: Libros parroquiales de defunciones. No hemos incluido la gráfica del periodo
      1931-40 ya que tiene la laguna importante de la Guerra Civil, por lo que carecemos de
      datos sobre la situación real del decenio.





      Cuadro V.6. Distribución de la mortalidad en El Beal
           por edades y por decenios, en %    

      Edad

      < 1
      1-4
      5-14
      15-49
      > 49

      Hasta 1910 más de la mitad de las defunciones eran de niños menores de cinco años. Posteriormente el peso de la mortalidad pasará a las personas de más edad. Como se puede ver en el cuadro V.6., el tramo de los mayores de 49 años no es significativo hasta después de 1910. En el primer decenio del siglo XX sólo habían alcanzado esta edad la quinta parte de los que se enterraban en la parroquia de San Nicolás de Bari. Aquí se muestra las dificultades que había en la zona para iniciar el proceso de envejecimiento de la población8 y las limitaciones en las expectativas de vida.

      Cuadro V.7. Distribución de la mortalidad por
           quinquenios y por sexo en El Beal, en %.    
         Quinquenio     Hombres     Mujeres    
      1886-1890    57,8    42,2
      1891-1895    55,0    45,0
      1896-1900    56,0    44,0
      1901-1905    55,3    44,7
      1906-1910    53,2    46,8
      1911-1915    52,7    47,3
      1916-1920    51,5    48,5
      1921-1925    53,2    46,8
      1926-1930    55,2    44,8
      1931-1935    50,0    50,0
      1936-1940    57,1    42,9
      1941-1945    69,8    30,2
      1946-1950    56,5    43,5
      1951-1955    54,5    45,5
      1956-1960    46,5    53,5
      1961-1965    50,4    49,6
           1966-1970     57,1     42,9    



      8 Hemos tratado los problemas para llegar a una edad avanzada en esta zona en una comunicación al Congreso  Europeo de Sociología: Navarro et al. (2003).



      En cuanto a la distribución de la mortalidad por sexo, los varones tienen un porcentaje más elevado del total de las defunciones. Hay que tener en cuenta que el sexo masculino hasta bien entrado el siglo XX suponía un porcentaje mayor que el que alcanzaban las mujeres. La mayor mortalidad de los hombres y su menor esperanza de vida, amén de posibles peculiaridades fisiológicas, tenía relación con las condiciones específicas de la actividad laboral a la que se dedicaban   en   su   mayoría,   con   sus   enfermedades   profesionales   y   su siniestralidad, uniéndose la temprana edad a la que comenzaba la vida activa (entre los nueve y diez años), junto con los problemas más específicos de los varones, lo que se llaman “vicios sociales” (tabaquismo y alcoholismo), que completaban un cuadro de mayor mortalidad. En el apartado dedicado a las tablas de mortalidad se presentan más datos sobre la esperanza de vida de ambos sexos en esta diputación.


      6. LA MORTALIDAD INFANTIL


      En la evolución demográfica de El Beal destaca sobre todo el importante peso de las defunciones de la población más joven. Situación que se mantiene durante el siglo XX como se muestra en el Cuadro V.6. Por ello, el estudio de las características de la mortalidad en este tramo de edad constituye un paso esencial para conocer los pormenores de la demografía de El Beal.
      El primer segmento de estudio en el que se divide la población en los estudios de demografía es el infantil, que abarca en teoría a los que cuentan con menos de un año de vida. El primer y gran problema es conocer a los individuos que integran este grupo. Una cuestión previa a tener en cuenta es que no hay unanimidad en la consideración de nacidos vivos en las fuentes históricas. En las estadísticas de España las personas que se computaban como nacidos varió a lo largo del tiempo: antes de 1900 sólo se contabilizaban a los nacidos que hubie- ran sido bautizados; a partir de 1900 se consideraba nacido vivo al que “viviere veinticuatro horas enteramente desprendido del seno materno” (Código civil, artículo 30), engrosando la estadística de los abortos los que no lograban superar el día de existencia; a partir de 1974 se considera nacimiento al que muestra tras el parto algún signo de vida. En resumen, es difícil tener datos homogéneos y se precisan algunos correctores para poder unificar los datos de nacimiento.
      En   nuestro   caso,   la   fuente   que   utilizamos  no   nos   proporciona información de los nacidos muertos y de los abortos, que permitiría corregir algunas cifras anteriores a 1974. En cuanto a la edad de los fallecidos que aparece en los libros parroquiales, a primera vista puede parecer bastante detallada pues para los más pequeños viene expresada en años, días y meses. Pero la tendencia podía ser al redondeo, como se constata en otras localidades9.


      9  Otro redondeo que se muestra en otras parroquias era el agrupamiento de buena parte de los fallecidos en las frecuencias correspondientes a un número determinado de días. Esto es lo que observa Soriano Palao (2000: 154) en el caso de Yecla (Murcia), donde el grueso de las defunciones de los menores de un mes se agrupa en los correspondientes a 12, 18 y 24 días. En nuestro caso, como veremos más adelante, no se produce esta distribución.


      En El Beal aparecen 101 casos que presentan un cero en los meses y los días (el año de nacimiento sí aparece y corresponde con el del entierro). No sabemos si se desconoce la edad concreta o que no ha alcanzado el primer día de vida. El conjunto de los que tienen menos de un mes de vida, agrupados por días de vida, se puede ver en el Cuadro V.8.

      Cuadro V.8. Número de entierros con menos de un mes de vida en la
      Parroquia de San Nicolás de Bari, 1887-1971

      Edad días    Nº decesos    Edad días    Nº decesos
      0    101    16    10
      1    32    17    9
      2    23    18    15
      3    25    19    5
      4    23    20    18
      5    12    21    6
      6    15    22    11
      7    7    23    4
      8    26    24    10
      9    13    25    6
      10    19    26    2
      11    17    27    3
      12    23    28    1
      13    13    29    1
      14    23    30    12
      15    22    31    1

      La mencionada tendencia al redondeo hace que con un año pudieran anotarse niños que aún no lo habían cumplido todavía (al igual que también algunos que la habían sobrepasado10). Las cifras de la mortalidad infantil eran muy  elevadas  aunque  se  consideren todo  tipo  de  correcciones. Pero  si  las comparamos con lo sucedido en España o en Murcia (Gráfico V.8.) vemos que las tasas de El Beal son ligeramente inferiores. Por ello, mostramos también en el siguiente gráfico los que aparecen con un año de edad cumplido en los libros parroquiales de San Nicolás de Bari, con el objeto de ver si se producía una tendencia a simplificar la edad de los fallecidos en la cifra de un año justo y en qué fechas11.

      10 Con un año tenemos un total de 352 casos en el periodo que analizamos. Si les sumamos los que aparecen con 12 meses, el total es de 399 casos. Los que se registran con más de un año y menos de dos son en total 884. Entre cero y un año hay un total de 3.154. Para acercarnos el problema del redondeo,  presentaremos  cifras  totales  de  la  mortalidad  infantil  con  y  sin  los  que  aparecen anotados con un año de existencia.
      11 En los libros parroquiales la edad de los más jóvenes viene en días, meses y años. Hasta los tres años hay anotaciones más o menos detalladas de la edad. El tramo más completo es el que abarca
      hasta el primer año, que viene expresado en días y meses. Para el tramo de edad de los dos años
      siguientes, entre el primer y tercer año, puede venir en meses y en años (con días para los de la



      El interés de acercarnos a este dato radica en el hecho de que la mortalidad infantil relaciona el número de nacimientos con los que no llegan a cumplir un año de existencia. Concretamente, es un cociente entre el número de los nacidos vivos en un año determinado y las defunciones de los menores de un año. Esto provoca un problema de cálculo, ya que se puede nacer un año y morir al siguiente, sin haber completado los doce meses de vida. Para subsanar este problema, en nuestro caso, hemos tenido en cuenta la fecha de nacimiento y no la de defunción (restando al momento de la muerte la edad que aparece en los libros), con lo que se analiza lo sucedido a la población nacida en cada año.


      Gráfico V.8. Mortalidad infantil en El Beal, Murcia y España, 1888-1930, en ‰.

      400,0

      350,0

      300,0

      250,0

      200,0

      150,0

      100,0

      50,0

      0,0



      -<1 año     <=1 año     Región de Murcia     España

      Fuente: Libros parroquiales para El Beal; para Murcia: Ballesta Gómez, 1995: 161-162;
      para España: Gómez Redondo, 1992: 34.


      Hemos incluido en el gráfico V.8 dos curvas para El Beal: por una parte los que aparecen con menos de un año en los libros de defunción y, por otra, los anteriores más los que se registran con un año justo de vida. Como se puede observar, en determinados momentos la diferencia entre ambas curvas es muy elevada, mientras que en otros años apenas hay separación entre incluir o no incluir a los de un año. Concretamente, existe un a importante diferencia en los



      parte menor), con un grado de redondeo variable. Estos registros nos permite aproximarnos aquí con cierto grado de realidad a lo que se considera como mortalidad infantil e intentar separa los que no llegan a alcanzar el año completo de existencia.


      años finales del siglos XIX y de 1918 a 1924. En el resto del periodo las diferencias son muy pequeñas.
      Cuando se redondea, se podía incluir tanto los que no llegaban al año como algunos que lo superaban. Por ello, en un afán de acercarnos a lo que
      podía ser la realidad, en el cuadro V.9., hemos optado por la solución intermedia
      de tomar la  media de ambos datos. Lo cierto es que se trata  un problema
      complejo, que ha llevado a algunos autores a contabilizar a los que aparecen en
      los libros parroquiales con un año completo (v.g. Soriano Palao, 2000: 155).
      Para las cifras de El Beal no nos parece conveniente esta solución por la gran
      fluctuación que hay en las cifras de los que alcanzan el año completo a finales
      del XIX. Se pasa de una mortalidad por encima del 300‰ hasta 1896 a otra,
      bastante más baja del 200‰ en los años siguientes, alteración que no sucede en
      los que no llegan a un año.

      Gráfico V.9. Mortalidad infantil en El Beal (media de los fallecidos con menos de un año y un año completo), en Murcia y en España, 1888-1930, medias móviles quinquenales, en ‰

      300

      250

      200

      150

      100

      50

      0



      Murcia     España     El Beal

      Fuente: Libros parroquiales para El Beal; para Murcia: Ballesta Gómez, 1995: 161-162;
      para España: Gómez Redondo, 1992: 34.


      Lo que nos muestra el gráfico V.8 nos lleva a reflexionar, dado que El Beal aparece con unas tasas de mortalidad infantil menores que la región de Murcia y que España. Incluso si tenemos en cuenta a los que aparecen con un año  justo  cumplido,  la  situación  de  la  diputación  no  difiere  mucho  de  lo sucedido en las otras dos variables. Hay que tener en cuenta que, como hemos visto al analizar las tasas brutas de mortalidad, nuestra zona se caracterizaba por unos índices de mortalidad global más elevados que la región o incluso que el



      municipio de Cartagena, por lo que parece algo extraño que este hecho no se produzca en la población de menor edad e, incluso, se muestre con una situación mejor que el conjunto de la región.
      Para comparar mejor la evolución de esta variable a largo plazo, en el gráfico V.9 hemos alisado las curvas con medias móviles quinquenales. Se
      puede apreciar con mayor claridad los menores índices de mortalidad infantil de menos de un año de El Beal, donde sólo supera a la tasa del conjunto de Murcia
      de 1906 a 1909 y en 1923.
      La incidencia de la mortalidad en las edades mas bajas comprobamos
      que era muy elevada en esta diputación, como se observa cuando se analiza la
      mortalidad juvenil. Por ello nos parece problemáticas las tasas que presentamos
      para esta zona. Hay que tener en cuenta que, como ya hemos empezado a
      mostrar, la elaboración de las tasas para este tramo de la población es una tarea
      comprometida. Sobre todo, lo que destaca es una tendencia al subregistro, al no
      tener en cuenta como nacidos vivos a  una parte de los que morían en las
      primeras horas de vida. Si vemos el cuadro V.9., el número de casos es muy
      reducido, existiendo periodos largos en los que no se produce ningún caso,
      como sucede de 1912 a 1953.

      Cuadro V.9. Número de decesos que aparecen en El Beal con un día de vida, 1888-1971

      Año    Nº    año    Nº
      1888    1    1907    3
      1889    1    1908    2
      1890    3    1909    3
      1891    1    1911    1
      1892    1    1912    1
      1893    1    1953    1
      1898    1    1958    1
      1903    1    1960    1
      1905    2    1962    2
      1906    4    1967    1


      Hay una fórmula para intentar subsanar, en la medida de lo posible, las cifras de mortalidad infantil mediante una media de la probabilidad de la incidencia de estas defunciones en relación a la cantidad total del primer tramo de edad. En concreto, se basa en calcular las defunciones posibles (no registradas) en el primer día a partir de la recta de regresión 0,0043+0,0239x (x=mortalidad infantil). Ello nos permitiría inflar las cifras de El Beal para acercarnos a lo que podía haber sido la realidad. Aplicando estos cálculos al gráfico anterior tenemos la evolución que se representa en el gráfico V.10. En este caso, las cifras de este núcleo se acercan a las generales de España y se muestra una subida importante, por encima de las tasas nacionales y regionales, para los años previos a la I Guerra Mundial.



      Gráfico V.10. Mortalidad infantil en El Beal (media de los fallecidos con menos de un año y un año completo y ajustado para la mortalidad
      en el primer día), en Murcia y en España, 1888-1930, medias móviles quinquenales (‰).

      300

      250

      200

      150

      100

      50

      0



      Murcia     España     El Beal



      Gráfico V.11. Tasa de mortalidad neonatal precoz
      (de 0 a 6 días) en El Beal, 1889-1931 (‰)

      100,0
      90,0
      80,0
      70,0
      60,0
      50,0
      40,0
      30,0
      20,0
      10,0
      0,0



      Como hemos mostrado, el subregisto es un problema importante a la hora de analizar la mortalidad histórica de los tramos de edad, que afectan a los primeros días de vida y, sobre todo, a las primeras horas. La incidencia se produce especialmente en lo que se conoce como mortalidad perinatal12  y la llamada mortalidad endógena13. Provoca que tengamos cifras poco fiables de la mortalidad  en los primeros momentos de vida. Puede verse en el gráfico V.11, donde presentamos la tasa de mortalidad neonatal precoz, la que se produce en los seis primeros días de existencia. Las fluctuaciones son muy elevadas, lo que puede ser fruto de los problemas de registro que de factores demográficos. Además, en 1918, año que como hemos visto se produce la incidencia de la pandemia de la gripe, con un aumento de la mortalidad global y de la infantil (Cuadro V.8.), la neonatal precoz no se ve afectada.
      El  siguiente tramo de  mortalidad que se  estudia normalmente es  el llamado  neonatal.  Con  su  análisis  se  intenta  profundizar en  los  problemas infantiles del primer mes de existencia, en concreto hasta el día 29. Este período se aísla sobre todo para comprender las características de un momento problemático del desarrollo humano, en el que se tiene que enfrentar a las dificultades del parto o se hacen palpables las defensas con que cuenta la nueva criatura frente al medio exterior.

      Gráfico V.12. Tasa de mortalidad neonatal
      (de 0 a 29 días) en El Beal, 1889-1931, en ‰

      160,0

      140,0

      120,0

      100,0

      80,0

      60,0

      40,0

      20,0

      0,0







      12 Fallecimiento de los fetos viables, defunciones en el curso del parto y los fallecidos con menos de una semana de edad.
      13 Causada por el estado de desarrollo científico-médico, que no cuenta con los medios para evitar los diferentes problemas que pueden sucede en un parto y que pueden provocar el deceso del nacido.



      En este caso tampoco se produce un aumento del número de decesos de este tramo de edad en 1918, sino que incluso hay una disminución. Si lo comparamos con la mortalidad postneonatal (de 30 a 364 días, véase Cuadro V.12), aquí si se produce el mencionado incremento en el año de la gripe (lo que proporciona la base para que el conjunto de la mortalidad infantil se incremente en esa fecha (Cuadro V.8), cosa que sucede también tanto en la mortalidad de los menores de un año en Murcia como en el total nacional.

      Gráfico V.13. Tasa de mortalidad postneonatal
      (de 30 a 364 días) en El Beal, 1889-1931, en ‰

      250,0


      200,0


      150,0


      100,0


      50,0


      0,0





      En la mortalidad postneonatal se aprecia la tendencia que marcábamos para la mortalidad infantil, aunque de una manera más atenuada. Es decir, un progresivo descenso de las tasas hasta los años anteriores a la Guerra Civil. La bajada se produce, al igual que en Murcia y España, de una manera muy lenta, tanto que, incluso a  veces, puede parecer que se  mantiene estabilizada. La incidencia de la epidemia de gripe, de la I Guerra Mundial y de los problemas posteriores rompe la tendencia descendente, volviendo a tasas de mortalidad de principios de siglo. Es una época de empeoramiento de las tasas vitales sobre todo de la población infantil. Mientras la mortalidad global continua tras el paréntesis de la guerra, tanto en España como Murcia y El Beal (incluso aquí más acentuado) el fin de la contienda mundial supuso unos años pésimos para la vida de los de más corta edad. A partir de 1924 se recupera la tendencia anterior en El Beal, con algún retraso con respecto a España y a Murcia, y se logra una disminución importante de la tasa de defunciones de la población infantil.
      En cuanto a la distribución por sexos, el porcentaje mayor de la mortalidad se lo llevan los varones. Hay que tener en cuenta que, como se ha visto en el apartado de los nacimientos, era mayor el número de los de este sexo que venía al mundo. Pero, como se puede ver el cuadro V.10, la incidencia de la



      mortalidad   infantil   era   algo   mayor   proporcionalmente  en   la   población masculina.

      Cuadro V.10. Distribución de la mortalidad infantil por sexo en El Beal, frecuencias y %, e índice de masculinidad
           de los nacimientos, por quinquenios, 1886-1970    
      Mortalidad infantil

      Quinquenios

           Nº de decesos    


      %
      varones

      Nacimientos
      % varones























      La hipermortalidad masculina es algo que se puede constatar en las sociedades europeas contemporáneas. Las razones pueden ser estadísticas, biológicas o sociales. Como motivaciones estadísticas nos referimos a la existencia de un infrarregistro de las mujeres frente a los hombres. Pero nada hace pensar que se produjera esto y, además, el sex ratio a favor de los hombres se va incrementando conforme avanzan las sociedades y se tienen mejores datos de base, con lo que la distinta capacidad de resistencia frente a la enfermedad debe estar fundamentada en otros aspectos. En la  segunda razón, las niñas parecen tener una capacidad de resistencia mayor frente a las enfermedades por una serie de razones fisiológicas. En cuanto a motivaciones sociales, en un sentido contrario, lo normal era y sigue siendo en numerosas sociedades, privilegiar a los varones, como se puede constatar en la práctica que se realizaba en algunos lugares de efectuar el destete a las niñas algunos meses antes que a los niños como media, con la consiguiente mayor probabilidad de enfermar (Gómez Redondo, 1992: 205). En resumen, la actuación social tendería normalmente a compensar las diferencias fisiológicas y a disminuir la tendencia a la mayor probabilidad de defunción en los varones. En el cuadro V.11 se presenta las cifras de hipermortalidad sólo hasta 1930. El no haber prolongado


      más en el tiempo las cifras está en la insuficiencia de datos, que se puede comprobar en el cuadro V.10, que no permiten obtener unas cifras consistentes.

      Cuadro V.11. Hipermortalidad masculina en El Beal y en España,
           medias anuales por quinquenios, 1886-1930.    


      Quinquenio

           Índice de masculinidad (*)      El Beal    España

      1886-1890    1,62
      1891-1895    1,18
      1896-1900    1,20
      1901-1905    1,18    1,12
      1906-1910    1,18    1,13
      1911-1915    1,35    1,13
      1916-1920    1,20    1,11
      1921-1925    1,09    1,12
      1926-1930    1,25    1,13
      Fuente: para España Gómez Redondo (1992: 210).
      (*)Índice de masculinidad: tasa de mortalidad infantil masculina/t.m.i. femenina).

      En el caso de España la tendencia durante el siglo XX ha sido hacia una acentuación de esta diferencia por sexos, pasando de una tasa de 1,10 en 1900 a
      1,25 en 1975, aunque hasta 1950 no se aprecia una modificación clara al alza. La Región de Murcia aparece en el primer quinquenio de los años treinta la
      hipermortalidad masculina media fue de 1,08, la más baja de España (con una media de 1,15), lo que señala Gómez Redondo (1992: 214) como un ejemplo de
      discriminación del sexo femenino.
      Por lo que se refiere a El Beal, nos encontramos con una situación algo
      diferente a la del conjunto de la Región ya que cuenta con tasas normalmente
      más altas que la media nacional. Hay que tener en cuenta que los condicionantes
      económicos y las característica sociológicas de su población diferían en parte de
      las del resto. En esta diputación, con altibajos, también se mantienen unas cifras
      parecidas en las décadas finales del XIX y en el primer tercio del XX. Sólo
      aparece un índice bastante elevado en el quinquenio de 1886-90. Ello se debe a
      la tasa que hemos calculado para 1890, año en el que cae la mortalidad infantil
      femenina, pasando de un 257,7‰ en 1889 a 126,9‰, mientras que la masculina
      se mantuvo en tasas parecidas en ambas fechas, lo que proporciona para ese año
      en concreto un índice muy elevado de masculinidad (2,5). La causa de este
      fenómeno  debe  estar  en  factores  aleatorios,  que  provocaron  una  situación
      excepcional ese año, ya que no pensamos que pueda ser alguna deficiencia en
      los registros.
      Profundizando en las características de la ratio de sexo infantil, vamos a
      analizar lo que sucede en las dos etapas en las que se divide normalmente el
      periodo infantil, la neonatal (hasta los 29 días) y las posneonatal (el resto hasta
      los 364 días), para ver si hay diferencias y si pesan más o menos las dificultades
      que se tienen en el momento del parto. Sería interesante estudiar las diferencias
      en el primer día de vida y la neonatal precoz (de 0 a 6 días), pero el número de



      casos por sexo es bastante reducido para obtener unos resultados con un mínimo de consistencia.

      Cuadro V.12. Hipermortalidad infantil masculina por edad en El Beal,
           1886-1930, por quinquenios    
      Tasa mortalidad neonatal    Tasa mortalidad
           posneonatal    

      Quinquenio    Mas-
      culina


      Feme- nina

      índice mascu-


      Mas- culina


      Feme- nina

      índice mascu-

           linidad     linidad    
      1886-1890    155,93    95,11    1,64    220,35    133,95    1,65
      1891-1895    97,52    63,43    1,54    177,34    144,03    1,23
      1896-1900    51,61    32,56    1,59    156,11    136,40    1,14
      1901-1905    54,00    35,00    1,54    123,45    107,85    1,14
      1906-1910    101,41    57,60    1,76    152,45    129,09    1,18
      1911-1915    64,42    50,25    1,28    119,15    104,03    1,15
      1916-1920    46,37    28,14    1,65    122,20    94,97    1,29
      1921-1925    36,55    24,96    1,46    106,22    103,91    1,02
        1926-1930     19,97     7,14     2,80     68,60     51,06     1,34    

      Como  podemos ver  en  el  cuadro  V.12,  hay  mayor  sobremortalidad masculina en la fase neonatal a lo largo del tiempo. Esta diferencia también es observable en los datos que hay a escala nacional (aunque sólo tengamos a partir de  1940.  Gómez  Redondo, 1992:  221).  Las  cifras  del  quinquenio 1926-30 pueden parecer algo extrañas, pero hay que tener en cuenta que en esto años desciende considerablemente el número de habitantes y, con ello, el de nacimientos. Lo que provoca que el número de defunciones infantiles sea peque- ño, con lo que la desagregación hace aún más inestable el análisis de estos datos.
      En resumen, se aprecia una reducción de la hipermortalidad masculina conforme avanza la edad, lo que también sucede en la península en su conjunto y en los estudios de otras zonas (Preston, 1982). Sin embargo, al contrario de la tendencia que se va a mostrar en España después de la Guerra Civil (con un incremento de dicho índice), en el caso de El Beal hay una cierta reducción de la diferencia entre los dos sexos (independientemente del último quinquenio calculado). Aún no se va a mostrar la modificación al alza que hemos dicho se plasmará en el conjunto nacional y, en general, en las transformaciones demográficas más recientes. Se cumple aquí la diferencia ante la muerte por sexo en la primera etapa de la vida, lo que parece estar relacionado, sobre todo, con diferencias biológicas, que proporcionan a las mujeres una mayor capacidad frente a las adversidades.


      7. LA MORTALIDAD JUVENIL


      En este tramo se incluyen los que fallecen con una edad entre 1 y 4 años. Su estudio es clave para comprender las transformaciones demográficas,


      sobre todo en las primeras fases de la transición del viejo al nuevo modelo demográfico. Uno de sus aspectos más llamativos fue el que experimentó este tipo de mortalidad. Dado que el grupo inferior, los menores de un año, estaba influido    por    enfermedades    endógenas,    su    reducción    fue    más    lenta, evolucionando más aprisa el tramo que estudiamos ahora (Ramiro Fariñas y Sanz Gimeno, 1999: 52).


      Gráfico V.14. Distribución de la mortalidad en la diputación de El Beal por grupos de edad, en %, 1888-1970

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0

      0,0




      -1 año     de 1 a 4     de 5 a 14     de 15 a 49     49


      Dentro  del  total  de  las  defunciones  de  El  Beal,  el  grupo  infantil agrupaba el porcentaje mayor hasta 1910 (véase cuado V.6. y gráfico V.14). A finales de siglo XIX, un tercio de los entierros eran de niños entre 1 y 4 años (más de la mitad de los decesos eran de menores de 5 años), alcanzado algunos años más del 40%. Se muestra un recrudecimiento del peso las defunciones de este tramo en los años finales del XIX, pasando de representar en el decenio
      1881-90 el 27,9% del total al 33,2% de 1891-1900.
      La  evolución de  la  tasa  de  mortalidad juvenil muestra también ese
      incremento en los años finales del XIX y cómo en el cambio de siglo cae a unos
      niveles más reducidos, para continuar un lento descenso en el primer tercio del
      XX. Si lo comparamos con la evolución de la mortalidad infantil, se produce un
      fenómeno contrario, como puede verse en el gráfico relativo a la evolución de
      este segmento y de sus subgrupos. Es posible que dicho incremento sea sólo un
       

      espejismo, que esconde el sobrerregristro del tramo de edad de un año. Ya mostramos en el gráfico V.8 cómo es al final de la centuria cuando se produce una gran diferencia entre el número de defunciones con menos de un año y con un año cumplido (por lo que sometimos las cifras a una serie de correcciones). Para evitar una manipulación estadística mayor de los datos (ya que en el afán de acercarnos a la evolución real parece que lo que conseguimos algunas veces es  alejarnos  de  ella),  los  dejamos  tal  y  como  los  hemos  presentado,  pero teniendo en cuenta a la hora de valorarlos que existe este problema en la última década del siglo XIX.

      Gráfico V.15. Mortalidad juvenil en la diputación de
      El Beal, 1888-1930 (‰).

      500,0

      450,0

      400,0

      350,0

      300,0

      250,0

      200,0

      150,0

      100,0

      50,0

      0,0




      En resumen, teniendo en cuenta esta salvedad, desde que se inicia la serie  de  mortalidad  (1888)  se  muestra  una  tendencia  decreciente  en  la mortalidad juvenil, que sobre todo va a mostrar un descenso importante hasta principios  del  XX.  A  partir  de  ahí  se  mantiene  una  lenta  y  progresiva disminución del índice (con alguna subida en determinados años, como en 1905 y  durante  la  I  Guerra  Mundial),  a  diferencia  del  estancamiento (e  incluso incremento) de la mortalidad infantil en el primer cuarto del siglo. La mortalidad juvenil aparece dentro de la evolución de los más jóvenes como el segmento que se  muestra  más  proclive  al  retroceso  y  a  la  modernización,  como  ya apuntábamos que se producía en la evolución general de la población española y en las poblaciones europeas (Matthiessen y McCann, 1978).
      Para ver dónde hubo mayor incidencia dentro del las distintas edades que abarca el grupo juvenil, en el cuadro V.13 presentamos la distribución porcentual para cada tramo de años.


      Cuadro V.13. Distribución de la mortalidad juvenil en
        El Beal por edad y por quinquenios (%).    
           Edad años    




















      Fundamentalmente en la mortalidad juvenil son los dos primeros tramos los que proporcionan el montante mayor de las defunciones. En concreto, ambos suponen  entre  el  70  y  el  80%  del  total.  Conforme  aumenta  la  edad,  los individuos se dotan de mayores defensas y la posibilidad de enfermar y fallecer va disminuyendo. Así, el tramo más endeble, el de un año de edad, llega a tener más de la mitad de las defunciones para el conjunto del periodo considerado.

      Cuadro V.14. Índice de masculinidad (%) en la mortalidad juvenil, para un año de edad y para el total, 1880-1965, por quinquenios


      Quinquenio

           Edades    




      En cuanto a la incidencia por sexos, nuevamente nos encontramos con un porcentaje mayor de varones, aunque con una diferencia bastante menor que la que se existía en la población infantil. Aquí ya se muestran los hombres con capacidades parecidas a las mujeres para hacer frente a las enfermedades y a los problemas del entorno.

      Cuadro V.15. Hipermortalidad juvenil masculina en El Beal (tasa de mortalidad juvenil masculina/t.m.j. femenina), medias anuales por quinquenios, 186-1930.














      En el cuadro V.15 se puede ve que las diferencias entre los índice de mortalidad masculina y femenina son muy reducidos, igualándose en algunos quinquenios. Sobre todo son significativas las cifras del primer periodo ya que el número  de  decesos  es  considerablemente  mayor,  mientras  que  al  final  la cantidad es reducida para poder extraer conclusiones fundadas. De todas maneras, no se muestra para este tramo de edad unas sustanciales diferencias biológicas o sociales entre ambos sexos frente a la muerte.

      Cuadro V.16. Índice de sobremortalidad masculina por grupos de edad
      (0 a 15 años) en la Región de Murcia y en España, nqx(m)/nqx(f), 1900-
      edad
      0    1    5    10    15


      1900-01


      1910-11


      1920-21


      1930-31

      Murcia    1,10    0,88    0,97    0,88    1,05
      España    1,10    0,97    0,98    0,88    0,95
      Murcia    1,03    0,87    1,09    1,04    0,99
      España    1,12    0,97    1,00    0,89    1,00
      Murcia    1,03    1,03    1,00    0,86    0,98
      España    1,09    1,03    1,00    0,90    1,00
      Murcia    1,07    1,05    1,03    1,08    1,10
      España    1,13    1,03    1,00    1,00    1,10

      Fuente: elaborado a partir de la cifras de Dopico y Reher (1998: 32-34, 36, 125, 141,
      151 y 165).



      En el caso de Murcia y de España, la tendencia es a una disminución de los índices de hipermortalidad masculina hasta los 10 años de edad, que es el momento en el que se alcanza una menor cociente entre ambos sexos e, incluso, la tasa de mortalidad es favorable al hombre (al menos en las dos primeras décadas del siglo XX).


      8. TABLAS DE MORTALIDAD


      Para  seguir profundizando en  las  características de  este  factor y  su variación con la edad, vamos a elaborar las tablas de mortalidad. El primer problema con el que nos enfrentamos es metodológico: hay diferentes maneras de confeccionarlas en función del método empleado y de los datos de base. Buena parte de las publicaciones cuando presentan este punto dedican una serie de páginas a explicar las fórmulas empleadas y los problemas y las soluciones adoptadas. Para subsanar en parte, en primer lugar, el engorro que supone el tener que adentrarse en la presentación y justificación de una serie de ecuaciones y, por otra, para poder comparar nuestros resultados con estimaciones regionales y nacionales, hemos seguido el sistema de cálculo de Dopico y Reher (1998: 17-
      24).  Además,  se  adaptaba  bien  a  nuestra  muestra  ya  que,  dado  el  escaso volumen de las defunciones para cada edad, era necesario realizar unas tablas abreviada por grupos plurianuales14.
      En el mencionado trabajo los autores varían los cálculos y las agrupaciones en las distintas décadas del XX, al igual que los retoques específicos que es necesario realizar para que los resultados tengan coherencia para las diferentes poblaciones. Por ello es preciso realizar una mínima presentación de las funciones y de las operaciones que hemos realizado en cada una de ellas:

      -    En  la  primera  columna  se  presentan  las  tasas  específicas  de mortalidad (nmx), que se trata de un cociente para cada grupo de edad entre la media de los difuntos del año de referencia y del siguiente (por ello las tablas abarcan dos años) y la población que tiene en el censo del año de referencia. No se ha calculado para las dos primeras frecuencias (de menos de un año y de 1 a 4 años).
      -    A continuación tenemos la probabilidad de muerte (nqx), que se ha calculado a partir de la primera columna, a la que se le ha aplicado el método de Greville15, salvo para los dos primeros intervalos y el


      14  A pesar de las dificultades mencionadas y como ejercicio estadístico hemos confeccionado tablas no abreviadas. No han proporcionado unos cambios de significación con las cifras que presentamos en el libro.
      15 Este método sirve para convertir las tasas específicas de mortalidad (nmx) en las probabilidades
      de muerte (nqx). Hay otras fórmulas para calcularlo, como qx=2xmx/2+mx. Pero los resultados que
      obteníamos para algunas frecuencias de edad si utilizábamos este último sistema eran superiores a
      la unidad (lo que provocaba valores negativos en la columna de supervivientes).



      último. Para la población infantil se ha utilizado directamente su tasa de mortalidad, con todas las correcciones (para solucionar el redondeo de la edad de un año y el infrarregistro de los difuntos a las horas de nacer) que ya hemos planteado en su momento. Para la juvenil, hemos utilizado la media de las defunciones de los dos años dividido por la media de los nacimientos en el año de referencia y los dos anteriores menos las defunciones de menos de un año para el mismo periodo. Por último, el intervalo final es siempre 1.
      -    La tercera columna son los superviviente a “x” edad (nlx). Para comparar las cifras hemos partido de una generación hipotética algo elevada para esta diputación (100.000 nacimientos), pero que es la cifra    utilizada    normalmente    en    los    cálculos    nacionales    y provinciales. A  partir  de  ella  se  van  dejando los  supervivientes hipotéticos  en   función   de   la   mortalidad   específica   de   cada frecuencia.
      -    Se ha realizado tres cálculos que no aparecen en las tablas que presentamos: Defunciones (ndx); número total de años vividos en un intervalo de edad (nLx); y número total de años vividos a partir de x edad (Tx).
      -    Por último, se ha calculado la esperanza de vida a “x” edad (ex). Es la que aparece en la última columna de las tablas y, sobre todo, la referida al año 0 es una de las cifras más utilizada a la hora de
      comparar el nivel de desarrollo demográfico.

      Estas tablas son de mucha utilidad a la hora de analizar la estructura y la evolución de la población, pero hay que tener en cuenta numerosas salvedades a la hora de su utilización y, en nuestro caso, de las salvedades de las que hemos elaborado para El Beal. En principio estos cálculos lo que nos presentan son unas fotografías que pretende caracterizar el comportamiento de unos habitantes a  partir de los datos de uno o dos años concretos. Las peculiaridades de las fechas en las que se toman las muestras, determinadas por contar con unos datos censales, condiciona naturalmente los resultados que obtengamos. Por ello hay que tener cuidado a la hora de evaluar las cifras y hacerlas representativas de toda una época. En el caso de la diputación que estudiamos las salvedades son importantes.  Ello  ha  sido  la  causa  de  que  sólo  realicemos  las  tablas  de mortalidad hasta 193016. Para el resto de los años en los que teníamos información (1940 y 1950) se ha desistido del intento ya que, debido a la bajada de población que se produce en dicha zona, la cantidad de registros para cada grupo de edad no alcanzaban el número suficiente para obtener unos datos significativos. Hay que tener en cuenta que el riesgo de error se incrementa conforme se reduce el las cuantía de los casos analizados y, llegado un punto, las conclusiones que se obtienen pueden ser demasiado vulnerables.




      16 Incluso para esta fecha, por las mismas causas del limitado número de casos, los resultados de la desagregación por sexo se han desestimado, por lo que no se presentan en los cuadros y gráficos correspondientes.



           Cuadro V.17. Tablas de mortalidad de El Beal, 1889-90    
           Total    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    












           80     0,2500     1,0000     55     4,00    

           Varones    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    
      0    0,3360    100.000    15,10
      1    0,4070    66.401    21,57
      5    0,0397    0,1813    39.377    31,52
      10    0,0019    0,0093    32.240    32,91
      15    0,0197    0,0941    31.941    28,20
      20    0,0350    0,1616    28.936    25,85
      25    0,0132    0,0641    24.261    25,32
      30    0,0148    0,0714    22.707    21,87
      35    0,0442    0,1999    21.086    18,35
      40    0,0353    0,1628    16.870    17,29
      45    0,0367    0,1688    14.123    15,14
      50    0,0464    0,2087    11.740    12,68
      55    0,0326    0,1513    9.290    10,34
      60    0,1231    0,7486    7.884    6,71
      70    0,4000    0,9959    1.982    2,50
           80     0,7500     1,0000     8     1,33    

           Mujeres    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    












           80     0,1500     1,0000     152     6,67    




           Cuadro V.18. Tablas de mortalidad de El Beal, 1894-95    
           Total    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    












           80     0,3214     1,0000     24     3,11    

           Varones    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    
      0    0,2562    100.000    19,51
      1    0,3257    74.384    25,11
      5    0,0512    0,2280    50.158    32,64
      10    0,0074    0,0361    38.724    36,51
      15    0,0143    0,0691    37.324    32,78
      20    0,0083    0,0405    34.744    30,01
      25    0,0149    0,0719    33.335    26,17
      30    0,0265    0,1246    30.938    22,99
      35    0,0372    0,1710    27.084    20,89
      40    0,0217    0,1034    22.452    19,66
      45    0,0547    0,2415    20.130    16,62
      50    0,0227    0,1079    15.268    16,08
      55    0,0122    0,0593    13.621    12,71
      60    0,1026    0,6751    12.813    8,34
      70    0,1786    0,8852    4.163    5,42
           80     0,2500     1,0000     478     4,00    

           Mujeres    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    
      0        0,2331    100.000    22,09
      1        0,3524    76.688    27,70
      5    0,0448    0,2023    49.662    38,10
      10    0,0058    0,0285    39.614    42,11
      15    0,0130    0,0629    38.484    38,26
      20    0,0165    0,0793    36.065    35,65
      25    0,0034    0,0168    33.206    33,49
      30    0,0096    0,0467    32.650    29,02
      35    0,0053    0,0263    31.124    25,31
      40    0,0041    0,0203    30.306    20,92
      45    0,0141    0,0682    29.691    16,30
      50    0,0426    0,1931    27.667    12,29
      55    0,1047    0,4141    22.324    9,61
      60    0,0455    0,3761    13.080    9,65
      70    0,4545    0,9808    8.161    2,20
           80     0,4167     1,0000     157     2,40    



           Cuadro V.19. Tablas de mortalidad de El Beal, 1920-21    
           Total    
         Edad     nmx     nqx     nlx     ex    












            80     0,3704     1,0000     7.038     2,70    

           Varones    
         Edad     nmx     nqx     nlx     ex    
      0    0,1370    100.000    43,52
      1    0,1341    86.295    49,37
      5    0,0053    0,0264    74.725    52,83
      10    0,0063    0,0308    72.751    49,19
      15    0,0047    0,0234    70.510    45,66
      20    0,0037    0,0182    68.858    41,70
      25    0,0099    0,0482    67.603    37,42
      30    0,0018    0,0092    64.342    34,18
      35    0,0126    0,0610    63.751    29,47
      40    0,0088    0,0430    59.860    26,22
      45    0,0181    0,0867    57.287    22,27
      50    0,0186    0,0892    52.320    19,13
      55    0,0309    0,1438    47.653    15,75
      60    0,0566    0,4475    40.800    12,95
      70    0,0714    0,5318    22.542    9,13
            80     0,2778     1,0000     10.554     3,60    

           Mujeres    
         Edad     nmx     nqx     nlx     ex    












            80     0,4167     1,0000     4.497     2,40    



           Cuadro V.20. Tablas de mortalidad de El Beal, 1930-31    
           Total    
          Edad     nmx     nqx     nlx     ex    
      0    0,0919    100.000    53,50
      1    0,0748    90.813    57,88
      5    0,0046    0,0226    84.021    58,46
      10    0,0025    0,0122    82.121    54,75
      15    0,0080    0,0392    81.120    50,39
      20    0,0045    0,0225    77.938    47,34
      25    0,0039    0,0194    76.185    43,37
      30    0,0016    0,0078    74.707    39,17
      35    0,0055    0,0272    74.125    34,46
      40    0,0108    0,0526    72.107    30,35
      45    0,0095    0,0466    68.317    26,88
      50    0,0137    0,0666    65.134    23,07
      55    0,0169    0,0811    60.799    19,52
      60    0,0378    0,3229    55.870    16,01
      70    0,0594    0,4643    37.829    11,03
           80     0,1667     1,0000     20.264     6,00    

      Por otra parte, las cifras han sufrido una serie de ajustes, con el objeto de  solucionar  problemas  registrales.  Ello  no  sólo  es  una  dificultad  de  los cálculos de las cifras de El Beal sino para toda la península. Los retoques son necesarios, pero plantean, muchas veces, lo poco tangibles que pueden ser los resultados. Ello nos lleva a que las fórmulas para obtener un mismo dato puedan ser muy diversas. Para llegar al cómputo de la esperanza de vida, cada paso en las diferentes edades se puede realizar con fórmulas distintas. Muchas veces la diferencia entre emplear una u otra es escasa (apenas unos decimales), pero otras puede ser importante17.
      Con todo esto solamente queremos prevenir de las interpretaciones que se puedan realizar de los datos que presentamos a continuación. Las cifras en las ciencias sociales no  son  un  fin  en  sí  mismas sino  solamente una  ayuda y bastante útil para comprender los fenómenos humanos. Así, a pesar de todas las deficiencias, con los cálculos que hemos realizado pretendemos conocer mejor las particularidades de la población de este núcleo.
      En las tablas de mortalidad se muestra un cambio importante en la población de la diputación, con una considerable elevación de la esperanza de vida, que se duplica en apenas treinta años. En 1889 y 1894 más de la mitad de la población había desaparecido antes de alcanzar la edad de cinco años (55,8 y
      50,9% respectivamente), mientras que en 1920 se han perdido en esos primeros cuatro años de vida un 25% de los efectivos. La esperanza de vida es muy baja, sólo 18,3 y 20,5 años en ambas fechas, cuando la de España en 1863-70 era de casi treinta años e, incluso, la Región de Murcia tenía un cifra mayor. Puede ser que  el  empadronamiento  o  los  datos  recogidos  en  los  censos  no  fueran completos. Existía una población itinerante, que se movía para trabajar en las minas en las épocas de mayor actividad18. De todas maneras, aunque elevemos algo las cifras, realmente son reducidas y muestran las dificultades que existían en este núcleo de población, que se había desarrollado rápidamente al calor de la

      17 Como nos ha sucedido al transformar las tasas m en cocientes q, que según el sistema utilizado los resultados tenían diferencias significativas.
      18 Estas circunstancias también pueden influir en la limitada esperanza de vida de los varones en
      1889, que se encuentra 4,1 años por debajo de la que tienen las mujeres.


      extracción minera y que debía de carecer de un equipamiento básico. Como sucede en otras cuencas de aluvión de trabajadores mineros (Pérez-Fuentes:
      1993:    204),    además    de    otros    múltiples    factores,    la    inexistencia    de infraestructuras  que  respondieran  a  las  necesidades  ligadas  al  incremento
      demográfico tuvo unas trágicas consecuencias para la población inmigrante.

      Cuadro V.21. Esperanza de vida al nacer en El Beal, Murcia,
           España y países avanzados*, 1863-1930    
              1863-
      70    1889-
      90    1894-
      94    1900-
      01    1910-
      11    1920-
      21    1930-
      31
          El Beal        15,1    19,5            43,5   
      Varones    Murcia                32,3    37,0    39,4    47,7
          España    29,4            34,4    40,8    40,2    48,2
          El Beal        21,2    22,1            44,4   
      Mujeres    Murcia                32,8    36,7    40,6    50,0
          España    30,2            35,6    42,2    42,4    51,6
          El Beal        18,2    20,5            43,7    53,1
          Murcia                32,6    36,9    40,0    48,8
      Total    España    29,8            34,9    41,5    41,3    49,9
      *Países
      avanzados    43,1    50,5    54,3    58,3    61,7
      Fuente: para Murcia, España y países avanzados Dopico y Reher (1998)
      * En países avanzados se incluye Dinamarca, Francia, Inglaterra y Gales, Noruega,
      Países Bajos, Suecia y Estados Unidos.

      La edad en la que hay un mayor descenso de la mortalidad es de 10-14 años, al igual que sucede en el conjunto de Murcia o en España. La bajada es vertiginosa ya que se pasa de unos valores muy elevados, entre los más altos, para los primeros años de vida al punto más bajo cuando alcanzan la década de vida.
      En los Gráficos V.17 a 19 se compara la evolución por edades de la probabilidad de muerte de El Beal con la Región de Murcia y con España. Las diferencias en cuanto a la tendencia son muy pequeñas. Se comienza con una tasas elevadas, para descender cuando se alcanzan los diez años y, a partir de ahí, seguir un progresivo aumento de las tasas. En el caso de la primera gráfica, al carecer de cifras para 1900, se compara las cifras de 6 años antes en El Beal, lo que (junto con otros factores de los que ya hemos hablado) favorece unos índices bastante más elevados que los de Murcia o España hasta los 50 años de edad. En las otras dos se superponen las cifras de los tres elementos de comparación. Hay una mayor fluctuación en las cifras de El  Beal para las frecuencias de edad entre 20 y 45 años, lo que a nuestro parecer es debido al problema de analizar un grupo de población relativamente reducido como esta diputación. Ello puede provocar que el volumen de las defunciones para las



      edades de una mortalidad más reducida sea relativamente reducido y facilite cierta volatilidad de los resultados. Ello se muestra en unos dientes de sierra de su curva frente a una evolución más sinuosa para Murcia o España.

      Gráfico V.16. Probabilidades de muerte a una edad x (nqx)
      en El Beal, 1889, 1894, 1920 y 1930 (escala semilogarítmica)

      1,000









      0,100

      1889
      1894
      1920
      1930







      0,010



      Gráfico V.17. Probabilidades de de muerte a una edad x (nqx)
      en España y Murcia Región en 1900-01 y en El Beal
      en 1894-95 (escala semilogarítmica)

      1







      0,1

      Murcia
      El Beal
      España





      0,01


      0   1   5  10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 70 80

      Edad


      Fuente: para Murcia y España: Dopico y Reher (1998).



      Gráfico V.18. Probabilidades de de muerte a una edad x (nqx) en España, Murcia Región y El Beal en 1920-21 (escala semilogarítmica)

      1







      0,1

      Murcia
      El Beal
      España






      0,01



      0   1   5  10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 70 80

      edad


      Fuente: para Murcia y España: Dopico y Reher (1998).

      Gráfico V.19. Probabilidades de de muerte a una edad x (nqx) en España, Murcia Región y El Beal en 1930-31 (escala semilogarítmica)

      1








      0,1

      Murcia
      El Beal
      España






      0,01



      0   1   5 10 15 20 25 30 35 40 45 50 55 60 70 80

      edad


      Fuente: para Murcia y España: Dopico y Reher (1998).



      Los dos primeros tramos en los que hemos dividido las tablas de la mortalidad aparecen como claves en las características de la población de finales del XIX y primer tercio del XX. Para tener una idea clara de su evolución, en el Cuadro V.22 se realiza una comparación de estas variables para algunos países europeos con las cifras que tenemos de España, Murcia, El Beal y de una cuenca minera vizcaína (San Salvador del Valle). Además se incluye el cociente de ambas cifras para ver el grado de evolución respectiva. La tendencia es a una bajada más acusada de la mortalidad infantil, lo que se traduce que el cociente va siendo progresivamente más elevado19. Se pasa en los países desarrollados europeos de algo más de uno a mediados del XIX a unas cifras entre 3 y 2 alrededor de 1930. España muestra un importante retraso tanto en las tasas como en la modificación de dicha división, cuya cifra en 1930 es casi igual de la francesa de 1850.

      Cuadro V.22. Mortalidad infantil y juvenil en Francia, Inglaterra, España, Murcia, El Beal y San Salvador del Valle (Vizcaya),
      1850-1930, en ‰ y cociente entre ambas.


























      Fuente: para Europa: Ramiro Fariñas y Sanz Gimeno (1999: 63); para España y Murcia: Dopico y Reher (1998); para San Salvador del Valle: Pérez-Fuentes (1993: 206).




      19 La tendencia en las décadas siguiente será a que dicho cociente siga aumentando. Para 1960 los resultados para lo países de la tabla son los siguientes: Francia: 6,2; Inglaterra: 6; Italia: 4,8; España: 5,1 (Ramiro Fariñas y Sanz Gimeno, 1999: 63).


      En cuanto a nuestras comarcas mineras, nos encontramos con una elevada mortalidad infantil pero, sobre todo juvenil, a finales del XIX y con un cociente entre ambas menor que la unidad, algo más bajo que lo que alcanzaba España a mediados del mismo siglo. En 1920 la situación mejora para nuestra diputación,  especialmente  en  la  mortalidad  juvenil  (ya  con  un  cociente levemente superior a uno), mientras que en San Salvador del Valle esta misma mortalidad se mantiene con unas cifras aún elevadas, continuando por encima de la infantil.

      Cuadro V.23. Esperanza de vida por edades en Murcia, El Beal
           y España, 1894-1930    


      Murcia región


      El
      Beal    España


      Murcia región


      El
      Beal    España


      Murcia región


      El
      Beal    España


      1900-


      1894


      1900-

           01     -95     01     1920-21    1930-31
























      Fuente: para Murcia y España: Dopico y Reher (1998).

      En resumen, la modernización de la población española pasó por numerosas dificultades, sobre todo el retraso de la mortalidad juvenil. Si bien se muestra una tendencia a la disminución, con unos porcentajes mayores que la mortalidad infantil (influida por el peso de los factores endógenos, como veremos), no se realiza con la misma vivacidad que se produjo el cambio en los países desarrollados europeos. La asignatura pendiente parece ser, sobre todo, las defunciones entre 1 y cuatro años. En 1930 la mortalidad infantil española era un 133% de la francesa y un 172% de la inglesa, mientras que la infantil alcanzaba respectivamente 287 y 262%. En cuanto a El Beal, comparándolo



      también con ambos países, resulta con 98 y 126% para la infantil y 239 y 218% de la juvenil. Independientemente del grado de fineza de las cifras, se aprecia claramente  la  disparidad  de  las  tasas  juveniles  españolas.  En  el  capítulo siguiente profundizaremos en las enfermedades que inciden en la mortalidad en los primeros años.
      Las elevadas cifras de mortalidad de finales del XIX y principios del XX determinaban que las posibilidades de alcanzar la senectud fueran limitadas. La esperanza de vida al nacer se situaba en España a comienzos del nuevo siglo en 35 años, mientras que en Murcia no alcanzaba los 33 años. En 1920 se había avanzado algo pero, sobre todo, donde se aprecia un cambio es en El Beal, pues la esperanza de vida (e0) se duplica, superando incluso a la media española (aunque hay que tener en cuenta ciertas salvedades estadísticas mencionadas).
      La situación se repite en 1930. Puede ser que en esas fechas dichas tasas estén algo infladas, especialmente por la existencia de una emigración, que podía mantener su empadronamiento en la diputación. Pero, de todas formas, incluso si se retocan las cifras el cambio es muy notable. La disminución de la mortalidad ordinaria y la extensión de las expectativas de vida en las primeras décadas del XX en El Beal van a suponer una importante modernización de sus variables vitales.
      El acortamiento de las distancias con respecto a los países avanzados se ve claramente tanto en España como en Murcia. Con los datos del Cuadro V.21, Murcia pasa de tener en 1900 el 64,6% de la esperanza de vida de dichos países
      a alcanzar en 1930 el 79,1%.


      9. LA POBLACIÓN ADULTA Y ANCIANA


      Las limitaciones al envejecimiento de la población provocan que hasta bien avanzado el siglo XX el grueso de la mortalidad recaiga en los primeros años de vida, concretamente en los menores de 5 años, que suponen más de la mitad de los óbitos de esta diputación hasta 1920. Los niños entre 5 y 16 años van a mantener, más o menos, su proporción durante todo el periodo de estudio. Los adultos entre 17 y 45 años, por su parte, mantienen su participación porcentual hasta la Guerra Civil en torno al 18% y sólo después del conflicto bélico tiende a descender.

      Cuadro V.24. Distribución por edades de la mortalidad en El Beal, 1880-1970 (en % por decenios)

          1880-99    1900-19    1920-39    1940-70
      Menos 1 año    22,0    22,9    18,1    21,1
      de 1-4    40,2    29,0    22,9    6,3
      de 5-16    4,0    3,7    3,3    3,2
      de 17-45    17,5    18,2    18,3    12,5
      de 46-65    10,1    15,3    19,0    20,4
      + de 65    6,2    10,9    18,4    36,4




      Los que mostrarán una gran modificación serán los pertenecientes a la población de más edad. En el montante global de los entierros, a finales del XIX los mayores de 46 años sólo suponían el 16,3%. Las reducidas expectativas de vida hacían que fueran limitadas las posibilidades de convertirse en un anciano. Paulatinamente irá avanzando su porción, hasta que lleguen a absorber más del
      50% después de la Guerra Civil.
      El proceso de envejecimiento se retrasa de forma considerable paralelo a
      las variaciones que se producen en las expectativas de vida. En los cuadros
      siguientes podemos ver los porcentajes que alcanzaban las personas mayores
      para  cada  uno  de  lo  sexos.  Como  mencionamos  en  páginas  anteriores,  el
      descenso de población y el número de decesos no nos permite realizar tablas de
      mortalidad para las  décadas más recientes. De todas maneras, son bastante
      significativos los datos siguientes, que muestran no sólo el retraso en alcanzar
      las edades más avanzadas, sino también la sensible diferencia que se mantiene
      entre hombres y mujeres.


      Cuadro V.25. Distribución por edades de la mortalidad femenina
           en El Beal, 1880-1970 (en % por quinquenios)    
      MUJERES

      Quinquenio    < 1    1-4    5-16    17-45    46-65    > 65
      1886-90    23,2    30,4    12,5    15,7    10,4    7,9
      1891-95    22,1    35,7    12,6    11,6    10,5    7,5
      1896-00    22,8    38,0    9,4    13,9    8,1    7,8
      1901-05    26,4    27,2    8,5    13,4    12,4    12,2
      1906-10    26,2    25,0    6,3    16,7    13,3    12,4
      1911-15    20,1    24,1    8,2    16,7    14,0    16,9
      1916-20    13,8    22,2    7,7    23,1    16,6    16,6
      1921-25    21,5    17,4    9,1    20,0    14,3    17,7
      1926-30    21,2    17,4    5,4    16,8    18,5    20,7
      1941-45    7,1    7,1    7,1    28,6    14,3    35,7
      1946-50    22,6    16,1    3,2    6,5    16,1    35,5
      1951-55    31,7    3,3    6,7    3,3    16,7    38,3
      1956-60    32,9    5,3    1,3    13,2    9,2    38,2
      1961-65    33,8    3,1    6,2    7,7    9,2    40,0
      1966-70    14,3    1,6    3,2    4,8    11,1    65,1

      Tras la Guerra Civil el envejecimiento es bastante mayor para la población femenina, como puede verse en la gráfica siguiente y en las pirámides de población. Los varones, por el contrario, se muestran penalizados y aparece un penoso avance del porcentaje de la población de más edad. Ello provoca que



      en  la  década  de  1960  se  incremente  la  diferencia  que  tenía  con  el  sexo contrario20.

      Cuadro V.26. Distribución por edades de la mortalidad masculina
           en El Beal, 1880-1970 (en % por quinquenios)    
      HOMBRES

      Quinquenio    < 1    1-4    5-16    17-45    46-65    > 65
      1886-90    24,8    26,1    8,9    22,7    12,3    5,2
      1891-95    26,6    27,7    9,8    20,1    9,8    6,0
      1896-00    22,9    32,0    10,2    19,9    11,1    3,9
      1901-05    24,1    28,0    8,3    19,1    14,1    6,3
      1906-10    28,6    24,9    6,6    17,6    15,9    6,2
      1911-15    26,5    23,7    6,2    14,8    17,9    10,9
      1916-20    18,7    18,2    6,8    22,7    21,6    12,1
      1921-25    22,9    20,6    7,3    16,6    18,6    14,0
      1926-30    17,2    25,1    3,1    16,7    18,9    18,9
      1941-45    3,3    3,3    10,0    20,0    30,0    33,3
      1946-50    7,5    10,0    2,5    15,0    27,5    37,5
      1951-55    22,2    5,6    2,8    19,4    26,4    23,6
      1956-60    36,4    4,5    1,5    7,6    22,7    27,3
      1961-65    19,7    6,1    1,5    19,7    28,8    24,2
      1966-70    17,9    1,2    1,2    16,7    32,1    31,0

      Gráfico V.20. Porcentaje de los mayores de 65 años en la mortalidad de El Beal, por sexos y quinquenios (1886-1970)

      70

      60

      50

      40

      30

      20

      10

      0



      Mujeres     Hombres



      20 Como siempre, para estas fechas, hay que tener cuidado a la hora de valorar cifras individuales por el reducido número de defunciones. Esto puede justificar que en el caso de las mujeres se pase de un porcentaje del 40% en 1861-65 al 65,1 en el quinquenio siguiente.



      En cuanto a la mortalidad de la edad activa, de 17 a 65 años, hay que señalar las limitaciones que imponía la vida laboral. Limitaba las expectativas de vida y mantenía un porcentaje elevado de defunciones en el tramo de 17 a 45 años. Es una pena que no podamos contrastar esta evolución con la situación que existía antes de la irrupción de la actividad minera, para sopesar los efectos que tuvo sobre las características demográficas de la reducida población que habitaba en la sierra. De todos es conocida la trascendencia negativa que tuvo en un primer momento el desarrollo industrial sobre los trabajadores, provocando una elevación de los índices de mortalidad en los núcleos fabriles y un descenso de la talla de los individuos (señalándose esta última como buen indicador sintético, que contabiliza la entrada de nutrientes y el desgaste producido por la condiciones de vida y trabajo) (Martínez Carrión, 2002: 407).

      Cuadro V.27. Distribución de la mortalidad adulta masculina, porcentaje de las defunciones 1886-1970 por quinquenios
        Quinquenio     5-16     17-45     46-65
      1886-90    20,2    51,8    28,0
      1891-95    24,7    50,6    24,7
      1896-00    24,8    48,3    26,9
      1901-05    20,0    46,0    34,0
      1906-10    16,5    43,9    39,6
      1911-15    15,9    38,2    45,9
      1916-20    13,2    44,5    42,3
      1921-25    17,2    39,1    43,8
      1926-30    8,0    43,2    48,9

      1941-45   
      16,7   
      33,3   
      50,0
      1946-50    5,6    33,3    61,1
      1951-55    5,7    40,0    54,3
      1956-60    4,8    23,8    71,4
      1961-65    3,0    39,4    57,6
      1966-70    2,4    33,3    64,3

      Como podemos observar en el cuadro V.27, hasta bien entrado el siglo XX no se aprecia una modificación sustancial de los porcentajes de mortalidad de los tramos de edad analizados. Incluso hay un leve incremento en los de menor edad, que pasan de suponer una quinta parte de las defunciones de este conjunto, a ser la cuarta parte en la década final del XIX. A partir de ahí irá progresivamente descendiendo su porcentaje, hasta representar menos del 5% en la década de 1950. Las mejoras en las condiciones higiénicas y el descenso del trabajo de niños de menor edad facilitarán su descenso. En cuanto al tramo



      intermedio, el comprendido entre 17 a 45 años, muestra una tendencia a la disminución también desde finales del siglo XIX, momento en el que absorbía la mitad de las defunciones de la población mayor de 4 años. Su retroceso se detiene con la I Guerra Mundial. Las circunstancias económicas por las que atraviesa tanto la economía internacional como la de nuestra cuenca minera determinaron un empeoramiento de las condiciones de vida (aumento del paro y de la emigración, descenso de los salarios reales, etc.). Ello produce que se incremente el porcentaje de entierros de edades incluidas en este tramo, recuperando los porcentajes de principios de la centuria. Nuevamente alcanza más de 40%.
      Después de la  Guerra Civil la  mortalidad en dicha edad intermedia estaba en retroceso. El que mantenga aún unos altos porcentajes puede inducir a error. Hay que tener en cuenta que afecta la importante bajada de la mortalidad del primer tramo de edad, de 5 a 16 años, por lo que en términos absolutos se produce una bajada importante. El que absorbe estas variaciones es el último tramo, de 46 a 65 años, que llegará a suponer dos tercios de las defunciones de estos grupos de edades.

      Cuadro V.28. Distribución de la mortalidad adulta femenina, porcentaje de las defunciones 1886-1970 por quinquenios
        Quinquenio     5-16     17-45     46-65
      1886-90    32,4    40,7    26,9
      1891-95    36,3    33,3    30,4
      1896-00    29,8    44,4    25,8
      1901-05    24,7    39,2    36,1
      1906-10    17,4    46,1    36,5
      1911-15    21,0    43,0    36,0
      1916-20    16,2    48,7    35,0
      1921-25    20,9    46,1    33,0
      1926-30    13,3    41,3    45,3

      1941-45   
      14,3   
      57,1   
      28,6
      1946-50    12,5    25,0    62,5
      1951-55    25,0    12,5    62,5
      1956-60    5,6    55,6    38,9
      1961-65    26,7    33,3    40,0
      1966-70    16,7    25,0    58,3

      En cuanto a las mujeres, la situación pueder parece más confusa. Sobre todo resalta el alto porcentaje que tiene el primer tramo de edad de 5 a 16 años, que supone un tercio de la mortalidad del grupo que estamos analizando. Sus valores se acercan a los de los varones en la década de 1920, para seguir siendo


      más alta en los decenios siguientes. En este caso, las mujeres parecen más penalizadas que los varones.
      Para los siguientes tramos de edad la situación tampoco parece muy favorable a las mujeres. A su favor hay que pensar que se produce un proceso de
      mayor envejecimiento, con un peso mayor en el sexo femenino de la mortalidad
      de las personas ancianas. En el capítulo siguiente seguiremos profundizando en
      las causas de muerte a estas edades.

      Cuadro V.29. Porcentaje defunciones de mayores de 65 años y cociente de ambas en El Beal, 1886-1970, por quinquenios





















      CAPÍTULO VI


      EVOLUCIÓN DE LAS ENFERMEDADES Y TRANSICIÓN SANITARIA



































      “¿No es un crimen al dejar cuando sobran alimentos, seres humanos hambrientos por las calles mendigar?
      ¿No es un crimen acaparar fruto de ajeno sudor
      para que el trabajador
      que todo lo ha producido,
      esté siempre reducido
      entre miseria y dolor”


      Trovero Manuel García Tortosa “El Minero” (1915)










      1. PROBLEMAS METODOLÓGICOS


      A la hora de abordar las causas de las defunciones nos enfrentamos a dos nuevos problemas: los diagnósticos y la clasificación de las causas de las defunciones. En el primer caso, en los libros parroquiales se debía anotar desde
      1837 las razones de la defunción, trascribiendo la certificación facultativa de la causa de la muerte. La Ley de 17-VI-1870, que estableció el Registro Civil, señalaba que el asiento del fallecido se hará en virtud del parte verbal o escrito de  los  parientes del  difunto o  vecinos y  de  la  certificación del  facultativo (Cohen, 1987: 372). La cuestión era que en muchos casos no había una certificación médica o se anotaba en los libros parroquiales la interpretación que se hacía por la familia de la causa de defunción. No había suficientes médicos y la asistencia a los enfermos, sobre todo a los de menor edad, era escasa, como sucede en otras zonas de la península o en la provincia de Murcia (v.g. Soriano Palao, 2000: 107).
      Se  produce en  la  descripción de  la  mortalidad una  mezcla  entre la medicina académica y la cultura médica popular (Perdiguero Gil, 1993: 68), lo que se puede ver en la utilización de determinadas expresiones a la hora de caracterizar los motivos de la defunción. En este sentido, nos hemos encontrado con  términos  de  difícil  clasificación, que  no  especifican  las  razones  de  la defunción, como podemos ver en los ejemplos siguientes: perturbación, fiebre, de   pútrida,   lesión   orgánica,  flujo,   etc.   También  en   algunos   casos   las descripciones muestran otras características del finado pero no indagan en los padecimientos concretos que han provocado el óbito, como puede ser las siguientes  expresiones:  muerte  repentina  natural,  muerte  natural,  de  una angustia, encontrado muerto, de viejo, de repente, etc.
      Además de la calidad del diagnóstico, tenemos en segundo lugar las modificaciones que se producen en el conocimiento y clasificación de enfermedades, lo  que  provoca  una  disparidad  a  lo  largo  del  tiempo  en  la
      terminología médica y en el concepto de enfermedad. Una afección determinada
      es una realidad en sí, lo que difiere es la percepción que tenemos de ella, lo que
      ha provocado que no exista unanimidad sino diferentes escuelas médicas que
      hace que incluso hoy en día no exista una normalización terminológica que
      ubique con claridad las causas de muerte. Hay que tener en cuenta, por otra
      parte, que una misma enfermedad puede ser analizada y clasificada en función
      de diferentes elementos: órganos que afecta, origen del mal, edad del enfermo,
      etc. La época que nos ocupa, finales del siglo XIX-segundo tercio del XX, es un
      momento  de  importantes  cambios,  en  el  que  se  intenta  sistematizar  la
      organización de las enfermedades humanas y en el que se produce un avance en
      la comprensión de las diferentes patologías.



      Desde la Antigüedad Clásica hasta bien entrado el siglo XVII había dominado la medicina galénica, en la que la enfermedad solía interpretarse con esquemas humoralistas1, perviviendo muchos de sus términos hasta la actualidad (aunque se haya modificado su significado). A partir del médico inglés Thomas Sydenham (s. XVII), que intenta aplicar el empirismo racional al análisis y tipificación  de  las  enfermedades,  se  inicia  el  desarrollo  de  los  modernos sistemas  de  clasificación y  comprensión de  los  procesos  de  enfermedad  y contagio. Pero, a pesar de los adelantos, se mantiene un sustrato de las antiguas concepciones, que va a perdurar por algún tiempo y que se va a manifestar en la vulgarización de término médicos y en la existencia de un patología popular, que como hemos visto se plasma en los libros de defunciones.
      Hay que tener en cuenta, además, que las enfermedades (presentación, contagio,    tratamiento,    manifestaciones,    elementos    higiénico-ambientales, factores epidemiológicos, etc.) no han tenido las mismas características a lo largo del tiempo, por lo que hay que tomar ciertas reservas a la hora de analizar
      el comportamiento de determinados padecimientos en el desarrollo histórico.
      Para la clasificación de las enfermedades en primer lugar hemos tenido
      que agrupar las denominaciones que nos aparecen en los libros parroquiales.
      Para ello nos hemos servido de los diferentes trabajos, entre los que resaltamos
      un número monográfico del Boletín de la Asociación de Demografía Histórica,
      coordinado por J. Bernabé Mestre y E. Robles González (1993), con el título: “Expresiones diagnósticas y causas de muerte”2.
      Para la organización de las expresiones con que nos hemos encontrado, nos hemos servido en primer lugar de la Clasificación Internacional de Enfermedades, heredera de la nomenclatura de Bertillon (1903). El problema es que dicha clasificación ha sufrido diferentes revisiones, en la que no se ha tenido en cuenta un único criterio de ordenación sino varios: etiológico, anatómico, etc. En nuestro caso, para acercarnos a las expresiones de la época, nos hemos servido de la Nomenclatura de las enfermedades (causas de muerte) aprobado en el Convenio de la IV Comisión Internacional para la Revisión de las Nomenclaturas Nosológicas (Paris, 16-19 de octubre de 1929).
      El proceso de agrupación de las diferentes expresiones diagnósticas es relativamente sencillo, ya que vienen tipificadas ampliamente un gran conjunto de denominaciones. Pero, si bien nos informan del sufrimiento de determinadas
      afecciones, nos ilustra poco de las causas que hay detrás de la mortalidad y de
      las variaciones que se producen con el paso del tiempo. Para subsanar estos
      problemas, hemos agrupado las  causas de  muerte según la  clasificación de
      McKeon  (1976),  que  agrupa  las  enfermedades  en  dos  grandes  bloques:
      infecciosas y no infecciosas (a parte de las mal definidas), dividiendo después
      cada uno en distintos subgrupos.



      1 Descripciones como desequilibrio humoral, corrupción de los humores, alteración de las condiciones anatómicas, presencia de materia pecaminosa, etc. En el desarrollo de las teorías médicas hemos utilizado el texto de Barona (1993).
      2 Nos ha sido de bastante utilidad el libro de Soriano Palao (2000), que incluye al final un listado
      de las expresiones diagnósticas y un thesaurus de dichas expresiones. En el libro de Reyes Peis
      (1998) también es interesante la descripción de los problemas que ha encontrado a la hora de
      organizar y “traducir” las descripciones de los motivos de defunción.


      Cuadro VI.1. Distribución de las principales expresiones diagnósticas de El
      Beal, siguiendo la clasificación de McKeown (1886-1971)*

      1. ENFERMEDADES INFECCIOSAS (fiebre, fiebre sudórica, infección).
      1.1 Transmitidas por el agua y alimentos (pancreatitis, fiebre de Malta).
      1.1.1. Fiebre tifoidea: dotimentería, fiebre tifoidea (puerperal), infección tífica aguda,
      tifus (abdominal).
      1.1.2. Diarreas y enteritis: catarro agudo estomacal, catarro gástrico (agudo), dolor de
      estómago,  enterorragia,  gastritis  (aguda,  crónica),  toxicosis  (y  colitis,  -lactancia),
      anemia-colitis,  catarro  gastrointestinal  (agudo  febril,  crónico),  catarro  intestinal,
      cólera nostras, cólico, colitis (aguda), diarrea (infantil), dispepsia alimentaria, enteritis
      (aguda,  catarral,  crónica,  infecciosa,  inverenlosa),  enterocolitis  (aguda,  crónica),
      gastro-enterocolitis, gastroenteritis (aguda, aguda febril, catarral, crónica, infecciosa),
      gastrointestinal (aguda, febril), infección intestinal.
      1.2. Transmitidas por el aire.
      1.2.1. Propias de la infancia.
      1.2.1.1. Viruela (confluente, hemorrágica).
      1.2.1.2. Sarampión (anómalo, maligno).
      1.2.2. Aparato respiratorio: anginas (flemónica, paupenosa, gangrenosas), asistolia-
      silicosis, ataque pulmonar, bronco-neumonía (aguda, fétida, renil), bronco-pulmonía
      (aguda), bronquiectasia, bronquitis (aguda, febril, capilar, catarral, congénita, crónica,
      febril, infecciosa, pulmonar, silicosis), caquexia-silicosis, catarro (agudo, bronquial,
      crónico,  pulmonar),  coqueluche,  erisipela,  escarlatina,  fimia-silicosis,  gangrena
      pulmonar (silicosis), infarto mesentérico, infección pulmonar, nefritis escarlatinosa,
      neumonía (aguda, atípica, catarral, doble, fibrinosa, infecciosa, senil, tabar atípica),
      paperas,  paroditis,  pleuresía  (aguda  serofibrinosa,  con  derrame),  pleuritis  (aguda,
      purulenta), tos ferina (y sarampión).
      1.2.2. Difteria: angina crupal, anginas diftéricas, bronquitis diftérica, cruz, difteria
      (laríngea),   difteritis,   faringitis   diftérica,   laringitis   diftérica,   parálisis   diftérica
      (cardiaca).
      1.2.2. Gripe: afección gripal, ataque gripal, bronco neumonía gripal, bronquitis gripal,
      encefalitis gripal, fiebre gripal, gripe (de forma cerebral, en forma gastrointestinal,
      asistolia, infección gripal (de forma meníngea), neumonía gripal.
      1.2.2.1.  Tuberculosis:  enteritis  tuberculosa,  esesofulismo,  fimia  pulmonar,
      hemoptisis (fulminante), hemorragia pulmonar, laringitis tuberculosa, mal de
      Pott,  meningitis  tuberculosa,  peritonitis  tuberculosa,  pleuresía  tuberculosa,
      silicotuberculosis, tabes (mesentérica), tisis (laríngea, pulmonar), tuberculosis
      (aguda, biliar, cerebral, intestinal, laríngea, mesentérica, peritoneal, pulmonar,
      ósea, renal, vertebral), tumor blanco.
      1.2.3. Meningitis (aguda, cerebro espinal, crónica, infecciosa, supurada) y rubéola.
      1.3. Transmitidas por vectores.
      1.3.0. Paludismo: calenturas, caquexia palúdica, disentería, fiebre palúdica, fiebre
      perniciosa, infección palúdica, paludismo (crónico, febril).
      1.3.1. Tifus (cerebral espinal, exantemático).
      1.4. Otras infecciones: acceso (ataque) de eclampsia, ántrax, apendicitis, carbunco, infección
      estafilococa, septicemia, kalazar.
      1.4.1  Piel  y  tejido  celular  subcutáneo:  gangrena  (de  la  boca,  senil),  infección
      purulenta, noma, pústula maligna, urticaria.
      1.4.2. Sistema nervioso: mielitis (crónica), tétanos.
      1.4.3. Órganos de los sentidos.
      1.4.4. Sistema circulatorio: septicemia (alimenticia, perniciosa), tétanos.
      1.4.5.   Boca  y   sus  anexos:  faringitis,  laringitis   (aguda,  crónica,  estriduñosa),
      obstrucción laríngea.
      1.4.6. Aparato genito-urinario: cistitis (crónica), sífilis (infantil, interlal, terciaria).
      1.4.7. Dentición: dentición (accidentes, fenómenos), dentitis (crónica).
      1.4.8. Hígado y vías biliares: hepatitis (crónica, intestinal), infección hepática.
      1.4.9. Peritonitis: aguda, crónica.



      2. ENFERMEDADES NO INFECCIOSAS: colapso, congestión, lesión orgánica, síncope.
      2.1.  Enfermedades  carenciales:  anemia  (perniciosa,  puerperal),  caquexia,  hidropesía,
      ictericia, miseria, síncope-anemia porto, raquitismo.
      2.2.    Enfermedades    metabólicas:    diabetes    (asistolia,    coma,    crónica,    sacarina,
      arteriosclerosis).
      2.3. Enfermedades endocrinas e intoxicaciones.
      2.4. Procesos cerebro-vasculares: absceso cerebral, encefalitis (difusa), encefalomielitis,
      epilepsia (congestiva), neuralgia cerebral, periencefalitis.
      2.5. Enfermedades del sistema nervioso: afección cerebral, ataque (cerebral, epiléptico),
      ataxia  (locomotriz,  progresiva),  calentura  cerebral,  cerebroesclerosis,  reblandecimiento
      medular.
      2.6.  Enfermedades  del  sistema  circulatorio:  afección  cardiaca,  orgánica  al  corazón,
      aneurisma, angina (cardiaca, de pecho), aortitis crónica, arritmia, arteriosclerosis, asistolia
      (aguda,  bronquiectasia,  cardiovascular,  inmediata,  por  arteriosclerosis),  asma  cardiaca,
      cardio-insuficiencia  de  válvulas,  cardiopatía  (crónica),  colapso  cardiaco,  corazón  (senil,
      debilidad),  embolia,  endocarditis  (reumática),  estenosis  mitral,  estrechez  aórtica  (mitral),
      hematocefalia,  hemiplejia  (derecha),  hipertensión,  hipertrofia  cardiaca,  ictus  apolético,
      infarto de miocardio, insuficiencia vascular, latidos cardiacos, miocarditis (aguda, crónica,
      reumática), trombosis, úlcera al corazón.
      2.6.1. Apoplejía.
      2.7. Enfermedades del aparato respiratorio: asma (bronquial, crónica), congestión aguda
      (bronco) pulmonar, disnea (de edema), edema (de la glotis, laríngeo, pulmonar), enfisema
      pulmonar, insuficiencia pulmonar, parálisis respiratoria.
      2.8. Enfermedades del sistema digestivo.
      2.8.1. Estómago: úlcera (redonda) de estómago.
      2.8.2. Intestino: cólico miserere, intestinal (estrangulación, hemorragia, invaginación,
      obstrucción, oclusión), úlcera de duodeno.
      2.8.3.  Hígado  y  vías  biliares:  Acolia,  cirrosis  (atrófica,  de  Laennel,  hipertrófica,
      negativa), cólico hepático, hepatitis crónica, linosis atrófica hepática, alcoholismo
      crónico.
      2.9.   Enfermedades   del   sistema   genito-urinario:   asistolia-nefritis,   cólico   nefrítico,
      endocarditis  renal,  enfermedad  de  Bright,  mal  de  piedra,  metroperitonitis,  metrorragia
      (aguda),  nefritis  (aguda,  albuminosa,  crónica,  parenquimatosa,  subaguda),  urea,  uremia
      (ataque), uremia-nefritis.
      2.10. Enfermedades de la piel y del tejido celular subcutáneo.
      2.11. Patología perinatal.
      2.11.1.  Parto  y  posparto:  eclampsia,  hemorragia  post  partum  (puerperal),  parto
      (distónico, prematuro), placenta previa, sobreparto.
      2.12. Vicios de conformación: anomalía congénita, atrepsia (infantil), debilidad congénita,
      defecto congénito, defecto de desarrollo, espina bífida, falta de desarrollo (vital, viabilidad,
      vida vital), inviabilidad.
      2.13. Cáncer y tumores: cáncer (boca, estómago, gástrico, hígado, laringe, mama, útero,
      recto, vejiga), caquexia cancerosa, carcinoma (próstata, pulmonar), carcinomatasis, carcinosis
      miliar, epitelicema hepática, epitelioma (gástrico), leucemia, quiste, sarcoma (rodilla, cuello),
      tumor (cerebral, intra-abdominal).
      2.14.  Por  causas  exteriores:  accidente  (laboral),  asfixia,  ahogado,  suicidio,  conmoción
      cerebral,   de   desgracia,   electrocutación,   hundimiento   craneal,   quemaduras,   suicido,
      traumatismo.
      2.15. Vejez: caquexia senil, vejez.
      2.16. Óseo-muscular: artritis (crónica, fungosa), reumatismo (articular, crónico), osteítis.

      3. ENFERMEDADES MAL DEFINIDAS.

      (*) En general, salvo error claro, se ha respetado la ortografía de los libro parroquiales. Entre paréntesis se ha incluido la o las especificaciones que acompañaban a algunos términos.


      En  la  agrupación de  enfermedades han  existido problemas, dada  la ambigüedad de algunos diagnósticos que aparecen en los libros parroquiales. En ciertos casos, una misma expresión se ha catalogado de manera diferente en función de diversas circunstancias. Sobre todo, el elemento que nos ha permitido ubicarlas mejor ha sido la edad y el sexo del difunto. Hay expresiones parecidas pero que tienen una raíz diferente. Es el caso, por ejemplo, de la fiebre tifoidea, originada por una bacteria que se transmite por el agua o los alimentos, que es distinta del tifus, el cual lo transmite un parásito y se contagia a través de piojos, pulgas o garrapatas3.

      Cuadro VI.2. Expresiones diagnósticas más repetidas (más de 25 casos) de
           las 9.717 defunciones de El Beal, 1886-1970    

      DIAGNÓSTICO    Nº de casos

      DIAGNÓSTICO    Nº de casos

      Pulmonía    825    Eclampsia    68
      Bronquitis    742    Congestión cerebral    64
      Bronco neumonía    586    Nefritis    63
      Gastroenteritis    414    Asistolia    63
      Enteritis    401    Enterocolitis    59
      Viruela    352    Laringitis diftérica    57
      Enteritis crónica    305    Fiebre perniciosa    57
      Meningitis    290    Bronquitis capilar    54
      Sarampión    197    Muerte natural    49
      Tuberculosis pulmonar    192    Bronquitis aguda    49
      Difteria    183    Atrepsia    48
      Tuberculosis    174    Silicosis    41
      Neumonía    163    Neumonía gripal    40
      Vejez    142    Tosferina    40
      Hemorragia cerebral    137    Endocarditis    37
      Fiebre tifoidea    119    Tifus exantemático    37
      Fiebre palúdica    117    Gastritis    36
      Defecto de desarrollo    111    Meningitis tuberculosa    35
      Falta de desarrollo    102    Cáncer    35
      Pulmonía Infecciosa    92    Enteritis aguda    31
      Bronquitis crónica    90    Paludismo    29
      Laringitis    86    Pulmonía catarral    27
      Lesión al corazón    84    Raquitismo    26
      Lesión orgánica del corazón    69    Hematocefalia    26
      TOTAL    7.044

      En muchos de los casos, frente a  los problemas de clasificación, se ha optado por una solución salomónica. De todas maneras, el porcentaje de las agrupaciones con cierto grado de arbitrariedad ha sido reducido respecto a la asignación con un nivel mayor de seguridad. Por ello hemos preferido aceptar


      3  Reyes Peris, 1998: 347. Este autor, frente a la confusión, en su trabajo sobre Guadix prefiere mantenerlas agrupadas bajo un mismo epígrafe. En nuestro caso, en los que hemos encontrado en ocasiones una especificación clara, los hemos diferenciado.



      cierto  grado  de  error  a  inflar  el  cajón  de  sastre  de  las  enfermedades mal definidas. En  el  cuadro VI.2  presentamos las  expresiones diagnósticas más repetidas. Un total de 7.044 casos, el 72,5% del total de las defunciones que aparecen en los libros de la parroquia de San Nicolás de Bari.
      La  utilidad de  la  clasificación de  McKeon se  sitúa  en  descubrir el
      proceso de transformación de las causas de muerte, para, a partir de ahí, analizar
      los   componentes   que   han   influido   en   la   modificación   de   las   pautas
      demográficas. Es decir, nos permite analizar la evolución de mortalidad en el
      tiempo y nos acerca a las transformaciones que se producen en ella con el paso
      de los años. Fundamentalmente, se trata de ver cómo se realiza el paso de una
      pautas tradicionales, donde lo que más pesa en las causas de muerte son las
      enfermedades infecciosas, a otras modernas, en las que son padecimientos de
      otra índole los que se sitúan el final de la existencia de los habitantes.


      2. EVOLUCIÓN GENERAL DE LAS ENFERMEDADES


      La transformación de las causas de muerte, como hemos visto a la hora de presentar los problemas relativos a la mortalidad, está relacionada con múltiples factores que determinan unas características y una evolución peculiar. La complejidad de estos factores pone de manifiesto elementos no sólo económicos, sino sociales y culturales de diferente tipo. En la zona que analizamos había  un  elemento  que  influía  de  una  manera  determinante: el trabajo minero. La mina había sido la causa del desarrollo de este núcleo y fue el motivo de las fluctuaciones que se producen en la población de El Beal en el siglo  XX.  Constituyó  la  razón  que  hizo  que  congregara  un  importante contingente de personas, que se trasladó en busca de unos ingresos regulares. Pero también constituyó el principal factor que incide sobre las características de la mortalidad. Dicha influencia, como todo lo que analizamos, es compleja y no se limita sólo a la directa sobre los que realizaban el trabajo subterráneo de extracción de los yacimientos, sino sobre el conjunto de sus pobladores.
      La mina, en conjunción con las estructuras económicas que se desarrollaron en torno a ella en estas montañas, había condicionado las formas de asentamiento de la población, las características de la vivienda, las condiciones de salubridad, las instalaciones sanitarias y las dotaciones médicas; los ingresos y las formas de remuneración, que situaban la capacidad adquisitiva de las familias y sus posibilidades alimenticias; la contaminación provocada por la extracción y fundición de los minerales se extendía a la población de El Beal, situada en el corazón de la sierra; las condiciones del trabajo, siniestralidad, enfermedades profesionales, reducida edad de comienzo de la vida laboral...; las fluctuaciones en los mercados de los metales y en las posibilidades productivas de la cuenca, que determinaron las alteraciones en el volumen de su población; etc. Por todo ello, la explotación minera está en la base de la comprensión de las características demográficas de esta zona.
      En cuanto a la tipología de las causas de muerte, sobre todo lo que destaca, y destacaba, en la época de esplendor extractivo eran las enfermedades de las vías respiratorias. El trabajo subterráneo, con problemas de ventilación y


      utilización de aire limpio, el polvo de la extracción, la contaminación de los minerales, los humos de las chimeneas, etc., afectaba sobre todo a esta parte del cuerpo. La toxicidad superaba los límites de las concesiones mineras y de las fundiciones, influyendo sobre el entorno. En nuestro caso, la diputación de El Beal se encuentra en medio de la zona extractiva, hasta tal punto que toda su superficie habitada estaba demarcada, lo que significa que las viviendas estaban situadas sobre concesiones de mineral, aunque no estuvieran en su mayoría en actividad4. Ello suponía que, en cierta medida, el núcleo de población no se encontraba totalmente al margen de la contaminación que provocaba este tipo de actividad económica.

      Cuadro VI.3. Mortalidad por enfermedades del aparato respiratorio en
      El Beal, 1886-1970 (número y porcentaje del total, por quinquenios)5
      Aparato

      Quinquenio    Total (sin

           respiratorio    

      indeterminadas)    Nº    %
      1886-1890    629    267    42,4
      1891-1895    1.062    550    51,8
      1896-1900    1.406    574    40,8
      1901-1905    1.053    504    47,9
      1906-1910    1.349    596    44,2
      1911-1915    970    439    45,3
      1916-1920    893    408    45,7
      1921-1925    394    118    29,9
      1926-1930    169    59    34,9
      1931-1935    105    43    41,0
      1936-1940    --    --    --
      1941-1945    32    19    59,4
      1946-1950    65    20    30,8
      1951-1955    114    36    31,6
      1956-1960    116    32    27,6
      1961-1965    98    28    28,6
      1966-1970    119    49    41,2
      TOTAL    8.574    3.742    43,6

      En el cuadro VI.3 presentamos el grado de incidencia de las enfermedades respiratorias, que aparecen, como se puede ver en la fila de los totales, como el motivo del 43,6% de las muertes de El Beal para el periodo que


      4 Una concesión minera no supone que se explote mineral. A partir del Decreto de Bases de 1868 se liberalizó el acceso a una concesión, lo que provocó que se incrementara el suelo sujeto a demarcación. En Murcia, según nuestros cálculos, había a finales del XIX y principios del XX menos de un 10% de minas en producción del total de las concedidas.
      5 Se han incluido dentro de las enfermedades del aparato respiratorio todas aquellas que influyen en estos órganos. En la tuberculosis o en el cáncer sólo se han tenido en cuenta los que afectan a la laringe y al pulmón



      estudiamos. El porcentaje más elevado, sin ánimo de extraer conclusiones precipitadas, corresponde a las épocas de mayor extracción de minerales, descendiendo conforme se reduce la trascendencia productiva de la sierra. El quinquenio  que  con  mayor  proporción  de  defunciones  por  este  tipo  de afecciones es el de 1941-45. Pero hay que tener en cuenta que estas cifras son poco representativas debido al número tan reducido de entierros registrados en los libros parroquiales (por el descenso de la población), sólo seis entierros por año. En este caso la aleatoriedad influye bastante y su elevado porcentaje no nos parece representativo de la trascendencia que podían tener estas afecciones. En cambio, en los quinquenios siguientes, con un número más considerable de defunciones, el porcentaje de los que padecía enfermedades de las vías respiratorias  es  más  reducido,  alrededor  de  30%.  Al  final,  en  el  último quinquenio hay un repunte de este tipo de causas de muerte (puede que también ligado al incremento de la actividad extractiva, que como veremos se manifiesta en el incremento de determinadas intoxicaciones respiratorias).
      En  cuanto  a  los  contaminantes de  estas  montañas, en  primer  lugar tenemos el plomo, que tiene como se sabe una importante toxicidad, lo que provoca que siga siendo un motivo frecuente de enfermedades profesionales ya que casi cualquier actividad en la que se fabrica algún producto se está en
      contacto con este metal. La intoxicación que produce de manera directa es lo
      que se conoce como “cólico saturnino”, que se denominaba vulgarmente en el
      siglo  XIX  con  el  nombre  de  “emplomamiento”. En  las  cuencas  donde  los
      minerales predominantes son los de plomo, como la de la sierra de Cartagena,
      las vías de contaminación eran tanto las tareas de extracción y de preparación de
      los minerales como la fundición. La relativa sencillez, dado el bajo punto de
      fusión, hizo que la minería plúmbea estuviera acompañada de una metalurgia,
      encargada en general de la manufactura básica en lingotes de metal. Además,
      alrededor de Cartagena se generó un centro fundidor de los minerales del sur de
      la península, que procedentes de Badajoz, Córdoba o Jaén se trasladaban por vía
      férrea para beneficiarse en  esta costa. Tan importante llegó a  ser la  faceta
      fundidora que desde 1912 hasta la Guerra Civil, las toneladas de plomo metal
      producido son mayores que la galena extraída en Murcia, lo que nos habla de
      una  especialización en  la  manufactura de  los  minerales en  estas  montañas.
      Pegada al Llano del Beal estaba el establecimiento de beneficio de minerales
      “Sol 2º”, que estuvo en funcionamiento durante la segunda mitad del siglo XIX y  principios del  XX6. Además, relativamente cerca  se  encontraba el  centro fundidor de La Unión, que contó con diversas fábricas de beneficio durante estos años.
      El medio principal de intoxicación es a través de la absorción respiratoria, aunque también se puede por vía gastrointestinal7. En el caso de la preparación de los minerales, el sistema de separación y concentración, dada la escasez  de  agua,  era  el  denominado  garbillo,  que  consistía  en  separar  los

      6 Ya encontramos en funcionamiento la fundición “Sol 2º” en 1850, con una producción de 5.254 quintales de plomo (Monasterio, 1851:238). En 1900 se mantenía en funcionamiento, siendo su propietaria la Sociedad Unión de Nueve (Vilar et al., 1986: 158).
      7  El grado de absorción está en función de la alimentación. Las deficiencias nutricionales, con unas dietas pobres en hierro y calcio y ricas en lípidos favorecen la absorción del metal (Ascione,
      2001: 134). La absorción del plomo contenido en el aire es muy elevada, alcanzando el 90%.


      minerales de plomo de la ganga o tierra que los acompañaba separándolos al aire. Ocasionaba una nube de polvo, que provocaba una importante absorción tanto por las vías respiratorias como gástricas (Bages, 1851: 685-686)8. Las fundiciones, con las emanaciones de los hornos, producía también la contaminación de los trabajadores y de sus alrededores. Los efectos de las oficinas de beneficio (nombre con el que se conocía a estas industrias) eran tan palpables que desde fechas tempranas se promulgó una legislación ambiental que obligaba a la utilización de sistemas que disminuyeran las emanaciones plomizas. En concreto, la R.O. de 30-IX-1848 fijaba las condiciones que debían tener estas industrias para que sus humos no ocasionaran daños a la salud de los habitantes, a los ganados y a la vegetación. En 1849  (R.O. de 30-V) obligaba a la instalación de las cámaras de condensación en las salidas de los humos, para limitar las emanaciones de plomo9. La emanación de los humos seguiría y con ella sus efectos. En una fecha tan avanzada como 1935, en la Revista Minera se podían leer los comentarios sobre la elevada contaminación que producían las chimeneas de plomo, que “tiene un extenso radio de difusión” (Sánchez Martín,
      1935: 533). Los animales también se  intoxicaban, siendo la  gallina la  más sensible a sus efectos10. Naturalmente, esta contaminación podía pasar a través del ciclo alimenticio a las personas (carne y huevos).
      Es una pena que no contemos para esta zona de uno de los numerosos
      estudios médicos topográficos que se popularizaron en la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del XX (Arteaga, 1980)11. Su ausencia la paliamos en parte utilizando la Memoria médico-topográfica de Cuevas, en la provincia de Almería, que se  encuentra situada al  lado de  la  conocida sierra minera de Almagrera, que también se dedicaba primordialmente a la extracción de menas
      de plomo. El médico de dicha localidad nos dice que los síntomas de la enfermedad se manifestaban en dolores violentos del vientre, vómitos y una constipación por lo general bastante tenaz. En los que estaban expuestos a una influencia más prolongada, provocaba “encefalopatías por marcados trastornos de la inteligencia, de la sensibilidad y de la motilidad”. Los efectos eran, por tanto, variados, al igual que los órganos sobre los que afectaba.
      La mortalidad directa por el cólico saturnino parece que fue limitada. De hecho, en los diagnósticos que hemos manejo no aparece este factor como causa


      8  En el trabajo de este autor se encuentra una interesante descripción del emplomamiento en las minas del sur a mediados del siglo XIX. Señala que en las minas el sistema de separación del mineral era más contaminante que el propio de la mina, lo que provocaba que el número de los enfermos se incrementara en los meses de verano, en los que se trabajaba más en el exterior por las mejores condiciones climáticas. En las explotaciones, las características de las labores, la ventilación y la existencia de agua son factores que señala como determinantes de una mayor o menor posibilidad de intoxicación.
      9  El efecto de esta legislación parece que fue reducido ya que en 1863 otra Real orden daba un plazo de un año para la ejecución de dichas obras en las fábricas.
      10 Sánchez Martín (1935: 533) nos destaca este hecho, después de haberlo comprobado en la zona plomífera  de  Linares,  lo  que  provoca  que  pongan  huevos  en  algara,  a  lo  que  sigue  una decoloración de la cresta y mueren por caquexia.
      11 Para Cartagena sólo contamos don un estudio de la epidemia de cólera de 1885 (Montaldo Pero,
      1891). Para el resto de la región de Murcia únicamente hemos encontrado el de Castillo Espinosa,
      J.M. del (1848): Memoria acerca de las aguas y baños termominero-medicinales de Alhama de
      Murcia, que comprende la descripción topográfica de dicha villa, Murcia.



      de la defunción. Ello no es óbice para que pudiera facilitar la incidencia de otras enfermedades y para que limitara las capacidades y defensas de los expuestos a este agente. La trascendencia de la contaminación del plomo es un aspecto que aún está por medir o que es difícil establecer el grado de incidencia en la morbilidad de la cuenca en los años de mayor extracción y fundición.
      El  trabajo minero tiene  un  elevado grado de  riesgo, por  lo  que  se caracteriza por una importante siniestralidad. Más si cabe en las cuencas, como las de Cartagena, en las que el predominio de la pequeña explotación condicionaba tanto las medidas de seguridad como la dirección de las labores por personal especializado12.
      Las infraestructuras sanitarias de las cuencas mineras dejaban bastante que desear, tanto para la población trabajadora como para el conjunto de los habitantes. Es  una  reivindicación constante  el  mejoramiento de  la  atención médica y el establecimiento de centros para poder auxiliar a los numerosos obreros  que  tenían  algún  percance.  En  1909  un  informe  del  Instituto  de Reformas Sociales (Marvá, 1970: 63) resalta la ausencia de medidas de higiene y seguridad en la minas de Murcia. Una descripción del estado de la minería de la vecina Sierra Almagrera puede ser aplicable a esta cuenca: no hay ninguna mina que tenga una “camilla para conducir heridos, ni un frasco de bálsamo ni una venda siquiera” (Pérez Lurbe, 1874: 1). Las minúsculas explotaciones, con apenas capital, trabajando “a partido”, debían de carecer de lo imprescindible para una primera asistencia13.
      El incremento de la actividad extractiva en la Sierra de Cartagena rápidamente superó la dotación de instalaciones médicas que existían en los dos municipios que abarca (Cartagena y La Unión). En un primer momento, el Hospital de la Caridad de Cartagena fue el que se encargó, en su mayor parte, de
      tratar a los enfermos y accidentados de las minas. El aumento del número de
      trabajadores sobrepasó sus posibilidades y en ya en 1851 su Junta de Gobierno
      propuso la creación de un hospital de sangre para atender a los “heridos y
      estropeados de las minas y fábricas” y sus familiares (Ferrandiz: 1981, p. 199).
      Cinco años más tarde sólo había un facultativo en Herrerías, pagado por el
      Hospital, con un botiquín. Se constituyó una comisión en 1857, compuesta por
      Antonio Campoy, José Vidal y los fabricantes José y Joaquín Marino, que al final no prosperó. Habrá que esperar a 1882 para que otra comisión14  acuerde con la Junta del Hospital de la Caridad la instalación del Hospital Municipal de La Unión, que se inaugurará el 1 de julio de 1883. Contará con 40 camas y tendrá como finalidad atender a los heridos procedentes de la Sierra Minera y
      del  término  judicial  de  aquella  villa.  Pocos  años  después,  en  el  Congreso


      12 Comentando un accidente que se había producido en la Sierra de Cartagena, en la mina “Pozo del Francés”, L. Peñuelas (1854: 75), señalaba, junto a la mala disposición del terreno, la “falta de inteligencia en la dirección de las labores” como una de las principales causas de la siniestralidad. Reclamaba que se obligara a que la dirección de la minas se realizara por personal especializado, tal y como estaba legislado en otros países.
      13  Frente a los problemas que suponía la dispersión en pequeñas compañías mineras, Malo de
      Molina (1900: 27) proponía su asociación para formar delegaciones o sindicatos que establezcan
      instituciones de seguros de enfermedad y de asistencia médica.
      14   Compuesta  por  Antonio  Moreno,  Pedro  Bernal,  Jacinto  Conesa,  Pio  Wandosell,  Antonio
      Cánovas y Diego López (Ferrandiz, 1981: 199)


      Nacional de Minería celebrado en Murcia, Malo de Molina (1900: 29) señalaba la necesidad de dotar de dos pequeños hospitales en el Llano del Beal y en Los Blancos (ambos pertenecientes a nuestra diputación), lo que puede ser señal del estado de las necesidades de atención sanitaria de esta población.
      En la Estadística Minera, órgano estatal oficial del ramo, se publicaron
      regularmente desde 1867 estadillos de las desgracias (muertos, heridos graves y
      leves) ocurridas en la explotación en las distintas provincias y en los diferentes
      minerales. Para Murcia las cifras de siniestralidad son muy reducidas en los
      primeros  años,  para  incrementarse considerablemente a  partir  de  1879.  No
      parece que hubiera un cambio en los accidentes de la Región sino que, desde
      dicho año, hay un grado mayor de fiabilidad de la información que  se presenta
      (aunque  con  la  salvedad  de  unas  pocas  fechas  con  unas  cantidades  muy reducidas o nulas15). El cambio de siglo lleva consigo una progresiva reducción del número de desgracias paralelo al estancamiento de la producción. El año con mayor número de muertos fue 1887 con un total del 57 fallecidos.

      Gráfico VI.1. Mortalidad en la minería murciana, 1867-1914

      60

      50

      40

      30

      20

      10

      0



      Fuente: Estadística(s) Minera(s) de 1867 a 1914.

      De todas maneras, es difícil conocer la siniestralidad real, aún más en esta cuenca minera donde los ingenieros encargados de elaborar la estadística productiva dicen  que  los  datos  del  número  de  minas  en  explotación o  de volumen de mineral extraído son aproximados, ya que es imposible conocer la



      15  En algunos años no aparece ningún minero fallecido en accidente (1883 o 1900), pero en la propia estadística se menciona que no se han podido recabar los datos. En otros años se expresa (como sucede en 1907) que la cifra de accidentados es inexacta por las propias condiciones del trabajo en esta sierra.



      producción real. Si ya era problemático conocer siquiera las concesiones activas, muchos otros datos sólo pueden ser aproximados.

      Cuadro VI.4. Siniestralidad en la minería murciana, 1867-1914
           según las estadísticas oficiales    

      Total obreros
           empleados     Muertos

      Heridos
      graves     Heridos leves














































      Fuente: Estadística(s) Minera(s) de los años respectivos.



      La responsabilidad con respecto a los accidentados por parte de las empresas mineras era problemática. Por una parte se carecía de una legislación en esta materia hasta la Ley de Accidentes de Trabajo (30-I-1900), que sólo obligaba a una reparación mediante la entrega de cierto capital16. El problema era las características del trabajo minero, sin contratos, estando ocupados en partidos, en los que una cuadrilla de obreros contrataba la extracción de determinada parte de la mina (podía haber más de un partido por concesión) y su remuneración era un porcentaje del mineral, que variaba según la riqueza de la mina. En resumen, a las limitaciones legislativas de previsión se unía la dispersión  de  la  explotación  de  la  sierra.  Existían  cajas  de  socorro  y  de pensiones o seguros, pero casi limitada a las empresas mayores. A principios de siglo Malo de Molina (1900: 39) señala que “en esta provincia cada sociedad atiende a sus obreros en muy reducida escala y completamente a su costa. Sólo menciona el caso de la “Compañía de Aguilas”, que tiene instituido socorros y pensiones17. La promulgación de una legislación que estableciera un seguro de enfermedad obligatorio no se produjo hasta después de la Guerra Civil con el Fuero del Trabajo18.
      Para acercarnos algo más a los accidentes en las minas de nuestra sierra hemos utilizado los libros que se conservan en el Ayuntamiento de La Unión del mencionado Hospital minero. Para ver la evolución de la siniestralidad, comparamos dos años, separados en el tiempo, para los que tenemos datos completos, concretamente 1890 y  191319. Hay  que tener presente que  aquí ingresaban los que estaban aún vivos y que existía, además, un dispensario en la sierra que realizaba también una atención primaria, por lo que no todos los que sufrían algún tipo de desgracia llegaban a dicho centro.
      En 1890 fueron tratados 137 accidentados, de los que 14 (un 10,2%) curiosamente tenían heridas producidas en una riña. De los 120 que habían sufrido algún tipo de accidente (normalmente fractura y heridas, pero también



      16 Sucesivas legislaciones irán mejorando esta Ley hasta que el 24 de mayo de 1928 el Gobierno ratifique un convenio internacional sobre reparación de accidentes de trabajo firmado en Ginebra en  1925.  En  1931  un  nuevo  decreto  sobre  accidentes  de  trabajo,  que  alcanzaba  todas  las actividades industriales, incluidas las minas, complementado con la ley de 4-VII-1932 (Martínez Ortiz y Tarifa Fernández, 1999: 175).
      17 La caja de socorros se mantenía con el 2% de los jornales, el 1% de los empleados cuyo haber no exceda de 2.400 pesetas anuales y el 0,5 del de los directores y jefes. Proporcionaba asistencia médico-farmacéutica en las enfermedades y en caso de accidente agrega medio jornal durante el tiempo de baja en el puesto de trabajo. En caso de inutilidad absoluta o de defunción se abonaba
      una indemnización de 250 pesetas.
      18 Hubo un desarrollo legislativo en los años treinta, ratificándose algunos convenios internacionales y preparándose la legislación en materia de seguros de enfermedad. Todo ello estaba coordinado por el Instituto Nacional de Previsión. Al final la Guerra Civil impidió su
      culminación.
      19 En 1890 sólo aparecen varones entre los ingresados en el hospital. En 1913 se amplía el abanico de los admitidos y nos encontramos con mujeres y no sólo accidentadas. Además son tratados enfermos de la cárcel, que vienen perfectamente identificados. Hay un cierto número de casos de
      hospitalizados con alguna enfermedad, aunque lo normal es que se traten accidentados de las minas, fundiciones, otras actividades o cualquier siniestro (por poner un ejemplo, nos encontramos a veces como motivo “caída casual”).



      quemaduras y asfixia). Murieron 17 (el 13,8%). El total de obreros que aparecen empleados en las minas de plomo de Murcia para este año fue de 3.392.
      En  1913  fueron  ingresados 10820,  de  los  que  86  sufrían problemas ocasionados por accidentes de distinto tipo. De ellos 8 fallecieron. Al igual que
      en la fecha anterior, nos encontramos con un número elevado de internados con
      heridas producidas en peleas. En total 22 fueron los tratados por esta causa (18% de los accidentados)21. El total de obreros empleados en las minas de plomo de Murcia en este año fue de 9.246.
      Un dato interesante que nos proporciona el registro hospitalario es la edad de los internados, lo que nos acerca a la composición de la mano de obra. Sobre todo lo que queremos destacar es la utilización de una considerable mano de obra infantil, con todas las consecuencias que se podían derivar para su desarrollo  y  la  morbilidad  de  la  comarca.  En  las  cuencas  del  sureste (concretando:  Murcia  y  Almería)  contrasta  la  utilización  de  niños  con  la ausencia de mujeres en las explotaciones mineras. No es que participaran de forma importante en el resto de las provincias, pero sí había un cierto porcentaje que se dedicaba a diversas tareas en el exterior. Por ejemplo, en el quinquenio de 1868-70 un 7% de la mano de obra era femenina en Vizcaya, 4,3% en Huelva y 3,4% en Jaén. Asturias está a la cabeza del porcentaje de mujeres empleadas, con un 12% en el quinquenio de 1895-1900. De todas maneras la proporción era reducida y fue a la baja, pero se mantuvo su participación. En cambio, en Murcia no encontramos ninguna empleada en sus minas22.

      Cuadro VI.5. Porcentaje de muchachos (menores de 18 años) en la minería del plomo de Almería, Murcia, Jaén y Córdoba, por decenios, 1861-1930










      Fuente: Elaboración propia a partir de las Estadística(s) Minera(s)




      20 El total de asistidos fueros 148, pero en este año, como hemos mencionado, se incluían algunos enfermos y mujeres. En concreto, se trataron 26 mujeres, de la que 10 lo fueron por enfermedad, 5 de accidentes, 1 de intoxicación y, al igual que hemos visto con los varones, 6 lo fueron por heridas resultado de peleas. Ellas también participan en las disputas (aunque desconozcamos de qué tipo). En cuanto a los enfermos varones se ingresaron 14.
      21  Hay que mencionar que la información que aparece en los libros del Hospital de La Unión es muchos más completa, especificándose las minas y funciones de las que procedían los enfermos.
      22  Al principio de las estadísticas aparece alguna mujer, pero muy pocas. concretamente en el quinquenio de 1868-79 se empleó el 0,2% de ellas y en 1871-75 el 0,4%. Para los siguientes años en la casilla de número de trabajadores del sexo femenino la cantidad que hubo fue cero.


      En cuanto a los niños la situación era muy diferente. La edad a la que podían comenzar a trabajar en las minas era 8 años, a pesar de que en el siglo XIX no estaba permitido el empleo en la minas a los menores de 10 años (Ley de 24-VII-1873)23 y en 1912 se prohibió la utilización de menores de 16 años en labores subterráneas24. La labor principal de estos niños consistía en el acarreo de los minerales, tanto en el interior de las explotaciones (desde los tajos a los anchurones de enganche) como en el exterior. Formaban la llamada “gavia”, que consistía en situarlos en hilera para ir pasando los capazos de mineral, de más de una arroba de peso (11,5 Kg.). Al encargado de las cuadrillas de “gavieros” se le conocía en el sureste como “capataz de correa”. Las ventajas en la utilización de estos críos era el menor coste y, dado su menor tamaño, que se adaptaban a las angostas  galerías  subterráneas.  Aunque  se  utilizaron  profusamente  en  el conjunto de la minería de la península, destaca el sureste por el alto porcentaje que llegó a alcanzar.

      Cuadro VI.6. Porcentaje de trabajadores menores de 18 años en la minería de plomo de Murcia y de España,
           1866-1930, por quinquenios    
      % menores de 18 años

      Quinquenio

      1866-70
      1871-75
      1876-80
      1881-85
      1886-90
      1891-95
      1896-00
      1901-05
      1906-10
      1911-15
      1916-20
      1921-25

      España sin
      Murcia
      13,3
      12,0
      12,9
      14,7
      17,0
      15,8
      12,3
      14,6
      16,6
      13,4
      14,1
      11,2

           1926-30     20,2     11,4     8,2    
      Fuente: Elaboración propia a partir de las Estadística(s) Mineras(s)

      Según las estadísticas oficiales, la mano de obra menor de 18 años rondaba el 30% del total de la utilizada en la extracción del plomo murciano. Destaca el decenio de 1876 a 1885, años en los que el porcentaje de los jóvenes


      23 Además no podía exceder el trabajo de los niños menores de 13 años (14 en el caso de las niñas)
      de 5 horas diarias.
      24  La Leyes de 31-III-1900, con carecer general, y la Ley de 27-12-1910, específica sobre el trabajo en las minas, reglamentaron la jornada de traba (9 horas) y el empleo de menores en
      labores subterráneas, prohibiéndose el empleo de mujeres o varones menores de 16 años en el
      Reglamento de 1912.



      roza  el  40%25.  Estos  altos  porcentajes también  se  alcanzaban en  la  vecina provincia de Almería. En cambio, en el resto de las minas españolas el volumen de niños que estaban ocupados era mucho menor, como podemos ver en el cuadro anterior26. Las razones de esta disparidad de escenarios no parece estar en relación directa con factores productivo sino, más bien, con el medio social, que hacia que hubiera una menos impedimentos en determinadas zonas para obtener este tipo de trabajadores.

      Cuadro VI.7. Distribución por edades de los ingresados por accidente en el Hospital de La Unión en 1890 y 1913 (%)






      Fuente: Libros registro del Hospital Municipal de la Unión, Archivo
      Municipal de La Unión

      Los datos del Hospital Municipal de La Unión nos permiten conocer algo más de la edad de los que trabajaban en las minas, fuera de las estadísticas oficiales27. Dentro de los heridos aparecen niños con edades comprendidas entre
      9 y 17 años. Incluso, en el libro de registro de 1913 el porcentaje de niños atendidos por accidente es sensiblemente mayor, teniendo 9 años el de menor edad28. Hay que tener en cuenta que para esas fechas ya se había aprobado una legislación bastante restrictiva en cuanto al empleo de menores en los trabajos mineros. De todas maneras, queda claro que la edad a la que se accedía al


      25 El año con un porcentaje mayor de mano de obra menor de 28 años en las minas de plomo de Murcia es 1880, con un 46,7%. Sobre las peculiaridades de la mano de obra en la minería española: Sánchez Picón y Pérez de Perceval (1999).
      26 “El grado de empleo de esta mano de obra parece estar determinado principalmente por la zona
      donde se realiza la extracción. Las principales provincias mineras las podemos agrupar en tres
      categorías. Primero estaría un nivel bajo de empleo de niños, que tendría como tope el 10 ó 14%,
      y en el que se situaría también la media nacional de estos años. Aquí podríamos colocar a
      Córdoba, Jaén, Huelva y Vizcaya. En un nivel intermedio, con unos porcentajes entre el 15 y el
      20%, podemos situar a la minería asturiana. En tercer y último lugar tenemos a las provincias que
      empleaban en mayor medida a los niños en los trabajos mineros, con unos porcentajes superiores
      al 20%, en donde claramente estaban Almería y Murcia” (Sánchez Picón y Pérez de Perceval,
      1999).
      27 Lo mejor sería contar con fuentes empresariales. Pero hay que tener en cuenta el minifundismo minero que imperaba en esta zona, lo que dificulta que se conserven los libros de cuentas, que si
      tenemos para las empresas de otras cuencas. De todas manera, también hay que desconfiar de las
      anotaciones que pudieran haber ya que, para no pillarse lo dedos con la legislación, era difícil que
      registraran edades por debajo de la reglamentada. En el caso de los registros de hospitalarios
      parece que no pesaban estos inconvenientes.
      28  Es posible que algunos de los niños que fueran atendidos en el hospital no trabajasen en las minas o fundiciones, ya que en diversos caso sólo se especifica que las lesiones son producto de un accidente determinado. En otros casos de estos niños sí se menciona, señalando incluso la mina
      en donde trabajaba. En 1913 el accidentado de menor edad, para el que se concreta la mina donde trabajaba (“Desechada”), contaba con 11 años y sufría dos heridas contusas falleciendo al día siguiente de ingresar.


      trabajo subterráneo era muy reducida, interfiriendo su etapa de desarrollo y, naturalmente, teniendo alguna influencia sobre su posterior evolución a la edad adulta.

      Cuadro VI.8. Número de accidentados atendidos en el Hospital de La Unión menores de 18 años en 1890 y 1913, por edad


      Edad

      Número













      Fuente: Libros registro del Hospital Municipal de la Unión, Archivo
      Municipal de La Unión

      En la fichas de defunciones, los casos en los que se especifica que la muerte se ha producido por accidente son muy reducidos, lo que nos hace pensar que algunas de ellos no los podamos localizar ya que se ocultan tras las descripción de la patología concreta que ha producido el fallecimiento. De todas maneras, como se aprecia en el cuadro siguiente, la mortalidad directa por el trabajo subterráneo era reducida.

      Cuadro VI.9. Número defunciones de El Beal producidas por un accidente,
      1886-1970, por quinquenios

      Quinquenio    Nº    Quinquenio    Nº
      1886-1890    5    1926-1930    1
      1891-1895    6    1931-1935    1
      1896-1900    4       
      1901-1905    1    1946-1950    4
      1906-1910    2    1951-1955    10
      1911-1915    1    1956-1960    4
      1916-1920    0    1961-1965    8
      1921-1925    1    1966-1970    4

      Otra enfermedad ligada al trabajo minero es la silicosis. En los trabajos en  los  que  hay  movimiento  de  tierras,  voladuras,  etc.  es  normal  que  se produzcan trastornos en el pulmón debido a la inhalación de partículas de polvo. Es lo que se denomina “neumoconiosis”. Si la sobreexposición se produce con la sílice cristalina el problema es mas grave ya que se puede producir la silicosis.



      A los afectados les provoca inflamación de pulmón y cicatrices en sus tejidos. No hay cura para ella, sólo la prevención para disminuir la inhalación de estas partículas. Está asociada a otras enfermedades, concretamente bronquitis, tuberculosis y cáncer pulmonar. Los síntomas son tos, falta de apetito, dolores en  el  pecho,  fiebre  y  fatiga.  Además  del  nivel  de  actividad,  el  grado  de incidencia de este mal está relacionado con la cantidad de  polvo que se genere en el laboreo. El desarrollo técnico incrementó las posibilidades de intoxicación, especialmente con la introducción de las perforadoras mecánicas, que empeoraron significativamente las condiciones ambientales de la extracción. Su uso, dada la precariedad técnica de la minería del sureste, tardó en implantarse, lo que retrasaría en algo una mayor contaminación e incidencia de otro tipo de problemas pulmonares. En concreto, es la segunda década del siglo cuando se comienza a utilizar este sistema de excavación.
      El reconocimiento de enfermedad es tardío. En el siglo XIX y principios del XX se la consideraba como una neumoconiosis cualquiera, sin que se la diferenciara de otros problemas pulmonares. En 1915 se propone por primera vez (Collis) la teoría de que la causa era la sílice cristalina. En el primer cuarto de XX son escasas las menciones que hay en la literatura médica sobre ella (Trigueros Mateos, 1997). En España hasta la Ley de bases de 1936 sobre enfermedades profesionales (13-VII), entre las que se incluía por primera vez la silicosis, no hay un reconocimiento oficial de esta intoxicación29. En los libros de defunciones de la diputación de El Beal no nos aparece como causa de muerte hasta 1946, época en la que la extracción minera no tenía la misma pujanza ni ocupaba a los trabajadores de antaño. Es difícil medir su incidencia anteriormente, pero debe de estar enmascarada detrás de otras enfermedades pulmonares.
      El total de óbitos a partir de 1946 que sitúan la silicosis como causa de muerte es de 54 de un total de 633 defunciones, es decir en esos años esta enfermedad supuso el 8,7% de la mortalidad total de esta diputación. Ello puede se ilustrativo del alcance que podía tener la contaminación por este agente en los
      momento  de  mayor  auge  de  la  extracción  para  los  que  se  carecía  de  un
      conocimiento específico de la misma. Como podemos ver el gráfico VI.2, el
      número de defunciones que provocaba dicha intoxicación va en aumento. Hay
      que tener en cuenta que en estos años se asiste a nuevo auge en la extracción
      minera, el segundo “boom minero” (Vilar et al., 1991:204), con un aumento constante de la extracción desde finales de 195030.
      En cuanto a las expresiones diagnósticas que aparece en los libros de defunción, se especifica sólo silicosis como motivo del óbito en 41 casos y en cinco  se  tipifica  como  silicoturberculosis.  El  resto  aparece  junto  a  otras


      29 Anteriormente, en 1932, de forma indirecta se había aceptado oficialmente la existencia de esta enfermedad al ratificar España un convenio internacional en el que se incluía la silicosis. Este convenio era una revisión del internacional de 1925 sobre enfermedades profesionales, en el que se incluyó al fin la silicosis en los años treinta (Martínez Ortiz y Tarifa Fernández, 1999: 189).
      30 Hay que mencionar que había importantes diferencias en cuanto a las técnicas de extracción, por lo que hay que comparar con cautela la anterior actividad minera con la de este segundo boom.
      Tanto la forma de atacar a los criaderos, ahora con explotaciones a cielo abierto, como la maquinaria empleada  y las medidas de seguridad adoptadas hacen alfo distinta a esta nueva época y a la tipología y alcance de las intoxicaciones.


      enfermedades. En concreto la silicosis se une a las siguientes: asistolia (3), bronquitis (1), bronconeumonía (1), caquexia (1), fimia31 (1) y metástasis hepática (1).

      Gráfico VI.2. Muertes por silicosis en El Beal, 1946-1971

      10
      9
      8
      7
      6
      5
      4
      3
      2
      1
      0
      1946    1950    1953    1956    1961    1965    1968    1971


      Como  resumen  podemos  decir  que  las  enfermedades  pulmonares propias del trabajo minero, cólico saturnino y silicosis, y los trastornos que producían sobre el  organismo debieron ser  unos factores importantes en  la morbilidad de esta zona. Tanto directamente como en el debilitamiento de la salud y, así como, en la posibilidad de facilitar el desarrollo de otras patologías, los agente intoxicadores de la actividad extractiva serían unos agentes de primer orden de las características sanitarias de El Beal. Es parecido a lo que señala, para Almadén, Menéndez Navarro (1996: 196), que encuentra también un conjunto de padecimientos no necesariamente vinculados a la exposición del mercurio (en su caso) pero sí íntimamente dependiente de la actividad minera. Su estudio presenta problemas ligados a la adscripción y a la imposibilidad de establecer relaciones directas con los riesgos ocupacionales. Pero, “la elevada incidencia entre los mineros de Almadén de un amplio elenco de dolencias de origen respiratorio fue puesta de manifiesto por todos los observadores contemporáneos”.
      Es lo que también comentaba Doménech Sáez (1880: 75-75) para una cuenca más cercana y parecida a la nuestra, la de Almagrera, en la que no sólo señalaba como causa la incidencia de agentes contaminantes, sino también las propias características del trabajo subterráneo. Las condiciones eran penosas, con  temperaturas  elevadas,  experimentando  cambios  bruscos  o  tener  que trabajar  metidos  en  el  agua  que  hay  en  las  profundidades. Ello  provocaba

      31 La fimia significa absceso del pulmón y también se utilizaba para designar a la tuberculosis de las vías respiratorias.



      neumonías crónicas y afecciones reumáticas. Incluso señala que estos estados patológicos pueden producir “melanosis orgánica y depositarla en el pulmón”. Dicha melanosis era, para este médico de una zona de extracción de plomo como la de Cartagena, casi exclusiva de lo trabajadores de las profundidades, donde se diagnosticaba con relativa frecuencia32. A esta dolencia se le conocía en esas localidades con el nombre específico de “fatiga del los mineros”33.
      Otra   de   las   enfermedades  que   se   liga   a   los   efectos   de   estas intoxicaciones es la tuberculosis. El descubrimiento del bacilo que la provocaba se produjo en 1882 por Koch. Los tratamientos que se probaron en el siglo XIX y principios del XX fueron ineficaces hasta la introducción de la estreptomicina en 1947 (McKeown, 1990: 116).
      Las condiciones del trabajo minero venían a incrementar una dolencia que tenían un arraigo en las condiciones socioeconómicas de la zona. De hecho constituye una de las principales causas de mortalidad de la diputación de El Beal. En total, a lo largo de todo el periodo estudiado, hemos encontrado 480
      casos en los que se la ha diagnosticado como el motivo de la defunción (un
      4,94% del total34). En los libros parroquiales normalmente nos aparece con la denominación de tuberculosis, pero también se anota algunas veces como tisis y como mal de Pott35.

      Gráfico VI.3. Muertes por tuberculosis en El Beal, 1888-1970

      25


      20


      15


      10


      5


      0





      32  En cambio no encuentra apenas casos en el resto de la población, aún cuando, como señala, estén afectos a la tuberculosis pulmonar, de neumonías crónicas, de induraciones fibrosas, etc., lo cual lo constata tanto por el análisis clínico como por las autopsias que ha practicado.
      33 Doménech (1880: 77-78) nos ofrece una descripción detallada de los efectos de la enfermedad y de sus consecuencias, que va “colocando al individuo en muy malas condiciones, va alterándose su sangre, hasta que sucumbe por lo general en un largo y penoso marasmo”.
      34 Si eliminamos las mal definidas y las que aparece diagnóstico, la tuberculosis supone un 5,56%
      de las causas de la mortalidad total de 1888 a 1971.
      35 El mal de Pott lleva el nombre del cirujano inglés del siglo XVIII que describió la tuberculosis ósea localizada en las vértebras.



      La incidencia de la tuberculosis fue en aumento a finales del XIX. El año en el que se produce un mayor número de defunciones por esta causa es
      1900, con 21 casos. El momento en el que alcanza un porcentaje mayor es en la década de 1930 con casi un 17% del total de fallecidos36.

      Gráfico VI.4. Porcentaje de fallecidos por tuberculosis en El Beal, 1888-1970

      18,0

      16,0

      14,0

      12,0

      10,0

      8,0

      6,0

      4,0

      2,0

      0,0




      Dentro   del   conjunto   de   enfermedades   profesionales   queda   por mencionar una  que  fue  motivo  de  inquietud  a  finales  del  siglo  XIX.  Nos referimos a  la anquilostomiasis o “fatiga de los mineros”37, que aunque ha tenido un desarrollo mayor en las minas de carbón, también se propagó en las de galena.   Estudiada   por   diversos   higienistas,   comenzaba   por   sensaciones subjetivas de cansancio y debilidad, tenía después alteraciones del aparato circulatorio, para terminar muchas veces, después de un largo proceso, en el estado caquéctico (González Llana, 1949: 168). Descubierto el sistema de transmisión  (un  gusano  a  través  de  las  deyecciones)  y  las  medidas  de prevención, en el primer tercio del siglo XX caerá su incidencia. De todas maneras hubo una gran preocupación por controlar su extensión y en 1926 se



      36  Posteriormente se alcanzan porcentajes más altos pero estadísticamente poco fiables. En 1945 fue el 25% y en 1946 el 28,6 pero sólo de un total de 10 y 15 defunciones. En 1947 no aparece nadie que falleciera por esta enfermedad. De todas maneras, la tuberculosis se muestra como una de las causas de mortalidad de El Beal que se mantendrán con un cierto nivel de incidencia por más tiempo.
      37  También se la conocía como “anemia de los mineros” (“La anquilostomiasis o anemia de los mineros”, Revista Minera, 1905: 2-3) y en América se la denominaba como “enfermedad del sueño”.



      promulgó un Decreto (12-V) para su prevención38después de que se investigaran
      77 minas de diversas provincias, entre las que se incluían algunas de Murcia, y
      de los resultado se estimó que más de 10.000 mineros se encontraban infectados39.
      Como se puede observar, la sintomatología de muchas de estas enfermedades podía ser fácilmente diagnosticada de diferentes maneras de acuerdo a los avances y al nivel sanitario de la época. Más si cabe, cuando algunas de ellas tardaron en ser descubiertas y estudiadas convenientemente hasta bien entrado el siglo XX, no siendo posible su reconocimiento hasta que no se divulgaron sus características. Además, hay que tener en cuenta no sólo la mortalidad directa sino, también, los efectos secundarios que se podían producir sobre la salud, ya que era factible que facilitaran el desarrollo de otras patologías de una forma más o menos relacionada. Por todo ello, el estudio de los efectos de la actividad minera sobre la salud va más allá del mero reconocimiento de las enfermedades profesionales que nos encontremos diagnosticadas. Es un campo algo complejo, que necesita de una mayor profundización en la morbilidad de esta diputación.


      3. TRANSICIÓN DE LA TIPOLOGÍA DE LAS ENFERMEDADES


      Como ya hemos mencionado, el desarrollo de la economía industrial va a modificar las pautas demográficas, lo que se va a traducir en el apartado de la causas de muerte en un alteración del origen principal de las defunciones. De una  mortalidad  relacionada  con  enfermedades infecciosas  se  va  a  pasar  al predominio de otro tipo de motivaciones, sobre todo degenerativas. En el gráfico siguiente se presenta la evolución de la transición sanitaria en El Beal y se aprecia el comportamiento que va a tener este grupo de patologías.
      La tendencia es hacia una progresiva reducción, pasando las enfermedades provocadas por microorganismos de ser las responsables del 90% de la mortalidad a representar alrededor del 40% en la década de los sesenta. La Guerra Civil supuso un cierto freno a ese descenso, volviendo tras el conflicto a los porcentajes de la I Guerra Mundial. En 1946 se recupera la tasa de 1933, alcanzándose valores más reducidos en los años siguientes. Hay que señalar, por



      38  Comentando la política sanitaria de la empresa que explotaba las minas de plomo de “El Centenillo”, Martínez Ortiz y Tarifa Fernández (1999: 246) señalan que la erradicación de la anquilostomiasis constituía casi un tema obsesivo. A los obreros que trabajaban en el interior los sometían a registros para controlar que no estuvieran infectados. El Decreto obligaba a que en las zona mineras se doten de unos laboratorios que realice análisis micrográfico regula entre los obreros, siendo obligatorio antes de que entren a trabajar en una concesión. En los que se detectara la enfermedad deberían de ser sometidos a tratamiento por cuenta de las empresas hasta su total curación, abonándoseles los jornales durante el periodo que dure el tratamiento. Colección Legislativa de Minas. Año 1926, XXII, 1927, pp. 112-115.
      39  Las otras provincias eran: Jaén, Córdoba, Badajoz, Sevilla, Ciudad Real, Almería y Baleares. Destaca en ellas la producción de mineral de plomo. El interés por este tema en 1926 se puede ver
      en los diversos artículos que aparecen en la Revista Minera en ese año: “La anquilostomiasis en
      las minas de España” (pp. 181-184 y 197-200) y lo de G. Sánchez Martín y de J. Contreras.


      último, un repunte de la mortalidad infecciosa a partir de 1964, que recobra porcentajes de los años cuarenta.

      Gráfico VI.5. Porcentaje de las enfermedades infecciosas sobre el total de las defunciones de El Beal, 1888-1970,
      valores anuales y medias móviles de 5 años.

      100,0

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0




      La tradicional causa de mortalidad, la infección, tardará en dejar de ser el motivo predominante de muerte en El Beal. Hasta finales de la década de
      1940 será la responsable de más de la mitad de las defunciones. Es en los años siguientes cuando, al fin, pierda el protagonismo frente a otras causas de muerte,
      pero  que  no  impide  que  aún  siga  manteniendo  unos  porcentajes  elevados. Seguirá siendo la causa de más del 40% de los entierros como media hasta los años setenta.
      Dentro de las infecciones, el medio principal de transmisión es el aire,
      seguido  del  agua  y  alimentos.  La  infección  por  vectores  tenía  un  peso
      importante en el siglo XIX. De hecho, en nuestro caso en el quinquenio 1886-90
      es la segunda causa de infección, por encima del agua y alimentos. El año de
      1890 es la fecha final de la trascendencia de este grupo de padecimientos. A
      partir de entonces su trascendencia disminuye hasta constituir uno de los medios
      de transmisión con menor incidencia en las décadas siguientes. De este grupo
      hay que destacar un mal que era endémico en el sureste de la península: el
      paludismo o malaria. Fue una de las enfermedades más letales en la demografía
      murciana hasta el siglo XIX. Para el conjunto de Murcia Martínez Carrión
      (2002: 85) señala, al igual que sucede en El Beal, la fecha de 1890 como el
      momento en el que disminuyó de forma considerable su incidencia, comenzando
      el  camino  de  su  erradicación total  en  la  Región.  Las  mejoras  ambientales
      (urbanización, drenaje de zonas pantanosas, como el Almarjar en Cartagena,
      etc.)  fueron  acabando  con  la  presencia  del  paludismo.  En  El  Beal  nos



      encontramos para el conjunto de la población y en el periodo que estudiamos
      186 casos de muerte tipificados de este tipo. La última defunción por esta causa
      se produjo en 1925.

      Cuadro VI.10. Distribución de las enfermedades infecciosas en El Beal,
           en porcentajes y por quinquenios    



      Quinquenio


      Transmitidas por el agua y alimentos


      Transmitidas por el aire


      Transmitidas por vectores


      Otras infecciosas


      1886-1890    13,9    62,0    21,0    3,0
      1891-1895    16,5    72,8    5,4    5,4
      1896-1900    21,3    72,8    2,2    3,8
      1901-1905    26,1    67,4    1,6    4,9
      1906-1910    30,1    63,2    1,0    5,7
      1911-1915    23,4    70,9    0,6    5,0
      1916-1920    26,3    64,6 (40)    5,8    3,4
      1921-1925    35,7    58,9    1,9    3,5
      1926-1930    33,7    63,4    0,0    3,0
      1931-1935               
      1941-1945    12,5    79,2    0,0    8,3
      1946-1950    19,4    74,2    0,0    6,5
      1951-1955    11,1    74,1    0,0    14,8
      1956-1960    6,1    91,8    0,0    2,0
      1961-1965    5,0    95,0    0,0    0,0
      1966-1970    1,9    94,2    0,0    3,8

      Un factor a considerar en el retroceso de la mortalidad es el avance que se produce en la medicina y en las medidas higiénico-sanitarias. Ya hemos visto que uno de los trastornos de mayor mortalidad, la viruela, tenía desde siglo antes un tratamiento preventivo muy efectivo y, en cambio, se mantuvo con una alta incidencia hasta bien entrado el siglo XX. Se juntan tanto el retraso global en la adopción de los adelantos médicos y de las medidas profilácticas del conjunto del país como, también, las peculiaridades de estos núcleos de población. Pero el conjunto de patologías de las enfermedades infecciosas verá reducir su efecto más por otros motivos, que están en relación con mejoras de la alimentación y de la organización urbanística. Es lo que no dice McKeown (1990: 118-119) cuando cuestiona el efecto que pudo tener la asistencia médica en el descenso de la mortalidad europea de XIX y primer tercio del XX.



      40 Para esta década y las siguientes, hasta la Guerra Civil, hay un elevado porcentaje de entierros en los que no se especifica la causa de la defunción. El peso de las enfermedades infecciosas transmitidas por el aire debió de ser mayor. Hay que tener en cuenta que en 1918 y 1919 se produjo la pandemia de la gripe, que elevó considerablemente la mortalidad de estos años y, por ende, el de este bloque de enfermedades.


      En nuestro caso, la diputación de El Beal se desarrolló al calor de la actividad minera y fundidora. Fue un foco de atracción de mano de obra, que provenía de otras zonas de la Región y de las provincias limítrofes, sobre todo Almería (como ya hemos visto en los capítulos anteriores). Al igual que sucedió en otras cuencas mineras, esta avalancha de trabajadores no se correspondía con la dotación de viviendas ni la infraestructura urbana. El trabajo en las minas está habituado a estos movimientos de población. Se explota mineral allí donde se encuentra (no  se  pueden trasladar los  yacimientos) y  se  acaba la  actividad cuando se agotan o los precios no hacen rentable continuar con las labores. Ello provoca que, paralelamente a las modificaciones en la producción en distintos puntos de la geografía, se produzca un trasiego de obreros. Los momentos más difíciles se producen al comienzo de la explotación, cuando se carece de las mínimas dotaciones básicas de vivienda, aprovisionamiento de agua potable, redes de alcantarillado, etc. Más si cabe, en la minería del plomo peninsular, que se caracterizaba por un minifundismo minero, las empresas estaban desligadas de la tarea de proporcionar alojamiento a sus trabajadores41, al contrario de lo que sucedió con algunas de las grandes empresas que planificaron, con mayor o menor acierto, la ubicación de su mano de obra.
      Los obreros de la minas de plomo del sureste estaban acostumbrados a soportar no sólo unas duras condiciones de trabajo, sino también importantes limitaciones en cuanto a la vivienda. En la cuenca de Almagrera, de la que procedía un porcentaje elevado de obreros, una parte de los que trabajaban en el laboreo vivía en la propia mina, en nichos que excavaban en la roca, durante los periodos en los que se dividía la extracción (varadas)42, sin ningún tipo de dotaciones básicas43. Alguna mano de tuvo estas condiciones en la sierra de Cartagena, viviendo a pie de mina durante el tiempo que duraban los periodos de extracción.
      La inmigración de mano de obra tuvo unos flujos y reflujos, que estuvieron en relación con las coyunturas mineras, pero que fueron consolidando una población estable y una dotación de viviendas. En otros lugares, como en la minería  vizcaína  (Pérez  Castroviejo, 1994),  las  perspectivas de  alojamiento pusieron  en  marcha  una  estrategia  de  construcción  y  de  alquileres  de habitaciones que subordinaba el paisaje a la actividad extractiva44. Los que se trasladaban con sus familias vivían normalmente en casas alquiladas, mientras



      41  A lo que se sumaba la manera de actuar de las empresas mineras, con la utilización de la explotación mediante partidos.
      42 Las varadas eran periodos de tres a cuatro meses en los que se realizaba la extracción. Cuando
      acababa, se vendía el mineral que se había extraído y se abonaban los salarios a los obreros.
      Entonces se producía la “huelga”, días de descanso entre cada varada.
      43 “Carta de un minero”, El minero de Almagrera, 31 (16-IX-1874), p.2. Los nichos tenían vara y media de alto por dos de largo y dos y medio de ancho. En ellos sólo se podía estar tendido o
      sentado. Una vara mide 0,84 metros aproximadamente.
      44  Pérez Catroviejo (1994: 182) señala como a comienzos de los años ochenta del s. XIX los ayuntamientos de las zonas mineras elaboraron un concierto con los dueños de minas y edificios con  el  objeto  de  fijar  una  normativa  sobre  construcción  de  casas.  Los  ayuntamientos  se
      comprometían a negar permisos de edificación a personar ajenas a las compañías mineras, cuando siendo los terrenos comunales estuvieran dentro del perímetro de las minas, así como ubicar en zonas específicas las futuras barriadas, sin menoscabo para el laboreo.



      que los que lo hicieron solos estaban hospedados con otras familias o en casas de las compañías gestionada por capataces.
      Mientras  no  se  hubieron  asentado  los  núcleos  de  población,  las condiciones de vida dejaron bastante que desear. Como lo relata un ingeniero de
      minas belga en la década de 1850, era “curioso” ver como vivían estos obreros,
      que tienen que improvisar de todo en unas regiones desiertas, desprovistas de los
      recursos más usuales. Sus alojamientos contaban unos pocos enseres básicos
      (Petitgand, 1862: 335). En estas condiciones, los problemas de salubridad y las
      posibilidades de contagios debieron ser elevados. Al igual que sucedía en las
      ciudades y en los núcleos obreros, la industrialización produjo, en un principio,
      un  incremento de  la  mortalidad ligada  al  hacinamiento y  a  la  carencia  de
      infraestructuras básicas. Era la doble cara que tenía el desarrollo económico y en
      nuestro caso  la  actividad minera. La  existencia de  recursos en  el  subsuelo
      permitió al sureste mantener, mientras duró la extracción, a una población y
      contener  la  emigración,  que  al  final  fue  irremediable  para  ciertas  zonas.
      Proporcionó recursos, agilizó el desarrollo de la nueva economía, proporcionó
      unos ingresos, etc., pero también impuso unas hipotecas importantes sobre la
      salud y la mortalidad, no sólo de los trabajadores del subsuelo sino del conjunto
      de la población.
      En la diputación de El Beal a finales del XIX, momento del que parte la
      fuente que hemos manejado, después de pasar más de cuarenta años desde que
      se produjera el despegue de la minería en estas montañas, habían echado raíces
      una parte considerable de la población que en un principio fue atraída por la
      demanda de trabajo alrededor de la extracción. No tenemos datos para estas
      fechas del  número de  huéspedes, que  como  hemos visto fue  importante al
      principio en otras zonas mineras. En los censos de 1920 y 1930 el número de
      personas que aparecen como huéspedes ya son muy reducidas, concretamente 10
      y 68 respectivamente. Con el paso del tiempo, los habitantes estabilizaron su
      situación  y  lo  que  predomina  son  familias  que  viven  en  casas  propias  o
      alquiladas.
      Las  infraestructuras  urbanas  debieron  de  avanzar  a  un  paso  lento
      conforme  se   incrementó  la   población  de   estas   montañas.  Las   mejoras
      proporcionarán  paulatinamente  una  cierta  base  para  la  reducción  de  la
      mortalidad. El incremento de la densidad demográfica irá planteando retos a las
      administraciones locales que, junto con la extensión de las ideas higienistas,
      permitirán combatir mejor los focos de infección, como sucedía con las aguas
      estancadas que facilitaban la  propagación del paludismo. De todas maneras
      seguirán existiendo carencias importantes. En  el  análisis de  otro  núcleo de
      concentración  minera,  San  Salvador  del  Valle,  Pérez-Fuentes  (1993:  209)
      muestra  una  relación  entre  el  descenso  de  las  enfermedades  infecciosas
      transmitidas por el agua y los alimentos y el inicio de la construcción del
      alcantarillado y de la conducción de aguas potables, aunque todavía quedaban
      focos infecciosos por resolver. La instalación de unas infraestructuras básicas
      debió de tener unos efectos importantes sobre las enfermedades infecciosas y la
      mortalidad en la diputación de El Beal.
      Junto a esto problemas tenemos los derivados de la dieta alimenticia.
      Las  posibilidades de  adquirir alimentos  están  en  relación con  la  capacidad
      adquisitiva de  las  familias. El  trabajo en  las  explotaciones subterráneas no


      proporcionaba  unos  ingresos  elevados.  Hemos  abordado  el  análisis  de  los salarios  en  otro  trabajo  (Martínez  Soto  et  al.,  2002),  donde  mostramos  lo reducido de los ingresos de los mineros y la diferencia que había en Murcia con otras zonas de la península, especialmente del norte.

      Cuadro VI.11. Salarios mineros en España, 1914-1925 (ptas/hora)
           1914-1925    

      Tipo de

           Interior     Exterior    

      minería    Provincia    1914    1920    1925    1914    1920    1925
      Asturias    0,64    1,86    1,57    0,38    1,14    0,96

      Carbones minerales (hullas y antracita)

      León    0,55    1,69    1,17    0,35    1,05    0,85
      Ciudad Real    0,61    1,62    1,33    0,36    0,89    1,12
      Córdoba    0,4    1,08    1,29    0,26    0,64    0,76
      Palencia    0,59    1,14    1,03    0,53    1,44    1,16
      Sevilla    0,33    0,70    0,70    0,35    0,75    0,75

      Carbones mine- Teruel                0,35    0,98    0,75 rales (lignito)   Albacete    0,60    1,00    1,25    0,42    0,62    0,75
      Azogue    Ciudad Real    0,42    0,85    0,85    0,32    0,64    0,64


      Azufre


      Zinc

      Teruel    0,59    1,6    1,25    0,45    1,38    1,06
      Albacete    0,42    0,62    0,62    0,44    0,69    0,69
      Santander    0,46    0,54    0,77    0,36    0,5    0,66
      Córdoba    0,41    0,53    0,61    0,31    0,45    0,50
      Córdoba peones    0,31    0,40    0,50    0,27    0,4    0,45

      Cobre    Huelva    0,50    0,56    0,62    0,52    0,67    0,75
      Vizcaya    0,42    0,99    1,02
      Santander    0,42    1,00    1,08

      Hierro







      Plomo

      Sevilla    0,32    0,49    0,6    0,31    0,46    0,56
      Teruel    0,40    0,69    0,79
      Almería    0,48    0,72    1,02    0,46    0,70    0,98
      Jaén mineros    0,48    0,71    1,03    0,34    0,59    0,72
      Jaén peones    0,44    0,62    0,88    0,28    0,50    0,62
      Córdoba (minas
      Villanueva del Duque)    0,35    0,97    1,00    0,40    0,58    0,66
      Córdoba peones    0,29    0,47    0,50
      La Unión y Cartagena    0,44    0,75    0,87    0,50    0,81    0,87
      Mazarrón    0,46    0,62    0,69    0,50    0,65    0,70
      Almería    0,47    0,59    1,03    0,43    0,69    1,00

      Fuente: Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio, Dirección General de Trabajo y
      Acción Social (1927): Estadísticas de Salarios y Jornadas de trabajo referidas al período
      1914-1925, p. LIV.

      Su situación se empeoraba debido a la utilización de formas de remuneración que lesionaban, aun más, lo que percibían. Nos referimos al pago mediante “vales” (truck system). Los obreros no se les abonaban sus salarios hasta que se vendiera el mineral. Mientras tanto, se les proporcionaban unos “vales” que podían canjear por comida y otros artículos de consumo en unos establecimientos  determinados.  Era  una  práctica  común  en   las   cuencas



      extractivas de la península y suponía una merma del salario, ya que la empresa minera se ponía de acuerdo con los establecimientos y obtenía un beneficio adicional45.
      Los problemas económicos del último cuarto del siglo XIX, con una caída de las cotizaciones de los minerales, había propiciado una presión más
      elevada sobre los salarios y una mayor utilización de este sistema de pago. Ello provocó la elevación de la conflictividad y que aumentara la reivindicación de la
      erradicación de este tipo de pago en especie. La huelga general de los mineros
      del País Vasco en 1890 tuvo como principal reivindicación la supresión de este
      sistema. El Pacto de Loma prohibió en esta cuenca las cantinas obligatorias
      (Esudero, 1998: 218), siendo el primer paso para su prohibición en el resto de la
      península.
      En la sierra de Cartagena, en el fondo de la huelga de mayo de 1898
      también estaba esta reivindicación (Vilar et al., 1987: 165). De todas maneras,
      fue difícil eliminar por completo la utilización de este sistema de remuneración
      dadas las características de las empresas mineras. En 1909 el Partido Socialista
      Obrero seguía pidiendo para el conjunto del país el “cumplimiento de las leyes sobre economatos o cantinas obligatorias para el pago de jornales”46. En ese mismo año una comisión designada por la directiva del Sindicato Minero de Cartagena, representante de la patronal del sector, que tenía por objeto aportar su opinión sobre el proyecto de de ley que se estaba tramitando para regular el
      trabajo en las minas, declaraba que debía abolirse esta práctica de los vales, que aún se mantenía en esta zona y que “ha acabado por convertirse en medio de lucro inmoral para algunos patronos”47.
      En 1916 de nuevo tenemos en Murcia conflictos en contra de la utilización de los vales48. Por estas fechas, los problemas por los que atravesaba la minería de la Sierra de Cartagena, debido al agotamiento de los criaderos, junto a las negras perspectivas de los mercados internacionales de metales, van a presionar duramente sobre la situación de conjunto de las cuencas murcianas. El aumento del paro y descenso de los salarios reales van a provocar un empeoramiento de las condiciones de vida. Una parte de la población va a iniciar  una  diáspora,  bajando  los  efectivos  humanos  de  estos  núcleos  de población como ya vimos en el apartado de los movimientos migratorios. A pesar de que en el cuadro VI.11 se muestre un avance de los salarios nominales, la inflación del periodo deprimió los ingresos reales. Dado que no hemos podido manejar series de salarios continuadas de contabilidades mineras de la Sierra de Cartagena, en el cuadro VI.6 presentamos los salarios reales de los peones de

      45 Además había otros problemas. No se le devolvía el dinero sobrante de la compra sino que tenía que gastar su totalidad en el establecimiento. Si necesitaba cambiar los vales por dinero, lo podía hacer con un cierto descuento. Otras de las críticas era sobre la calidad de los artículos que se vendían en estos “economatos”.
      46 Sobre las peticiones del Partido Socialista Obrero y las contestación del Jefe de Negociado de minas de Fomento: A. Vasconi: “Sobre el régimen de trabajo en las minas españolas. Memoria de
      18 de Marzo de 1909 sobre las peticiones hechas al Gobierno por le partido socialista obrero”,
      Gaceta Minera y Comercial, 1910, pp. 77-79, 88-91, 97-99 y 106-107.
      47  “El problema social minero”, Gaceta Minera y Comercial de Cartagena, XXVIII, 1.428 (30- VIII-1910), pp. 281-282.
      48 Podemos ver el malestar que seguía produciendo en 1916 este tipo de forma de remuneración en
      los numerosos artículos que publica al respecto el semanario independiente “El Bragao”.
       
      Mazarrón y de Vizcaya. Como se puede ver, el nivel adquisitivo de los ingresos de 1911-15 no se vuelve a recuperar hasta 1930.

      Gráfico VI.6. Salarios reales de los peones mineros de Mazarrón y de Vizcaya, 1909-1936



      160,0

      140,0

      120,0

      100,0

      80,0

      60,0

      40,0

      20,0


      0,0


      1909     1911     1913     1915     1917     1919     1921     1923     1925     1927     1929     1931     1933     1935


      peones de Mazarrón    peones de Vizcaya

      Fuente: Nominas de la Mina Fuensanta de Mazarrón 1894-1938 y Martínez Soto (2002)
      para la serie de precios. Salarios reales de los mineros de Vizcaya: Escudero (1998)

      Volviendo a la tipología de las enfermedades infecciosas, la principal causa de mortalidad de la diputación de El Beal, y  su distribución por el agente de transmisión (por el agua y los alimentos y por el aire), vamos a ver cuáles eran  las  principales  patologías  y  su  evolución.  En  la  grafica  VI.7  hemos resumido la participación que tienen en el periodo que estudiamos. Se aprecia la trascendencia de las transmitidas por el aire, mientras que las contagiadas a través del agua y los alimentos manifiestan una tendencia creciente a finales del XIX y principios del XX. Se mantiene con unos porcentajes parecidos hasta la década de 1920, para iniciar un declive hasta suponer un factor muy secundario de la mortalidad total. Las transmitidas por el aire tienen una tendencia a la reducción desde finales del XIX hasta los años veinte. Desde esta fecha, su porcentaje se estanca en torno al 35% de las defunciones hasta 1970. El aumento del porcentaje correspondiente a las enfermedades infecciosas en las últimas décadas se produce, por tanto, debido al descenso de las enfermedades infecciosas del primer grupo (agua y alimentos). Ello no quiere decir que no baje la trascendencia de la mortalidad de las infecciones contagiadas a través del aire,  sino  que  su  disminución es  proporcional a  la  de  la  mortalidad  total, manteniendo en las cuatro últimas décadas analizadas la misma trascendencia sobre las defunciones globales. Vamos analizar a continuación las características de estos grupos.
      En cuanto al primero (agua y alimentos) se trata fundamentalmente de contagios producidos por la infraestructura urbana (potabilización, conducción



      de aguas, sistema de saneamiento, eliminación de basuras, etc.) y la higiene de los alimentos. Son en parte el resultado de la concentración de la población, del hacinamiento y de todas las consecuencias que arrastró en un primer momento el desarrollo productivo y el desarrollo de barriadas obreras.

      Gráfico VI.7. Distribución porcentual de las causas de mortalidad en El
      Beal en no infecciosas y las infecciosas en transmitidas por
      agua y alimentos, aire, vectores y otras, por quinquenios, 1886-197049

      100%



      80%

      No infecciosas



      60%



      40%

      Aire




      20%


      0%


      Agua y alimentos

      1886-    1896-    1906-    1916-    1926-    1941-    1951-    1961-
      1890    1900    1910    1920    1930    1945    1955    1965
      Agua y alimentos     Aire     Vectores     Otras infecciosas     No infecciosas


      Su   disminución  está   ligada   a   las   mejoras   e   diverso   tipo,   que proporcionan unas mejores condiciones de las viviendas así como de la comida. El avance de la mortalidad por estas causas a principios del XX puede estar ligado al incremento de la población, que ya vimos que se produce en estas fechas, y que pudo presionar sobre las características de las infraestructuras de estos núcleos de población. A partir de los años veinte se produce el fenómeno contrario. Si bien hay un empeoramiento de las condiciones de trabajo (bajos salarios, aumento de paro, etc.), hay también un proceso emigratorio que disminuirá considerablemente los efectivos de El Beal.
      En cuanto a la tipología de las enfermedades de este grupo, son las diarreas y las enteritis, junto con otras del aparato digestivo, las principales responsables de su  mortalidad. Al principio hay otra causa que tuvo cierta incidencia, las fiebres tifoideas. Esta era una enfermedad tradicional, que estaba
      ligada  a  las  crisis  de  subsistencia, que  provocaban que  se  incrementara el
      consumo  de  alimentos  en  mal  estado  (Martínez  Carrión,  1983:  311).  Las
      mejoras en la  asepsia de  los alimentos y  en su conservación, junto con el
      consumo  de  agua  potable  disminuirán  su  incidencia.  En  el  cuadro  VI.12


      49  Faltan los datos de la Guerra Civil. En la gráfica, para que se vea la continuidad, hemos eliminado esos años, que debieron de tener una evolución específica.


      mostramos como su incidencia desciende hasta desaparecer al final de los años veinte. Nuevamente tras la Guerra Civil se produce algún caso de defunción por este motivo y, al final, ya no será motivo de ninguna defunción en esta diputación. Quizás sea una de las patologías que muestre mejor el desarrollo de las condiciones higiénicas de la zona.

      Cuadro VI.12. Distribución de las enfermedades infecciosas transmitidas
           a través del agua y los alimentos en El Beal, por quinquenios y %.    
      Quinquenio  Diarrea y enteritis    Fiebre tifoidea    Otras digestivo

      1886-1890    71,8    16,7    11,5
      1891-1895    88,2    9,8    2,0
      1896-1900    88,6    11,4    0,0
      1901-1905    76,0    12,9    11,1
      1906-1910    90,4    7,8    1,8
      1911-1915    88,4    7,2    4,4
      1916-1920    91,3    2,3    6,4
      1921-1925    93,5    4,3    2,2
      1926-1930    97,1    0,0    2,9
      1931-1935
      1941-1945   
      33,3   
      33,3   
      33,3
      1946-1950    100,0    0,0    0,0
      1951-1955    100,0    0,0    0,0
      1956-1960    0,0    0,0    100,0
      1961-1965    100,0    0,0    0,0
      1966-1970    100,0    0,0    0,0

      El otro bloque, el de las enfermedades transmitidas por el aire, abarca un conjunto más complejo. Destaca sobre todo las enfermedades del aparato respiratorio (bronquitis, neumonía…). Ya mencionamos que detrás de ellas se podía esconder otras tipologías que se descubrirán más tarde, concretamente nos referimos a la silicosis. Hay algunas que están en franco retroceso y que son reductos de la sanidad del pasado. Dentro de este caso está la viruela, de la que ya hemos hablado, y la difteria. Esta última, conocida vulgarmente como “garrotillo”, irá  declinando en  general  en  el  conjunto  del  país.  Las  causas pueden estar tanto en los avances médicos (antitoxina, suero antidiftérico) como en los cambios del bacilo causante de ella, que desde 1886 mostraba una menor letalidad en Europa (Reyes Peris, 1998: 362). En nuestro caso, el año de mayor incidencia fue 1890, con 32 entierros por esta causa. A partir de 1916 sólo hay un goteo de óbitos motivados por la difteria. Concretamente fallece una persona por este motivo en 1917, 1926, 1932, 1954, 1960 y, el último año en donde aparece, 1961. Los porcentajes que aparecen son muy elevados en algunas décadas  en  el  cuadro  VI.13,  pero  está  motivado  por  el  escaso  número  de



      defunciones que hay por este grupo de causas. A pesar de la prudencia que hay que tener con estas cifras, hemos pensado que era mejor presentarlas.


      Cuadro VI.13. Distribución de las enfermedades infecciosas
           transmitidas a través del aire en El Beal, por quinquenios y en %.    


      Quinquenio

      Bronquitis, gripe y neumonía


      Difteria

      otras respira- torias


      Sistema nerivoso


      Saram- pión


      Tosfe- rina


      Tuber-
      culosis    Viruela

      1886-1890    53,9    16,3    0,6    5,2    0,6    0,0    4,1    19,2
      1891-1895    56,9    13,8    0,9    7,1    8,6    0,8    8,9    3,0
      1896-1900    52,5    6,3    0,1    6,3    3,8    2,2    8,2    20,6
      1901-1905    71,6    2,6    0,2    5,7    4,0    2,6    10,2    3,3
      1906-1910    70,6    3,5    0,4    3,9    4,6    0,4    9,4    7,2
      1911-1915    63,7    5,3    0,7    9,5    6,4    1,1    9,7    3,5
      1916-1920    75,8    1,2    1,4    3,3    0,2    0,7    16,9    0,5
      1921-1925    50,3    0,0    0,7    10,1    8,7    0,7    29,5    0,0
      1926-1930    66,7    1,6    1,6    9,5    0,0    0,0    20,6    0,0
      1931-1935                               
      1941-1945    78,9    0,0    0,0    5,3    0,0    0,0    15,8    0,0
      1946-1950    47,8    0,0    21,7    8,7    0,0    0,0    21,7    0,0
      1951-1955    37,5    5,0    25,0    17,5    0,0    0,0    15,0    0,0
      1956-1960    48,9    2,2    13,3    31,1    0,0    2,2    2,2    0,0
      1961-1965    39,5    2,6    21,1    31,6    0,0    0,0    5,3    0,0
      1966-1970    46,0    0,0    48,0    2,0    2,0    0,0    2,0    0,0

      A  continuación vamos  a  ver  cómo  se  produce  la  evolución de  las patologías en cada grupo de edad, lo que nos va a permitir profundizar sobre las características de estas enfermedades y ver lo que sucede con el otro gran grupo, el de las enfermedades no infecciosas.


      4. CAUSAS DE MUERTE EN LA POBLACIÓN INFANTIL


      A pesar de los problemas que ya hemos mencionado que presentan las cifras de las defunciones de los niños en los primeros días de existencia, vamos a indagar las características de sus enfermedades del grupo de los que tenemos información en los registros parroquiales. Una factor específico que influye de una manera especial en la expectativa de vida de esta parte de la población son los llamados factores endógeno y los exógenos. Los primeros abarcarían, por una parte, las malformaciones que hacen que su existencia no sea viable a corto plazo y, por otra, las dificultades del parto, que provocan directamente una


      cantidad de decesos. Su grado de incidencia viene determinado por deficiencias en la gestación o que se producen en el momento del nacimiento. En cierta medida se trata de la impotencia de la sociedad, dado un estado de desarrollo científico-médico, para mantenerlos con vida un vez que han nacido, sin que medie ningún factor posterior al parto. Su efecto se manifiesta de manera rápida, especialmente en el primer mes de vida y, sobre todo, en los días posteriores al alumbramiento.  Es  la  “impotencia  de  la  sociedad  en  que  se  encuentra  el fallecido para evitar el deceso” (Gómez Redondo, 1992: 23). En este concepto hay, naturalmente, algo de ambigüedad a la hora de caracterizar los casos que no se podía evitar50. De todas maneras, resulta relevante esta distinción ya que paulatinamente se ha convertido este tipo de factores en la causa principal de la mortalidad infantil.
      La mortalidad exógena es la que se encuentra más relacionada con las condiciones sociales y culturales, en suma, con los factores que determinan principalmente la incidencia de las defunciones en el resto de los grupos de edad. Es la que se produce por negligencia o por carecer de medios para poder evitar que incida en la población infantil (negligencia social). A mayor grado de desarrollo económico e institucional la tendencia será a una menor incidencia de esta causa. En resumen, la transición sanitaria va a propiciar una modificación del tipo de las causas de la mortalidad infantil. En las poblaciones del pasado la causa principal de defunción de los menores de un año era exógena. En las sociedades avanzadas el factor principal de esta mortalidad es el endógeno.
      La desagregación de ambas causas se puede realizar por dos vías, cada una naturalmente con sus inconvenientes. La primera se obtiene a partir de los diagnósticos de los libros de defunción. A primera vista, parece la forma más directa y acertada, pero tiene sus problemas. Estos están en relación con la
      limitada fiabilidad que podían tener. Por una parte, en numerosos casos se
      carecía de asistencia médica y los motivos de la defunción los proporcionaban
      los familiares; y, por otra, hay que tener en cuenta la imprecisión de algunas de
      las expresiones, dado que en la mayoría de casos confluyen diversos procesos
      patológicos, lo que dificulta discernir el motivo del óbito. De todas formas, el
      análisis a partir de las expresiones nosológicas es más rico, ya que nos acerca al
      abanico de las causas de las defunciones.
      El otro método es el llamado biométrico, desarrollado por Burgeois-
      Pichat. Se basa en la relación que hay entre la edad y la causa de la defunción.
      En los primeros días de vida las causas que pueden provocar la desaparición de
      un niño son fundamentalmente endógenas. Conforme pasa el tiempo, este tipo
      de motivaciones son cada vez menores, hasta que pasa el primer mes de vida, en
      que ya son casi exclusivamente dificultades exógenas las que pueden interferir
      la vida del infante. Esta circunstancia le permitió hallar un función que relaciona
      ambos  elementos,  concretamente  las  defunciones  por  causas  exógenas  son
      proporcionales al cubo de la edad fisiológica.


      50  No vamos a entrar en la polémica sino sólo señalar que resulta algo difusa la frontera de lo inevitable ya que está en relación en muchos casos a algo endógeno, el nivel de desarrollo técnico. Los avances médicos hacen que sea difícil señalar el traumatismo del parto como un factor no exógeno. Además, se considera como endógena o se diagnósticos de inmadurez que esconden negligencias de los que controlan el parto.




      Cuadro VI.14. Motivos endógenos o exógenos de la mortalidad infantil en El Beal (junto con casos en los que no consta
           diagnóstico de la defunción), en % por quinquenios.    
      Quinquenios    endógenas    exógenas    no consta
      1886-1890    4,4    95,0    0,6
      1891-1895    13,4    85,1    1,5
      1896-1900    10,1    89,6    0,3
      1901-1905    13,2    86,8    0,0
      1906-1910    16,4    78,5    5,1
      1911-1915    15,6    80,2    4,2
      1916-1920    13,2    54,8    32,0
      1921-1925    15,9    49,2    34,9
      1926-1930    17,9    17,9    64,1
      1931-1935    20,0    50,0    30,0
      1946-1950    10,0    90,0    0,0
      1951-1955    2,9    74,3    22,9
      1956-1960    4,1    85,7    10,2
      1956-1961    0,0    100,0    0,0
      1966-1970    10,0    90,0    0,0

      Por nuestra parte, hemos realizado los cálculos según el primer sistema. Al hacer las operaciones en el Beal y realizar dicha división, un problema que hemos encontrado en los datos de los libros parroquiales es que para las dos décadas anteriores a la guerra civil, como se puede ver en el Cuadro VI.14, el porcentaje de los registros en los que no consta un diagnóstico es muy elevado. De todas maneras, viendo los datos, se puede apreciar que existe cierta continuidad en la evolución del porcentaje de las causas endógenas. Ello nos posibilitaría poder afirmar que la mayor parte de los registros en los que no se especifica   ningún   padecimiento   deberían   de   corresponder   a   problemas exógenos.
      Por ello, en el gráfico VI.8 hemos sumado a las motivaciones exógenas las que carecen de diagnóstico a la hora de calcular las tasas respectivas51. El resultado, con la manipulación que se ha realizado, parece bastante coherente y muestra lo que hemos comentado al principio: un paulatino descenso de la tasa de mortalidad exógena, mientras que la endógena se mantiene con pocas variaciones a través del periodo considerado. Progresivamente las defunciones en   el   primer  año   de   vida   se   van   independizando  de   las   condiciones sociosanitarias y  van  teniendo  más  relación  con  dificultades prenatales. La mejora de la alimentación, en un primer momento, junto con los avances en la higiene y, más tarde, en la sanidad, debieron de estar en la base del cambio de situación.


      51 Las tasas de mortalidad exógena y endógena se calculan realizando el cociente entre el número de defunciones de cada una de los dos tipos de causas y los nacimientos de cada año o grupo de ellos.



      Gráfico VI.8. Tasas de mortalidad endógena y exógena en El Beal por quinquenios, 1886-1930

      250,0


      200,0



      150,0


      100,0


      endógena exógena



      50,0



      0,0



      1886-
      1890



      1896-
      1900



      1906-
      1910



      1916-
      1920



      1926-
      1930



      Ya hemos visto el peso de las anomalías de las vías respiratorias en el conjunto de la población de la Diputación. En el caso de los más pequeños, la trascendencia de estas afecciones era menor, como se puede ver en el cuadro VI.15. La población infantil, como hemos mencionado al hablar de la ubicación de los núcleos de la Diputación del El Beal, no se encontraba al margen de la toxicidad, tanto de las explotaciones de la sierra como de las fundiciones. Junto al núcleo de El Llano del Beal estaba ubicada la fábrica dedicada al beneficio de los minerales “Sol 2º”. En análisis recientes de la intoxicación por plomo en niños que vivía próximos a fundiciones de metales mostraban un alto porcentaje de casos. Además, los niños que tenían el peligro de esta contaminación estaban además sometidos muchas veces a otros factores de riesgo, como la pobreza, malnutrición, etc. En un estudio realizado en Uruguay (Cousillas et al., 1996) mostraba que los niños que se encontraban en un área de un kilómetro de una fábrica de fundición podían sufrir algún grado de intoxicación52. Si ya es difícil conocer para las fechas que nos ocupa la incidencia sobre la población adulta, para la infantil sólo nos queda sospechar la posibilidad de la influencia de este agente sobre la morbilidad y la mortalidad. Incluso la incidencia de este agente se podía ver incrementada por las prácticas de la medicina popular. Para la almeriense Sierra de Gádor tenemos el relato de un médico en 1851 que relata las prácticas que había de purgar a los niños con plomo53. Hay que tener en


      52  En concreto, encontraron que un 60% de los niños que se vivían próximos a la fundición presentaban niveles de intoxicación.
      53  Se los purgaba con albayalde (carbonato de plomo), minio (óxido de plomo) y los polvos llamados de fábrica, que son las cenizas y el hollín que se extraen de los hornos de fundición, en las cuales hay partículas de plomo en estado de sulfuro, óxido o carbonato (Bages, 1851: 688).



      cuenta que un porcentaje importante de la población de El Beal procedía de esa provincia y de dicha sierra.

      Cuadro VI.15. Mortalidad infantil en El Beal por enfermedades del aparato respiratorio, 1886-1970 (número y porcentaje del total, por quinquenios)
      Aparato

      Quinquenio    Total infantil (sin

      respiratorio

      indeter-minadas    )    Nº    %
      1886-1890    129    54    41,9
      1891-1895    253    105    41,5
      1896-1900    319    108    33,9
      1901-1905    271    107    39,5
      1906-1910    339    140    41,3
      1911-1915    217    77    35,5
      1916-1920    134    50    37,3
      1921-1925    82    15    18,3
      1926-1930    28    8    28,6
      1931-1935    7    3    42,9
      1936-1940
      1941-1945
      1946-1950   

      10   

      4   

      40,0
      1951-1955    24    7    29,2
      1956-1960    40    16    40,0
      1961-1965    19    8    42,1
      1966-1970    16    4    25,0

      En lo que respecta a las enfermedades infantiles que nos aparecen en los libros de defunción, una primera aproximación que podemos hacer es la trascendencia en esta colectivo de las enfermedades infecciosas. En  el cuadro VI.16 hemos calculado el porcentaje de este grupo en el total de los diagnósticos de los libros parroquiales.

      Cuadro VI.16. Porcentaje de las enfermedades infecciosas sobre el total (sin incluir las mal definidas) en la mortalidad infantil de El Beal, por quinquenios, 1886-1970.

      Quinquenio    %    Quinquenio    %
      1886-90    91,2    1926-30    50,0
      1891-95    81,9       
      1896-00    84,7       
      1901-05    81,0    1946-50    81,8
      1906-10    80,4    1951-55    68,0
      1911-15    82,3    1956-60    70,2
      1916-20    74,6    1961-65    77,8
      1921-25    73,5    1966-70    29,4



      El peso de las enfermedades infecciosas fue brutal sobre la población infantil. Fueron responsables de más del 80% de las defunciones hasta la I Guerra Mundial. Se produce un retroceso de esta causa de muerte hasta la Guerra Civil. La posguerra supuso un nuevo recrudecimiento de la incidencia de las enfermedades infecciosas, superándose de nuevo en el quinquenio 1846-50 el 80% de las muertes infantiles por esta causa. El retroceso en los años siguientes de este tipo de enfermedades fue otra vez lento. Si comparamos estas cifras con la evolución de la población total vemos que la infantil era más vulnerable al ataque de microorganismos. Mientras que en la  conjunto esta causa de muerte deja de ser la predominante alrededor de 1950, en la población de menor edad habrá que esperar a finales de la década de los sesenta para que suceda otro tanto.
      Para comprender mejor la evolución de las enfermedades infecciosas de la infancia, en el cuadro VI.17 presentamos su distribución en las cuatro grandes categorías en función de su medio de transmisión.

      Cuadro VI.17. Distribución de las enfermedades infecciosas en la
           Mortalidad infantil en El Beal, por quinquenios, 1886-1970    
      Transmitidas

      Quinquenios

      por el agua y alimentos

      1886-90    17,4
      1891-95    30,6
      1896-00    35,3
      1901-05    36,9
      1906-10    42,0
      1911-15    40,3
      1916-20    45,7
      1921-25    55,7
      1926-30    30,8

      1946-50    22,2
      1951-55    23,5
      1956-60    6,1
      1961-65    14,3
      1966-70    0,0

      Los  factores  con  mayor  incidencia  son  los  contagios  por  agua  y alimentos y por aire. En cuanto al producido por vectores, como hemos visto para el conjunto de la población, su incidencia acaba a finales del siglo XIX. Destaca  dentro  de  este  grupo  el  paludismo, que  se  señala  como  causa  de defunción en un total de 36 niños menores de un año para todo el periodo (52 incluyendo los que aparecen con un año cumplido). La última muerte por esta causa en la población adulta se produjo en 1925 y en el grupo de población



      infantil en 1924. El año de mayor incidencia fue 1889 con 14 óbitos infantiles por este mal54.
      La bajada de la mortalidad producida por esta causa va a producirse paralela al incremento del peso de las enfermedades infecciosas debidas a la
      transmisión por el consumo de alimentos y de líquidos. Esta causa de muerte
      aparece  con  un  porcentaje  reducido  a  finales  del  siglo  XIX,  subiendo
      progresivamente su incidencia hasta alcanzar el máximo en el quinquenio de
      1921-1925, en el que contabiliza el 55,7% de los casos de las enfermedades
      infecciosas. Es el único momento del periodo que estudiamos en el que superó a
      la mortalidad infecciosa transmitida por aire. Pero el problema puede deberse a
      las  fuentes  que  hemos  utilizado,  ya  que  para  la  década  de  1920  hay  un
      porcentaje elevado de defunciones de las que carecemos de diagnóstico, que
      debían de elevar el porcentaje de este tipo de agente transmisor.
      A partir de esos años inicia un continuado descenso, alcanzado cifras
      mínimas en la década de 1960. Por el contrario las enfermedades infecciosas
      transmitidas por el aire se mantienen a finales del siglo XIX y principios del XX
      en torno al 60% del total de las infecciones. Bajó en torno a 1920 a un 40%, para
      a  partir  de  ese  momento  iniciar  un  incremento  sin  interrupciones  hasta
      convertirse en casi el único motivo de contagio de las enfermedades infecciosas.

      Gráfico VI.9. Distribución de las enfermedades infecciosas en la población infantil, 1891-1970, por quinquenios

      100,0

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0

      0,0




      por el agua y alimentos     por el aire




      54 Este también fue el año en el que hubo mayor número de defunciones totales por malaria en El
      Beal, en concreto 54 personas fallecieron por esta causa.


      5. LA POBLACIÓN JUVENIL


      Dentro de este grupo se incluyen diversas edades, por lo que conviene analizarla la tipología que adopta la mortalidad tanto en su conjunto como en cada de los tramos. Las motivaciones de sus defunciones son exógenas en su práctica totalidad, con lo que estos niños son receptivos a los cambios que se producen en el medio, la alimentación, higiene, economía, medicina, etc. Como ya vimos, constituye el conjunto cuya tasa se va ver influida más rápidamente por las mejoras que se producen en la sociedad de los niveles y condiciones de vida, constituyendo un indicador fundamental del grado de desarrollo.
      La causa principal de mortalidad a estas edades son las infecciones. Otro tipo  de  motivaciones  (accidentes,  enfermedades  degenerativas,  etc.)  tienen menor incidencia en este segmento de la población, por lo que sigue constituyendo el principal factor de las defunciones.

      Cuadro VI.18. Mortalidad juvenil en El Beal por enfermedades
           infecciosas u otras causas, en % por quinquenios    

      No infecciosas

      No especificadas

      3,8    1,1
      3,5    0,9
      6,6    0,0
      4,7    1,3
      2,3    2,0
      2,5    3,7
      9,9    29,6
      8,3    31,5
      2,2    52,8
      11,1    5,6
      12,5    25,0
      25,0    0,0
      14,3    28,6
        1961-1965     57,1     28,6     14,3    

      Ello no es óbice para que los avances de todo tipo vayan produciendo a la larga una ligera disminución de la trascendencia de las infecciones a favor de las  producidas por  otras  causas.  En  el  gráfico  VI.10  hemos  sumado  a  las infecciosas las no especificadas (que se puede ver su porcentaje en el cuadro VI.4) ya que la mayoría de ellas debía de pertenecer a este grupo55. El resultado, como  se  puede  observar,  es  bastante  coherente,  mostrando  una  tendencia,



      55  Tenemos por ejemplo el caso de 1918, en las que el número de las no especificadas es muy elevado y que debían de pertenecer a los que padecieron la gripe. El número de fallecidos que aparece diagnosticado como gripe es muy pequeño.



      aunque algo tardía, a acercarse las dos variables. Se pasa de una diferencia porcentual de más del 90% a una separación algo superior del 40%.

      Gráfico VI.10. Mortalidad juvenil en El Beal por enfermedades infecciosas (+ las no especificadas)
      y por otras causas, en %, 1886-1970 por quinquenios

      100,0
      90,0
      80,0
      70,0
      60,0
      50,0
      40,0
      30,0
      20,0
      10,0
      0,0





      infeccionsas     no infecciosas


      En cuanto a  la  tipología de las  enfermedades infecciosas, el  mayor número eran las que se contagiaban a través del aire. Al igual que sucede con la mortalidad infantil, el porcentaje de la que se transmitía a través del agua y de los alimentos va creciendo, hasta superar a la producida por el aire en los años veinte. A continuación desciende a porcentaje parecidos a los de finales de siglo, alrededor del 20%. Se reproduce el problema de las fuentes, que nos limita la posibilidad de analizar mejor la distribución de las enfermedades en las décadas de 1920 y 1930. De todas maneras, se produce la disminución de la incidencia de determinadas enfermedades infecciosas transmitidas por el aire que habían tenido una elevada letalidad en el siglo XIX.

      Cuadro V.19. Distribución de la mortalidad juvenil por enfermedades infecciosas según el agente de transmisión,
           en % por períodos de veinte y treinta años    

      Agua y

      Otras in-

           alimentos     Aire     Vectores     fecciosas    


      Destaca, sobre todo, la desaparición de la viruela como causa de defunciones. En las dos últimas décadas del siglo, del total de defunciones juveniles contagiadas a través del aire, más de una tercera parte fue producida por dicho mal. A principios del siglo XIX disminuye su influencia para desaparecer como motivo de desaparición de los niños. Hay que mencionar también a la difteria, que junto con la anterior eran responsables de casi dos tercios (64,6%) de los óbitos de los años finiseculares. No llega a desaparece como la anterior, pero redujo considerablemente su trascendencia. La última muerte juvenil por difteria la encontramos en 196156.

      Cuadro VI.20. Distribución de la mortalidad juvenil de las enfermedades infecciosas transmitidas por el aire en
           en %, 1880-1979 agrupados por periodos    
          1880-1899    1900-1919    1920-1939    1940-1970
      Difteria    27,2    13,2    1,7    12,5
      Erisipela    0,7    0,8    0,0    0,0
      Escarlatina    0,3    0,5    0,0    0,0
      Gripe    1,8    8,7    13,6    25,0
      Sarampión    11,9    16,0    15,3    3,1
      Tosferina    3,3    4,2    2,5    3,1
      Tuberculosis    17,4    42,0    66,9    56,3
      Viruela    37,4    14,5    0,0    0,0

      El sarampión se mantuvo con un cierto porcentaje de defunciones hasta la Guerra Civil, después de la cual se redujo considerablemente su incidencia. Esta es una enfermedad producida por un virus que se reproduce con cierta frecuencia, cada dos o tres años, y que afecta fundamentalmente a la población de menor edad. Suponía una causa importante de mortalidad en poblaciones infantiles con deficientes estados de nutrición (Soriano Palao, 2000: 142).
      La enfermedad que va a sustituir a las anteriores, convirtiéndose en la principal a estas edades es la tuberculosis, que será la responsable de la muerte de más de la mitad de los niños entre 1 y 4 años en el siglo XX. Esta enfermedad ha sido característica del desarrollo urbano e industrial, ligado a los problemas de hacinamiento, miseria, desnutrición, etc. (Nadal, 1975: 167). Quizá se es ésta una de las muestras más palpables de las condiciones bajo las que estaban el desarrollo del núcleo de El Beal y de las externalidades demográficas de la actividad minera.
      En  el  cuadro  V.21  presentamos  la  distribución  de  la  mortalidad siguiendo la clasificación internacional de enfermedades, que sobre todo resalta


      56  Puede parecer que tras la Guerra Civil se produce un recrudecimiento de la mortalidad por la difteria. Pero hay que tener en cuenta el reducido número de defunciones juveniles de estas fechas, que hace que se cuente con unas cifras muy reducidas si efectuamos desagregaciones para poder extraer alguna conclusión. Hemos preferido presentar los porcentajes aunque hay que tratar los resultados con mucho cuidado.



      los órganos a los que afecta frente a la tipología de las enfermedades de la anterior nosología.

      Cuadro VI.21. Distribución de la mortalidad juvenil según la clasificación internacional de enfermedades,
           en % por períodos de veinte y treinta años    
          1880-99    1900-19    1920-39    1940-70
      Aparato digestivo    21,5    34,8    30,3    12,9
      Aparato respiratorio    25,2    29,2    11,8    19,4
      Infecciosas y parasitarias    40,2    18,4    8,2    12,9
      Sistema nervioso y sentidos    9,0    5,6    6,2    19,4
      Otras    2,8    2,9    4,6    19,4
        Indeterminadas     1,3     9,0     39,0     16,1 


      6. LAS CAUSAS DE MUERTE DE LA POBLACIÓN ADULTA


      Ya hemos visto la tendencia decreciente de la mortalidad global, ligado sobre todo a la disminución de la incidencia de las de las enfermedades infecciosas. El peso que tienen en el conjunto de las causas de muerte está determinado por la edad. Cuanto mayor es la edad, más elevada es la posibilidad de fallecer por una enfermedad infecciosa. En el primer tramo de edad en el que hemos agrupado a los mayores de 4 años, la frecuencia de 5 a 16 años, el peso de este tipo de patologías es fundamental en sus expectativas de vida. Al igual que sucedía con la población juvenil, aunque tiende a descender, sólo lo hace levemente, aún teniendo en cuenta que se produce una bajada importante de la mortalidad a esta edad57.
      En el resto de los grupos la tendencia es clara a la reducción de las defunciones por infecciones. De todas maneras, para la población entre 17 y 65 años, el porcentaje de este tipo de causas se mantuvo alto hasta después de la
      Guerra Civil, suponiendo más de la mitad de los óbitos. Hay que esperar la
      década de 1950 para que baje del 50%. En el caso de los mayores de 65, la
      trascendencia de ellas es bastante más baja, estando por debajo de la mitad
      después de la  I  Guerra Mundial. Pero de todas maneras mantiene un peso
      importante.  A  partir  de  finales  de  los  años  cuarenta  cuando  se  plasma  el
      retroceso más acusado de este conjunto de enfermedades. En todas las edades
      que estamos considerando, a falta de datos de la situación que hubo durante la
      Guerra Civil, hay un aumento de la trascendencia de las infecciones en los años
      cuarenta, para descender de forma importante en la década siguiente.

      57 Hay dos problemas a la hora de analizar la evolución de la tipología de las enfermedades con los datos con que contamos de El Beal. Por una parte, de 1916 a 1930 hay un porcentaje elevado de fichas de entierros en los que no aparece la causa de la defunción. Sobre todo de 1926 a 1930, donde hay que tomar con mucha cautela las cifras que aparecen. La segunda dificultad es la bajada de la población y de los entierros que se produce después de la Guerra Civil, sobre todo más acusada cuanto más baja es la edad. Es por ello que se producen esas fuertes fluctuaciones en el tramo de 5 a 16 años.



      Cuadro VI.22. Porcentaje de las enfermedades infecciosas, no infecciosas e indeterminadas de los mayores de 4 años de El Beal, por grupos
      de edad y por quinquenios, 1886-1970




      Gráfico VI.11. Porcentaje de las enfermedades infecciosas (sin las indeterminadas) en la mortalidad de los mayores de 4 años de El Beal, por quinquenios y grupos de edad, 1886-1970

      100,0

      90,0

      80,0

      70,0

      60,0

      50,0

      40,0

      30,0

      20,0

      10,0

      0,0





      5-16    17-45    46-65    >65


      El paso siguiente es ver la evolución de las diferentes patologías, para ello vamos a seguir el mismo esquema de las edades anteriores, analizando primero las enfermedades infecciosas, para después, en el caso de la población mayor estudiar las características del avance de las patologías no infecciosas. Como en  los  casos anteriores, predomina el  contagio a  través del  aire. La infección por vectores era importante a finales del XIX, momento en el que supone la causa de más de un cuarto del total de las defunciones. Ya en los últimos años del siglo su descenso es acusado, para contar con un índice bajo de letalidad en el siglo XX para el conjunto de las edades. Las mejoras en los focos e infección casi acabaron con los focos de paludismo, como ya mencionamos, y con este mal que era endémico en esta zona.
      Con  respecto  a  las  enfermedades  transmitidas  por  el  agua  y  los alimentos, los grupos que alcanzan unos porcentajes más elevados son los de los dos extremos, que se muestran más sensibles a este tipo de intoxicaciones. Después de la Guerra Civil, incluso, los de menor edad mantenían una tasa que, aunque baja, era muy superior a la del resto (12% frente a 4, 3 y 1,9% respectivamente  de  los  grupos  de  edad  siguientes).  Donde  se  produce  el retroceso más llamativo es en la población mayor de 65 años, que de tener los


      porcentajes más elevados en el contagio a través del agua y los alimentos, en las décadas de la posguerra pasa se los que alcanzan la menor proporción.

      Cuadro VI.23. Distribución de las enfermedades infecciosas (1: transmitidas por agua y alimentos; 2: por aire; 3: por vectores; 4: otras) de 1886 a 1970, por edades y por quinquenios (salvo la agrupación de 1940 a 1970)


      Quinqueno        de 5-16                17-45   
          1    2    3    4    1    2    3    4
      1886-1890    4,5    64,2    28,4    3,0    8,2    69,1    21,8    0,9
      1891-1895    6,3    77,7    11,6    4,5    4,0    89,4    2,6    4,0
      1896-1900    8,5    84,6    4,6    2,3    6,7    86,2    1,9    5,2
      1901-1905    18,5    72,8    4,9    3,7    13,0    78,1    0,0    8,9
      1906-1910    20,8    72,2    2,8    4,2    9,7    77,8    0,5    11,9
      1911-1915    17,2    72,4    1,7    8,6    9,9    76,9    0,0    13,2
      1916-1920    13,7    84,3    2,0    0,0    5,4    72,9    13,3    8,4
      1921-1925    21,9    71,9    3,1    3,1    5,6    87,0    0,0    7,4
      1926-1930    14,3    85,7    0,0    0,0    6,3    93,8    0,0    0,0
      1941-1970    12,5    81,3    0,0    6,3    4,0    86,0    0,0    10,0


      Quinquenio

      de 46-65    + de 65

      1    2    3    4    1    2    3    4


      1886-1890    12,0    58,0    28,0    2,0    17,2    55,2    27,6    0,0
      1891-1895    6,3    92,5    0,0    1,3    6,8    77,3    6,8    9,1
      1896-1900    5,4    89,2    3,2    2,2    38,2    61,8    0,0    0,0
      1901-1905    14,8    79,5    2,3    3,4    17,4    78,3    0,0    4,3
      1906-1910    16,5    79,9    1,4    2,2    12,7    77,5    2,8    7,0
      1911-1915    6,3    88,4    0,0    5,4    14,3    81,4    1,4    2,9
      1916-1920    7,6    81,5    9,2    1,7    26,5    70,6    2,9    0,0
      1921-1925    18,2    72,7    6,1    3,0    20,0    80,0    0,0    0,0
      1926-1930    7,1    92,9    0,0    0,0    30,0    60,0    0,0    10,0
      1941-1970    3,0    92,4    0,0    4,5    1,9    88,9    0,0    9,3

      Se asiste a una reordenación de las causas de defunción más acusada que en los tramos de menor edad, donde va a perdurar la trascendencia de las enfermedades infecto-contagiosas. El aumento de la esperanza de vida y los cambios que se producen en las enfermedades infecciosas va a comenzar a reorganizar los patrones de mortalidad de la población adulta. Estas últimas van a ver mermada su trascendencia y van a centrarse en las transmitidas por el aire, que serán las que absorban la casi totalidad de las defunciones por esta causa. Dentro de este subgrupo, va a producirse una alteración en sus variantes, retrocediendo la trascendencia de unas y avanzando la importancia relativa de



      otras. Entre las primeras, enfermedades tradicionales, como el sarampión (en el caso de los más pequeños) y la viruela van a desaparecer prácticamente58.

      Cuadro VI.24. Distribución de las enfermedades infecciosas transmitidas por el aire de El Beal, entre 5 y 16 años,
           por decenios y en %, 1881-1970    
      Meningitis y otras
      7,0
      8,6
      13,5
      18,8
      37,9

      50,0
      40,0
      75,0

      Comparado con otros centros mineros, la evolución de estas enfermedades epidémicas es bastante parecida. En el caso del núcleo de mineros de  hierro  de  San  Salvador  del  Valle  (Vizcaya)  fueron  importantes  hasta principios del siglo XX, momento en el cesa su incidencia. Comparada esta zona con los alrededores, muestra una mayor virulencia que en el campo e incluso que centros urbanos como Bilbao. El hacinamiento y la pobreza en la que se vivía en los pueblos y varios obreros de la Ría habían contribuido a que la viruela, junto con el sarampión, pasase a ser enfermedad epidémica (Pérez- Fuentes, 1993: 210). En nuestro caso también debieron de se las características higiénico-sanitarias las que permitieron que se mantuviera hasta bien entrado el siglo XX una enfermedad de la que se contaba desde hacia un siglo con medios técnicos para atajarla.
      La  enfermedad,  dentro  del  grupo  que  estamos  considerando,  que muestra un mayor avance a comienzos de la centuria es la tuberculosis. Como podemos ver en los cuadros siguientes, sobre todo es importante en la población joven, teniendo menos incidencia conforme nos acercamos a la edad senil. Ya hemos hablado de la relación que su avance con las características de la nueva economía industrial y con las condiciones de vida que se imponen59. Hubo ciertas mejoras en las condiciones alimenticias y de infraestructura urbana, que deben de estar detrás del descenso global de las infecciones. Pero aún debían de

      58 El porcentaje que aparece de sarampión en 1961-70 del 25% corresponde sólo a un caso. Lo que sucede es que la reducida mortalidad de jóvenes, unido a la baja de la población, proporciona un número tan reducido que las tasas son muy aleatorias y poco significativas.
      59  Una descripción diferente la tenemos del médico de Cuevas (Almería), en la zona miera de Almagrera, que al hablar de la tuberculosis, que también era otra de las enfermedades que allí se padecía con frecuencia, señala que “se padece en esta población podemos decir con marcada
      frecuencia, mas especialmente en los individuos de la clase acomodada, lo que es debido según nuestro modesto parecer, a los enlaces efectuados entre parientes muy cercanos, que en esta ciudad ocurren con demasiada frecuencia” (Doménech, 1880: 78).


      existir importantes carencias, que justifican el mantenimiento de esta y de otras patologías.

      Cuadro VI.25. Distribución de las enfermedades infecciosas transmitidas por el aire de El Beal de los mayores de 16 años,
           por grupos de edad, decenios y en %, 1881-1970    
      De 17 a 45


      Decenio    Viruela        Aparato respiratorio


      Tuberculosis   Meningitis y otras


      1881-90    13,2    75,0    10,5    1,3
      1891-00    6,0    69,2    21,6    3,2
      1901-10    3,9    67,3    25,7    3,1
      1911-20    2,3    62,4    31,0    4,2
      1921-30    0,0    41,9    56,5    1,6
      1931-40               
      1941-50    0,0    60,0    40,0    0,0
      1951-60    0,0    42,9    57,1    0,0
      1961-70    0,0    76,9    7,7    15,4
              De 45 a 65       

      Decenio    Viruela        Aparato respiratorio

      Tuberculosis   Meningitis y otras

      1881-90    3,4    93,1    3,4    0,0
      1891-00    2,5    87,9    8,9    0,6
      1901-10    2,2    81,2    16,0    0,6
      1911-20    0,5    85,2    13,3    1,0
      1921-30    0,0    78,4    21,6    0,0
      1931-40
      1941-50    0,0    64,3    35,7    0,0
      1951-60    0,0    86,7    13,3    0,0
      1961-70    0,0    91,7    8,3    0,0
      Más de 65


      Decenio    Viruela        Aparato respiratorio


      Tuberculosis   Meningitis y otras

      1881-90    0,0    100,0    0,0    0,0
      1891-00    0,0    100,0    0,0    0,0
      1901-10    2,2    94,5    2,2    1,1
      1911-20    0,0    100,0    0,0    0,0
      1921-30    0,0    100,0    0,0    0,0
      1931-40
      1941-50    0,0    88,9    11,1    0,0
      1951-60    0,0    100,0    0,0    0,0
      1961-70    0,0    100,0    0,0    0,0



      El retroceso de los procesos infecto-contagiosos se va a traducir en una mayor incidencia de otros problemas de la salud, sobre todo en las edades más avanzadas, como hemos visto. Por ello, a continuación presentamos las trascendencias de estas enfermedades para los mayores de 45 años.

      Cuadro VI.26. Enfermedades no infecciosas de los de edad comprendida
           entre 46 y 65 años de El Beal, por decenios en %    

      Enfermedades    1881-
      90    1891-
      00    1901-
      10    1911-
      20    1921-
      30    1931-
      40    1941-
      50    1951-
      60    1961-
      70
      Carenciales    0,0    0,0    0,0    1,0    0,0        0,0    8,0    0,0
      Metabólicas    0,0    0,0    0,9    1,0    2,6        0,0    0,0    0,0
      Endocrinas e intoxicaciones    0,0    0,0    0,0    0,0    0,0        0,0    0,0    0,0
      Cerebro-vasculares    0,0    0,0    0,9    0,0    63,2        0,0    0,0    0,0
      Sistema nervioso    4,2    1,5    7,9    1,0    2,6        88,9    0,0    0,0
      Sistema circulatorio    70,8    77,9    68,4    62,9    10,5        11,1    52,0    66,7
      Aparato respiratorio    4,2    0,0    1,8    3,8    7,9        0,0    4,0    4,2
      Sistema digestivo    4,2    10,3    7,0    2,9    0,0        0,0    8,0    0,0
      Sis. Genito-urinario    4,2    1,5    3,5    13,3    0,0        0,0    12,0    4,2
      Piel    0,0    0,0    0,0    0,0    0,0        0,0    0,0    0,0
      Perinatal    4,2    0,0    0,0    0,0    10,5        0,0    0,0    0,0
      Vicios de conformación    0,0    0,0    0,0    0,0    0,0        0,0    0,0    0,0
      Cáncer y tumores    4,2    7,4    7,9    13,3    2,6        0,0    4,0    20,8
      Causas exteriores    4,2    1,5    0,9    0,0    0,0        0,0    12,0    4,2
      Vejez    0,0    0,0    0,0    1,0    0,0        0,0    0,0    0,0
      Oseo muscular    0,0    0,0    0,9    0,0    0,0        0,0    0,0    0,0

      Cuadro VI.27. Enfermedades no infecciosas de los mayores de
           65 años de El Beal, por decenios en %    



      Para concluir, en cuanto a las partes del cuerpo que se ven afectadas en la mortalidad del grupo de mayor edad, siguiendo los grandes grupos de la Clasificación   Internacional   de   Enfermedades,   se   aprecia   una   reducción progresiva de la de origen respiratorio (uno de los grandes grupos de mortalidad general de la zona minera, debida entre otras cosas a la especificidad del trabajo y de la contaminación ambiental)60  y del aparato digestivo (en parte también ligada a la anterior), a favor de las debidas a los problemas degenerativos de la edad y a las de tipo circulatorio.

      Cuadro VI.28. Causas de muerte de los mayores de 65 en El Beal según la
           clasificación internacional de enfermedades, en %    


      Aparato circulatorio Aparato digestivo Aparato respiratorio Aparato urinario y genital
      Cáncer y otros
      tumores Indeterminadas Infecciosas y parasitarias Reumáticas, nutrición, endocrinas Senilidad
      Sistema nervioso y sentidos
      Violentas y causales

















      60    Para  los  trabajadores  de  la  minería  vizcaína  Pérez-Fuentes  (1993:  215)  señala  a  las enfermedades pulmonares y, en concreto, a la pulmonía como “enfermedad típica del minero”.





















      CAPÍTULO VII CONCLUSIONES

































      “Por un jornal tan pequeño dejo mi vida en el tajo,
      falto de alimento y sueño. Y por mucho que trabajo, nunca está contento el dueño”

      “El minero murió
      en la oscura galería.
      El minero murió
      en la mina del tranvía
      que un barreno lo mató
      ¡madre que pena la mía!


      Muelas Espinosa y Roca Dorda (1999: 21-21)












      En el inicio de este trabajo formulábamos como objetivo fundamental del mismo tratar de desentrañar los factores que determinaron la composición y evolución de la población de un núcleo minero, lo que implicaba analizar los mecanismos  que  habían  influido  en  la  dinámica  demográfica, poniendo  de manifiesto las interrelaciones que existían entre éstos y la realidad social, económica y cultural. Atendiendo a los resultados que hemos mostrado a los largo de los capítulos de este trabajo, podemos afirmar que, a partir del análisis de los fenómenos demográficos de la diputación de El Beal, la dinámica de esta población está estrechamente vinculada a la evolución de la realidad económica, en concreto a la trascendencia que tuvo la explotación minera. Esta ligazón se refuerza cuando comparamos los ciclos de la  población y  las fluctuaciones económicas que se producen en la minería de la sierra de Cartagena-La Unión.
      El desarrollo de la minería en estas montañas, con sus flujos motivados por el descubrimiento de determinados yacimientos (de plomo normalmente, pero también de zinc), una coyuntura alcista del mercado, las crisis y convulsiones que se concatenan, con un ritmo rápido, con periodos de recuperación, las especiales condiciones de las explotaciones y las empresas mineras que configuraron un complejo mercado de trabajo, marcaron la peculiar evolución de la población de esta zona. Hacia 1858 se crean los núcleos de población que  conforman la  diputación cartagenera de  El  Beal, todos ellos ligados a la aportación de aluvión de trabajadores mineros y jornaleros llegados desde Almería (fundamentalmente de la zona de Levante) y de los municipios cercanos  a  Cartagena.  Esta  situación  pone  de  manifiesto  la  intensidad, frecuencia y la nueva dimensión geográfica que adquieren los movimientos migratorios en la Sierra de Cartagena. Los flujos migratorios no fueron unidireccionales, dependieron del juego oscilante de atracción y repulsión de mano de obra que generan las explotaciones mineras. En las épocas de crisis, como sucedió durante la década de 1930 a 1940, se manifestó la repulsión con toda su fuerza, expulsando a una buena parte de la población llegada a El Beal durante los años de bonanza del negocio minero, lanzándolos fuera de la comarca, especialmente hacia el área metropolitana de Barcelona y al Sur de Francia. En este sentido podríamos afirmar que la minería acabó cumpliendo una función canalizadora de la emigración hacia el exterior, desde los orígenes almerienses de una parte importante de los efectivos llegados a la diputación hasta su reenvío hacia la zona industrial catalana o bien a Francia y otros países europeos.
      La emigración evitó las tendencias endogámicas de la nupcialidad y la dependencia del salario modificó la estacionalidad de las bodas, rompiendo el tradicional calendario ligado al ritmo de las cosechas. Además la recepción de



      los flujos de emigrantes tuvo una especial incidencia importante en la natalidad por el engrosamiento de los grupos de población en edades potencialmente fecundas. También lo hace sobre la fecundidad, por el incremento, en particular de las mujeres de 25 a 34 años. Incluso la fecundidad ilegítima guarda una estrecha relación con la expansión minera, lo que es una muestra de algunos de los hábitos y convicciones sociales que acompañan a las sociedades industriales.
      En las sociedades industriales la nupcialidad tiene una trascendencia fundamental para el conjunto social, y no es sólo por los aspectos reproductivos. El matrimonio se convierte en una estrategia de supervivencia para hombres y mujeres, derivada de la separación entre el hogar y la producción y de la rígida división sexual  del  trabajo  que  surge  con  la  industrialización. En  la  sierra minera, el matrimonio como mecanismo de formación de los nuevos hogares se convirtió, también, en el elemento de asentamiento para la población inmigrante. Para los jornaleros mineros el matrimonio era la única posibilidad de cubrir sus necesidades cotidianas y de fundar un hogar propio. La importante entrada de efectivos  por  la  inmigración  tenía  su  especificidad  para  las  mujeres,  que llegaban casadas en su mayoría, ya que la sierra minera no ofrecía expectativas de vida y trabajo si no tenían un “ganador de pan” a su lado. Muy pocas mujeres estaban solteras, puesto que  en  la  zona minera el  matrimonio era  la  única estrategia de acceso indirecto a un salario y, además, las mujeres “dependientes” económicamente no tenían cabida en el modelo de familia minera, orientado a la óptima utilización de los recursos humanos.
      La nupcialidad de las generaciones nacidas durante las dos primeras décadas del siglo XX fue anormalmente parca y desigual según sexo y las consecuencias son perfectamente visibles en la edad media al matrimonio, tardía hasta extremos inusitados como son los más de 30 años de los hombres en las generaciones de 1911-1915 y más de 27 en las mujeres nacidas de 1911-1920. Estos grupos tuvieron que superar dificultades excepcionales para constituir su propia familia, entre otras causas la  Guerra Civil y  la  inmediata posguerra tuvieron un peso considerable. El deterioro de la posición de la mujer en el mercado matrimonial es un factor contrastado. Al mantenerse rígidamente la diferencia  de  edad  al  matrimonio  entre  los  cónyuges,  el  descenso  de  la mortalidad no hizo más que acentuar los desequilibrios de efectivos casaderos de ambos sexos. Las mujeres de cada generación llegaban a esas edades cada vez en mayor proporción, pero encontraban una “demanda” masculina escasa, por corresponder a generaciones anteriores, de menor volumen al nacer, menos “avanzadas”  en  las  mejoras  de  supervivencia  y  más  menguadas  por  la mortalidad por tener un mayor edad al  matrimonio. La reiteración de tales desequilibrios a lo largo de una serie suficientemente larga de generaciones consolidó el  papel  dominante de  los  varones  en  el  mercado,  y  la  edad  al casamiento siguió dependiendo de la situación es éstos.
      El descenso de la mortalidad femenina produjo otro efecto negativo sobre su posición en el mercado matrimonial: redujo la “demanda” masculina correspondiente a varones viudos. Los matrimonios de viudos con solteras eran todavía un 9% del total en las primeras décadas del siglo XX, pero su peso se redujo a menos del 4% en los años previos a la Guerra Civil. Las posiciones de las generaciones femeninas nacidas en los primeros años del siglo XX, con un creciente carácter excedentario en el mercado matrimonial se ven agravadas por


      la reducción de la viudedad masculina. Para las siguientes generaciones las relaciones entre solteros y solteras son ya el único marco estructural, y las crecientes dificultades de los varones jóvenes para constituir una familia propia, unidas a su posición de dominio en el mercado matrimonial, explican la degradación extrema de la posición femenina en dicho mercado. Esta tendencia se romperá en la década de los 50 del siglo XX, el cambio de signo de la relación de masculinidad en el mercado matrimonial se prepara, y la soltería femenina disminuyó rápidamente. Se inicia una nueva fase, destacando el hecho de que en las generaciones nacidas en los años treinta por primera vez, la soltería es mayor en los varones.
      Las tasas de natalidad fueron muy altas hasta la década de los treinta del siglo XX, aunque habían iniciado su descenso desde los inicios del siglo. Entre los factores que propiciaron el descenso de la fecundidad hay que señalar el inicio de las prácticas anticonceptivas naturales. Los niños en esta sociedad minera eran un bien económico importante para las familias, puesto que desde una edad temprana se incorporaban al trabajo de las minas, incrementando los ingresos monetarios de las mismas. La transición de la fecundidad se produjo cuando la  población tuvo algún interés, que no tiene que ser estrictamente material, en reducir su número de hijos. A partir de la década de los 50 del siglo XX  se  inició  este  cambio.  Varios  factores  apuntaban  en  esta  dirección: reducción de las tasas de mortalidad infantil, la menor rentabilidad inmediata de los niños que se alejan del mercado de trabajo debido a la mayor inversión educativa. La infancia se alargó y la maternidad se profesionalizó, ayudada por una acción sistemática entre las clases populares hacia la crianza, el aseo y la educación de los hijos, lo que indujo indirectamente a un control de la natalidad.
      La inflexión fundamental en el sentido de transferencia de recursos entre la familia y los menores de edad, hecho en el que Caldwell encuentra uno de los principales factores que impulsan la culminación de la transición demográfica (J. Caldwell, 1976) se produjo desde la década de los 50 del último siglo. Las familias de este periodo incrementaron sensiblemente la “dotación de partida” de su progenie y la someten a una menor presión para que “crezca” deprisa y contribuya a  la  economía doméstica. Al  mismo tiempo  que  se  prolonga la infancia y se aumenta la dotación de partida (formación, salud, etc.), el proceso tiende a producir unos adultos diferentes, con un bagaje escolar, profesional y económico superior al de sus progenitores. Las últimas generaciones de nacidos en el periodo estudiado (década de los 60) son las que alcanzan una alfabetización casi completa (95% de los sujetos de ambos sexos) y en un porcentaje importante empieza a prolongar sus estudios.
      Otro rasgo que destaca en el alto nivel de la mortalidad ordinaria hasta la  década de los treinta del siglo XX, rasgo común a  otras zonas mineras (Alquife –Granada-; Abantos y San Salvador del Valle –Vizcaya-; Linares - Jaén-,    etc.).    Amén    de    los    problemas    estadísticos    para    determinar convenientemente  las  tasas  respectivas,  los  niveles  de  mortalidad  que  se muestran son abrumadores. Sobre la existencia de la población estaban pesando una multiplicidad de factores de diferente tipo.
      Las duras condiciones de vida, la degradación medioambiental, los bajos salarios con sus secuelas en la nutrición, la siniestralidad laboral, las enfermedades profesionales, etc., creaban un marco propicio para el desarrollo



      de altas tasas de mortalidad en un momento que en nuestro país se estaba iniciando la transición demográfica con unos niveles más bajos en este aspecto. Al igual que sucede en otros países con la irrupción de la industrialización, el aumento de la actividad minera en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX tuvo el reverso negativo de una elevada letalidad para la población de la zona. Ello se muestra no sólo en las tasas vitales sino que en otros análisis en los que se ha estudiado los evolución de las tallas en los núcleos mineros de esta zona constatan un deterioro de la altura de los individuos en la época de mayor actividad extractiva (Martínez Carrión, 2004). El avance de la actividad productiva de la minería cartagenera no se tradujo en un primer momento en unas mejores condiciones de salud y de vida, sino que por el contrario, implicó un empeoramiento de los valores vitales de la población. En el largo plazo seguirá la tendencia general a un descenso progresivo de la mortalidad. Se situó en los años veinte y treinta con unas tasas parecidas a las de la media nacional y regional (aunque en  este aspecto tengamos, como  presentamos en  el  texto, ciertas dudas estadísticas motivadas por el inicio de una importante corriente de emigración).
      Hay que destacar dentro de la distribución de las defunciones, la elevada mortalidad infantil y juvenil. Con respecto a la primera presenta al principio unos valores muy altos en todos sus tramos (neonatal precoz, neonatal, posneonatal, etc…),  lo  cual  es  también  un  claro  indicador  de  la  situación económica y  social que existía en  la  diputación y  en  general en  todas las localidades de la sierra minera.
      La   susceptibilidad   de   la   población   infantil   a   las   enfermedades infecciosas y a las epidemias, revelan la fragilidad de las condiciones de vida y de alimentación en que vivía la población. La insuficiente y deficiente alimentación de los niños propiciaba la amplificación de la morbilidad y, en consecuencia, el incremento de la letalidad de las enfermedades digestivas. El descenso de la mortalidad infantil dependió de declive de las enfermedades gastroinstentinales y este estuvo ligado a las mejoras medioambientales e higiénicas al principio y después al desarrollo de la atención médica y de la farmacopea específica. Será a partir de la década de los cincuenta del siglo XX cuando los efectos combinados de la medicina, sanidad e higiene provoquen el descenso continuado de las tasas de mortalidad infantil y de la general aumentando la esperanza de vida de la población en todos sus tramos de edad.
      Las enfermedades infecciosas transmitidas por el aire, otra de las causas importantes de los decesos infantiles, disminuyeron su impacto desde los años
      50 del pasado siglo, probablemente como consecuencia de las mejoras en el estado nutricional de los niños, que les hizo adquirir una mayor resistencia a
      algunas de ellas (bronquitis, pulmonías, neumonías, etc.), pero en el caso otras,
      como sarampión, viruela, difteria, etc., el papel de la medicina fue básico para el
      control de  su  impacto más  duro  e  incluso para  su  erradicación. La  mayor
      mortalidad de unas y otras estuvo determinada por la frecuencia de los contagios
      que aumentaban en proporción directa a las condiciones de las viviendas. Visto
      de esta manera, la  relación de la  medicina con el nivel socioeconómico se
      demuestra por el distinto ritmo con que se difundieron los adelantos científicos
      en las distintas áreas geográficas y entre las distintas capas sociales. Los bajos
      niveles de vida de los mineros de El Beal, fueron los responsables últimos de


      que la mortalidad alcanzara durante mucho tiempo niveles altos respecto a lo que ocurría en otras zonas de la región y del país. La importación de adelantos médicos y asistenciales desde los años 50 en está zona hizo que el descenso se acelerara.
      En resumen, en la evolución de los diferentes índices y de las causas de muerte hemos podido constatar las dificultades a las que se enfrenta esta diputación para realizar el proceso de transición demográfica. Las características de trabajo y ambientales impusieron una importantes limitaciones, que pesaron duramente sobre las condiciones de vida en estas montañas.




















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      ÍNDICES










      1. ÍNDICE DE CUADROS

      Cuadro II.1. Porcentaje del valor de la producción   de plomo nacional dentro del conjunto de los principales minerales (plomo, hierro, carbón
      mineral, zinc y cobre)    24
      Cuadro II.2. Promedios anuales de producción de plomo en el mundo,
      1801-1920, en miles de toneladas y %    25
      Cuadro II.3.Porcentaje del valor de la producción de mineral de plomo
      en manos de empresas extranjeras, 1890-1910    30
      Cuadro II.4. Diez principales empresas    del plomo de la  Sierra de
      Cartagena en 1890, 1902 y 1910 (valor en pesetas corrientes y % del
      total de la Sierra)    35
      Cuadro  II.5.Distribución  porcentual  del  valor  de  la  producción  de
      mineral de plomo en Murcia, 1889-1910    36
      Cuadro III.1. Distribución de la población de El Beal 1888-1970.    44
      Cuadro III.2. Tasas de crecimiento de la población de El Beal 1860-
      1970.    45
      Cuadro III.3. Índices de población y tasa de crecimiento anual medio
      comparada (TCAM), 1860-1970.    46
      Cuadro III.4. Tasas decenales de crecimiento intercensal (%) 1901-
      1930.    49
      Cuadro III.5. Movimiento natural y crecimiento real de la población de
      la diputación de El Beal, 1891-1970.    50
      Cuadro III.6. Tasas medias de natalidad y mortalidad (‰)    52
      Cuadro III.7. Movimiento natural de la población 1901-1930.    52
      Cuadro III.8. Saldos migratorios en la Sierra Minera. La diputación de
      El Beal y La Unión, 1891-1970    68
      Cuadro III.9. Procedencia de la inmigración de otras localidades de la
      región  hacia  El  Beal  y  su  participación  en  el  conjunto  de  la
      inmigración en 1894 y 1920.    70
      Cuadro  III.10.  Procedencia  de  la  inmigración  almeriense  de  la
      diputación de El Beal, 1886-1970 (según los libros de defunciones y
      matrimonios), en % del total.    72
      Cuadro III.11. Relación de las primeras 10 provincias por tasa bruta de
      emigración (emigrantes por mil habitantes)    72
      Cuadro III.12. Número de viviendas y ratio habitantes/vivienda en la
      diputación de El Beal, 1860-1970    73
      Cuadro  IV.1.  Tasa  bruta  de  nupcialidad  de  España,  Murcia  y  la
      diputación de El Beal, 1881-1970    82
      Cuadro IV.2. Razón de masculinidad por grupos de edad en El Beal y
      en la Región de Murcia, 1889-1950, hombres por cada 100 mujeres
      por quinquenios    85



      Cuadro IV.3. Porcentaje de mujeres casadas 16-50 años en El Beal, Cartagena, S. Salvador del Valle (Vizcaya) y España, 1887-1910.    87
      Cuadro  IV.4.  Porcentaje  de  hombres  y  mujeres  casados  en  la diputación de El Beal por grupos de edad, 1920-1950.    88
      Cuadro  IV.5.  Estado  civil  de  las  mujeres  de  15  a  49  años  de  la diputación de El Beal, 1920-1950    88
      Cuadro IV.6. Estado civil  de los hombres de 15 a  49 años en la diputación de El Beal (1920-1950).    89
      Cuadro IV.7. Comparación de los valores Im para la diputación de El
      Beal y San Salvador del Valle (Vizcaya), 1887-1930    89
      Cuadro IV.8. Edad al primer matrimonio y diferencia de edad entre los
      esposos en las localidades mineras de El Beal, San Salvador del Valle
      (Vizcaya) y Alquife (Granada), 1882-1916.    91
      Cuadro IV.9. Edad al primer matrimonio y diferencia de edad entre los
      esposos en España y en El Beal 1906-1945.    92
      Cuadro IV.10. Edad media al matrimonio según estado civil previo de
      1882-1970.    93
      Cuadro IV.11. Proporción de contrayentes de menos de 25 años en El
      Beal, Alquife (Granada), Yeste (Albacete) y España (%) ,1901-1935.    93
      Cuadro IV.12. Celibato definitivo (porcentaje de solteros en el tramo
      de edad 46 a 50 años)    100
      Cuadro IV.13. Movimiento estacional de los matrimonios en El Beal,
      1881-1970 (porcentajes del total anual).    101
      Cuadro IV.14. Movimiento estacional (máximos y mínimos) de los
      matrimonios en El Beal, 1881-1970.    102
      Cuadro IV.15. Lugar de nacimiento de los esposos de los matrimonios
      de El Beal 1881-1970.    103
      Cuadro IV.16. Lugar de nacimiento de las esposas de los matrimonios
      de El Beal 1881-1970.    104
      Cuadro IV.17. Porcentajes de matrimonios de El Beal en que algún
      cónyuge es originario de la provincia de Almería 1881-1970.    105
      Cuadro IV.18. Tasa de natalidad 1881-1970 (‰).    105
      Cuadro IV.19. Porcentaje de hijos ilegítimos sobre el total de nacidos
      en El Beal y Yeste (Albacete) 1881-1940.    109
      Cuadro IV.20. Índices regionales de fecundidad legítima (Ig) 1887-
      1910.    112
      Cuadro IV.21. Descendencia final de las generaciones femeninas de
      1840 y 1900 y variación durante ese intervalo, en diversos países.    114
      Cuadro  IV.22.  Evolución  de  la  fecundidad  general,  de  la  tasa  de
      fecundidad matrimonial y número medio de hijos por mujer en El Beal
      1889-1950.    115
      Cuadro  V.1.  Evolución  de  la  mortalidad  en  algunas  poblaciones
      mineras, 1877-1910 (‰).    125
      Cuadro V.2. Crisis de mortalidad, porcentajes de variación sobre la
      media de once años, calculado según el método Del Panta y Livi-
      Bacci, 1893-1965.    128
      Cuadro V.3. Diagnósticos de las causas de muerte en los años de
      sobremos-talidad de El Beal (1897, 1906, 1917 y 1918), agrupados


      según la clasificación internacional de enfermedades (en número de defunciones y % del total).    129
      Cuadro V.4. Estacionalidad de las defunciones en El Beal, distribución
      por decenios y meses en % del total anual.    131
      Cuadro V.5. Distribución de la mortalidad por estaciones en El Beal en
      tres periodos: 1881-1900; 1911-1930 y  1941-1970, en % del total
      anual.    131
      Cuadro V.6. Distribución de la mortalidad en El Beal por edades y por
      decenios, en %.    137
      Cuadro V.7. Distribución de la mortalidad por quinquenios y por sexo
      en El Beal, en %.    137
      Cuadro V.8. Número de entierros con menos de un mes de vida en la
      Parroquia de San Nicolás de Bari, 1887-1971.    139
      Cuadro V.9. Número de decesos que aparecen en El Beal con un día
      de vida, 1888-1971.    142
      Cuadro V.10. Distribución de la mortalidad infantil por sexo en El
      Beal, frecuencias y %, e índice de masculinidad de los nacimientos,
      por quinquenios, 1886-1970.    146
      Cuadro V.11. Hipermortalidad masculina en El Beal y en España (tasa
      de mortalidad infantil masculina/t.m.i. femenina), medias anuales por
      quinquenios, 1886-1930.    147
      Cuadro V.12. Hipermortalidad infantil masculina por edad en El Beal,
      1886-1930, por quinquenios.    148
      Cuadro V.13. Distribución de la mortalidad juvenil en El Beal por
      edad y por quinquenios (%).    151
      Cuadro V.14. Índice de masculinidad (%) en la mortalidad juvenil,
      para un año de edad para el total, 1880-1965, por quinquenios.    151
      Cuadro V.15. Hipermortalidad juvenil masculina en El Beal (tasa de
      mortalidad juvenil masculina/t.m.j. femenina),    medias anuales por
      quinquenios, 1886-1930.    152
      Cuadro V.16. Índice de sobremortalidad masculina por grupos de edad
      (0 a 15 años) en la Región de Murcia y en España, nqx(m)/nqx(f), 1900-
      1930.    152
      Cuadro V.17. Tablas de mortalidad de El Beal, 1889-90.    155
      Cuadro V.18. Tablas de mortalidad de El Beal, 1894-95.    156
      Cuadro V.19. Tablas de mortalidad de El Beal, 1920-21.    157
      Cuadro V.20. Tablas de mortalidad de El Beal, 1930-31.    158
      Cuadro V.21. Esperanza de vida al nacer en El Beal, Murcia, España y
      países avanzados*, 1863-1930.    159
      Cuadro  V.22.  Mortalidad  infantil  y  juvenil  en  Francia,  Inglaterra,
      España, Murcia, El Beal y San Salvador del Valle (Vizcaya), 1850-
      1930, en ‰ y cociente entre ambas.    162
      Cuadro V.23. Esperanza de vida por edades en Murcia, El Beal y
      España, 1894-1930.    163
      Cuadro V.24. Distribución por edades de la mortalidad en El Beal,
      1880-1970 (en % por decenios).    164
      Cuadro V.25. Distribución por edades de la mortalidad femenina en El
      Beal, 1880-1970 (en % por quinquenios).    165



      Cuadro V.26. Distribución por edades de la mortalidad masculina en
      El Beal, 1880-1970 (en % por quinquenios).    166
      Cuadro   V.27.   Distribución   de   la   mortalidad   adulta   masculina,
      porcentaje de las defunciones 1886-1970 por quinquenios.    167
      Cuadro   V.28.   Distribución   de   la   mortalidad   adulta   femenina,
      porcentaje de las defunciones 1886-1970 por quinquenios.    168
      Cuadro  V.29.  Porcentaje  defunciones  de  mayores  de  65  años  y
      cociente de ambas en El Beal, 1886-1970, por quinquenios.    169
      Cuadro VI.1. Distribución de las principales expresiones diagnósticas
      de El Beal, siguiendo la clasificación de McKeown (1886-1971)    175
      Cuadro  VI.2.  Expresiones  diagnósticas  más  repetidas  (más  de  25
      casos) de las 9.717 defunciones de El Beal, 1886-1970    177
      Cuadro VI.3. Mortalidad por enfermedades del aparato respiratorio en
      El Beal, 1886-1970 (número y porcentaje del total, por quinquenios)    179
      Cuadro VI.4. Siniestralidad en la minería murciana, 1867-1914 según
      las estadísticas oficiales    184
      Cuadro VI.5. Porcentaje de muchachos (menores de 18 años) en la
      minería del plomo de Almería, Murcia, Jaén y Córdoba, por decenios,
      1861-1930    186
      Cuadro VI.6. Porcentaje de trabajadores menores de 18 años en la
      minería de plomo de Murcia y de España, 1866-1930, por quinquenios    187
      Cuadro VI.7. Distribución por edades de los ingresados por accidente
      en el Hospital de La Unión en 1890 y 1913 (%)    188
      Cuadro VI.8. Número de accidentados atendidos en el Hospital de La
      Unión menores de 18 años en 1890 y 1913, por edad    189
      Cuadro  VI.9.  Número  defunciones  de  El  Beal  producidas  por  un
      accidente, 1886-1970, por quinquenios    189
      Cuadro VI.10. Distribución de  las  enfermedades infecciosas en  El
      Beal, en porcentajes y por quinquenios    196
      Cuadro  VI.11.  Salarios  mineros  en  España,  1914-1925  (ptas/hora)
      1914-1925    199
      Cuadro    VI.12.    Distribución    de    las    enfermedades    infecciosas
      transmitidas  a  través  del  agua  y  los  alimentos  en  El  Beal,  por
      quinquenios y %    203
      Cuadro    VI.13.    Distribución    de    las    enfermedades    infecciosas
      transmitidas a través del aire en El Beal, por quinquenios y en %    204
      Cuadro  VI.14.  Motivos  endógenos  o  exógenos  de  la  mortalidad
      infantil en El Beal (junto con casos en los que no consta diagnóstico de
      la defunción), en % por quinquenios    206
      Cuadro VI.15. Mortalidad infantil en El Beal por enfermedades del
      aparato respiratorio, 1886-1970 (número y porcentaje del total, por
      quinquenios)    208
      Cuadro VI.16. Porcentaje de las enfermedades infecciosas sobre el
      total (sin incluir las mal definidas) en la mortalidad infantil de El Beal,
      por quinquenios, 1886-1970    208
      Cuadro  VI.17.  Distribución de  las  enfermedades infecciosas en  la
      Mortalidad infantil en El Beal, por quinquenios, 1886-1970    209
      Cuadro  VI.18.  Mortalidad  juvenil  en  El  Beal  por  enfermedades


      infecciosas u otras causas, en % por quinquenios    211
      Cuadro V.19. Distribución de la mortalidad juvenil por enfermedades
      infecciosas según el  agente de transmisión, en % por períodos de
      veinte y treinta años    212
      Cuadro   VI.20.   Distribución   de   la   mortalidad   juvenil   de   las
      enfermedades infecciosas transmitidas por el aire en en %, 1880-1979
      agrupados por periodos    213
      Cuadro  VI.21.   Distribución  de   la   mortalidad  juvenil  según   la
      clasificación internacional de enfermedades, en % por períodos de
      veinte y treinta años
      Cuadro   VI.22.   Porcentaje  de   las   enfermedades  infecciosas,  no
      infecciosas e indeterminadas de los mayores de 4 años de El Beal, por
      grupos de edad y por quinquenios, 1886-1970    215
      Cuadro  VI.23.  Distribución  de  las  enfermedades  infecciosas  (1:
      transmitidas por agua y alimentos; 2: por aire; 3: por vectores; 4: otras)
      de 1886 a 1970, por edades y por quinquenios (salvo la agrupación de
      1940 a 1970)    217
      Cuadro    VI.24.    Distribución    de    las    enfermedades    infecciosas
      transmitidas por el aire de El Beal, entre 5 y 16 años, por decenios y en
      %, 1881-1970    218
      Cuadro    VI.25.    Distribución    de    las    enfermedades    infecciosas
      transmitidas por el aire de El Beal de los mayores de 16 años, por
      grupos de edad, decenios y en %, 1881-1970    219
      Cuadro   VI.26.   Enfermedades   no   infecciosas   de   los   de   edad
      comprendida entre 46 y 65 años de El Beal, por decenios en %    220
      Cuadro VI.27. Enfermedades no infecciosas de los mayores de 65 años
      de El Beal, por decenios en %    220
      Cuadro VI.28. Causas de muerte de los mayores de 65 en El Beal
      según la  clasificación internacional de enfermedades, en %    221








      2. INDICE DE GRÁFICOS

      Gráfico II.1. Valor medio de la producción de las empresas mineras de plomo en Almería, Badajoz, Ciudad Real, Córdoba, Granada, Jaén y
      Murcia, en pesetas de 1910, de 1889 a 1910    29
      Gráfico II.2. Producción de mineral de plomo y plomo en barras en la
      Región de Murcia, en toneladas, 1861-1930    31
      Gráfico II.3. Producción de mineral de Hierro, plomo y  zinc en la
      Región de Murcia, 1861-1956    33
      Gráfico II.4. Valor de los minerales extraídos en la Región de Murcia
      (hierro, plomo y zinc), 1880-1936, en pesetas corrientes    34
      Gráfico II.5. Producción de concentrados en Murcia, 1957-1980    38
      Gráfico III.1. Evolución comparada de la población de la diputación de
      El Beal y de La Unión 1860-1970.    47
      Gráfico III.2. Evolución comparada de los índices de población de la
      diputación de El Beal y de La Unión, 1860-1970 (1860=100).    48
      Gráfico III.3. Tasas anuales del movimiento natural de la población en
      la diputación de El Beal, 1888-1970.    50
      Gráfico III.4. Pirámides de población de la diputación de El Beal, 1889,
      1894 y 1920.    55
      Gráfico III.5. Pirámides de población de la diputación de El Beal, 1930,
      1940 y 1950.    56
      Gráfico III.6. Movimientos migratorios en la diputación de El Beal,
      1890-1969    69
      Gráfico III.7. Movimientos migratorios en la diputación de El Beal y en
      La Unión, 1891-1970.    69
      Gráfico III.8. Procedencia de los fallecidos en la diputación de El Beal,
      1881-1970.    71
      Gráfico IV.1. Número de matrimonios en la diputación de El Beal,
      1882-1970    79
      Gráfico IV.2. Tasas Brutas de Nupcialidad de El Beal y de la Región de
      Murcia 1881-1970 (‰).    83
      Gráfico IV.3. Tasas Brutas de Nupcialidad en las localidades mineras de
      San Salvador del Valle (Vizcaya), El Beal comparadas con las de la
      Región de Murcia, 1880-1915.    84
      Gráfico IV.4. Razón general de masculinidad (hombres por cada 100
      mujeres) en El Beal 1881-1955.    86
      Gráfico IV.5. Edad media al matrimonio en El Beal 1881-1970.    90
      Gráfico  IV.6.  Proporción  de  contrayentes  con  edad  al  matrimonio
      superior a 25 años en El Beal, 1883-1969.    95
      Gráfico IV.7. Diferencia de edad al matrimonio (Eh-Em) en El Beal,
      1881-1970.    95
      Gráfico IV.8. Diferencia de edad al matrimonio cuando las mujeres son
      mayores que los hombres (Em-Eh).    96



      Gráfico IV.9. Edades al matrimonio en El Beal según el estado civil
      previo 1882-1970    98
      Gráfico IV.10. Diferencias edad al  matrimonio por  tramos de  años
      (porcentajes respecto al total de matrimonios). El Beal, 1881-1970.    98
      Gráfico IV.11. Tipologías de matrimonios de El Beal según el estado
      civil de los contrayentes, 1882-1970 (porcentaje del total).    99
      Gráfico IV.12. Movimiento estacional de los matrimonios en El Beal,
      1881-1970 (en porcentajes de los matrimonios celebrados en cada mes)    102
      Grafico IV.13. Tasas de Natalidad del Beal, La Unión y de la Región de
      Murcia 1881-1970    106
      Gráfico IV.14. Evolución de los nacimientos y matrimonios en El Beal
      1881-1970.    107
      Gráfico IV.15. Porcentaje de hijos ilegítimos sobre el total de nacidos
      en cada año 1881-1971.    108
      Gráfico IV.16. Natalidad y edad al matrimonio de las mujeres en El
      Beal, 1881-1970    117
      Gráfico V.1. Número de entierros recogidos en los libros parroquiales
      de San Nicolás de Bari de El Beal.    122
      Gráfico V.2. Tasas de Mortalidad de El Beal, 1888-1970. Datos brutos
      y medias móviles quinquenales.    123
      Gráfico V.3. Tasas de Mortalidad de El Beal, La Unión y la Región de
      Murcia, 1890-1963 (medias móviles quinquenales).    124
      Gráfico  V.4.  Tasas  brutas  de  mortalidad  de  la  Región  de  Murcia,
      Cartagena y El Beal, 1888-1930 (‰).    127
      Gráfico V.5. Movimiento estacional de las defunciones en El Beal, por
      decenios y en porcentajes sobre la media.    132
      Gráfico V.6. Estacionalidad de la mortalidad por grupos de edades,
      en porcentajes sobre la media    134
      Gráfico V.7. Distribución de la mortalidad en la diputación de El Beal
      por edades y por quinquenios (1881-1970).    136
      Gráfico V.8. Mortalidad infantil en El Beal, Murcia y España, 1888-
      1930, en ‰.    140
      Gráfico V.9. Mortalidad infantil en El Beal (media de los fallecidos con
      menos de un año y un año completo), en Murcia y en España, 1888-
      1930, medias móviles quinquenales, en ‰.    141
      Gráfico V.10. Mortalidad infantil en El Beal (media de los fallecidos
      con menos de un año y un año completo y ajustado para la mortalidad
      en el primer día), en Murcia y en España, 1888-1930, medias móviles
      quinquenales (‰).    143
      Gráfico V.11. Tasa de mortalidad neonatal precoz (de 0 a 6 días) en El
      Beal, 1889-1931 (‰).    143
      Gráfico V.12. Tasa de mortalidad neonatal  (de 0 a 29 días) en El Beal,
      1889-1931, en ‰ .    144
      Gráfico V.13. Tasa de mortalidad postneonatal (de 29 a 365 días) en El
      Beal, 1889-1931, en ‰.    145
      Gráfico V.14. Distribución de la mortalidad por grupos de edad, en %,
      1888-1970.    149
      Gráfico V.15. Mortalidad juvenil en El Beal, 1888-1930 (‰).    150


      Gráfico V.16. Probabilidades de muerte a una edad x (nqx) en El Beal,
      1889, 1894, 1920 y 1930 (escala semilogarítmica).    160
      Gráfico V.17. Probabilidades de de muerte a una edad x (nqx) en España y  Murcia  Región  en  1900-01  y  en  El  Beal  en  1894-95  (escala
      semilogarítmica).    160
      Gráfico  V.18.  Probabilidades de  de  muerte  a  una  edad  x  (nqx)  en
      España, Murcia Región y El Beal en 1920-21 (escala semilogarítmica).    161
      Gráfico  V.19.  Probabilidades de  de  muerte  a  una  edad  x  (nqx)  en
      España, Murcia Región y El Beal en 1930-31 (escala semilogarítmica).    161
      Gráfico V.20. Porcentaje de los mayores de 65 años en la mortalidad
      del El Beal, por sexos y quinquenios (1886-1970).    166
      Gráfico VI.1. Mortalidad en la minería murciana, 1867-1914    183
      Gráfico VI.2. Muertes por silicosis en El Beal, 1946-1971    191
      Gráfico VI.3. Muertes por tuberculosis en El Beal, 1888-1970    192
      Gráfico VI.4.  Porcentaje de  fallecidos  por  tuberculosis en  El  Beal,
      1888-1970    193
      Gráfico VI.5. Porcentaje de las enfermedades infecciosas sobre el total
      de las defunciones de El Beal, 1888-1970, valores anuales y medias
      móviles de 5 años    195
      Gráfico VI.6. Salarios reales de los peones mineros de Mazarrón y de
      Vizcaya, 1909-1936    201
      Gráfico VI.7. Distribución porcentual de las causas de mortalidad en El
      Beal en no infecciosas y las infecciosas en transmitidas por agua y
      alimentos, aire, vectores y otras, por quinquenios, 1886-1970    202
      Gráfico VI.8. Tasas de mortalidad endógena y exógena en El Beal por
      quinquenios, 1886-1930    207
      Gráfico  VI.9.  Distribución  de  las  enfermedades  infecciosas  en  la
      población infantil, 1891-1970, por quinquenios    210
      Gráfico  VI.10.  Mortalidad  juvenil  en  El  Beal  por  enfermedades
      infecciosas (+ las no especificadas) y por otras causas, en %, 1886-1970
      por quinquenios    212
      Gráfico  VI.11.  Porcentaje  de  las  enfermedades  infecciosas  (sin  las
      indeterminadas) en la mortalidad de los mayores de 4 años de El Beal,
      por quinquenios y grupos de edad, 1886-1970    216







      3. INDICE GENERAL

      PRÓLOGO    7

      CAPÍTULO I
      INTRODUCCIÓN, METODOLOGÍA Y FUENTES
      1. Introducción    11
      2. La problemática de las fuentes: posibilidades y limitaciones    15
      3. Los procedimientos de trabajo y la orientación metodológica    17
      4. agradecimientos    18
      CAPÍTULO II.
      DESARROLLO MINERO DE LA SIERRA DE CARTAGENA
      1. El despegue del plomo peninsular    23
      2. Los inicios de la moderna explotación de la Sierra de Cartagena    25
      3. Las limitaciones legales: el tamaño de las concesiones    28
      4. Fundición y comercialización de los metales    31
      5. Etapas de la explotación de la sierra minera    33
      CAPÍTULO III
      EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE LA DIPUTACIÓN DE EL BEAL 1860-1970
      1. El nacimiento de un núcleo de población.    43
      2. Las tasas vitales.    49
      3. Pirámides de población    54
      4. La transición demográfica    58
      4.a. La transición epidemiológica.    58
      4.b. La Teoría de la Transición Epidemiológica (TE)    59
      4.c. La Transición de la Salud o Transición Sanitaria (TS).    62
      4.d. Relaciones entre la TE y la TS.    63
      4.e. Las criticas a las teorías (TE y TS).    64
      4.6. ¿La TE y la TS modelos antagónicos?    65
      5. los flujos migratorios.    67
      5.1. La procedencia de los flujos de emigrantes    70
      CAPÍTULO IV.
      NUPCIALIDAD, NATALIDAD Y FECUNDIDAD
      1. La nupcialidad.    77
      2. El celibato.    100
      3. La estacionalidad de los matrimonios.    101
      4. Movilidad geográfica de los cónyuges.    103
      5. La natalidad.    105
      6. La fecundidad.    110
      CAPÍTULO V.
      LA MORTALIDAD
      1. Características generales de las transformaciones demográficas.    121
      2. La mortalidad en El Beal.    121
      3. La mortalidad catastrófica.    126



      4. Estacionalidad de las defunciones.            130
      5. Distribución de las defunciones.            135
      6. La mortalidad infantil.            138
      7. La mortalidad juvenil.            148
      8. Tablas de mortalidad.            153
      9. La población adulta y anciana.            164
      CAPÍTULO VI.           
      EVOLUCIÓN  DE   LAS  ENFERMEDADES    Y    TRANSICIÓN   
      SANITARIA           
      1. Problemas metodológicos.            173
      2. Evolución general de las enfermedades.            178
      3. Transición de la tipología de las enfermedades.            194
      4. Causas de muerte en la población infantil.            204
      5. Causas de muerte en la población juvenil.            211
      6. Las causas de muerte de la población adulta.            214
      CAPÍTULO VII.           
      CONCLUSIONES            223
      FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA           
      1. Fondos documentales            233
      2. Publicaciones periódicas            233
      3. Bibliografía            233
      INDICES           
      1. Índice de cuadros.            247
      2. Índice de gráficos.            253